Dos días muerta

Virginal estado el mío. Al desconcierto inicial le ha seguido una especie de súper objetividad alucinada.

Al estar privada del cuerpo, soy conciencia pura. No hay filtro para mí. Me siento liberada de la culpa, del amor, de mis dolores de espalda. Me detengo a sentir cualquier cosa. Estoy a un costado de la realidad y es tan dulce no participar, ser testigo.

Paso a transcribir lo que he bautizado «Vigilia paranoica o poesía post mórtem», aún no me decido por el título.

Textos escritos en el aire:

Después de un cuarto de hora muerto, las bromas pierden gracia. La fanfarria se oscurece, se enturbia. Cuando se retira la fantasía, sólo queda el infierno. La risa puede ser áspera.

Hombres sin sabor en la boca, en la nuca, en la carcajada. Así son los que he conocido. Laberintos sin atracción ni gravedad. Mi marido era un fósil viviente y mis hijos, porciones de materia sin interés ontológico.

Curioso esperpento la mariposa nocturna. Leve e instantánea, lanza su mirada circular, arde y se termina. Como un milagro de muerte, tiene el don de la ausencia. Evoca imágenes breves, aspira frío y exhala fuego. Es como yo. Sin otro gozo que los sentidos.

Cuando la ira se somete al pensamiento, no es más que una construcción sujeta por alfileres de palabras. El odio educado necesita liberarse y pasear su insolencia por la vida verdadera. Desnucarse contra un ser específico que le de valor.

Odiar sin antagonista visible es una pérdida. Una sed histérica, insaciable. Puro canibalismo vegetariano. Pero odiar sin cuerpo es un pecado por omisión: Lana, te odio.

Nada más repugnante que vivir signado por la casualidad, o por la causa/efecto. El mundo tiene una lógica que nos está vedada. Pretender el azar o la deducción es tomar el camino fácil de la locura. La demencia y la idiotez se parecen demasiado.

A pesar de la conciencia, cuando uno muere no puede escribir. Las palabras pierden sentido y se convierten en dibujos huecos. Sólo se puede hablar por ahí, por los rincones de la casa cuando está oscura.

Una bellísima soledad me toma de la mano y aprieta. La palabra es eterna.