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Lunes, 5 de octubre de 2020
Cuando llegaron los bomberos la casa era una bola de fuego. Los dos pisos de la mansión estaban envueltos en llamas, oscurecidos por una nube negra. A las 2.05 de la madrugada, la llama gigante iluminaba prácticamente toda la cuadra. Era como si hubiera salido el sol a mitad de la noche. Los primeros en llamar a los bomberos fueron los vecinos de enfrente. Una pareja de ancianos que tenían su habitación con frente a la calle. A las 2am estaban durmiendo, pero la llama no tardó demasiado en despertarlos. Apenas vieron el fuego en el primer piso de la casa, el hombre de la casa corrió al teléfono para pedir ayuda. Los bomberos no tardaron ni cinco minutos en llegar a la casa.
Había fuego por todas partes, desde la planta baja hasta el techo. Siguiendo el protocolo estándar que regía en todas las ciudades de España, el cuerpo de bomberos coordinó el plan de acción. Dos personas eran las encargadas de rociar la casa con agua a presión para sofocar las llamas. Simultáneamente, otros dos bomberos ingresarían a la mansión en busca de gente atrapada. Debían actuar de forma sincronizada y con máxima precisión. En estos casos, dos o tres segundos hacían la diferencia entre la vida y la muerte de una persona. El primer equipo de bomberos desplegó las mangueras para rociar el exterior de la vivienda. Lo que se recomendaba en estos casos era comenzar con las zonas de fuego más intenso. Inmediatamente, se continuaba con las puertas de acceso por donde ingresarían los bomberos de rescate. En este caso, apuntaron sus mangueras a la puerta de entrada en la planta baja y a una de las ventanas más grandes, ubicada en el primer piso. Una vez lograron sofocar las llamas más intensas, los bomberos de rescate se abrieron paso en los dos frentes al mismo tiempo: uno ingresó en la planta baja y el otro entró por la ventana del primer piso.
El interior de la casa era un verdadero infierno. La temperatura estaba en el límite de lo soportable por un ser humano, justo por encima de los 40 grados centígrados. Había nubes de humo blanco y olor a madera quemada, a plástico chamuscado. Los dos bomberos se movieron con agilidad por los cuartos principales de la casa, atentos a cualquier grito o pedido de auxilio. Corrían a toda velocidad, con los oídos abiertos y la mirada atenta. Pero nadie pedía ayuda. El único sonido que se escuchaba era el crujir del fuego y la madera quemada. Dentro de la casa no había señales de vida.
Tres minutos más tarde los dos bomberos salieron de la casa por el mismo lugar por donde habían ingresado. Salieron solos; tal y como habían entrado. Según les habían indicado en el llamado de emergencia, en la mansión vivía una sola persona: Luz Mendizábal. Ir al rescate de una empresaria famosa agregaba una presión adicional a la ya estresante tarea de un operativo usual. En cualquier momento empezarían a llegar las cámaras y los periodistas. Este no era cualquier incendio. Era el incendio de la mansión de Luz Mendizábal, la empresaria líder en energías renovables en todo Europa. Por una de esas ironías de la vida, la casa de la dueña de la mayor empresa de energía solar se estaba cayendo a pedazos, víctima de un fuego abrasador e implacable.
Cuando llegaron los primeros móviles periodísticos, los bomberos aún seguían trabajando para apagar las últimas llamas. Los camarógrafos solo llegaron a tiempo para registrar las imágenes de las cenizas y el humo negro. Las paredes que en algún momento habían sido blancas estaban totalmente ennegrecidas, manchadas con restos de ceniza. El agua de los bomberos no había llegado a tiempo para evitar el efecto del fuego sobre la pintura del frente de la casa. En cuestión de minutos se había transformado de una mansión de lujo a una casa abandonada. Los periodistas sacaron a relucir sus equipos de flash e iluminación artificial. La bola de luz gigante, el fuego infernal que hasta hace poco iluminaba toda la cuadra se había apagado por completo. Todo había vuelto a una oscuridad total. Solo había polvo, humo y cenizas.
Uno de los periodistas se acercó corriendo al camión de bomberos:
-¿Hay heridos? -le preguntó ansioso al conductor.
-No lo sabemos. Aparentemente no.
-¿Eso quiere decir que la señora Mendizábal está bien?
-No lo sabemos.
-Me acaba de decir que “aparentemente no” -dijo el periodista.
-No sabemos si hay heridos o si no hay heridos. Ni siquiera sabemos si había alguien en la casa. Suponemos que no.
-¿Por qué suponen que no había nadie en la mansión?
-Nuestros bomberos de rescate ingresaron a la casa y no encontraron a nadie.
-¿Eso quiere decir que la señora Mendizábal está bien? -repitió el periodista, con obstinación.
-No lo sé, señor.
-”No lo sabe” -dijo el periodista, dirigiéndose ahora a la cámara que transmitía en vivo a toda España-. Palabras de uno de los bomberos que estuvo presente en el incendio de la mansión de Luz Mendizábal. En instantes, más novedades.
Unos minutos más tarde, el frente de la casa empezó a poblarse de periodistas. Había reporteros, camarógrafos, iluminadores, técnicos. Luego empezaron a llegar los primeros curiosos. Vecinos de la misma manzana y gente que vivía cerca y había escuchado las sirenas de los bomberos. Una verdadera multitud rodeaba el camión de bomberos. Como ellos habían sido los primeros en llegar la gente suponía que tenían noticias sobre Luz. El camión estaba en el centro de la multitud, sin la menor posibilidad de movimiento. Estaban obligados a quedarse en el lugar (hasta que no llegara la policía no podían abandonar el frente de la casa). En estos casos, el protocolo indicaba que los bomberos debían emitir el reporte de lo sucedido en el mismo lugar dentro de las tres horas de ocurrido el hecho.
Los cinco bomberos -el conductor más los cuatro que habían participado en la actividad de los últimos minutos- se resguardaban dentro del camión para evitar hacer reportajes o compartir sus opiniones sobre lo que había sucedido. Durante 10 minutos no hicieron más que esperar a que llegara el primer móvil policial. Recién cuando sonó la sirena de la policía la multitud que rodeaba al camión de bomberos empezó a disolverse. La gente dio algunos pasos hacia atrás para darle lugar a los oficiales de policía, quienes entraron en contacto con los bomberos a cargo del operativo.
Dos oficiales se bajaron del auto policial y le pidieron a la gente que por favor mantuviera distancia de la casa y del camión de bomberos. A continuación, cercaron las inmediaciones de la propiedad con una cinta gruesa, color negro y amarillo. Eran las medidas preventivas de rutina que había que tomar para evitar inconvenientes en cualquier operativo policial. El policía que parecía estar a cargo del operativo se acercó al camión de bomberos e intercambió algunas palabras con el conductor. Un grupo de policías que acababa de llegar se apresuró a armar un cordón humano que ponía un límite entre la gente y el camión de bomberos. La gente quería saber sobre qué conversaban el policía y el bombero, pero estaban tan lejos que era prácticamente imposible escuchar lo que se decía. Los policías del cordón humano que estaban más cerca del camión llegaron a escuchar las últimas palabras del bombero:
-No encontraron nada. Ni el menor rastro de un cuerpo. Tampoco se escucharon pedidos de ayuda o de socorro.
-¿Cree que no estaba en la casa? -preguntó el policía.
-Es muy posible. Es difícil saberlo.
-¿Cuándo creen que podremos confirmarlo?
-Hay que tomar muestras y continuar la inspección. Ahora que no hay fuego podemos examinar el resto de la casa con detenimiento.
-Bueno, vamos adentro. No perdamos tiempo.
El policía no entendía por qué los bomberos tenían ese procedimiento. Entraban a una casa en llamas, y si no encontraban a nadie salían de inmediato. Terminaban de apagar las llamas, pero luego se quedaban esperando a la policía. Era extraño. Pero así era el procedimiento oficial.
El policía ingresó a la mansión acompañado por los dos bomberos de rescate y por otro oficial de policía. Recorrieron toda la casa, cuarto por cuarto. No había el menor rastro de un cuerpo, por ninguna parte. El grupo examinó cada habitación en la planta baja y en el primer piso. No había absolutamente nada. “Probablemente no estaba en casa”, dijo el jefe de policía. Los demás asintieron, pensando que no había mucho más por hacer. Antes de salir de la casa, uno de los bomberos les hizo una seña. Había una puerta abierta en el piso que llevaba a un subsuelo. Era el cuarto de energía solar de la casa. El jefe de policía fue el primero en bajar, con su linterna en mano. Miró por todos lados, en cada uno de los rincones. No había rastros del cuerpo de Luz por ninguna parte.
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Domingo, 27 de septiembre de 2020
En el Centro de Convenciones de Madrid no cabía ni un alfiler. Habían pasado casi diez minutos de las 6 de la tarde, y la charla de Luz Mendizábal estaba a punto de comenzar. Era una jornada de tres días sobre energías renovables. Veinte especialistas de todo el mundo iban a presentar sus ideas innovadoras para mejorar el uso energético en el planeta. Cada uno de los presentadores tendría entre una y dos horas para desarrollar su charla. A continuación, seguiría un espacio de preguntas y respuestas, en el que el público asistente tendría la oportunidad de sacarse todas sus dudas sobre la presentación.
La charla de Luz Mendizábal era -por lejos- la más esperada. Según los rumores que circulaban en los días previos, hoy Luz presentaría uno de los proyectos más ambiciosos de energía renovable a nivel mundial. No se conocían los detalles, pero se comentaba que podría tener un impacto enorme en el futuro de la energía eléctrica. La expectativa aumentaba minuto a minuto. ¿De qué hablaría exactamente en su presentación? ¿Cuál era el proyecto tan misterioso que venía guardando en secreto desde hacía meses? Todos querían conocer las respuestas, tanto los profesores y científicos como el público en general.
A las 18.15hs uno de los organizadores tomó el micrófono y anunció:
“Queremos pedirles disculpas por el retraso. La ingeniera Mendizábal está teniendo algunas dificultades para llegar al centro de convenciones. Esperamos con ansias su llegada. Creemos que no se demorará más que unos cinco minutos, como máximo”.
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A lo largo y a lo ancho del auditorio se escuchó un gran murmullo, voces suaves comentando por lo bajo. La gente estaba molesta por la demora. Les parecía poco profesional de parte de Luz Mendizábal hacerlos esperar durante 15 o 20 minutos. A todo esto, en las cercanías del Centro de Convenciones de Madrid, Luz intentaba hacerse paso frente a un grupo de gente que bloqueaba la entrada del edificio. Era una manifestación en contra del uso de energías solares. Tenían carteles con leyendas como “La energía solar produce cáncer de piel”, “La energía solar mata” y “No queremos energía solar”. Hacía ya un par de meses que un pequeño grupo de manifestantes seguía a Luz a todas sus presentaciones. Nadie entendía bien los argumentos de este grupo anti-energía solar. Por lo general, no se mostraban dispuestos a dialogar sobre el tema. No les interesaba dar a conocer sus argumentos. Simplemente se limitaban a mostrar sus carteles de rechazo.
Finalmente -y con la ayuda de la policía-, Luz logró ingresar al edificio. Por suerte, la sala de conferencias en que daría su charla estaba en la planta baja. Corrió por uno de los pasillos que llevaban a la sala, firmó una hoja y se dirigió directamente al escenario. Miró su reloj: eran las 18.23hs. Otra vez llegaba tarde. La charla debía comenzar a las 18hs, pero no tuvo forma de llegar más temprano. Ya sabía que en el camino era probable que se encontrara con manifestantes. Lo que no se imaginaba era que serían tantos. Las últimas veces se habían reunido unas 20 o 30 personas. ¿De dónde salía toda esa gente? ¿Quién convocaba a todas esas personas? La idea de una manifestación en contra de la energía solar le parecía absurda. Y, sin embargo, ahí estaba toda esa gente. Una vez más reunida para manifestarle su enojo fuera del centro de convenciones.
La persona encargada de anunciar a los presentadores tomó nuevamente el micrófono, preparándose para anunciar a la última oradora del evento:
“La ingeniera Mendizábal es CEO de Elektra, una de las empresas líderes en generación de energía solar. Forma parte de comités de energías renovables tanto en Europa como en Estados Unidos. Según sus propias palabras, está comprometida a ‘cambiar la forma en que todo el planeta consume energía eléctrica’. Recibamos con un fuerte aplauso a la señorita Luz Mendizábal”.
Luz subió al escenario por el lateral izquierdo y le dio la mano al maestro de ceremonias. Con la otra mano, recibió el micrófono inalámbrico. Luego, se tomó unos instantes para contemplar la sala. Debía haber poco más de 500 personas. Todas las butacas del auditorio estaban ocupadas. Incluso había gente de pie en uno de los pasillos. Aunque la presentación se estaba transmitiendo online (había streaming en vivo), nadie quería perderse la charla en directo. Luz saludó a la audiencia, pidió disculpas por la demora y comenzó con su presentación:
“Desde hace más de 10 años, Elektra está comprometida a proveer energía solar de calidad a cada país del continente europeo. Estamos convencidos de que el futuro de la humanidad está conectado en las energías renovables. No podemos seguir dependiendo de recursos que -tarde o temprano- terminarán por agotarse. La decisión más inteligente es confiar plenamente en los recursos renovables, en la generación de energías renovables. El sol es una fuente de energía prácticamente inagotable. Para aprovechar su calor y transformarlo en energía utilizable no necesitamos pagarle impuestos. Tampoco necesitamos rendir cuentas a grandes empresas que no hacen más que sacarnos el dinero, a cambio de su suministro energético. La energía solar funciona, es segura y no necesita nada de eso. Estamos muy contentos con la respuesta de la gente en los últimos años. Por eso, hoy queremos dar el paso siguiente. Queremos presentarles nuestro próximo proyecto: “Enlighten”. ¿En qué consiste? “Enlighten” tiene por objetivo a largo plazo ofrecer energía solar gratuita para todo el mundo. Nuestra meta es que todo el planeta tenga acceso a energía eléctrica solar sin tener que pagar un solo centavo. Sabemos que no es algo fácil. Sin dudas es una meta ambiciosa, pero nos acercaremos a nuestro objetivo por etapas. El primer paso será ofrecer energía solar gratuita en cada hogar de Europa. En este momento, alrededor del 55% de las viviendas de Europa usa este tipo de energía. Nuestra meta es que para el año 2025, más del 95% de la población tenga acceso a energía eléctrica gratuita”.
La presentación de Luz Mendizábal terminó a las 8 de la noche, casi media hora más tarde de lo previsto. La audiencia agradeció la charla con una ovación de pie. Luz no podía estar más contenta. El proyecto que había planeado durante los últimos cinco años, finalmente estaba por comenzar. Su mayor satisfacción era ver que contaba con el apoyo de la mayoría de la gente. Las 500 personas del auditorio superaban con creces a las 20 o 30 que estaban en contra de la energía solar. Estaba claro que el balance general era positivo. Parecía haber mucha más gente dispuesta a apoyar su propuesta que a criticarla. Eso le daba una gran tranquilidad.
Al bajar del escenario saludó a algunos de los colegas que habían ido a ver su presentación. Les dio las gracias por su presencia y quedó en escribirles o llamarlos por teléfono. También aprovechó para saludar a emprendedores que trabajaban en otras formas de energía renovable. Era importante mantener un buen vínculo con la mayor cantidad posible de colegas o emprendedores. Eso ayudaba mucho a darle impulso y a fortalecer las ideas de cada uno de ellos y de todo el movimiento de las energías renovables en general.
Antes de salir del Centro de Convenciones de Madrid, arregló su vuelo de regreso a Valencia desde su smartphone. Según sus cálculos, a las 21.30 debería estar de vuelta en Valencia. Haría lo posible por llegar a tiempo para una cena de festejo que comenzaba a las 21.45hs. En estos casos solía avisar que “haría lo posible” por llegar; no podía asegurar nada.
Mientras se acercaba a la puerta de salida, vio que había dos policías que impedían la salida del edificio. Del otro lado del vidrio, había una multitud gritando y alzando carteles y pancartas. Eran los manifestantes. Pero ya no eran 20 o 30. Ahora parecían ser más de 100. Luz miró a la gente sin comprender. Le preguntó al policía:
-¿Podemos salir?
-No. Por el momento deben permanecer aquí dentro del edificio.
-¿Es por la gente?
-Sí. En unos minutos llegarán móviles policiales para disolver el grupo. Por ahora lo mejor es que se queden aquí.
Luz siguió mirando a la gente que estaba del otro lado del vidrio. Había hombres y mujeres, la mayoría de entre 20 y 40 años. Los carteles tenían las mismas leyendas que ya había visto decenas de veces: “Energía solar = Cáncer”, “Energía solar = Calentamiento global”. De pronto, seis o siete personas del grupo empezaron a cantar una canción de protesta contra la energía solar. En poco tiempo, la gente empezó a sumárseles. La letra incluía mensajes de protesta contra Elektra e insultos personales hacia Luz Mendizábal. En el hall del edificio, la gente esperaba la llegada de la policía para poder salir. Nadie entendía qué era lo que sucedía del otro lado de la puerta. Miraban a Luz, que seguía inmóvil frente a la puerta con las dos manos sobre su rostro. No podía evitarlo. No era la primera vez que lloraba en público.