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Capítulo 2

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Lunes, 28 de septiembre de 2020

Al día siguiente de la manifestación todo volvió a la normalidad. Por la mañana, Luz estaba preparada para encontrar un nuevo grupo de gente frente a las oficinas de la empresa. Por suerte, hoy no había ni un solo manifestante. Estacionó su auto eléctrico en el parque de estacionamiento del edificio y subió las escaleras hasta el segundo piso para dejar un paquete. Luego, tomó el ascensor hasta el piso 32. Allí estaban las oficinas de todos los directivos de la compañía. Luz creía que esa era una condición indispensable para el buen funcionamiento de una empresa. “Todos tenemos que estar en contacto con todos”, solía decir. El próximo semestre iban a probar el sistema de “oficinas abiertas”. Según le habían contado colegas de otras empresas, el intercambio abierto entre empleados era un valor crucial para las compañías innovadoras.

Las oficinas centrales de Elektra no siempre habían estado en Valencia. En los primeros años de la empresa, la oficina principal estaba ubicada en Madrid. Por aquel entonces -año 2009-, Luz y los primeros empleados vivían en esa ciudad. Recién en el 2016 decidieron trasladar la central de operaciones a Valencia. La razón número uno para cambiar de ciudad fue la menor carga fiscal. En Valencia la empresa pagaría muchos menos impuestos que en Madrid. Además, contaba con otras posibilidades de proyección hacia el resto de Europa. En cuanto surgió la oportunidad de mudar la empresa, Luz no dudó un segundo en aprovecharla. Las instalaciones de la compañía se abastecían en un 100% de energías renovables. Una combinación de energía solar y eólica, con un sistema de acumulación de reservas energéticas.

La línea principal de productos de Elektra consistía en techos de casas con paneles solares. Eran los mejores del mercado, con una excelente relación entre calidad y precio. En segundo lugar, la empresa también vendía paneles solares individuales de todos los tamaños que se podían colocar en techos, paredes y otras superficies externas. Los equipos también incluían el sistema de conexión y conversión para transformar la energía solar en energía eléctrica para toda la casa. Durante los últimos dos años, Elektra también había empezado a involucrarse con los sistemas de distribución de energía. Eran los primeros pasos de lo que luego daría a conocer con el nombre de “Proyecto Enligthen”, con el objetivo de iluminar todo el continente europeo de forma gratuita.

El departamento de gestión estaba integrado por Uma y Sandra. Ellas eran las personas más cercanas a Luz. Le proveían información actualizada sobre el estado de la industria de la energía a nivel mundial, incluyendo reportes detallados sobre la competencia. Cada trimestre, también preparaban un informe exhaustivo para evaluar el estado de Elektra, detallando las oportunidades de expansión y los aspectos a mejorar dentro de la compañía. Según las cifras de los últimos años y la proyección a mediano plazo, la empresa tenía la oportunidad de ubicarse como líder absoluto en el mercado de la energía eléctrica. Ese era justamente el objetivo hacia el que trabajaban desde el momento en que nació la empresa.

A las 7am Luz entraba a su oficina, lista para un largo día de trabajo. Era la primera en llegar y la última en irse de la oficina. Estaba convencida de que -como líder de la compañía- debía dar un buen ejemplo al resto de los empleados. Si demostraba tener una ética de trabajo impecable, el equipo que trabajaba con ella también se esforzaría por lograr resultados excelentes. Durante las dos primeras horas se dedicaba a responder los e-mails que habían ingresado durante las últimas doce horas (tenía el hábito de no chequear su casilla de correo después de las 7 de la tarde). En un día normal, durante la noche y la madrugada recibía unos 30 o 40 correos electrónicos. Una cantidad pequeña, en relación a los 250 o 300 que recibía durante las horas de la mañana y por la tarde. Después de procesar el correo, tomaba un desayuno rápido y revisaba su agenda para el día. Entre las 9 y las 9.15am, Uma pasaba por su oficina para conversar sobre su lista de tareas y las reuniones de la jornada.

Uma Kolek era la mano derecha de Luz. Fue de las primeras empleadas en incorporarse a Elektra, allá por el año 2009. Ella era la encargada de coordinar el funcionamiento interno de la compañía entre los distintos sectores. También estaba a cargo de organizar las reuniones semanales y mensuales, en función de los objetivos planteados para el semestre. Tenía muchas responsabilidades en la empresa. De hecho, a veces Luz sentía que le daba demasiado poder de decisión. Pero se sentía tranquila con eso. Después de casi diez años de trabajar con ella había llegado a conocerla muy bien. Le tenía mucha confianza, tanto para los asuntos de la empresa como para compartir con ella sus problemas personales.

-Hola, Luz. ¿Cómo te ha ido anoche en la conferencia? -le preguntó Uma.

-Pues... más o menos.

-¿Por qué “más o menos”? ¿Ocurrió algo en el evento?

-El evento estuvo bien. Llegué un poco tarde, pero eso no fue nada. La parte mala vino después, al final del evento.

-¿Qué sucedió?

-Una manifestación.

-¿Otra vez? ¿No se cansan de decir tantas mentiras? De veras que no me lo creo -dijo Uma, mirando hacia un costado mientras movía su cabeza, decepcionada.

-Eran como 100 personas.

-¿De verdad? Mmm... ¿no estarás exagerando?

-Lo juro -respondió Luz, haciendo una señal de la cruz en sus labios-. Nunca había visto a tantos.

-Esto ya se está volviendo preocupante. No me gusta nada...

-Ni que lo digas. A mí tampoco me gusta nada. Ni un poco. De verdad que me gustaría saber de dónde salen. Quién los convoca. Por qué están ensañados con nosotros. No lo entiendo...

-Bueno, ya sabes lo que pienso del tema. Las dos nos imaginamos quién puede ser la persona detrás de todo esto.

-Sí, lo sé, lo sé. Es que... no lo creo capaz de llegar a tanto.

-¿De veras crees que esto es mucho? Uma, la gente poderosa está dispuesta a hacer lo que sea para mantener su posición. Esto que me cuentas no es nada. Hay gente que está dispuesta a hacer mucho más que eso.

-Puede ser. En cualquier caso, tenemos que tomar alguna medida para que esto no pase a mayores. Ayer hubo cámaras, periodistas... ¿Seguro que no lo viste por TV o en Internet?

-No, no llegué a verlo. Aún no vi las noticias del día -respondió Uma-. Luego haré una búsqueda, para ver qué dicen los reportes del tema. A propósito, ¿cuál era la protesta esta vez?

-Lo de siempre: carteles diciendo lo mala que es la energía solar para la salud, insultos personales... Más de lo mismo.

-¿Ningún caso concreto?

-No. O, al menos, no llegué a ver ninguna referencia a algo en particular.

-Okay. Le daré un vistazo antes del mediodía. Luego te envío un resumen.

-Gracias, Uma. No sé qué haría sin ti.

Luz volvió a mirar su agenda. A las 13.30hs tenía una reunión de intermediación con dos corporaciones de energía eléctrica. Llamó por teléfono a Sandra, su asistente personal.

-Sandra, ¿tienes listo el informe que debo presentar en la reunión de la una y media? Es importante.

-Aún no lo tengo listo, pero antes del mediodía se lo envío.

-Gracias, Sandra. Es muy importante.

-Estoy trabajando en eso. En una hora y media a más tardar se lo envío.

Sandra Antares se había incorporado a la compañía en el último año. Tenía experiencia como asistente personal de CEOs de algunas de las empresas más importantes en España. Hasta hace un año, Luz nunca había tenido la necesidad de contar con una asistente personal. Incluso con todas las responsabilidades que implicaba estar al frente de una súper empresa, siempre se las había arreglado para encargarse de su propia agenda. Por otra parte, valoraba demasiado su privacidad como para compartirla con otra persona. Cuando uno de sus colegas empresarios le habló de Sandra -quien por ese entonces estaba buscando trabajo-, lo primero que pensó fue: “Yo no necesito una asistente personal”. Le explicó a su amigo todas las razones por las que ella prefería trabajar de forma individual, dejándole en claro que por el momento así le iba muy bien. Pero este amigo era muy bueno para persuadir a la gente. En apenas un par de días terminó convenciendo a Luz de que le conceda una entrevista a Sandra.

Lo primero que le llamó la atención de Sandra fue su hoja de vida. En el currículum figuraban los nombres de los CEOs y las empresas para las que había trabajado durante los últimos 10 años. Había comenzado a los 23 años, trabajando como asistente de un conocido empresario de la industria telefónica. Según le habían contado, en cuestión de semanas había logrado ganarse la confianza de un buen número de gerentes. Ese era uno de sus puntos fuertes: Sandra era capaz de generar lazos de confianza y complicidad en tiempo récord. Eso era lo que le había permitido abrirse paso como la asistente personal de los empresarios más importantes del país.

Tuvieron solo dos entrevistas. En la segunda, Sandra había logrado convencerla de que era la persona indicada para trabajar como su asistente. Desde el día de la primer entrevista Sandra decidió tratarla de “usted”. A pesar de tener apenas 3 años menos que Luz -quien tenía 36-, prefería referirse a su jefa de esa manera. Varias veces, la misma Sandra le había dicho que los empleados debían mantener un trato formal y respetuoso con sus superiores. A Luz eso no la hacía sentir muy cómoda, pero dejó que siguiera de ese modo. “Si ella se empeña en tratarme de usted, no hay nada que yo pueda hacer para hacerla cambiar de opinión”.

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Martes, 6 de octubre de 2020

El martes posterior al incendio, los medios aún no tenían novedades sobre lo que había sucedido. Varios programas periodísticos especulaban con la posibilidad de que Luz no hubiera muerto. Algunos llegaban al punto de inventar historias solo para aumentar los niveles de audiencia. Todos hacían lo mismo: decían que habían recibido las últimas novedades del caso y luego mostraban a una persona aleatoria que daba un testimonio en la calle. Por último, el entrevistado aseguraba haber visto a la persona en una situación en particular. Dar testimonios falsos estaba penado por la ley, pero, así y todo, la gente seguía haciéndolo. Necesitaban el dinero, y no les importaba demasiado los problemas legales que pudieran llegar a tener. De todos modos, la justifica tampoco funcionaba tan bien que digamos.

La misma madrugada del incendio ya habían empezado a recolectar las primeras pruebas. El grupo de peritos y policías forenses trabajaron en el área durante casi dos horas. Sacaron fotos de la casa desde todos los ángulos, grabaron videos y tomaron muestras de cenizas. Al final del recorrido estaban prácticamente convencidos de que no había rastros del cuerpo de Luz. Pero aún faltaban las pruebas más exhaustivas. Era demasiado pronto para afirmar que Luz no había muerto el día del incendio.

El lunes, un nuevo grupo de peritos y policías forenses volvió al lugar del incendio. Tenían confianza en que ese día sí encontrarían algo, al menos un pequeño indicio. Trabajar de día hacía todo más fácil. Comenzaron por la mañana, con luz natural. Para el mediodía, el interior de la casa ya se había secado casi por completo (los bomberos habían tenido que rociar cada rincón). Durante la mañana y el resto de la tarde el equipo no hizo más que seguir tomando pequeñas muestras de cenizas y recolectar posibles evidencias. Tenían dos misiones: 1- Averiguar si Luz había muerto en el incendio, y 2- Descubrir la causa del incendio. Hicieron un rastrillaje a fondo, pruebas químicas y usaron cámaras con sensores de luz infrarroja. Trabajaron durante horas y horas, pero no encontraron nada. Ni el menor indicio.

Los testimonios de amigos y familiares de Luz Mendizábal indicaban que, la madrugada del incendio, ella estaba en su casa. Al menos eso era lo que le había dicho a los demás. La última persona en hablar con ella había sido Uma. Según contó más tarde en su testimonio, esa noche habían hablado por teléfono hasta las 12.30am. Uma relató que su jefa le había dicho que en unos minutos se iría a dormir. Esa era la prueba más contundente de que Luz debía haber estado en su casa la noche del incendio. El resto de los testimonios también iban en esa dirección. El equipo de policías encargado de hacer las entrevistas esperaba escuchar algo nuevo, alguna sorpresa. Tal vez alguien les diría que Luz le había anunciado que se iría de viaje. Que dejaría la casa durante unos días. Pero nadie lo hizo.

Los testimonios se dividían en dos grupos: uno decía no saber dónde había estado Luz aquella noche; el otro estaba convencido de que esa noche había dormido allí. Estos eran los casos más complejos. Los testimonios indicaban una hipótesis, y la evidencia física mostraba exactamente lo contrario. Según las personas entrevistadas, Luz debía haber estado en su casa. Al examinar la casa, sin embargo, no había rastros. Cualquiera hubiera dicho que su cuerpo o sus restos se habían esfumado. ¿Era posible que sus cenizas se hubieran “volado”? La madrugada del incendio no había sido particularmente ventosa. Era altamente improbable que las cenizas se hubieran ido con el aire. Por otra parte, si Luz efectivamente hubiera estado en la casa, deberían haber encontrado su cuerpo entero (probablemente calcinado). Pero no había indicios de restos humanos.

Con el correr de los días los medios empezaron a crear historias cada vez más inverosímiles. Un canal de televisión hablaba sobre la posibilidad de que se la hubieran llevado los extraterrestres. “Ella estaba en contacto con cosas raras, no me llamaría tanto la atención”, comentó uno de los periodistas. Otros fueron un poco más lejos, llegando al punto de decir que tal vez ella misma era extraterrestre. “A lo mejor decidió volver a su planeta originario. Quizás vinieron a buscarla la misma noche, justo antes del incendio”, afirmó otra periodista. Las hipótesis iban cambiando día tras día. Una semana más tarde, los periodistas habían discutido tantas hipótesis que la gente había terminado por entender el mensaje: nadie sabía dónde había estado en el momento del incendio. Dos horas antes había hablado por teléfono con Uma, y estaba en su casa. Pero después de eso, nadie sabía qué era lo que había sucedido. Lo más probable era que en el momento del incendio no haya estado en su casa.

Una semana después del episodio empezó a circular un rumor a través de Internet. Un grupo de gente decía que el incendio no había sido más que una campaña de marketing; una forma de llamar la atención de la gente. “Como necesitan vender más techos y paneles solares, no se les ocurrió mejor idea que fingir la muerte de la dueña de la compañía. Todo con la esperanza de estar un poco más en los medios y lograr vender más productos”, decía uno de los artículos que se había viralizado en las redes sociales. Aunque la hipótesis de la campaña de marketing parecía posible, lo cierto es que en los hechos el incendio terminó perjudicando a la compañía (al menos durante la primera semana). Unos días después de que se dio a conocer la noticia, las acciones de Elektra y del grupo empresarial del que forma parte se desplomaron. Cayeron varios puntos, en el derrumbe más grande que habían tenido desde el inicio de la compañía. Era altamente improbable que los directivos de la compañía hayan hecho algo así de forma premeditada. Como Luz seguía sin aparecer, muchos de los accionistas se apresuraron a vender. Imaginaban que, si Luz efectivamente había muerto, la compañía probablemente no tendría mucho futuro. Luz no solo era la líder principal de la empresa, si no que estaba al frente de todo el movimiento de las energías renovables en España y Europa.

Una de las grandes incógnitas después de la desaparición de Luz era qué sucedería con Elektra. ¿Quién tomaría el mando de la compañía? Mientras había estado al frente de la empresa, Luz nunca había nombrado a un vicepresidente o a alguien de confianza como para que la reemplazara en caso de que ella no pudiera continuar dirigiendo la compañía. Siempre había preferido arreglar todo por su cuenta, de forma individual. “No hace falta nombrar a nadie para que me suceda”, solía decir. “Si yo no puedo seguir al frente de la empresa lo más probable es que no haya nadie más que quiera tomar el mando. No es una tarea fácil”. Dentro de la empresa había solo dos personas que contaban con la confianza incondicional de parte de Luz: Uma y Sandra. De las dos, Uma parecía la más indicada para continuar dirigiendo el rumbo de la compañía. Sandra se había incorporado hacía apenas un año, y no contaba con todas las habilidades que Uma había desarrollado trabajando durante 10 años para la compañía. Los accionistas principales de Elektra se reunieron de urgencia para terminar de decidir el asunto. Necesitaban a alguien que tomara las riendas. Alguien que mantenga a la empresa funcionando, aunque sea de forma temporal. Después de una extensa charla el grupo de accionistas propuso como candidata a Uma Kolek. Todos estuvieron de acuerdo con que -entre todos los empleados de la empresa en ese momento- Uma era la que estaba mejor capacitada para hacerse cargo de la tarea.

Durante la última semana, Uma ya se imaginaba que probablemente le pedirían que se encargue de la empresa de forma temporal. Durante mucho tiempo había trabajado muy cerca de Luz, por lo que sabía cómo debía desenvolverse en variados ámbitos. Entretanto, el grupo de accionistas tendría tiempo para buscar un reemplazo definitivo para la función de CEO. Necesitaban a una persona con experiencia directiva y que estuviera en contacto con la industria de las energías renovables (preferentemente, de la energía solar).

Uma tomó el mando de la empresa en un momento particularmente difícil. Por la caída de las acciones de Elektra, la compañía se vio en la necesidad de pedir un crédito de urgencia. De un día para otro se había quedado sin una buena parte del respaldo con el que había contado durante más de una década. La opción número uno era pedir una serie de créditos a los bancos más importantes de Europa. La intención era seguir expandiendo los horizontes de la compañía, llegar a cada vez más países. Y para eso necesitarían dinero. Iban a tener que aumentar el volumen de producción de techos con paneles solares, como también los paneles tradicionales que se agregaban a techos y paredes. El presupuesto necesario ascendía a un par de millones de euros. Tomar la decisión de endeudarse por una cifra millonaria en un momento tan delicado no era para nada fácil, pero no había muchas más opciones. Si querían salvar y seguir aumentando el alcance de la compañía, era necesario arriesgar. Uma y el equipo de accionistas lo sabían mejor que nadie. “En este momento podemos retirarnos y hacer un movimiento conservador, lo que podría costarnos la compañía. Podríamos llegar a perderla. O bien podemos arriesgarnos tomando deuda para intentar recuperar los fondos que perdimos y seguir expandiéndonos. Para mí, la primera no es opción. Sugiero pedir los créditos e intentar expandirnos”, les dijo Uma.