![]() | ![]() |
Hacía ya al menos dos años que los medios habían empezado con lo de “la nueva Tesla”. Fue poco después de que Luz contara públicamente que tenía planeado presentar el proyecto “Enlighten”, para abastecer a todo el mundo de energía eléctrica gratuita. Los sitios de noticias online enseguida hicieron la comparación entre Nikola Tesla y Luz Mendizábal. En sus apariciones públicas, la gente le preguntaba a Luz si estaba intentando imitar o copiar a Tesla. Su respuesta solía ser: “Tesla fue uno de los genios más grandes sobre la Tierra. Es una gran inspiración, como cualquier otro grande científico. Nuestro proyecto, sin embargo, no tiene nada que ver con lo que él quería hacer. No le restamos mérito a las ideas de Tesla, pero me parece un disparate que ahora digan que queremos imitarlo. Son cosas totalmente distintas”. La gente bromeaba con su nombre (Luz) y su proyecto filantrópico. Mientras estuvo a cargo de la empresa, para ella era algo normal. Por su nivel de popularidad, estaba acostumbrada a que la gente hiciera chistes o se burlara de ella. Jamás se lo tomaba como algo personal.
Ahora que Luz ya no estaba a cargo de la compañía, el proyecto “Enlighten” probablemente perdería algo de fuerza. Elenar -la competencia directa de Elektra- era la principal empresa interesada en que el proyecto fracase. Tener que competir en el mercado energético contra Elektra ya era un desafío suficiente. Si el proyecto “Enlighten” llegaba a tener éxito sería el fin para cualquier empresa que quisiera seguir vendiendo electricidad. Se terminaría el mercado. Nadie compraría energía eléctrica porque sería gratuita para todo el mundo. Víctor -el CEO de Elenar- era muy consciente de eso. De ninguna forma podía permitir que ese proyecto salga adelante. Si llegaba a ingresar siquiera en una fase de testeo ya sería demasiado tarde para reparar las consecuencias. Por eso, necesitaban tomar acción lo antes posible.
Las manifestaciones y protestas en contra de Elektra fueron los primeros intentos de Víctor con el objetivo de desacreditar a la empresa. Reunía a un grupo de gente que estaba dispuesta a hacer el trabajo a cambio de dinero y luego les pagaba. Eran marchas y protestas ficticias, basadas en puras mentiras. Ninguna de las personas que participaban habían tenido el menor problema con los productos de Elektra. Nadie había tenido accidentes o problemas domésticos por usar los paneles solares. Sin embargo, en las protestas decían todo lo contrario. Inventaban historias de tragedias, incendios y otros desastres producidos por desperfectos técnicos con los productos de Elektra. Víctor confiaba en que, con el tiempo, eso terminaría teniendo un impacto cada vez más grande en el mercado de la energía eléctrica. Lo cierto es que la opinión pública seguía siendo muy importante, al punto de asegurar el éxito o el fracaso de una compañía durante años o décadas enteras.
Durante los últimos dos años Víctor lideró todas las campañas en contra de Elektra. Por supuesto, nadie sabía que era él quien financiaba todas las marchas y protestas, los testimonios fraudulentos de la gente. Los pagos se hacían a través de intermediarios, en circunstancias muy informales. Las reuniones se convocaban a través de grupos secretos en redes sociales. Y, como los pagos que ofrecían eran muy generosos, la gente seguía participando en marchas y protestas, mes tras mes. La verdad es que había tan poco trabajo que la gente estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para ganar algo de dinero. La crisis se sentía fuertemente no solo en España, sino también en el resto de Europa. Las empresas cada vez contrataban menos empleados. El nuevo negocio consistía en contratar a un puñado de personas muy bien preparadas que eran capaces de automatizar decenas de operaciones. Poco a poco, empezaron a automatizarse muchas tareas de atención al cliente y de administración. Fue entonces cuando comenzaron los despidos masivos.
La gente que se quedaba sin trabajo buscaba el modo de crear un sustento independiente, pero solo unos pocos tenían éxito. Aunque era bastante común ganar dinero por Internet -ya sea vendiendo productos, ofreciendo servicios o a través de una start-up-, la mayoría de la gente no contaba con la preparación mínima necesaria para iniciar su propio negocio. Todos querían generar ingresos de forma autónoma, pero no sabían por dónde empezar. Incluso gran parte de los que tenían los conocimientos necesarios, carecían de la motivación para hacer el cambio. En el fondo, querían seguir trabajando para una empresa. El problema era que cada vez era más difícil. La competencia era tremenda y las propuestas de trabajo no eran de lo mejor. Los que lograban ser contratados no sabían por cuánto tiempo trabajarían en la empresa, y debían cuidarse de forma permanente de no cometer errores. La menor equivocación podía convertirse en la excusa perfecta para despedir a un empleado.
Lo que ofrecía Víctor, por otra parte, no era nada extraordinario. Sin embargo, para aquellos que se habían quedado sin trabajo, era más que suficiente. Les ofrecía un ingreso más o menos constante y les evitaba la necesidad de tener que crear algo de forma independiente. La gente que trabajaba para Víctor en su campaña en contra de Elektra al menos tenía lo mínimo para subsistir. Y si para ello tenían que sacrificar su integridad no les importaba; estaban dispuestos a hacerlo. Publicar comentarios falsos y participar en protestas basadas en mentiras no era algo de lo que la gente pudiera sentirse orgullosa. Así y todo, Víctor había logrado que la gente que participaba en la campaña se sintiera parte de un grupo común. A pesar de que nadie admitía abiertamente que trabajaba para Víctor, cada uno sabía quiénes trabajaban para él en su barrio o ciudad. Víctor se había asegurado de que las personas que contrataba para su campaña difamatoria estuvieran conectadas entre sí. Quería lograr un sentimiento de comunidad entre ellos, aunque lo que tuvieran en común no fuera más que el engaño y la mentira. Las mismas redes sociales también les servían para mantenerse conectados y para intercambiar información. Algunos habían hecho muy buenos amigos y hasta habían conseguido pareja a través de estos grupos. El trabajo que hacían para Víctor ciertamente no era honrado. Estaba en el límite del robo, la estafa y el engaño. Pero nadie se refería a la actividad que hacían en esos términos. Ellos simplemente se definían como “comunicadores sociales”. Eran los encargados de expresar el descontento de la gente, a través de redes sociales o de protestas en la calle. Según ellos, eran “la voz de todos los que habían tenido problemas con los servicios de Elektra”. Eso les ayudaba a creer que estaban haciendo algo importante (aunque en el fondo supieran que todo no era más que un engaño).
La mayoría estaba desde los inicios de la campaña. Empezaban con la idea de que sería algo temporal, de apenas un par de semanas o un mes. Pero las semanas iban pasando, el primer mes y luego el segundo. Cuando se querían acordar, hacía ya un año que seguían haciendo el mismo trabajo. Fue entonces cuando muchos se dieron cuenta de que -si querían continuar haciéndolo- podía ser como un trabajo normal. No era algo temporal y les ofrecía un buen ingreso mensual. Algunos, sin embargo, empezaron a preocuparse. Pensaron: “Esto no va a durar para siempre. En algún momento esta campaña va a llegar a su fin. Elektra terminará ganando la batalla o puede que a Víctor se le termine el presupuesto para pagarnos. Cuando esto se termine, ¿qué pasará con nosotros?”. Nadie se animaba a preguntárselo directamente a sus jefes, pero era una pregunta que estaba en el aire. De algún modo, sentían que si la campaña tenía éxito se quedarían sin trabajo. Tal vez, de una semana para la otra. Tal como los habían llamado para participar de la campaña volverían a llamarlos, pero para decirles que ya no los necesitaban. Que les agradecían mucho por todo lo que habían hecho, pero que ya no era necesario continuar. Ese era el miedo de los que trabajaban en las campañas contra Elektra. La incertidumbre de no saber por cuánto tiempo tendrían trabajo.
Los más previsores empezaron a buscar otras posibilidades de trabajo, en caso de que Víctor ya no los necesitara. Como habían acumulado experiencia en la industria de la mentira y del engaño, pensaron que lo más sensato era continuar haciendo más de lo mismo. Buscaron los nombres de otras empresas que podían llegar a necesitar sus servicios. De esa forma estaban preparados para seguir trabajando en algo similar, en caso de que Víctor decidiera terminar la “relación laboral”. Por el momento, las campañas estaban funcionando de maravillas. Los medios seguían cubriendo las protestas que se hacían en la vía pública, maravillados por la persistencia de las personas que se movilizaban. Nadie podía imaginar que todos los manifestantes recibían dinero a cambio de lo que hacían.
A la hora de convocar gente para su campaña contra Elektra, Víctor ponía muy pocos límites. Los empleados más jóvenes tenían 14 años y trabajaban desde sus propias casas con su computadora. Se movían con mucha facilidad en redes sociales, y eran expertos en crear publicaciones virales. Como muchos escribían con errores de ortografía, antes de publicar los comentarios un sistema automatizado chequeaba la escritura y la corregía en el momento. Para participar de las campañas online ni siquiera era necesario escribir correctamente. A la hora de los pagos, a los adolescentes por lo general les pagaban con suscripciones o tarjetas de compra para ser usadas en tiendas online. De acuerdo a la cantidad de comentarios o actualizaciones de estado publicadas, así sería el pago semanal. Los mayores de 18 años tenían la opción de cobrar con tarjetas de compra o con Bitcoins. Ese era el sistema más seguro para mantener el anonimato en todas las operaciones. Como era un trabajo informal -e ilegal-, no era posible hacer pagos de transacciones por los medios tradicionales. Pero eso era lo de menos. Una vez que la gente cobraba el dinero, luego encontraban la forma de hacer las operaciones necesarias para convertir las tarjetas de compra (o los Bitcoins) en euros.
La campaña de Víctor no surgió de la nada. Tenía motivos de sobra para atacar a Elektra y a las otras compañías de energía renovable. Durante los últimos cinco años, Elenar había triplicado sus precios. La gente había empezado a quejarse y muchos consideraban pasarse a las empresas de energía solar. Aunque las energías renovables eran una fuerte tendencia, la mayoría de la gente aún prefería seguir usando servicios tradicionales. Después de los aumentos, sin embargo, los intereses de Elenar empezaron a verse amenazados. La gente estaba pagando fortunas para poder usar luz eléctrica en sus casas durante unas pocas horas cada día (entre las 7 de la tarde y la medianoche). Las empresas y la gente que trabajaba en sus casas tenían que solicitar permisos especiales para poder usar luz eléctrica por la mañana y por la tarde. Era una situación poco práctica e inconveniente, pero la gente se había terminado acostumbrando. Aunque no les gustaba en lo absoluto, eso les resultaba más cómodo que cambiar a un tipo de tecnología totalmente nueva que ni siquiera conocían. Por otra parte, en todas partes se decía que la energía solar hacía daño a la salud y generaba decenas de problemas a nivel ambiental. “Elektra ofrece energía eléctrica gratuita, pero ¿a qué costo?”, solía decir Víctor en las entrevistas. “Todos saben que los paneles solares traen un sinfín de problemas. ¿Quién quiere energía gratuita si luego tendrá que pagar una fortuna para curarse de los problemas y enfermedades generados por los paneles solares? ¿Qué precio tiene nuestra salud? No voy a usar su energía solo porque la ofrezcan de forma gratuita. Gracias. Prefiero informarme y usar servicios que no atentan contra mi salud”.
La combinación de los testimonios engañosos más las palabras de Víctor y otros empresarios tuvo un efecto muy grande sobre la opinión pública en general. El gobierno de España, mientras tanto, evitaba pronunciarse a favor o en contra de Elektra. Sabían que una buena parte de las acusaciones no estaban basadas en evidencias concretas, pero, así y todo, no podían decir públicamente que los ataques eran infundados. Debían manejarse con prudencia y contar con la versión oficial por parte de Elektra. Hacía un año ya que Elektra había hecho una demanda para evitar que la gente continuara con la campaña de desprestigio. Pero había mucha burocracia de por medio. La empresa no tenía métodos efectivos para probar que las acusaciones eran falsas. Por otra parte, como las protestas estaban repartidas a lo largo y a lo ancho del país, el juez a cargo de la causa cada vez dudaba más de la inocencia de la empresa. Todo parecía indicar que Elektra efectivamente fabricaba productos defectuosos. Aunque intentara defenderse y demostrar lo contrario de una y mil formas.
––––––––
La llegada de Sandra a la compañía no fue casual. Hacía varios años ya que Víctor intentaba infiltrar a alguien en Elektra. Le había costado mucho, pero finalmente lo había logrado. Sandra era tan discreta que nadie hubiera podido imaginar que trabajaba para Víctor. Durante las semanas previas a su contratación como asistente principal de Luz, el personal de Elektra se había asegurado de analizar su perfil en profundidad. No podían contratar a cualquier persona para un puesto tan importante, con acceso a tanta información personal sobre la dueña de la empresa. Pero Sandra había limpiado cualquier registro, cualquier evidencia que la conectara a Víctor. Fue así como -después de pasar todas las entrevistas- empezó a trabajar en la compañía. Desde que entró a Elektra -y durante todo un año- tuvo dos trabajos: asistente personal de Luz, y espía a sueldo contratada por Víctor. Para Sandra era sumamente conveniente. Trabajaba en una sola oficina y cobraba un sueldo doble, por trabajar y por espiar.
Según lo que habían acordado, una vez por semana ella le enviaba a Víctor un reporte con todas las novedades. Allí debía incluir todos los detalles de la empresa (incluyendo finanzas, infraestructura y futuros proyectos). Durante un año entero, cuatro veces al mes Sandra enviaba los informes. Ahora que Luz ya no estaba al frente de la compañía, debía buscar un modo alternativo para acceder a cierto tipo de información. Desde que Uma estaba al frente de la empresa, se había negado a tener una asistente personal. En las últimas semanas, Sandra le había ofrecido continuar trabajando para ella con las mismas tareas que hacía cuando acompañaba a Luz, pero Uma la rechazó con amabilidad. Le dijo que -por el momento- prefería arreglar todo por su cuenta. Luego, si necesitaba ayuda tal vez le avisaría.
La última vez que hablaron por teléfono, Víctor le dijo que debía intentar acercarse a Uma:
-Venías haciendo un muy buen trabajo con los informes, Sandra. Sería una pena que no puedas continuar con tus reportes.
-Lo sé, yo también quiero seguir haciéndolo -le dijo Sandra-. Pero ahora todo es distinto. Uma ya me ha dicho que no quiere que la ayude como la ayudaba a Luz. Creo que sospecha algo.
-¿No será que tiene algo contra ti? ¿No será que no le caes bien? -preguntó Víctor.
-No... estoy segura de que no es eso. Tiene que ser otra cosa.
-¿Cómo estás tan segura?
-Me doy cuenta. Las mujeres nos damos cuenta de eso enseguida. Ella tiene afinidad conmigo. De hecho, creo que tiene bastante afinidad. Más de la que me esperaba...
-¿A qué te refieres?
-Creo que le gusto o algo así.
-¿De veras? -preguntó Víctor, sorprendido.
-Bueno, al menos me da esa sensación.
-En ese caso, más a nuestro favor. Debes aprovechar eso al máximo. Es la excusa perfecta para acercarte.
-Mmm... pero, ¿qué hago si se confunde?
-¿”Si se confunde”? ¿Por qué habría de confundirse?
-Digo... si cree que yo también estoy interesada en ella -respondió Sandra.
-No lo compliques, Sandra. No te preocupes antes de tiempo. Si te acercas un poco más a Uma, tengo un incentivo extra en dinero.
-¿De cuánto estaríamos hablando?
-¿Qué tal un 20% adicional, sobre lo que ya estás cobrando?
-Un 25%.
-Un 20% es suficiente -dijo Víctor.
-Okay, tomo el 20%.
Si bien Sandra nunca había tenido problemas en engañar y estafar a la gente (tenía experiencia de sobra en ello), cuando se trataba de sentimientos y emociones no se sentía tan cómoda. Opinaba que había un límite entre lo que podía y lo que no podía hacer, y ese límite estaba justamente definido por el interés amoroso. No le parecía del todo bien jugar con los sentimientos de otras personas. Había una parte suya que le decía que esto que Víctor le pedía no era correcto. Sentía que no estaba bien aprovecharse de los sentimientos de Uma para intentar acercarse a ella, con el único objetivo de obtener más información sobre la compañía. Pensaba en cómo se sentiría ella si otra persona le hiciera algo parecido. “Sin dudas, no me gustaría en absoluto. Me sentiría usada, como si fuera un objeto”, pensó Sandra. “Sé que lo que he hecho este último año en la empresa no está bien, pero no había sentimientos en juego. Solo se trataba de números. Cifras y dinero. Nadie podía llegar a salir lastimado. Pero ahora, ahora es distinto. Si Uma se llega a enterar de que quiero acercarme a ella solo por interés, no le gustará nada”. Sandra tenía razones suficientes para no avanzar y rechazar el pedido de Víctor. Podía ponerle sus propios límites, pero su ambición de dinero era muy poderosa. Cuando alguien le ofrecía una oportunidad de ganar más, le resultaba muy difícil decir que no. Incluso si eso significaba tener que ir en contra de sus propios principios.