image
image
image

Capítulo 9

image

Cuando se despertó sintió que había dormido durante días enteros. El reloj digital conectado a la pared del hospital marcaba las 8:32hs. “Las 8 y media”, se dijo Karen a sí misma, sin saber si eran las 8 y media de la mañana o de la noche. La habitación en que estaba internada tenía una sola ventana que daba a un espacio interno del edificio totalmente cubierto. Mirando hacia afuera no había forma de saber si era de día o de noche. En ese momento pensó que a ese reloj le faltaba información. “Podrían haber agregado un PM/AM, o bien poner 20:32. Así como está ahora no hay forma de saber si es de mañana o de noche. Algo tan básico...”. Karen estaba enojada con el mundo. Se resistía a aceptar que ahora le hubiera tocado a ella. Cuando entrevistaba a las víctimas del primer tsunami pensaba en lo desafortunada que era esa gente, y daba las gracias por no tener que estar en la situación de ellos. Si alguien le hubiera dicho que apenas una semana después sería ella quien sufriría un nuevo tsunami en carne propia, hubiera dicho que era un disparate. Probablemente se hubiera reído o hubiera hecho algún chiste. Pero ahora lo estaba viviendo en primera persona.

El primer médico llegó poco antes de las 9hs. Apenas entró Karen le preguntó:

-Disculpe, doctor, una pregunta: ese reloj, ¿marca las 9 de la mañana o de la noche?

-Son las 9 de la mañana, ¿por qué?

-Por nada... para saber. Creo que le faltaría un PM/AM. Para que quede más claro...

-Ah, sí... puede ser. En fin... ¿cómo te sientes? ¿Cómo has dormido?

-Bien, supongo. Es sábado hoy, ¿verdad?

-Eh... no exactamente.

-¿Qué día es?

-Hoy es martes -dijo el médico, con voz tímida.

-¿Perdón?

-Martes.

-¿Quiere decir que pasé tres días enteros durmiendo?

-No, no fueron tres días enteros. Pero, sí, has dormido bastante. Evidentemente, necesitabas recuperarte.

-¿Y por qué no me acuerdo de eso?

-Puede ser por los tranquilizantes. No te preocupes. No es nada grave.

No le gustó en lo más mínimo escuchar que había pasado tres días durmiendo. Y menos le gustó darse cuenta de que no recordaba nada de eso. ¿Por qué le estaban dando tranquilizantes? ¿Por qué estaban haciendo lo que querían con ella? Si hubiera tenido al menos un poco de energía se hubiera levantado en ese mismo momento. Se hubiera desconectado los cables que tenía pegados en los brazos y en las muñecas, y se hubiera ido del hospital. Pero no podía ni siquiera intentarlo. Aún estaba somnolienta y se sentía tan débil como cuando había llegado.

-¿Hubo novedades de Nicolás?

-¿Nicolás Sierra? -preguntó el médico.

-¡Sí, el mismo! ¿Lo encontraron?

-Mmm... no que yo sepa. Pero tengo entendido que lo siguen buscando. Seguramente pronto tengamos noticias.

-Si saben algo de él, ¿se acordarán de avisarme? Por favor, es importante para mí.

-Sí, no te preocupes. Si tenemos novedades te avisaremos. Por el momento, no sabemos nada.

-Otra cosa: me gustaría hacer una llamada. ¿Cómo puedo hacer?

-Normalmente a los pacientes no se les permite hacer llamadas desde sus habitaciones. Solo pueden recibir visitas de amigos y familiares.

-No tengo amigos ni familiares en Miami. Todos viven en Argentina. No sé si alguno podrá venir aquí a visitarme.

-Entiendo...

-¿No es posible hacer una excepción? Me haría bien hablar con alguien de mi familia, o con un amigo.

-Okay, déjame preguntar. Haré lo que pueda.

-Gracias, doctor.

Unos 20 minutos más tarde, una de las enfermeras que la atendía le dijo que podía hacer un llamado. Le preguntó si recordaba el nombre completo o el número de la persona. “Sí, recuerdo las dos cosas”, respondió Karen. La enfermera hizo un gesto afirmativo con la cabeza y se retiró del cuarto. Karen tomó el dispositivo y marcó el número de Alfredo:

-Hola. ¿Quién habla? -preguntó una voz de mujer del otro lado.

-Hola, qué tal. ¿Podría hablar con Alfredo?

-¿Quién habla? -repitió la mujer, con tono serio.

-Karen es mi nombre. Me gustaría hablar con Alfredo. No sé si se encuentra por allí...

-No, el señor Alfredo no está en la casa.

-¿A qué hora podría llamarlo?

-El señor regresa después de las 5.

-¿Después de las 5 de la tarde?

-Sí, claro -respondió la mujer.

-Okay, puedo intentar comunicarme más tarde. ¿Podría avisarle que lo llamó Karen López?

-Sí, cómo no, señorita.

-Se lo agradezco. Que tenga buen día.

“No sabía que Alfredo tenía empleadas en su casa. Nunca me hubiera imaginado que necesitara ayuda para organizar sus tareas de la casa. Alfredo no deja de sorprenderme...”, reflexionó, mientras esperaba que le sirvieran el desayuno. Era un desayuno bastante parecido al que servían en los hoteles en los que había estado, aunque parecía tener menos calorías. Además, venía acompañado por dos pequeñas píldoras y un vaso de agua.

El resto del día pasó sin novedades. En la clínica no había mucho más que hacer más que mirar la pantalla que no dejaba de pasar noticias del tsunami. No tenía ganas de leer ni de escuchar música. Lo único que podía alegrarla en este momento era escuchar noticias de Nicolás. Cuando la enfermera regresó a la habitación después de las 5, Karen creyó que tal vez traía noticias de Nico. “Llamado para usted”, le dijo, alcanzándole el dispositivo de llamadas.

-Hola, ¿Karen?

-Sí. Alfredo, ¿cómo estás? Gracias por llamarme.

-No tenés por qué. Me dijo mi empleada que te habías comunicado esta mañana. Justo estaba trabajando. Tuvimos que hacer una cirugía de urgencia, en la clínica. ¿Cómo estás? ¿Cómo fueron estos días?

-Creo que bien... aunque no me acuerdo mucho de los últimos días. Aparentemente me dieron varios tranquilizantes para ayudarme a descansar. No me parece bien que hayan hecho eso sin preguntarme.

-Probablemente hayan tenido que hacerlo por tu ansiedad. Es normal en estos casos. La gente que vive momentos así luego tiene dificultades para conciliar el sueño. Pero eso luego pasa. No te preocupes.

-Eso espero... Quería preguntarte: ¿alguna noticia de Nicolás? ¿Nada nuevo?

-No he escuchado nada de él. ¿Pudiste hablar con Paul, tu jefe? A lo mejor él sabe algo.

-No... estos días solo hablé con vos.

-¿Tampoco hablaste con Fernando, tu ex-novio?

-No... ¿por qué?

-Qué raro... hace varios días le dije lo que te había sucedido y quedamos en que hablaría con vos. Pero tal vez tuvo algún inconveniente.

-Sí... o tal vez no le importo. Como sea, no me preocupa. Tampoco me sorprende mucho que no me haya llamado. Él es así...

-¿Querés que le diga que volvimos a hablar?

-No, no hace falta, Alfre. No creo que sea necesario insistir. Si quiere comunicarse ya encontrará la forma de hacerlo. Y si no, tampoco me preocupa.

-Okay. Me alegro de que no te afecte.

-La verdad es que hacía tiempo que la relación no funcionaba. Pero ninguno de los dos se animaba a admitirlo. Viste cómo son estas cosas. De pronto, un día explota todo. Aunque no es algo que sucede de un día para el otro. Son días, semanas y meses que van llevando a ese momento.

-Sí, entiendo perfectamente a lo que te referís.

-A Nicolás le había pasado algo similar con su ex-novia.

-Parece que en un par de semanas llegaron a conocerse bastante -dijo Alfredo.

-Sí... fue muy poco tiempo, pero llegué a conocerlo. O al menos eso creo. Por eso me da tanta angustia no saber nada de él. No entiendo cómo puede ser que después de cinco días aún no haya novedades. Miami tampoco es una ciudad tan grande, después de todo.

-Tranquila, ya habrá novedades.

-Eso espero. De verdad es algo que me inquieta mucho.

-Suena como si te importara más Nicolás que Fernando, tu ex.

-Es que es así. Me importa más Nicolás. Es una excelente persona. Estoy seguro de que a vos también te caería muy bien. Es súper inteligente, buena persona, caballero, sensible...

-Mmm... suena como si...

-¿Como si qué...? -preguntó Karen.

-Suena como si te gustara, o como si estuvieras enamorada de Nicolás.

-Lo extraño -fue todo lo que dijo Karen.

Alrededor de las 18.30hs uno de los médicos le dijo que había un periodista muy importante en el hospital. Tenía ganas de hacerle una entrevista a ella, pero necesitaba contar con su consentimiento. Era uno de los periodistas más importantes en habla hispana. Como Karen no lo conocía, podía ser una excelente ocasión para conectarse con él. Tal vez hasta podría llegar a conseguir mejores oportunidades profesionales como periodista. Pensó unos segundos y finalmente respondió: “Este no es un buen momento. Ya es un poco tarde, y estoy cansada. Dígale que otro día más temprano podría ser, pero hoy no”. El médico la miró sorprendido, asintió con la cabeza y se retiró de la habitación. Una vez el médico estuvo afuera de su cuarto, prendió la TV. Hizo el recorrido de canales de rutina: todos los de noticias, en inglés y en español. Aún no perdía las esperanzas de que -en algún momento- alguien transmitiera una noticia sobre “Nicolás Sierra”. O, tal vez, podía reconocerlo entre las decenas de personas que seguían siendo rescatadas día tras día. Sabía que muchos perdían su identificación personal, por lo que a veces encontraban a la persona pero no sabían cómo se llamaba. Incluso había escuchado de un par de casos extraños. Personas que -debido al shock de la situación- habían perdido temporalmente la memoria. No se acordaban cómo se llamaban y estaban bastante desorientados. Había escuchado de un par de casos así, aunque eran la excepción.

Mientras hacía zapping por los canales de noticias se le vino a la mente un recuerdo, un momento en particular que había compartido con Nicolás hacía muy poco tiempo. Recordó el último día que pasaron juntos: el jueves de la semana anterior. Al atardecer, justo antes de la hora de la cena, se habían reunido en el hall del hotel. Junto al sector del restaurant había una zona de relax, con sillones y sofás. Faltaba media hora para la cena, por lo que habían aprovechado ese tiempo para conversar en el lounge del hotel. Ese día Nicolás le había comentado sobre sus planes a futuro:

-No voy a seguir trabajando aquí por mucho tiempo más. Me encanta el trabajo de periodista, pero no en estas condiciones. Me siento demasiado controlado. Siento que soy un títere, una marioneta de Paul. Todo el tiempo tenemos que rendir cuentas a él. Qué podemos preguntar, qué no podemos preguntar. Cuáles son los temas que están “prohibidos”, y así. Me siento limitado, como en una cárcel.

-¿Dónde te gustaría trabajar? ¿O con quién? -le había preguntado Karen, esa tarde.

-Dónde, no lo sé. Con quién, sí. Puede ser en cualquier parte del mundo, pero me gustaría trabajar solo. Quiero trabajar por mi cuenta.

-¿No te interesaría trabajar junto a otra persona, de forma independiente?

-¿Es posible algo así? ¿Trabajar de forma independiente, con otra persona?

-Sí... ¿por qué no?

-Es que... “independiente” me suena a individual. Es decir, “que no depende” de otra persona.

-Entiendo tu punto. Pero, ¿si fuera alguien que compartiera tus mismos puntos de vista, tu mirada sobre el periodismo?

-Todos tenemos puntos de vista individuales. Incluso aunque sean similares, seguirán siendo distintos.

-Pero... probablemente eso sea mejor que seguir trabajando aquí, con Paul.

-Ah, sí. Muy probablemente -confirmó Nicolás.

-¿Entonces?

-Es que yo aspiro a otra cosa. Quiero trabajar solo, sin tener que rendirle cuentas a nadie. Ni siquiera a un socio.

-Entiendo...

Nicolás tenía grandes planes para su futuro. Le había dicho que pronto dejaría su trabajo y que se dedicaría a viajar por todo el mundo. Su objetivo era compartir su mirada periodística, pero de forma independiente. Quería entrevistar gente, seguir conociendo personas de todas partes. A Karen le resultaba admirable. Era algo muy parecido a lo que ella quería hacer, aunque en su caso le faltaba la seguridad y la convicción que tenía él. A ella tampoco le gustaba trabajar en una gran empresa de medios, pero -al mismo tiempo- le daba miedo crear su propio camino. Trabajar para otros era mucho más cómodo. No había riesgos de perder dinero, de fracasar, o de que algo saliera mal. Al trabajar como periodista en una gran empresa al menos tenía la seguridad de cobrar una cantidad de dinero fija todos los meses. Eso era todo lo que quería.

Aquel jueves Nicolás le había hablado más que nada sobre sus planes profesionales. Por momentos, a Karen le había dado la impresión de que quería hablarle de algo más. Tenía la sensación de que había algo más que le quería decir, pero que por algún motivo no se animaba a hacerlo. Le hubiera gustado hacerle una pregunta directa. Algo como: “¿Hay alguna otra cosa que me querías decir?”. Lo pensó varias veces, pero no se animó a decirlo. Ese jueves ella también había compartido con él sus planes para el futuro. Ella sí planeaba seguir trabajando en la empresa de medios, aunque bajo otras condiciones. Le contó varias cosas. De todos modos, al igual que él, también tenía cosas que aún no se animaba a decir. Aún no era el momento. “Cuando estemos en el avión. Esta noche en el avión le voy a decir todo lo que siento”, había pensado en ese entonces.

––––––––

image

El martes por la noche, justo antes del chequeo de rutina de las 20.30hs, una de las enfermeras le dijo que tenía una llamada. Era Paul:

-Hola, Karen. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sentís?

-¿Cómo estás, Paul? Bien, bien. Gracias por llamar.

-Tengo novedades.

-¿Novedades? ¿Sobre quién? -preguntó Karen, ilusionada.

-Sobre vos. Hablé con el médico. Me dijo que la semana que viene van a darte de alta.

-¿La semana que viene? ¿Por qué? Ya me siento bien. ¿Por qué no me dan de alta esta semana?

-Según me dijeron, por controles de rutina. Karen, tuviste suerte. Te salvaste por poco de contraer una neumonía. Fue un principio de neumonía, pero no llegó a desarrollarse totalmente. Si hubieras pasado un par de horas más en contacto con el agua fría todo hubiera sido más difícil. De verdad que tuviste suerte.

-Sí, debería estar agradecida por lo que me pasó, ¿verdad?

-Solo digo que podría haber sido peor.

-Siempre puede ser peor -le dijo Karen, con bronca contenida.

-Okay, tal vez este no es el mejor momento para hablar. Solo quería comentarte eso y algo más. Pero no sé si preferís que hablemos otro día.

-No, está bien. ¿Qué es lo otro que me querías decir?

-Es sobre tus vacaciones. Si querés puedo arreglar el vuelo de regreso. No sé si con lo que pasó seguís planeando irte a Europa, o si preferirías volver a Punta del Este.

-Me da igual. A esta altura no es mucha diferencia para mí.

-¿Qué preferirías?

-Me da exactamente lo mismo.

-Te pregunto para saber cuál es el destino al que te deben llevar cuando salgas del hospital.

-Es lo mismo. Elijan ustedes.

-Okay, te vuelvo a llamar en la semana para arreglar eso.

-Como quieras -dijo Karen.

Le hubiera gustado tomar una decisión en ese momento, pero la verdad es que todo le daba igual. El resto de la semana pasó sin novedades. Cada día se despertaba con la ilusión de que alguien le diría que habían encontrado a Nicolás. A veces hasta fantaseaba con que uno de esos días iría a visitarla. Imaginaba que, de alguna forma, sería capaz de localizarla y que iría a verla (probablemente con un ramo de rosas). Pasó el viernes, y ningún llamado, ninguna novedad. El sábado por la mañana, después del desayuno, uno de los médicos le dijo que tenía un llamado para ella:

-Hola, Karen. Soy Paul. ¿Cómo estás?

-Hola. Bien, ¿y vos?

-Bien, bien. ¿Cómo sigue la recuperación?

-Normal. Nada fuera de lo común.

-¿Te sentís bien como para viajar?

-¿A dónde? Creí que después de esto me correspondían vacaciones.

-Sí, claro que te corresponden vacaciones -confirmó Paul-. A eso me refería, justamente.

-Okay.

-El martes habíamos quedado en que volveríamos a hablar, para definir si regresarías a Uruguay o si irías a Europa. Quedamos en que lo pensarías.

-Ah, sí.

-¿Y...? ¿Qué decidiste?

-Eh... la verdad es que no lo pensé, pero podés sacar pasajes de regreso a Uruguay.

-Okay. Está la posibilidad de organizar un vuelo privado, lo que resultaría mucho más rápido y práctico. Si eso no se confirma lo haremos con un vuelo normal. ¿Estás de acuerdo?

-Sí, está bien.

-Entonces, ¿no pensás tomarte vacaciones en Europa?

-No lo sé. Por ahora quiero regresar a mi casa. Luego veré.

-Me parece bien. Cualquier novedad, por favor avisame. Aún estamos a tiempo de cambiar el destino.

-Bueno.

––––––––

image

El vuelo de regreso estaba programado para el miércoles a la noche. El martes los médicos completaron todos los controles de rutina. Ya no había rastros del principio de neumonía con el que había ingresado al hospital, casi dos semanas atrás. Según los médicos había tenido mucha suerte. Su cuerpo había respondido muy bien a los medicamentos que le habían dado desde el primer momento. Supuestamente, Karen debía estar agradecida por el resultado del tratamiento. Pero no encontraba motivos para estar agradecida ni contenta. Con el correr de los días, la ansiedad y la tristeza por no saber qué había ocurrido con Nicolás iban en aumento. Cada día que pasaba sentía cómo el corazón se le oprimía un poco más. Lo que más la angustiaba era la incertidumbre. El no saber qué había ocurrido con él desde el momento en que lo había visto por última vez. No podía soportar no saber si estaba lastimado, si alguien lo había rescatado, si aún estaba en Miami. Y no quería ni pensar en la posibilidad de que podría haber muerto ahogado. Los equipos de rescate seguían explorando todo el territorio de la ciudad, en busca de cuerpos sumergidos.

El primer indicio llegó durante la tarde del miércoles. Como era su último día en Florida, Karen quería agotar todas las posibilidades antes de que llegara el momento de regresar a Sudamérica. Mientras preparaba sus cosas para el avión de regreso miraba de reojo la pantalla que mostraba las últimas noticias sobre el tsunami. El programa que estaban pasando en ese momento era sobre personas o parejas rescatadas por familias. Incluían algunas imágenes de las personas rescatadas y una pequeña entrevista, en la que relataban el momento del rescate. A la gente le encantaban ese tipo de programas, ya que agregaban algo de “acción” y “aventura” a las crónicas periodísticas usuales. Uno de los hombres rescatados era muy parecido a Nicolás. Tenía los mismos ojos, aunque tenía barba (Nicolás siempre estaba bien afeitado). Había algo que le recordaba a él. Pero, no podía ser. Si hubiera sido el Nicolás que ella conocía, alguien debería haberle avisado. Y, hasta ahora, no había ninguna noticia. “Probablemente sea solo un chico parecido”, se dijo a sí misma. Volvió a concentrarse en la preparación del bolso, ya sin siquiera mirar la pantalla. Fue entonces cuando una de las enfermeras entró a la habitación, y le dijo con una sonrisa:

-¿Vio las noticias?

-Sí, las estaba viendo. ¿Por qué? ¿Algo en especial?

-¿De verdad que las estaba viendo? Mire quién está en la pantalla. Creo que usted lo conoce.

Cuando alzó la vista vio una leyenda en la parte baja de la pantalla: “Nicolás Sierra: periodista argentino rescatado”. Entonces, sí era Nicolás. ¡Habían encontrado a Nicolás! Y ella estaba a punto de volver a Uruguay. En ese momento le dijo a la enfermera: “Necesito hablar con Paul. Tengo que posponer el vuelo a Sudamérica. Dígale que encontraron a Nicolás. Tengo que quedarme un tiempo más. Tengo que verlo”. La enfermera asintió con la cabeza, y regresó un minuto más tarde con el dispositivo de llamadas.