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Capítulo 4

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En el viaje de regreso a casa, Uma siguió pensando en lo que acababa de suceder. Para evitar sorpresas esta vez procuró pensar “para adentro”, en vez de en voz alta. Tenía la sensación de que al hablar sola podía estar invocando a Luz. “Creo que lo mejor será pensar en otra cosa. Sacarme estos asuntos de la cabeza, al menos por un rato”. Prendió la radio para intentar distraerse con música, pero los pensamientos volvían una y otra vez. En los 15 minutos que duró el viaje de regreso no pudo sacar su cabeza de ahí.

Al llegar a la puerta de su casa saludó a los policías que estaban de guardia y entró por la puerta principal. Después de lo del incendio, la policía le había asignado custodia personal para su hogar. “Solo por seguridad. Hasta que esclarezcamos la causa del incendio. No sabemos si pudo haber sido algo personal, o algo relacionado a su empresa”, le había dicho uno de los jefes de policía. Ella no tenía inconvenientes con tener custodia permanente en su casa. Al contrario: se sentía protegida.

Eran más de las 11 y media de la noche y aún no había cenado. A esta hora sí ya le había dado hambre, pero no quería cenar nada pesado. Cuando comía algo abundante después de las 10 de la noche, luego tenía dificultades para dormir. Se preparó un par de tostadas con palta y tomate, y lo acompañó con un jugo exprimido de naranja. Aunque mañana no tenía que ir a la oficina, planeaba trabajar desde su casa. Si cenaba algo liviano sería mucho más fácil despertarse a la mañana siguiente. Pensar en seguir trabajando en asuntos de Elektra durante el sábado y domingo, ciertamente no le resultaba lo más agradable del mundo. Después de una semana entera de trabajo intensivo sobre la compañía, cuando llegaba el fin de semana ni siquiera podía disfrutar del descanso que tanto se merecía. Dada la situación actual no podía darse el lujo de tomarse sábados y domingos libres. Había montones de cosas por hacer, asuntos por arreglar. Decenas de e-mails por responder.

Subió a su cuarto, lista para prepararse para dormir y volver a empezar al día siguiente. En el baño, mientras se cepillaba los dientes, pensó: “Por si no fuera poco con lo que hay que resolver con la compañía, ahora encima de eso tengo visiones y alucinaciones”. Se miró en el espejo, y dijo en voz alta: “Me pregunto qué pensará el resto si les llego a contar algo de esto”. No esperaba una respuesta, pero una voz dijo: “No les contarás nada”. Era Luz.

-¿Otra vez?

-¿Qué sucede, Uma? -le preguntó desde lejos, como si estuviera fuera del baño.

-¿Dónde estás?

-Aquí al lado, en tu cuarto.

Con el cepillo de dientes aún en la boca y los dientes llenos de espuma, Uma se asomó por la puerta del baño y dio un vistazo al interior de su habitación. A simple vista no se veía nada.

-Apaga la luz -dijo la voz.

Uma presionó el interruptor eléctrico. Ahora que la habitación se había oscurecido sí podía verla. La misma figura transparente que se le había aparecido en la oficina. Era Luz. Volvió de un salto al cuarto de baño para terminar de enjuagarse la boca y regresó a su habitación. Luz seguía inmóvil en el mismo lugar.

-Ya sé que no eres real.

-¿Cómo lo sabes? -preguntó la figura de Luz, con una media sonrisa.

-Los muertos no hablan. Tú estás muerta. ¿O no...?

-¿Te refieres al incendio?

-Sí. Dime de una vez... ¿qué sucedió esa noche?

-Oh, nada del otro mundo. Transmutación de elementos.

-¿”Transmutación de elementos”? ¿Qué es eso?

-Mi cuerpo físico se ha transmutado al elemento fuego. Por eso puedes ver el aura que me rodea. Es luz, energía térmica.

-No entiendo nada. ¿De qué hablas?

-De nada. No importa. Tú preguntaste.

-Perdón, es que de verdad no entiendo. Aún no me has dicho nada sobre lo que sucedió la madrugada del incendio. No me has dicho si fue un accidente, un suicidio, si alguien lo provocó...

-Bueno, ya te he dicho que no fue ni un accidente ni un suicidio.

-Entonces, ¿eso quiere decir que...? -preguntó Uma.

-Sí -respondió Luz, enseguida.

-Y... ¿cómo fue que sucedió eso de los elementos?

-¿La transmutación?

-Sí, eso.

-Nada extraordinario -dijo Luz, restándole importancia-. Hacía años que leía sobre el tema. Sabía que, en incendios y hechos similares, algunas personas lograban transmutar su energía vital y eran capaces de mezclarla con la energía térmica. La última vez que viajé a Sudamérica, en Perú me enseñaron una técnica para hacer justamente eso. ¿Recuerdas aquel viaje del 2017, cuando visité aquella tribu? Creo que te había contado sobre el tema.

-Sí, algo me habías contado. Pero no me habías dicho nada sobre esa técnica -agregó Uma.

-Para ellos es normal. Viven en contacto directo con la naturaleza. Allí está claro que solo hay cuatro elementos: tierra, fuego, aire y agua. Eso es todo lo que hay en el mundo. De hecho, es todo lo que encontrarás en el universo.

-Okay, de acuerdo. Pero lo que me gustaría saber es en qué consiste esa técnica. ¿Yo también puedo aprenderla?

-Sí, claro. Cualquier persona puede aprenderla. Pero debes tener la motivación adecuada para hacerlo.

-¿La motivación adecuada? No entiendo...

-Necesitas una buena razón para aprenderla.

-¿Y cuál puede ser una buena razón? -preguntó Uma, con curiosidad.

-Bueno, eso depende de ti. No puedo darte una razón. Cada uno tiene la propia.

-¿Cuál era tu razón? -quiso saber Uma.

-Ya sabes... la de siempre. Tener una herramienta más para proveer a todo el mundo de energía eléctrica. Poner esta técnica al servicio de mi misión en el mundo. Fue por eso que, el día del incendio, logré esa transmutación en forma de ángel.

-Hay algo que no entiendo. ¿Estás muerta o estás viva?

-Estoy viva -respondió Luz-. Pero estuve muerta.

-Perdona, pero eso no me ayuda a entenderlo mejor.

-El día del incendio morí, pero reaparecí espontáneamente en forma de ángel. Eso fue lo que sucedió.

-¿Reapareciste? ¿Quieres decir que renaciste?

-No importa. Lo importante es que estoy aquí. Tengo cosas para contarte.

-¿Más cosas aún?

-Sí, lo que te he dicho no es nada -dijo Luz.

Uma seguía preguntándose si lo que estaba viendo era real o producto de su imaginación. Para tener una forma de comprobarlo se le ocurrió que necesitaba algún tipo de referencia externa. Si lograba registrar lo que estaba sucediendo luego podría volver al material y verificar si realmente había tenido una conversación con otra persona o si había estado hablando sola. Algo tan simple como grabar un audio o video con su celular sería suficiente. Se le cruzó la idea de grabar un fragmento de la conversación sin que Luz se diera cuenta. Pero tenía miedo de hacerlo. Sentía que si lo hacía estaría traicionando a Luz, intentando engañarla. “Bueno, después de todo ni siquiera sé si esto que veo es real”, pensó Uma. Pero, ¿y si realmente era un ángel? En ese caso se daría cuenta de lo que Uma planeaba hacer. Y lo más probable sería que no le gustara nada que intentara engañarla. De pronto sintió una oleada de miedo. Estaba entre la espada y la pared. Por un lado, quería grabar un registro de la charla. Por el otro, sentía terror de que Luz pudiera darse cuenta (en caso de que realmente fuera un ángel).

Su curiosidad y el deseo de comprobar si estaba loca o no fueron más fuertes. Iba a grabar una nota de audio con su celular. El único problema es que lo había dejado en el baño. Necesitaba inventar una excusa para volver al baño en medio de la conversación, sin que Luz se diera cuenta de que quería regresar solamente para tomar su celular y grabar la conversación.

-Me imagino que debes tener muchas cosas para contarme.

-Así es -confirmó Luz.

-No me gustaría tener que interrumpir nuestra charla cuando estés contándome lo que tienes para decirme. Voy al baño un momento y regreso enseguida.

-Espera -dijo Luz.

-Sí... dime.

-¿Qué vas a hacer?

-Voy al baño -respondió Uma, de forma inocente.

-Sí, ya me lo dijiste.

-¿Entonces?

-Te pregunto nuevamente. ¿Qué vas a hacer?

-Al baño. Tengo que hacer pis.

-¿Otra vez? Acabas de hacer hace menos de 10 minutos. Antes de cepillarte. ¿No lo recuerdas?

-Me dieron ganas... otra vez.

-¿Seguro? -preguntó Luz.

-Creo... iba a ir por las dudas.

-Mejor quédate aquí. No necesitas ir al baño. Puedes ir más tarde.

Uma se quedó helada, sin dar un paso. ¿Cómo sabía lo del baño? ¿Y por qué le había hecho todas esas preguntas? Finalmente, Luz había logrado que se quedara en la habitación. Había evitado que fuera en busca de su celular. Uma se preguntaba si su jefa -ahora en forma de ángel- sería capaz de leerle la mente. Porque le dio la sensación de que era eso justamente lo que estaba ocurriendo. Sentía que le estaba leyendo la mente. Estaba casi segura de que Luz sabía exactamente qué era lo que planeaba con lo de “ir al baño”.

-Creo que ya se me pasaron las ganas -dijo Uma, intentando ocultar el miedo.

-Mejor así. Como te decía, tengo cosas para contarte. Muy importantes.

-¿Quieres que tome nota? -preguntó Uma.

-¿En serio me lo preguntas?

-Eh... sí. ¿Por qué?

-A veces me sorprendes, Uma. Eres una chica inteligente, bien preparada. Pero a veces me sorprendes.

-Entonces, no quieres que tome notas.

-No, Uma -dijo Luz-. No hace falta. Tienes muy buena memoria. Confío plenamente en tu capacidad.

-Okay, como tú digas.

-Hace tiempo que venimos soportando los ataques -continuó Luz.

-¿Qué ataques?

-Las manifestaciones, las quejas. Todo eso.

-Ah, sí.

-Durante meses sospechamos de una persona. Las dos intuíamos que tal vez se trataba de una persona en particular. Sentíamos que había alguien detrás de todo esto.

-Sí: Víctor.

-Exacto. Esa era la persona que siempre creímos estaba detrás de las manifestaciones, de todos los ataques que se venían repitiendo contra Elektra, semana tras semana.

-Y... ¿era él?

-Es posible. Aún no estoy segura. Pero tengo mis fuertes sospechas.

-¿Por qué tienes tus sospechas? -preguntó Uma.

-Creo que él tuvo que ver con lo del incendio.

-¿Víctor? ¿Víctor Lima del Rey? Estamos hablando de la misma persona, ¿verdad?

-Sí, el mismo. El dueño de Elenar.

-¿Y por qué sospechas de él?

-Tengo mis motivos. No te puedo dar datos concretos, pero tengo mis fuertes sospechas. Están sucediendo cosas muy extrañas, y Víctor parece estar involucrado en casi todas. Es una confirmación de lo que ya veníamos imaginando.

-Sí es así como dices, entonces debería ir preso. Debería estar detenido. ¿Quieres que llame a la policía?

-No... aún no. Es muy pronto. Sería inútil. No tenemos pruebas. Necesitamos reunir evidencia.

-¿Hay algo que pueda hacer en este momento? Me gustaría poder ayudar, contribuir en algo.

-Ya lo estás haciendo, Uma. Puedes estar tranquila con eso. Lo que estás haciendo ahora en Elektra es muy importante. Estás dirigiendo la compañía.

-Bueno, no lo hago yo sola -dijo Uma, con humildad-. El equipo de accionistas me ayuda mucho a la hora de tomar decisiones.

-Lo sé pero, así y todo. Ahora tú eres la cara visible de la empresa.

-Sí... eso me pone un poco nerviosa.

-¿Por qué? -preguntó Luz.

-Me da un poco de miedo. Especialmente después de lo que me has contado. Lo del incendio.

-¿Qué es lo que te da miedo?

-Tengo miedo de que Víctor quiera hacerme daño -dijo Uma.

-Ah, eso. No te preocupes. No sucederá.

-¿Cómo puedes estar tan segura?

-Estás muy bien protegida. Dentro y fuera de tu casa. Por otra parte, si realmente es Víctor quien está detrás de todo esto, no creo que vuelva a arriesgarse a involucrarse en esto.

-Okay... espero que así sea.

-Sí. Ahora, descansa en paz.

-Espera... -dijo Uma.

Después de pronunciar la última frase, Luz desapareció. Fue algo así como un desvanecimiento gradual. “Eso último sonó raro”, pensó Uma. “’Descansa en paz’. Es la frase que se suele usar cuando una persona muere. ¿Por qué me habrá dicho eso?”. Miró a su alrededor en todas las direcciones, pero Luz no estaba por ninguna parte. Se había esfumado. Uma volvió al baño en busca de su celular. Ya eran más de las 12 de la noche. Se lavó la cara por última vez y le dio un último vistazo a la pantalla de su iPhone. Tenía casi 20 mensajes no leídos en Whatsapp. Sintió ganas de chequear los e-mails una vez más antes de acostarse, pero prefirió dejarlo para el día siguiente. “No vale la pena chequear los correos a esta hora. De todas formas, no planeo responderlos ahora. Mejor dejarlos directamente para mañana”, pensó. Desde que había tomado el rol de CEO temporal de la compañía, Uma había tenido que empezar a incorporar mejores hábitos de productividad en su día a día. Los e-mails, llamados y contactos se habían multiplicado de forma exponencial. Si quería mantenerse al día y no verse sobrepasada, necesitaba hacer un muy buen uso de su tiempo.

Una vez en la cama prendió la TV y entró a su cuenta de Netflix. Las últimas semanas había estaba alternando entre dos o tres series distintas. A la noche llegaba tan cansada que apenas miraba 15 o 20 minutos de un episodio, antes de quedarse dormida. Era uno de los rituales que tenía al momento de acostarse. Mirar un episodio (o al menos una parte) de una de sus series preferidas. Aunque a otras personas no les hacía bien mirar TV antes de acostarse, a Uma la relajaba. Le servía para desconectarse de todo lo que había sucedido durante el día de trabajo. Al sumergirse en los mundos de ficción de las series lograba olvidar -al menos por 15 o 20 minutos- todos los problemas y desafíos que tenía en su vida.

Hoy estaba mirando el tercer episodio de la primera temporada de House of Cards. Sus amigos le habían recomendado la serie durante años y años, pero recién ahora se había decidido a darle una oportunidad. La trama le resultaba bastante interesante, y en general podía seguir los episodios sin problemas. Esta noche, sin embargo, le costaba seguir el hilo de la historia. No podía concentrarse en los diálogos ni en la trama. Su mente la llevaba a la conversación que había tenido con Luz justo antes de acostarse. “Me pregunto por qué me habrá dicho lo de Víctor. Según me dijo tenía sus sospechas, pero le faltaba la evidencia. Eso sonó extraño. Si es un ángel -tal como dice-, debería ser capaz de moverse con libertad por todos lados. Debería poder acceder a todas las pruebas que quisiera. O al menos eso creo. Es la primera vez que hablo con un ángel. ¿Cómo iba a saber que existían los seres invisibles? Esto es más fantástico que cualquier serie o película”. Pero aún no estaba convencida de que existieran. Tenía sus dudas. No estaba segura de que la conversación haya sido real. ¿Cómo podía saberlo? Si al menos hubiera podido grabar un fragmento de la charla con su celular. Ahí si hubiera tenido la evidencia que necesitaba para comprobarlo. Pero Luz no se lo había permitido. Se había negado rotundamente. O, al menos, eso fue lo que Uma había entendido.

¿Era posible que Luz le hubiera leído la mente? ¿Cómo sabía lo que planeaba hacer? Uma no sabía qué le parecía más extraordinario: si haber hablado con un ángel o que alguien le haya leído la mente. En cualquier caso, estaba claro que lo que estaba sucediendo era algo fuera de lo normal. Necesitaba compartir esto con alguien. Pero tampoco se lo podía decir a cualquiera. Tenía que ser alguien de la empresa. Y alguien de confianza. La primera persona que se le vino a la mente fue Sandra. Probablemente era la única persona con quien podía compartirlo.  Desde el momento en que Sandra se incorporó a la compañía -hace poco menos de un año- sintió una especial afinidad con ella. Aunque no fueran amigas, Uma la sentía muy cercana. Valoraba mucho su opinión y la tenía en gran estima. Tal vez era por su personalidad. Sandra era especialmente reservada. Además de expresarse de un modo excesivamente formal y correcto, casi siempre evitaba las conversaciones personales. Dentro de la empresa nadie sabía nada sobre su vida privada. Nadie sabía si era casada o soltera, si tenía novio o novia. Uma siempre pensó que no estaba en pareja. Tenía una intuición muy refinada para esas cosas. Pero nunca llegó a preguntárselo. Temía que le dijera lo que no quería escuchar: que estaba en pareja.

La serie se estaba poniendo un poco aburrida. Cuando empezó a parpadear se dio cuenta de que era el momento de apagar la TV. Estiró su brazo para tomar el control remoto y oprimió el botón rojo. La habitación volvió a quedar completamente a oscuras, tal como cuando se le había aparecido Luz. Uma giró la cabeza para darle un último vistazo a su alarma. Aunque era sábado, mañana también se levantaría temprano para seguir trabajando desde casa. No podía dejar de pensar en que había muchas cosas pendientes como para tomarse el fin de semana libre. Y la semana que viene la oficina sería nuevamente un infierno. Ya lo podía anticipar.

Por lo pronto, debía pensar en qué haría con lo que había conversado con Luz. “El lunes tengo que hablar con Sandra. Ella tiene que saberlo. Después de todo, también está en la empresa. Si Luz la eligió como su asistente personal probablemente sea porque confiaba en ella. Yo también debería confiar más en Sandra”, pensó. “No sé cómo haré para contarle esto sin que piense que me he vuelto loca. Cualquier persona diría que fue una alucinación, un producto de mi mente. Pero cada vez estoy más cerca de creer que no. Que no fue una alucinación. A lo mejor los ángeles existen”.

El fin de semana en casa no fue tan productivo como le hubiera gustado. Pudo ponerse al día con los correos electrónicos, pero no logró avanzar prácticamente nada en relación a otras urgencias de la compañía. Al menos tenía el consuelo de saber que el lunes -con la ayuda del resto del equipo- tendría más herramientas para tratar el tema. Muchos de los asuntos pendientes por resolver requerían de una interacción en vivo entre distintos sectores de la compañía. Estaban en un momento de reestructuración. Ahora más que nunca era vital que trabajaran como un verdadero equipo.

La mañana del sábado Uma estaba preparada para recibir una nueva visita de Luz. Sabía que podía aparecer en cualquier momento del día, en cualquier lugar. Intentó “invocarla”, dirigiéndose a ella en voz alta y saludándola. Pero no tuvo respuesta. El domingo volvió a hacer exactamente lo mismo sin suerte. Al caer la noche empezó a dudar sobre lo que le había sucedido el viernes. “Tal vez ese día realmente fueron visiones, alucinaciones. Ahora ya no sé qué pensar. Si existe en forma de ángel, está claro que aparece cuando se le da la gana”, pensó.