CINCUENTA Y NUEVE

—Tengo noticias malas y noticias peores …

Abigail se preparó.

— Continúa, Harry.

El gran jurado acaba de formular una acusación penal múltiple contra ti, Josh y cada uno de los miembros de la Mesa Redonda.

—Eso es lo mucho que vale la libertad de asociación —murmuró Abigail. Estaba indignada porque el gobierno sabía la identidad de los miembros, aunque se habían esforzado mucho para mantener esa información confidencial—. ¿Cómo lo averiguaron?

Pero ya sabía la respuesta. Una vez Fort Rice entrevistó a un abogado por posible inclusión en el grupo. Fort no se había dado cuenta de que era un espía, un confidente de Jessica Tulrude. Así que los cabos no eran difíciles de unir.

—Lo siento, Abby.

—¿Cuáles son los cargos sustanciales?

—Como tú predijiste, solo uno, en cada caso: conspiración sediciosa.

—Entonces, ¿cuál es la noticia peor, Harry?

—Hablé con el Ministro de Justicia Hamburg. Dice que está dispuesto a descartar los cargos …

Abigail estaba en espera del pero.

— … pero hay un problema.

—Siempre lo hay.

—Dice que todos los miembros, cada uno de ellos, tienen que cooperar.

Abigail ya se lo estaba imaginando.

—Esto no puede estar pasando …

—Me temo que sí.

—¿El fiscal quiere que testifiquen contra Joshua, que lo apuñalen por la espalda?

—No solo eso.

—¿Aún peor?

—Hamburg dice que eso también se aplica a ti.

Abigail no pudo responder, no enseguida.

Harry interrumpió el silencio.

—Sé lo que estás pensando … el privilegio esposo-esposa de no testificar el uno contra el otro. Pero dice Hamburg que se quedará satisfecho si simplemente inculpas a Josh por cosas dichas en compañía de otros, en cuyo caso el privilegio no aplicaría de todas formas …

Abigail lo cortó.

—Fíjate, Harry, dile al ministro, y quiero que cites mis palabras exactamente, que me pudriré en la cárcel, la peor cárcel del mundo, en el hueco más mugroso de todo el sistema penal, antes de mentir acerca de mi esposo … antes de virarme en su contra. ¿Entiendes mi posición en este sentido?

—Me imaginé que ibas a decir eso. —Luego añadió—: Lo siento, Abby, pero como abogado tuyo tenía que informarte lo que dijo Hamburg. Con toda franqueza, me hizo sentir náuseas.

—Te lo agradezco, pero puedes tomarte un remedio para eso. Mis problemas son mucho más complicados que una indigestión.

Antes de colgar, Harry dijo:

—Una última cosa, Abby. Necesitamos que tú te entregues a las autoridades. Conoces la rutina: las esposas, las fotos de los medios de comunicación, todo ese proceso. Luego viene la primera comparecencia en el juzgado. Causará histeria en la prensa.

—¿Puedes atrasar el proceso durante un poco de tiempo?

—Un día o dos, máximo.

—No te preocupes, no me voy a esconder. Me presentaré … si de eso se trata. Solo necesito tiempo para pensar. Y para orar.

Después de la llamada, Abby salió corriendo hacia el granero, donde Cal estaba dando agua a los caballos y limpiando los establos. Soltó el balde y se recostó a los listones de madera del establo cuando Abby le comentó lo que había dicho Smythe. Abby pudo ver el miedo reflejado en los ojos de Cal, pero él no titubeó. Le pidió que le aclarara algo:

—Mamá, una vez me contaste acerca de aquel abogado que era un espía … que transmitió la información acerca de la Mesa Redonda …

—Allen Fulsin, un abogado de Washington. Tenía contactos con la oficina de la vicepresidencia.

—Algo me suena poco ético en eso. ¿O estoy equivocado?

—No, Cal, estás en lo cierto. A Fulsin le hicieron una entrevista sobre su servicio en el comité legal para la Mesa Redonda. Eso es el privilegio abogado-cliente. Después Fulsin le proporcionó la información a la Casa Blanca para que la usara en contra nuestra. Probablemente a Jessica Tulrude, quien era la persona que tenía vínculos con Fulsin.

—¿No podemos usar eso para hacer que descarten el caso?

—Tal vez. Sí podemos demostrar que la Casa Blanca usó deliberadamente a Fulsin como espía en su posición de abogado contratado por la Mesa Redonda. Pero Fulsin no supo mucho de nosotros. Solo algunos detalles de nuestra historia: quiénes somos, cuáles son los miembros, esa clase de cosas. Pero aprovecharé todo lo que pueda en nuestra defensa. Tengo una ligera sospecha …

—¿De qué se trata?

—Digamos que es intuición femenina … creo que si investigamos lo suficiente acerca de la actitud de Jessica Tulrude hacia nosotros, Josh y yo, y la Mesa Redonda, es posible que encontremos algo muy valioso para nosotros. Por otra parte, tal vez solo esté aferrándome desesperadamente a una esperanza.

En silencio, Abigail pensó en eso durante un momento … el hecho que se supiera que Allen Fulsin tenía lazos con Jessica Tulrude cuando esta era vicepresidenta. Puede que hubiera algo allí. Todo conduce a Tulrude. Se volvió hacia Cal.

—Cuando termines con nuestros amigos de cuatro patas, sube a la casa y báñate. Tú y yo tenemos trabajo por hacer. Vas a ser mi asistente legal. Tú cambiaste tu especialidad a ciencias políticas, ¿te acuerdas? Estás a punto de obtener un curso avanzado en la colisión entre el derecho y la política. Cal sonrió y asintió.

Mientras Abigail caminaba con dificultad hacia la casa, empezó a ponerse un poco sentimental. Quería parecer confiada delante de su hijo. Pero cuando en privado se permitió ver el problema en que estaba metida, de repente sintió como si estuviera resbalando, más y más, en arenas movedizas que poco a poco se la estaban tragando.

Dios, dame sabiduría. Ayúdame a mantener la mente clara. Y, por favor, protege a Josh …

El tono de llamada del Allfone la sacó de su oración. Era Rocky Bridger.

—Abby, hay noticias acerca de Josh. El plan A, que lo rescatara un helicóptero israelí en el norte de Irán, no funcionó … pero no te preocupes, hay un plan B, un sitio de recogida alternativo más al norte. Me dijeron que Josh y el equipo están bien. En este momento están esperando en el punto de encuentro secundario.

—Gracias, Señor —murmuró Abby.

—Ahora, otra cosa. Esto es confidencial, pero tienes que saberlo. No quiero que te enteres cuando veas las noticias en la televisión esta noche …

—¿Las noticias?

—Hay una monstruosa invasión en camino, en este momento. Puede que se produzca más o menos en las próximas horas. Hay barcos reuniéndose en el Mediterráneo. Ejércitos preparándose al norte de Israel, en Siria, y por el sur, en Egipto. Rusia dirige la coalición. Van a atacar Israel.

Abigail se tambaleó. Se detuvo frente a los primeros peldaños en la entrada principal y se dejó caer sobre el primer escalón. Deborah, que ella pensaba que estaba a salvo, ahora estaba en la mirilla de una guerra.

—Deb … mi Deb …

—Abby, he intentado comunicarme con ella, pero los israelíes han desactivado todas las comunicaciones vía satélite. Estoy tratando de comunicarme a través del comando de las FDI, pero como puedes imaginar, están preparándose para una invasión general.

La voz de Rocky se cortó.

—Abby, seguiré intentándolo hasta que obtenga alguna respuesta, acerca de Debbie y Josh. No te desanimes, querida. Nadie va a darse por vencido.

Después de la llamada Abigail se desplomó en el asiento donde permaneció sin moverse durante un momento mirando las montañas inconmovibles que rasgaban el cielo azul. Solo pudo expresar en un susurro tembloroso una parte de los Salmos:

Pero el amor del Señor es eterno

Y siempre está con los que le temen;

Su justicia está con los hijos de sus hijos …

El espacio aéreo cerca de la frontera entre Turquía y Siria

Grigori, el piloto georgiano del helicóptero Halo MI-26, estaba en la radio. Ni los hombres del equipo de operaciones especiales ni Joshua, mientras se sentaban en los asientos, podían entender lo que estaba diciendo, pero podían leer su rostro y el lenguaje corporal. Parecía que había una complicación. Grigori y su copiloto constantemente intercambiaban opiniones durante la transmisión radial.

La recogida en Azerbaiyán se produjo sin dificultad. Lo que los salvaba era que en un costado el helicóptero tenía la marca de Petroquímicos del Mar Negro y el Ministerio de Comercio de Georgia había alertado a los rusos, turcos, sirios, a todos, que uno de sus helicópteros se encontraba fuera de ruta. La coalición dijo que permitirían que volara pero que no garantizaban su seguridad. No era lo ideal, pero era algo. El plan era transportar a los norteamericanos en un vuelo directo hasta Israel y dejarlos en un lugar cerca de la frontera con Siria. Les habían asegurado que los israelíes estaban al tanto de esto.

Pero entonces, en la mitad del vuelo, el piloto, en un inglés entrecortado, anunció algo alarmante y misterioso en su marcado acento eslavo:

—Lo siento mucho … pero el cuartel general informar que hay problemas grandes en Israel … ahora todos tener que ir para mi país, Georgia. Después, tal vez puedan viajar a Berlín y tal vez de allí luego viajar a los Estados Unidos.

—¿Qué tipo de problema grande? —preguntó Joshua.

—Viene guerra … un problema grande sobre una guerra. No sé nada más.

Eso era todo lo que Joshua necesitaba escuchar.

—Mi hija está allá. Necesito ir para Israel. Tenemos que seguir el plan, el punto donde desembarcaremos … el plan original … en las Alturas de Golán, justo como lo planificamos. ¿Comprende? Hay un helicóptero israelí que se supone que me esté esperando allí. Usted dijo eso, Grigori.

—Sí, pero, oh, no sé … tal vez no pueda hacer eso.

Cannon se le unió a Joshua.

—Oh, sí, por supuesto que «tal vez sí puede hacer eso». Usted va a atenerse al plan, Grigori, como dicen nuestros amigos. Todos seguiremos el plan original. ¿Entiende?

Entonces Grigori llamó a sus superiores y cuando terminó la larga llamada radial, se volteó un poco hacia los pasajeros.

—Muy bien, esto es lo que vamos a hacer … obtuve la autorización para llevar al señor Jordan hasta el punto donde debe desembarcar, pero tiene que ser muy rápido.

Joshua asintió aliviado.

—Pero al resto de ustedes, no … no puedo hacerlo. Ustedes tienen que irse a Georgia conmigo. Luego viajarán a Berlín como dije antes.

—Inaceptable —gritó Jack—, totalmente inaceptable. Nos quedaremos con Joshua hasta el final.

—Mire —Grigori le gritó también—, yo cumplir órdenes. Si usted no querer hacerlo de esta forma, entonces no lo hacemos de ninguna. Cuando me detenga en Turquía para llenar tanques de combustible, los dejo a todos allí. ¿Eso quieren? No creo que los turcos se sentirán felices de verlos. Cannon se volvió hacia el equipo.

—¿Alguno de ustedes sabe volar un helicóptero? —murmuró.

Todos negaron con la cabeza.

El ex soldado se rió y dijo entre dientes:

—Vaya, ¿qué clase de equipo de operaciones especiales son ustedes? Bueno, yo tenía esperanzas —bajó la voz y prosiguió— pudiéramos incapacitar a nuestro amigo y a su copiloto y volar a Israel según el plan. Esto me huele mal.

Joshua dijo en voz baja:

—A mí me entrenaron en un Halcón Negro, pero hombre, eso fue hace mucho tiempo. Mira, dejemos esa idea reservada por un momento. Déjame hablar con el piloto.

Entonces Joshua gritó al piloto.

—Oye, Grigori, ¿cuál es el problema que hay para no dejar que todos nosotros desembarquemos en las Alturas de Golán, tal como estaba planeado?

—El cuartel general dice … que ustedes cuatro allí … ustedes son comandos, ¿cierto?

Joshua todavía no entendía.

—Sí, estos hombres son comandos ¿y qué?

—El cuartel general dice que si dejo a los comandos allí con una gran guerra a punto de comenzar, es una mala idea … no va a ser posible. Entonces alguien podrá decir que Georgia es parte de la guerra …

Estaba comenzando a amanecer.

—Muy bien —dijo Joshua al equipo—, entiendo lo que está diciendo. Miren, cuando lleguemos al lugar, debe haber un helicóptero israelí esperándonos. Si está allí, yo salto. Trabajo terminado. Misión cumplida.

Cannon sonrió.

—O llegamos al punto de encuentro y todos saltamos juntos. ¿Qué puede hacer Grigori? ¿Dispararnos?

—¡Sí! —dijo Grigori a través del intercomunicador que se había quedado encendido—. Les dispararé.

Jack entornó los ojos.

—Nos escucharon.

El copiloto se había zafado el cinturón de seguridad y estaba en el pasillo, apuntando con un revólver a los norteamericanos.

Grigori ordenó al copiloto que bajara el arma.

—Pórtense bien. No quiero reguero de sangre en mi hermoso helicóptero.

A regañadientes bajaron las armas.

Cannon no estaba feliz.

—Como dije antes, esto está empezando a apestar.

Pero Joshua no veía el problema.

—Ustedes no tienen que batirse por mí, chicos. Me han salvado la vida. Nunca lo olvidaré. Pero una vez que esté en el Golán, puedo arreglármelas solo. ¿Está bien?

—Pero, ¿y qué hay de ese «grave problema de guerra» del que Grigori está hablando? —preguntó Jack.

Joshua trató de restarle importancia.

—¿Qué hay de nuevo en eso? Israel siempre anda en algún problema de balas con alguno de sus vecinos árabes. Miren, como ya nos han dicho los rebeldes de CDCI, Israel ya aniquiló a Irán con las bombas que hicieron retroceder. Se acabó el juego. Así que, ¿cuán malas pueden ser las cosas?