Fabulosa realidad
Observo a Domingo abandonando su cuarto, con sigilo de estudiante en fuga. Ya sé quién lo espera. Lana abre la puerta y le muestra una pierna desnuda, a modo de atracción lúbrica. El falso héroe se encierra con ella y, al instante, los jadeos me expulsan. Evocan lo que no soy.
ManFredo duerme.
Del otro lado del pasillo, Yedra se masajea la pantorrilla, adormecida por la edad y la mala circulación.
Algo parecido a la tristeza me inunda. Nunca imaginé que mi ausencia fuera a notarse tan poco.
El único cambio visible que se ha producido es que ya nadie quiere salir al patio. La bandera se va a desteñir. Quedará colgando mustia, como un calcetín olvidado en una soga.
La Patria se oscurece.