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Capítulo 6

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Al volver del baño Nicolás regresó al sitio en que estaba sentado junto a la barra. Karen no estaba por ninguna parte. “¿Habrá ido al baño? Tal vez tuvo que ir de urgencia...”, pensó, mirando ansioso a su alrededor. Uno de los chicos que estaba junto a la barra se dio cuenta de que Nicolás parecía estar buscando a alguien.

-¿Buscas a alguien? -le preguntó.

-Sí, a una amiga. Estaba aquí hasta hace un momento, cuando me fui al baño.

-¿Cómo es?

-Delgada, pelo negro... Alta, un metro setenta, más o menos. Tiene un lunar junto a la nariz.

-Mmm... creo que se fue recién con un chico, hace menos de un minuto. Creí que era el novio.

-Okay, gracias.

Sin perder un segundo -y temiendo lo peor- Nicolás se abrió paso entre la gente mirando hacia delante. Aunque aún no conocía tanto a Karen, estaba seguro que no era el tipo de chica que se iría así nomás con cualquier hombre. Algo raro estaba pasando. Si Karen cruzaba la puerta de la discoteca sería mucho más difícil seguirle el rastro (por no decir prácticamente imposible). En un instante de lucidez se le ocurrió llamarla desde su reloj digital. Si tenía suerte tal vez podía escuchar el sonido de la llamada. Mientras seguía caminando hacia la puerta de entrada intentó llamarla varias veces, pero no tuvo respuesta. Tampoco escuchó el ringtone distintivo de Karen (la música estaba demasiado fuerte como para poder escuchar cualquier otra cosa). Cuando estaba a apenas 20 metros de la entrada reconoció a Karen. Estaba un par de metros adelante junto a un tipo que parecía querer llevarla hacia la puerta. Nicolás aceleró el paso y gritó lo más fuerte que pudo: “¡Karen! ¡Karen!”. Enseguida, Karen se dio vuelta y sonrió aliviada al ver a su compañero de equipo. El hombre que la sujetaba del brazo volvió a amenazarla para que siguiera caminando, pero esta vez Karen se quedó inmóvil donde estaba, esperando a que Nicolás se acercara lo suficiente. “Aquí estabas. No te encontraba por ningún lado”, dijo Nicolás, mirando de forma amenazante al tipo al lado de Karen. Lo primero que atinó a hacer su compañera es desprenderse del hombre que la sujetaba, colgarse de los brazos de Nicolás y besarlo en la boca. “Aquí estoy, amor. Yo también te estaba buscando”, respondió inmediatamente, fingiendo ser su novia. Ya estaba a salvo. Estaba en los brazos de Nicolás. El tipo que la sujetaba miró a Nicolás con odio, se dio vuelta y caminó rápidamente hacia la salida. Karen volvió a mirar a Nicolás, sin animarse a soltarlo.

-Llegaste justo a tiempo -le dijo Karen, mientras lo abrazaba.

-¿Qué sucedió? ¿Quién era? -preguntó Nicolás, alarmado.

-No sé... un tipo que estaba en la barra. Me sujetó del brazo y me obligó a caminar hacia la salida, amenazándome con un cuchillo.

-No te puedo creer... ¿querés que hagamos la denuncia?

-No... ahora no. Aún estoy asustada.

-Ya pasó. Ya se fue. Estoy acá.

-No me sueltes -le dijo, sin dejar de abrazarlo.

Un par de minutos más tarde, cuando el susto ya había pasado, caminaron hacia la puerta de la discoteca y salieron caminando de la mano. Una vez afuera de la discoteca miraron hacia todos lados en busca del hombre que había intentado raptar a Karen. No estaba por ningún lado. Probablemente se había ido del lugar inmediatamente, una vez había llegado Nicolás. Como el hotel estaba bastante cerca de la discoteca podían regresar caminando. Por la situación que acababan de pasar, sin embargo, prefirieron volver en auto. No querían arriesgarse a volver a cruzarse con el tipo del cuchillo. Nunca se sabía qué podía pasar por la cabeza de la otra persona. En estos casos lo mejor era actuar con prudencia y ser precavidos por demás.

Desde que salieron de la discoteca se mantuvieron en silencio. Ya no estaban abrazados, pero seguían tomados de la mano. Para Karen eso era suficiente. En este momento era todo lo que necesitaba para sentirse segura. Tener a Nicolás a su lado, sentirse protegida. En el viaje de regreso al hotel Nicolás pensaba en lo que acababa de suceder. “Es increíble, pero hay psicópatas por todas partes. No puedo entender cómo a alguien se le puede ocurrir intentar raptar a alguien en una discoteca. Es evidente que no les importa nada. Son capaces de cualquier cosa”. Karen intentaba pensar en otra cosa, pero no podía evitar volver a la imagen del hombre que la quiso secuestrar. El cuchillo, la presión en su brazo. Las palabras amenazantes cuando había intentado desprenderse del tipo. Ya había pasado, pero la emoción aún continuaba. No sabía qué hacer para dejar de pensar en eso. Intentaba concentrarse en la música que sonaba en el auto, pero después de un par de segundos dejaba de prestar atención y su mente volvía a lo que acababa de suceder en la discoteca.

Una vez en el hotel, Nicolás la acompañó hasta la puerta de su habitación. No sabía bien qué decirle o qué hacer. Hubo un momento de silencio. Luego, Karen le dijo:

-Gracias, Nico. Gracias por cuidarme.

-No tenés por qué. Sos mi compañera de equipo. Siempre que te pueda cuidar, voy a hacerlo.

Karen se acercó y le dio un último abrazo. Nicolás podía ver que estaba muy emocionada, casi al borde de las lágrimas.

-Ya pasó -le dijo-. Ahora a descansar. Vas a ver que mañana esto no va a ser más que un simple recuerdo. Una anécdota más. No pienses en lo que pasó. Date un baño caliente y acostate. Mañana va a ser otro día. Ya pasó.

La miró a los ojos, acercó su rostro al suyo y le dio un beso en la mejilla.

-Que duermas bien.

-Gracias. Vos también.

“Es muy caballero”, pensó Karen, después de entrar a su cuarto. “Cualquier otro hombre hubiera aprovechado la situación para besarme en la boca. Creo que hasta yo me lo esperaba. Pero él no. Es todo un caballero. Y me gusta”.

Nicolás se tomó su tiempo para regresar a su cuarto, que estaba un piso más arriba que el de Karen. A cada paso que daba reflexionaba y le daba vueltas a lo que había pasado esa noche. Sin dudas había sido una noche de lo más atípica. En primer lugar, porque no estaba habituado a ir a discotecas. La verdad es que, en lo personal, no le gustaban en lo más mínimo. En esta ocasión había accedido a ir solamente para acompañar a Karen. Si hubiera sido por él hubiera preferido ir a un bar o a un lugar similar. Ir a una disco le resultaba raro, pero como si eso no hubiera sido poco luego sucedió lo del tipo que intentó secuestrar a Karen. Aunque en ningún momento hablaron de “intento de secuestro”, la verdad es que había sido eso. El hombre se la había querido llevar contra su voluntad. Por lo tanto, había querido secuestrarla. Otra cosa sobre la que ninguno de los dos volvió a hablar fue sobre el beso. No hacía falta decir que estuvo perfectamente justificado por la situación. Así y todo, Nicolás se preguntaba qué habrá pensado o sentido Karen en ese momento.

Esa noche tuvo un sueño de lo más extraño. Estaba casado con Karen y tenían 5 hijos. Vivían en una casa súper moderna debajo del agua. No tenía idea de qué año era, pero parecía ser un futuro no demasiado lejano. Había una ciudad entera bajo el agua con casas, negocios y escuelas. En el sueño, él y Karen también eran periodistas encargados de cubrir las noticias que ocurrían “fuera del agua”. Eran dos mundos totalmente distintos: uno bajo el agua y otro sobre la superficie. Ellos tenían la suerte de vivir en el mejor de los dos. Bajo el agua había prosperidad, abundancia y la gente vivía una vida perfectamente feliz. Los que vivían en la superficie estaban todo el tiempo en guerra, sufrían todo tipo de enfermedades y tenían muchas dificultades para vivir. El trabajo de Karen y Nicolás en ese mundo consistía en reportar las noticias del mundo sobre la superficie. La gente que vivía felizmente bajo el agua obtenía una extraña satisfacción al enterarse de los problemas de aquellos que vivían con más dificultades que ellos. Era una forma de sentirse satisfechos con su existencia.

“Wow, eso sí que fue extraño”, se dijo Nicolás, apenas se despertó. “Solo espero que no sea uno de esos ‘sueños premonitorios’. Ese mundo no se veía para nada bien. No es que hoy en día estemos súper bien, pero eso ya era demasiado”. Tenía la necesidad de contárselo a alguien, pero no podía contárselo a Karen. Al revisar su lista de contactos vio que tenía un mensaje de audio de Karen. “Hola, Nico. ¿Te espero para desayunar? No sé bien hasta qué ahora se sirve el desayuno en este hotel. Bueno, eso. Espero tu respuesta”. Como tenía planeado hablar con alguien (necesitaba contar su sueño) le dijo que empezara a desayunar ella sola, que él se le uniría más tarde. Luego volvió a navegar por su lista de contactos, pensando a quién podría llamar a esta hora. La mayoría de sus amigos vivían en Buenos Aires, y la diferencia era de apenas una hora (allí tenían una hora más que en Miami). “A ver... Juana debe estar despierta a esta hora. Allí deberían ser las 10.32am. Sí... no es tan temprano”.

-Hola, ¿Juana?

-¿Cómo estás, Nico?

-Bien, bien. Acá en Miami, cubriendo lo del tsunami.

-Uff... fue terrible, ¿no? Me imagino la gente allá. Pobre...

-Sí, la verdad es que es difícil para la gente. Pero, poco a poco se van recuperando. Es duro verlo desde tan cerca.

-Seguro. No es lo mismo que verlo desde tan lejos, como nosotros. ¿Fuiste solo?

-No, estoy con alguien. O, mejor dicho, sí. Vine solo.

-No entendí. ¿Fuiste solo pero ahora no estás solo?

-Eso.

-Ah, ¡y no me dijiste nada! ¿Cómo se llama?

-Karen.

-¿Y cómo fue? ¿Cuándo se pusieron en pareja?

-¿En pareja?

-Sí... ¿no estás en pareja con ella? Me dijiste “estoy con alguien”.

-Ah, no, no. No quise decir eso. Lo que quise decir es que estoy compartiendo el viaje con otra persona. En realidad, estoy trabajando con otra chica.

-¿Karen?

-Sí, Karen se llama. ¿Cómo sabías?

-Recién me dijiste, tontis.

-Ah, sí. Sí, tenés razón...

-¿Y cómo va el trabajo con Karen?

-Bien... ayer nos pasó algo medio feo, por la noche. Pero prefiero no contarte sobre eso.

-Okay.

-Sabés que anoche soñé con ella.

-Ah, entonces te está dando vueltas en la cabeza. ¿Te gusta?

-¿Qué?

-Que si te gusta. Karen. ¿Te gusta Karen?

-Mmm... no lo sé. No me lo había preguntado.

-Jaja, Nico. Esas cosas uno no se las pregunta.

-¿Cómo?

-Y... o te gusta o no te gusta.

-Claro.

-¿Y entonces?

-Sí, creo que me gusta.

-¿Es linda?

-Sí, es linda. Pero no es eso lo que más me gusta. Es una linda persona ella, en general. Ahora la estoy empezando a conocer mejor.

-Qué lindo, Nico. ¡Me alegra escuchar eso! Te mereces estar con una chica buena.

-Gracias, Juana.

-Creo que me ibas a contar un sueño.

En ese momento volvió a sonar su alerta de mensajes. Era un nuevo audio de Karen: “Nico, estoy acá abajo. ¿Vas a desayunar acá o no?”. Le respondió enseguida, confirmándole que bajaría en 5 minutos.

-Juana, perdón. Me esperan para desayunar. ¿Seguimos hablando más tarde?

-Dale. Te mando un beso grande, Nico.

Se cambió de ropa a toda velocidad con lo primero que encontró. Pasó por el baño para ver cómo estaba su pelo, se lavó la cara y bajó para encontrarse con Karen. Como los dos ascensores estaban tardando demasiado terminó bajando por la escalera. Odiaba las escaleras, pero cuando los ascensores no andaban había que usarlas. No había otra opción. Cuando llegó a la puerta del restaurant en que se servía el desayuno estaba completamente agitado, casi sin aire. Al verlo, Karen le preguntó alarmada:

-¿Qué te pasó? ¿Estás bien?

-Bien, bien. Perfectamente -respondió con una sonrisa.

-Parece que hubieras terminado de correr una maratón. ¿Bajaste por la escalera?

-Eh... sí. ¿Cómo lo notaste?

-Nico, estás transpirando. Por eso, pensé: “O bajó corriendo las escaleras o recién viene del gym”.

-Sí, fueron las escaleras. Los ascensores estaban tardando mucho, y no quería hacerte esperar demasiado.

-Bueno, te agradezco. ¡Pero no hacía falta que bajaras corriendo! -le dijo Karen, riendo.

-Lo sé, lo sé... Es que... iba a bajar antes. Me quedé hablando por teléfono.

-Está bien, es solo un desayuno. Además, estamos aquí desde hace ya casi una semana. Es comprensible que quieras estar en contacto con tu familia cercana.

-Sí... igual no hablé con nadie de mi familia cercana.

-Bueno, con algún otro pariente.

-Mmm... no. Tampoco.

-Okay, con la chica con la que estabas hablando, entonces.

-(silencio)

-¿Era una chica, entonces?

-Sí, estaba hablando con una chica. ¿Por...?

-Por nada. Curiosidad femenina, que le llaman.

-Sí, estuve hablando con Juana. Una gran amiga.

-¿Es la Juana que me imagino? ¿Juana del Valle? ¿La actriz?

-Eh... sí. Es Juana del Valle. ¿Cómo supiste?

-Intuición femenina...

-Nos conocimos por un programa, hace ya varios años. Desde entonces somos muy buenos amigos.

-Qué bien... “Muy buenos amigos” -repitió Karen, con tono sarcástico.

-Sí, la verdad es que es una gran amiga -dijo Nicolás, mirándola seriamente-. ¿Me esperás un minuto, que voy a buscar el desayuno? Si no voy ahora voy a terminar pidiendo el almuerzo.

-Okay.

Nicolás necesitaba tomarse una pausa de la conversación con Karen. Estaba bastante desorientado. ¿Qué había sido eso? ¿Por qué le hacía esas preguntas? Por un momento, Nicolás se sintió en medio de un interrogatorio. Tenía la sensación de que Karen estaba haciéndole una escena de celos. Daba toda la impresión de que estuviera celosa. De otra forma, no se podía explicar por qué le estaba haciendo todas esas preguntas sobre Juana. De pronto, parecía haber cobrado un especial interés por ella. Probablemente pensaba que era su novia, o algo por el estilo. Antes de regresar a la mesa, tomó uno de los desayunos semi-preparados y eligió la bebida para acompañarlo. Vio que en el salón del restaurant la mayoría de las personas que estaban tomando el desayuno estaban sentadas en mesas de dos. Y casi todas eran parejas (o esa fue la impresión que le dio a Nicolás). “Creo que el ambiente tiene su influencia. Estar en medio de tantas parejas puede hacernos creer que nosotros también somos una”.

Por lo general, Nicolás no acostumbraba a dar demasiadas explicaciones. Si una chica le hacía este tipo de planteos sabía que no debía contestar todo inmediatamente, ponerse a la defensiva. Esto no quiere decir que les mintiera o que se guardara algo para él. Simplemente, ponía un límite para que ellas no sintieran que él estaba en la obligación de contarles absolutamente todo. En su opinión, la confianza pasaba por otro lado. Confiar en otra persona para él no significaba tener que contarle absolutamente todo a la otra persona. Varias de sus novias creían que la confianza se medía por la “cantidad” de cosas que uno le contaba al otro. Todas esas relaciones habían terminado mal. Tarde o temprano, las chicas empezaban a desconfiar más de la cuenta. Y Nicolás no tenía forma de demostrarles lo contrario. Hoy, sin embargo, le pareció que la situación era distinta. Recién estaba empezando a conocer a Karen, y realmente le interesaba como mujer. No quería que se llevara una impresión equivocada de él.

-Llegué justo a tiempo para llevarme uno de los últimos -le dijo Nicolás, sentándose nuevamente junto a Karen.

-Ah, bien. Sí, es que son las últimas horas del desayuno.

-La próxima vez creo que voy a llamar antes o después del desayuno.

-No va a haber una próxima vez -dijo Karen, con tono cortante.

-¿Por qué?

-Y... porque esta noche regresamos al hotel en Miami. Mañana ya no desayunaremos aquí.

-Ah, sí. Claro. Era eso.

Nicolás comió su desayuno en silencio. Karen miraba hacia todos lados, examinando a la gente a su alrededor. Parecía estar ansiosa o inquieta por algo. Nicolás la observaba disimuladamente y quería decirle algo, abrir una conversación. Pero no sabía cómo empezar. El silencio era cada vez más incómodo.

-¿Estás bien? -finalmente le preguntó a Karen.

-Hasta que me preguntaste -fue la respuesta de su compañera.

-¿Dije algo malo?

-No. Pero recién ahora me preguntás cómo estoy. Si estoy bien.

-Perdoname, pero no te entiendo -dijo Nicolás, confundido.

-Después de lo de ayer, recién ahora me preguntás “¿estás bien?”.

-¿Hice mal en preguntarte?

-¡No! Pero, ¿por qué me preguntás recién ahora? ¿Por qué no me preguntaste apenas bajaste, cuando me saludaste?

-Eh... no sé Karen. No me habré dado cuenta.

-Tenías la mente ocupada en otra cosa.

-Sí, no sé. Puede ser.

-En Juana, tal vez.

-¿De qué hablás?

-Nada, nada. Olvidate -dijo Karen por último, levantándose de la silla-. Si querés después arreglamos para lo del regreso a Miami. Si tenés tiempo, claro.

-Sí, voy a tener tiempo.

-Okay.

-¿Vas a almorzar sola?

-No sé. Voy a salir a recorrer la ciudad.

-¿No vas a almorzar acá, entonces?

-No.

-Okay...

-Hablamos más tarde.

Ahora sí no había dudas. Estaba celosa. Ni siquiera eran novios, ni siquiera estaban en pareja. Pero Karen ya estaba celosa de su amiga. De la noche a la mañana, literalmente, Karen volvía a tratarlo como los primeros días. Sentía que había viajado en el tiempo. Esta era la Karen que había conocido apenas había llegado a Miami. Seria, poco amable. ¿Qué había pasado con la chica tan dulce que había conocido un par de días atrás? No estaba más. Una conversación con una de sus amigas había sido suficiente para cambiar todo. Si ahora que no eran novios ya se ponía de esta manera, ¿cómo reaccionaría frente a una situación similar si realmente estuvieran en pareja? Prefería ni siquiera imaginárselo.

De regreso en su habitación, Karen sintió la necesidad de hablar con alguien. Ahora era ella quien quería compartir lo que le estaba pasando:

-Hola, Alfredo. ¿Podés hablar?

-Hola, amiga. ¿Cómo estás? Bien, gracias. ¿Y vos?

-¿Perdón? No te entendí.

-Nada, nada. Fue un chiste.

-Ah, no me di cuenta.

-Fue porque me dijiste “Hola, Alfredo. ¿Podés hablar?”. Ni llegaste a preguntarme cómo estaba.

-Oh, entiendo. Ja... ahora me sucede a mí.

-¿Ahora te sucede a vos?

-Sí. Esta mañana le dije exactamente lo mismo a Nicolás. O parecido.

-Contame. ¿Qué pasó?

-Bajó a desayunar y ni siquiera tuvo la delicadeza de preguntarme si estaba bien -le explicó Karen.

-Bueno, tampoco es tan grave.

-Mmm... en este caso sí. Fue poco caballero, de su parte.

-¿Por qué?

-Justo anoche habíamos pasado por una situación bastante fea.

-¿Qué pasó? ¿Les quisieron robar?

-No... fuimos a una discoteca. En un momento él se fue al baño y yo quedé sola. Un tipo se me acercó y me quiso llevar con él afuera de la disco. Me quería obligar a salir con él.

-¿Y vos qué hiciste?

-Y... lo seguí.

-¿Por qué?

-Me estaba amenazando con una navaja. Era como un cuchillo pequeño. Me obligó a salir con él.

-¿Y qué pasó después? No me dejes con la intriga.

-Justo cuando estábamos por cruzar la puerta apareció Nicolás. Justo a tiempo. Estaba corriendo detrás nuestro, para intentar alcanzarnos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca yo me colgué de él y lo besé, para que el tipo crea que era mi novio.

-Muy bien. Perfecto. ¿Y luego?

-Después de eso el tipo se fue. No lo volvimos a ver. Pero yo me quedé asustada.

-Y sí... no es para menos.

-Eso fue lo que sucedió.

-Y ahora, ¿cómo estás? ¿Cómo te sentís?

-Mucho mejor. Más tranquila. Gracias por preguntar.

-Y con respecto a Nicolás, no sé si vale la pena enojarte por que no te haya preguntado cómo estabas esta mañana. Me dijiste que te pareció “poco caballero” pero anoche, por lo que me contás, se portó muy bien.

-Mmm... sí, puede ser. De hecho, me contuvo mucho desde que salimos de la disco hasta el hotel. Y estuvimos hablando un ratito antes de irme a mi cuarto.

-¿Lo ves...?

-Tenés razón... creo que exageré un poco.