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Capítulo 5

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Lunes, 19 de octubre de 2020

Uma llegó a la oficina a la hora de siempre. Mientras subía en ascensor hasta el piso 32 repasaba mentalmente qué es lo que le diría a Sandra. Pensaba en las frases que usaría para explicarle que Luz había vuelto en forma de ángel. “Suena a disparate. Sin dudas suena a delirio”, se dijo a sí misma, decepcionada. El pasillo principal del piso 32 estaba completamente vacío. A mitad del recorrido, la máquina expendedora de café esperaba a los primeros bebedores del día. Uma se acercó, colocó un par de monedas, pulsó el botón “Cappuccino” y esperó a que se sirviera el contenido en el vaso plástico. Este era apenas el segundo café del día.

Al entrar a su oficina no pudo evitar pensar en la charla que había tenido con Luz el viernes por la noche. La oficina estaba tal cual la había dejado el viernes. Miró el escritorio y vio que allí estaban las hojas que había impreso antes de irse. Durante el fin de semana, los empleados de mantenimiento se encargaban de limpiar todas las oficinas, excepto la de Luz (que ahora era la nueva oficina de Uma). Cuando aún estaba con vida ella se los había pedido expresamente. “No es necesario que limpien aquí los sábados y domingos. Yo me arreglo perfectamente en los días de semana. No se preocupen”, les había dicho. Después de lo del incendio, Uma había dejado la oficina prácticamente intacta. No había quitado ninguno de los objetos personales de Luz, y apenas había llevado un par de artículos suyos (dos portarretratos y una figura en miniatura). Era como si estuviera esperando que un día de estos Luz regresara y todo volviera a ser como antes. Con menos presiones, menos estrés. Y con muchas menos responsabilidades.

Al igual que había hecho los lunes anteriores, al comienzo del día se dedicó a organizar la lista de tareas de la semana. Eso le permitía contar con un panorama general para saber cómo estaba en relación a las metas generales de la empresa. Para tener una mejor visión de los objetivos a lograr con el resto de los equipos de la compañía iba a tener que hablar con Sandra. Estas últimas semanas ella era quien se estaba encargando de articular el trabajo de las distintas áreas. Y, de paso, podría aprovechar para contarle lo de Luz. En realidad, en este momento eso era lo que más le importaba.

Miró el teléfono y pensó: “Este es el mejor momento del día para hablar del asunto. Si dejo pasar más tiempo será cada vez más difícil. Mejor hacerlo ahora, antes que seguir esperando”. Levantó el tubo del teléfono y marcó el número de interno que la comunicaba directamente con la oficina de Sandra. El teléfono sonó cinco, seis veces y nadie respondía. Colgó y volvió a intentarlo. “Probablemente aún no ha llegado”, pensó. Volvió a llamar una vez más, pero esta vez dejó que el teléfono sonara hasta que llegara la señal para dejar un mensaje. Luego del beep, Uma grabó su mensaje: “Sandra, soy Uma. Te pido por favor vengas a verme apenas escuches este mensaje. Es importante”. Podría haberle enviado un mensaje de Whatsapp o SMS, pero en este caso le pareció que lo mejor era usar la vía formal de la empresa. Ella misma era la primera en decir que todas las comunicaciones internas de la empresa debían tener lugar por las líneas de teléfono interno (o bien por e-mail). El uso de Whatsapp o los mensajes de Facebook definitivamente no eran las vías recomendadas.

Uma volvió a darle un vistazo a su reloj analógico: eran las 9.17am. “Qué raro que Sandra aún no haya llegado. Ya está llegando tarde. Y no es la primera vez que le sucede en lo que va del mes. Es raro en ella...”, pensó. Solo para saber si ya estaba despierta, chequeó el estado que tenía en Whatsapp. Allí aparecía como ‘online’. “Probablemente esté en camino”. Mientras tanto, aprovechó para seguir organizando el resto de tareas de la semana. Tenía una agenda llena de reuniones, una tras otra. Se preguntaba cómo hacía Luz para soportar la intensidad de ese ritmo. Prácticamente todo el día estaba en reuniones. Y cuando no estaba en una reunión estaba hablando por teléfono o planificando una próxima reunión. Era un estilo de vida desgastante, para el que aún no se sentía preparada.

Cuando Sandra golpeó la puerta de su oficina eran ya más de las 10 de la mañana. “Buen día, Uma. Perdona por la tardanza. El tráfico estaba terrible”, le dijo, a modo de disculpa. Uma sonrió y le hizo un gesto con la mano, pidiéndole que se sentara en la silla frente a ella.

-Sandra, tengo algo que contarte -le dijo.

-Mmm... no me gusta nada el tono de voz con que me lo dices. ¿Es algo malo? -preguntó Sandra.

-No lo sé. Ya me dirás. Quiero saber tu opinión sobre algo.

-Bueno, dime. Ya me está dando curiosidad. ¿De qué se trata?

-De Luz -respondió Uma-. Sucedió algo que no me esperaba.

-¿Qué?

-La vi. El viernes. Estuvo aquí. Aquí en la oficina.

-¿En serio? ¿Cómo que estuvo aquí?

-Sí...

-¿Y ahora? ¿Dónde está? ¿Está bien?

-No sé dónde está ahora.

-Pero, ¿no me dices que la viste el último viernes? ¿Acaso no te dijo dónde está?

-No...

-Perdona, pero no lo entiendo. ¿Qué fue lo que te dijo, entonces? ¿De qué hablaron?

-Ahora te diré más de eso, pero antes...

-¿Antes qué?

-Eh... no vi a la Luz que todos conocemos.

-¿De qué hablas? ¿A qué Luz viste, entonces?

-No era Luz real, de carne y hueso.

-¿Qué era entonces, un fantasma? Vamos, no me digas que se te apareció en forma de espíritu.

-Este... bueno... sí. Fue algo así.

-Vamos, Uma. Es una broma, ¿verdad?

-No... no es ninguna broma -dijo Uma, con voz seria.

-Perdona, pero yo no creo en esas cosas.

-Ella misma me lo dijo. Me dijo que ahora era un ángel.

-¿Un ángel? -exclamó Sandra, riendo-. Vamos, Uma... Tú sí que eres una bromista. ¿Acaso es el día de los inocentes o algo así? Es el día de las bromas, ¿verdad?

-Ya te he dicho que no es ninguna broma.

-Okay. ¿Y no será tal vez que crees haberla visto?

-¿Qué quieres decir con eso?

-Digo que, a lo mejor, no la viste de forma real. Puede que... la hayas imaginado.

-¿Quieres decir que fue un delirio? ¿Una alucinación?

-Bueno... yo no lo dije con esas palabras...

-Pero a eso es a lo que te refieres.

-Uma, es comprensible -dijo Sandra-. Estamos en un momento difícil, hay mucho estrés. Estamos trabajando muchas horas, con mucha presión. No me llamaría la atención que hayas tenido una alucinación.

-¡Es que no fue una alucinación! -gritó Uma, levantándose de su silla.

-¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedes estar tan segura de eso?

-Lo sé.

-¿Tienes alguna forma de probarlo?

-No...

-Okay, entonces -al menos por ahora-, no tenemos forma de averiguarlo.

-Puede ser que sea como tú dices -admitió Uma-. Escucha, podemos almorzar juntas. Necesito conversar algunas cosas más contigo. Pero mejor hacerlo en el almuerzo, para ganar tiempo. ¿Puedes?

-Había quedado con otra persona, pero si me dices que es algo importante y es sobre la compañía...

-¿Puedes cambiar a la otra persona?

-Sí, claro.

Al final había sucedido lo que se temía. Ya desde el momento en que pensó en contarle a Sandra lo del viernes, en ese mismo instante había tenido ese presentimiento. Sabía que lo más seguro era que, si intentaba contarle a Sandra sobre el tema, lo más seguro sería que la tratara de loca. Y fue eso exactamente lo que sucedió. Le dijo que lo más probable era que haya sido una alucinación. Eso era lo último que Uma quería escuchar. No le gustaba en absoluto que Sandra tuviera esa impresión sobre ella. Uma realmente la apreciaba. Sandra le resultaba una mujer interesante en muchos aspectos. Desde hacía unos meses, la misma Sandra había notado que Uma la miraba de forma especial. Sin necesidad de palabras o de mayores indicios, se había dado cuenta de que Uma tenía un especial interés por ella. Se daba cuenta por la forma en que la miraba, el modo en que le hablaba. Era evidente. Y Sandra sacaba el máximo provecho de ello para conseguir todo lo que quería. Aún después de la desaparición de Luz, seguía aprovechando esa ventaja para obtener favores de Uma.

A las 13.15hs se reunieron en la puerta del ascensor. Bajaron hasta la planta baja del edificio, donde había dos restaurantes con opciones para celíacos (Uma no toleraba el gluten). En el ascensor, ninguna hizo el menor comentario. Uma sabía que era inútil volver a hablar del tema de Luz (al menos, el día de hoy). Tendría que hacer un esfuerzo para no pensar en eso. La carga que sentía por lo del viernes, de pronto, se había vuelto más pesada. Ahora tenía la sensación de que no había nadie en el mundo con quien pudiera compartir lo que le había pasado. No tenía forma de saber si había sido real o no.

Como el día estaba bastante agradable, decidieron sentarse en las mesas de afuera. Eligieron una en las que daba el sol (por suerte hoy no hacía tanto calor). La camarera les trajo la carta y les preguntó qué pedirían para beber. Las dos respondieron lo mismo: agua mineral, a temperatura ambiente. Luego fueron a la sección de ensaladas del menú, para ver si habían cambiado alguna de las opciones. Ninguna novedad. Las mismas cinco ensaladas de siempre. Uma pidió una “Ensalada de la Huerta” y Sandra, una “Ensalada Primaveral”.

-Bueno, tú me dirás -dijo Sandra, para abrir la conversación.

-Quería conversar unos asuntos pendientes. Tiene que ver con las conversaciones que estábamos teniendo con Víctor, de Elenar.

-Sí, Víctor.

-¿Has hablado con él últimamente?

-Eh... sí. He hablado.

-¿Cuándo? -quiso saber Uma.

-Mmm... la semana pasada, si no me equivoco.

-Okay, no importa tanto el día o la semana. Lo que nos interesa es mantenernos en contacto.

-Bien -dijo Sandra-. ¿Por alguna razón en particular?

-Por lo de siempre, mantener un buen vínculo.

-Entiendo... entonces, es solo por eso. Nada más, ¿verdad? -insistió Sandra.

-Este... puede ser que haya algo más.

-¿Quieres contarme? Solo si consideras que puedes confiarme lo que hablaron. Si crees que puede ayudarme en algún sentido a hacer mejor mi trabajo.

-Y... es posible que tenga que ver.

-Como quieras... si quieres contarme, soy todo oídos.

-No tengo demasiado para contarte en ese sentido. Con Luz estábamos atenta a los movimientos de Víctor. Al ser nuestro competidor directo, queríamos asegurarnos de que estuviera jugando limpio.

-No sé si entiendo. ¿A qué te refieres con “asegurarnos de que estuviera jugando limpio”?

-A eso. Que no esté haciendo nada raro.

-¿Raro? ¿Raro, como qué?

-Tú me entiendes.

-Perdona, Uma, pero no lo entiendo.

-Okay, no importa en este momento. Luego, si tenemos más información te diré todo con lujo de detalles. En este momento creo que no suma demasiado.

-Bueno... como prefieras.

La camarera le trajo las dos ensaladas y les deseó buen provecho. Mientras daba los primeros bocados de su ensalada, Sandra se preguntaba por qué Uma no terminaba de confiar en ella. Le daba la sensación de que siempre había algo que se terminaba guardando. Que no compartía con ella toda la información que tenía. Tal vez necesitaba hacer algo para que Uma bajara un poco más la barrera que había levantado. Una vez terminaron de almorzar -mientras caminaban de regreso a sus oficinas-, Sandra elogió a Uma por el vestido que tenía puesto. Sabía que eso nunca fallaba. Siempre que necesitaba ganar un poco de terreno y obtener algo de confianza de parte de Uma, los elogios y piropos le daban buenos resultados. Uma no tenía forma de darse cuenta de que todo era una farsa. En esas ocasiones se sentía como una reina, al punto de pensar en invitar a Sandra a una cita. Más de una vez lo había considerado, pero nunca había llegado a animarse. El miedo a que la rechazara era demasiado grande. Por eso, de momento prefería mantener todo tal como estaba.

Subieron por el ascensor, en completo silencio. Uma miraba la figura de Sandra, reflejada en uno de los cuatro espejos. En el piso 12 y en el 14 subieron otras dos personas. Al llegar al piso 32 Uma le dijo a Sandra:

-Hoy tengo una tarde muy cargada. Si necesitan algo con urgencia, te pido por favor esperen hasta la tarde. A eso de las 4 abriré la puerta de la oficina.

-Okay, como tú digas.

Cuando necesitaba pedirles a los demás que la dejaran trabajar completamente a solas y sin interrupciones, simplemente les decía que ese día tendría la “puerta cerrada”. Era una forma clara de mostrarles si estaba o no estaba disponible para conversar sobre algún asunto en particular. En sus horas a solas Uma solía desconectar el teléfono de la oficina y poner su celular en modo avión. De esa manera podía concentrarse al máximo en los asuntos que debía resolver. En estas últimas semanas, esa estrategia le había dado excelentes resultados. Todos los días necesitaba contar con al menos un par de horas a solas para poder completar las tareas más demandantes. Y, para evitar interrupciones indeseadas, se aseguraba de cerrar la puerta con llave. De esa forma no había modo de que alguien la interrumpiera en medio del trabajo.

Mientras organizaba los papeles necesarios para comenzar con las tareas de la tarde, pensaba: “Sandra es bárbara. Responsable, amable y respetuosa. Creo que el único defecto que tiene es que a veces se le da por hacer muchas preguntas. Pregunta más de lo necesario. Tal vez porque es una chica muy curiosa. La gente curiosa es de hacer muchas preguntas”. Para evitar distraerse con lo que sucedía afuera, entornó la cortina blackout y prendió la lámpara de su escritorio. Prefería trabajar con luz artificial antes que tener que vencer la tentación de levantarse a cada rato a dar un vistazo por la ventana. La vista era demasiado atractiva como para no hacerlo. Por eso, mejor cerrar las cortinas y concentrarse en lo que había que hacer.

En la hora del almuerzo habían ingresado unos 10 e-mails nuevos. “No voy a ponerme a leer esto ahora”, se dijo a sí misma, en voz alta. “La gente cree que soy una máquina de responder correos. Deben pensar que responder e-mails es el propósito de mi vida”.

-Es parte del trabajo, Uma -dijo una voz, que le sonó conocida-. ¿Por qué te quejas?

Era Luz. Otra vez se había manifestado en la oficina en forma de ángel. En ese instante, Uma se dio cuenta: Luz aparecía en ambientes oscuros que le resultaban familiares. En este momento, la oficina estaba bastante oscura (con la única excepción del escritorio, iluminado por la lámpara de mesa). Uma la observó unos segundos y luego volvió a lo que estaba haciendo. Quería ver qué sucedía si la ignoraba durante un par de minutos. ¿Qué pasaría si hacía de cuenta como si no hubiera escuchado nada? Tenía la necesidad de hacer la prueba, por lo que siguió trabajando durante 2 o 3 minutos. No volvió a escuchar la voz, pero cuando volvió a levantar la vista del escritorio allí estaba: en la misma posición en que la había visto cuando le dijo “¿por qué te quejas?”. Uma la miró fijamente y le dijo:

-No existes. Eres un producto de mi mente. Lárgate.

-¿Que “no existo”? Si no existo entonces no hay necesidad de que me largue. ¿Por qué debería irme a cualquier lado, si no existo?

-No te oigo. No oigo nada de lo que dices.

-¿Seguro que no me oyes? -preguntó Luz, de forma provocadora.

-Sigue hablando si quieres, pero yo no te escucho.

-Vamos, Uma. Las dos sabemos que no es verdad. Las dos sabemos muy bien que sí existo. Soy tan real como tú. La única diferencia es que no tengo un cuerpo físico. Pero existir, existo.

-Sandra me dijo que no eres más que una alucinación. No quiero que piense que me estoy volviendo loca -dijo Uma.

-¿Y a quién le importa lo que piense Sandra?

-A mí me importa. A mí sí me importa.

Luz la miró con profundidad y esbozó una sonrisa. Hacía tiempo que intuía que Uma tenía un especial interés por Sandra. La respuesta que le acababa de dar no hacía más que confirmarlo.

-Perdón, no quise decirlo de ese modo. Lo que quiero decir...

-A ver, dime. ¿Qué quieres decir?

-Nada... solo que tengas cuidado con Sandra.

-¿Por qué tengo que tener cuidado con ella? ¿Qué puede ocurrir?

-He visto cosas sospechosas últimamente...

-Por favor, Luz... era tu mano derecha.

-Discúlpame, pero ya no me llamo Luz. Luz está muerta.

-¿Ah, no? No me digas que ahora tienes un nombre de fantasma y todo.

-Llámame “Elektra”.

-¿Como la empresa?

-Sí.

-Okay... suena a nombre de diosa o de superhéroe. “Elektra”.

-Bueno... supongo que a nadie le importará demasiado.

-¿Quién más sabe de tu nueva existencia? Así, en forma de ángel o lo que sea.

-Mira tú, ¿de pronto ahora parece que ya no soy producto de tu imaginación?

-Bueno, no importa. Responde mi pregunta -le exigió Uma.

-Solo tú. Por ahora eres la única persona.

Eso fue lo último que le dijo. Luego, desapareció de forma instantánea; tal como había llegado. Uma se dio cuenta de que eran las 2 y media de la tarde. Aunque tenía la puerta cerrada, la gente probablemente la había escuchado hablar a solas. “Bueno, si alguien me pregunta puedo decirles que estaba hablando por teléfono. Mientras esté la puerta cerrada con llave, no hay peligro de que nadie piense nada raro”. Cada vez se convencía más de que esto no era una alucinación. Era tan real como el resto de la gente que veía en el mundo. Y eso la aterraba.