Vilma se nos fue, discurso
¿Qué pensamos de la muerte? El horror. La línea que divide la realidad de lo que está afuera. La muerte se cae de cualquier cuerpo.
¿Cómo decirle adiós a una amiga sin pensar en el desamparo propio?
Con Vilma, se va un poco de mí. Y no más, porque tengo que seguir. Vilma fue mi mentora: una coleccionista de raza, aguda y ardiente. Capaz de resignar el amor por una compra. El arte manejó su cuerpo como un rey maniático a su plebe. Vilma hizo mucho por el panorama local. Trajo obra desconocida. Acercó Nueva York a nuestras pupilas salvajes.
¿Quién iba a imaginar que nos dejaría sin aviso? Todos. Se fue con esa decisión suya de siempre. Sin esperar aprobaciones.
¿Dónde sino en la Tate podrían terminar sus cenizas? Viajarán conmigo. James Packard hará una performance con sus restos. Un cuerpo en el suelo, una reconstrucción de la silueta de Vilma. Arte contra Muerte, la gran batalla. El índice de James dibujará a la coleccionista. A un costado, el público dejará los zapatos. Caminaremos con los pies desnudos sobre ella. Make love with your feet: Echemos un polvo.
¿Qué pensamos de la muerte? Nada. No hay idea posible de lo que no importa. El mundo se acaba acá, a la altura del corazón. Lo demás es puro verso.
¿Para qué llorar, si existe la sutileza?
Adelante con el champán. Aplaudan a la Cohen y no olviden jamás su nombre.
Vilma, Vilma, Vilma.
Los invitados entran en un éxtasis imprevisto, arengados por la oratoria de Louise. Su elocuencia los ha liberado de pensar. La sonata de Hindemith desencadena la locura. Algunos brincan, otros resbalan y derraman sin querer alcohol en las alfombras. Una catarata de labios colapsa la mejilla dura de la anfitriona, acostumbrada a enterrar a los demás con destreza.
Lucrecia brinda con su señora y le brillan los lagrimales. No puede esconder su admiración incondicional.
Manfredo levanta su copa desde el otro extremo del living y después busca la boca de Louise para apretarla con un movimiento insolente. Ella lo aparta con frialdad.
—Ahora no, querido. Hay gente.
Yo solo deseo que todo termine. He bebido demasiado y la mirada criminal es indisimulable. Un deseo ardiente de degollar al primero que se me cruce atenaza mis manos. Pero la risa chupa el esqueleto entero. No puedo disimular la sensación de comicidad que me producen estas cosas.
Los amigos de Vilma parecen muy exaltados, aspiran cocaína en cada mesita, quizá después sigan con ella. Pálida y abstraída del jolgorio, la vieja se hunde cada vez más en la cama. Sólo queda un poco de rostro visible. El colchón va a deglutirla y nadie se dará cuenta.
Aprovecho el movimiento ajeno para dejar un regalo retrasado: el video de Lucrecia y Manfredo bajo la almohada de Louise.