CUARENTA

En Nido de Alcón, Abigail Jordan estaba sentada junto a Victoria, la esposa de Pack McHenry, en el enorme portal que daba vuelta a la casa. La rubia platinada de casi sesenta años contó que viajó a Denver de camino a Los Ángeles. Tenía un mensaje urgente que debía dar a Abigail en persona; algo de parte de su esposo Pack que surgió precisamente antes de su reciente visita juntos a Washington.

Abigail trajo un poco de té, pero ninguna lo había tocado todavía.

Abigail y Victoria habían congeniado muy bien en D.C. cuando almorzaron juntas. Si bien Victoria nunca lo expresó, Abigail asumió que ella también tenía experiencia en los servicios clandestinos, al igual que su esposo. Quedaba implícito en la manera de hablar, en su conocimiento de cuestiones de seguridad nacional y de la jerga de la «agencia» que usaba a la perfección. Era apenas una corazonada. Pero Abigail sabía que estaba en lo cierto.

Victoria preguntó:

—¿Te ocupas de las cuestiones de la Mesa Redonda en este tiempo?

—Solo hasta que Josh regrese.

—Pack te tiene en muy alta estima, también a Josh.

—Curioso. Josh piensa lo mismo de ti y de Pack. Es una lástima que sean las cuestiones críticas las que siempre motiven nuestras conversaciones. Tenemos tan poco tiempo para hablar … Por eso disfruté mucho de nuestro almuerzo.

Cuando Victoria habló, había un dejo de lamento en el tono.

—Bueno, Abby. Me temo que necesitamos ir al grano.

—Comprendo. Hablando de crisis … ¿dijiste que tenías un mensaje?

La expresión de Victoria cambió. Se trataba de negocios.

—Es lo siguiente. Pack dice que la última información de inteligencia (y me estoy refiriendo a las últimas doce horas) es que conocemos los blancos y las áreas aproximadas al escenario de montaje.

Abigail sintió que los nervios le daban vueltas en el estómago.

—¿De los ataques?

—Sí. Pack ha infiltrado esta información a través de los contactos hasta las personas que deben saberlo en las agencias federales, pero él quiere denunciarlo a viva voz porque nadie escucha, y si lo hacen, entonces sus manos están atadas. —Victoria hizo una pausa antes de lanzar la advertencia—. Podría decirse que esta información es clasificada. Quiero enfatizar podría decirse. ¿Quieres escucharla? Tú sabes las repercusiones.

—Sé las consecuencias si no hacemos nada. Josh y yo no creemos en quedarnos de brazos cruzados. Así que dime lo que puedas.

—Los blancos son Nueva York y Washington, D.C. La zona de montaje son el sur del estado de Nueva York o posiblemente Nueva Jersey y Virginia respectivamente. Las armas nucleares son lo suficientemente pequeñas como para transportarse por un camión mediano, mucho más pequeño que un semirremolque. Y apenas estamos a días de que suceda. En este momento Pack está en París coordinando esta información. Consiguió esto de parte de una de las Repúblicas Soviéticas. Así que esto es lo que sé. ¿Qué puede hacer tu gente?

—John Gallagher, un ex agente especial del FBI, está por su cuenta tratando de descubrir alguna pista. No conseguimos obtener el consenso de la Mesa Redonda para ningún financiamiento específico.

—¿Les llegó el resumen del presupuesto de Pack?

—Sí y lo envié directamente a cada miembro del grupo. Josh y yo estamos dispuestos a poner algo de dinero. Beverly Rose Cortez prometió una gran suma de dinero. Pero todos están nerviosos. El departamento de justicia está observando nuestras operaciones … y sabes lo que eso significa.

Victoria miró a Abigail de una manera que le hizo saber que estaban en la misma sintonía. Victoria puso a un lado su taza de té.

—Antes de irme te daré la información de la cuenta y los números del banco para girar el dinero. Pack ha reunido a los hombres, el equipo, todo lo que pudo … tú sabes, para tratar de interceptar estos asesinatos masivos, en el caso de que los federales decidan no intervenir en esto. Pero toda esta operación va por fuera de los libros contables. Por eso se debe sostener con capitales privados. —Luego agregó—: Una información adicional. Según Pack, los rusos dijeron que el lugar para el ataque en Washington (y esto es cita directa de la vigilancia) era «ecos del pasado», sea lo que sea que esto signifique.

Abigail se recostó contra la silla. Inspiró profundamente. No había tiempo para retorcerse las manos en desesperación … Había que actuar.

—Me comunicaré con John Gallagher de inmediato —dijo Abigail—, y le daré esta información. Esto es terrible, como una pesadilla … Debemos hacer todo lo posible por evitar que esta atrocidad ocurra, pero todo y todos parecen moverse en cámara lenta.

—¿Tienes parientes en D.C. o en Nueva York? Quizás convenga que los hagas salir de allí enseguida.

—No, gracias a Dios no. Tenemos un departamento. No hay nadie allí. Pero … ah, no … nuestra ama de llaves está todavía en Nueva York. Tengo que encontrar algún motivo para sacarla de la ciudad. Cal está aquí conmigo y todavía faltan algunos días para que comiencen las clases. Y Deborah ya debe de haber regresado a West Point … —Abigail sabía que algo estaba pasando por alto en cuanto a su hija, pero siguió hablando—. ¿A qué distancia está West Point de D.C.? Santo Dios, apenas está a unos sesenta kilómetros. Tengo que decirle que salga de allí de inmediato.

—Nosotros también tenemos un departamento en Manhattan.

Yo estaré lejos de la ciudad hasta que descubramos qué va a pasar. Y Pack, por supuesto, está en Francia …

Abigail observó las montañas y durante un momento se sumió en sus pensamientos. Luego comentó:

—Tú y Pack deben pasar mucho tiempo separados.

—Es parte del trato, supongo. Con el tiempo se va haciendo más fácil. Pero en realidad nunca es fácil. Uno trata de manejar la situación, de no convertirse en extraños, uno invierte en amarse el uno al otro, para poder permanecer juntos. Y, por supuesto, también está la presión por causa de la tarea que realiza.

Hubo un leve temblor en la voz de Victoria. Abigail lo notó. Se acercó y le apretó fuerte la mano mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Cuánto deseo que Josh estuviera aquí. Todo esto me resulta abrumador.

Victoria miró su reloj.

—Abby, querida, debo marcharme. No quiero, pero debo hacerlo.

Abigail asintió y ambas se pusieron de pie.

—Entonces —dijo Victoria—, con Josh fuera del país, ¿tú cuidas del fuerte aquí?

—Eso creo. Pero siento como si los hostiles se aproximaran y rodearan el fuerte.

—Eso no suena como dicho por la persona de la que tanto he escuchado hablar … la mujer con una fe invencible en Dios.

—Dios es invencible. Yo desearía que mi fe fuera inquebrantable. Cuando me siento débil y vulnerable, ahí es que me dejo caer ante el Señor y clamo por su gracia. Imagino que si Él me ama tanto como para haber enviado a su Hijo a salvarme, entonces él es más que capaz para orientarme.

—Me llevaban a la iglesia de niña, pero para Pack y para mí … esto no ha sido parte de nuestra vida. Algunos dentro de su grupo de Patriotas son como tú, renacidos en Jesús. Eso me hace pensar …

Victoria hizo una pausa, como si fuera a seguir hablando, pero no lo hizo. En cambio, le dio a Abigail un cálido abrazo, un beso en la mejilla y se dirigió al automóvil de alquiler.

Abigail corrió adentro para llamar por teléfono a Deborah, pero se detuvo en seco. En el estrés del momento se había olvidado por completo que Deb no estaba en West Point. Una oleada momentánea de alivio la inundó al recordar que Joshua se la había llevado para Israel.

Pero de inmediato otro pensamiento acudió a su mente. ¿Estaría su hija más segura en Israel?