Operación masacre
Tras horas de incertidumbre, apareció Umpiérrez con expresión de plomo. La maniobra no había resultado como esperábamos.
—Al comprimir a los siameses en uno sucedió algo imprevisto —confesó el doctor—. La materia gris estaba muy comprometida. Se puede operar un miembro, pero las ideas son difíciles de situar. ¿Quién es dueño de qué? ¿Cómo extirpar un pensamiento? ¿Quién soñó qué cosa, dónde duermen los recuerdos? Encontramos ideas ajenas también, y no sabíamos si conservarlas o hacer un descarte masivo. Uno de los chicos era buen lector. Hallamos párrafos enteros de las Metamorfosis de Ovidio. Entiéndame bien, una cosa es el objeto cerebro y otra muy distinta el conocimiento. En este caso, se suma la complejidad del doble. Tal vez nos excedimos, pero al dejar algunos recuerdos inútiles que estaban muy arraigados perdimos capítulos enteros.
—Pero ¿la operación salió bien? —dije, cansada.
—Sí. Aunque debo advertirles. ManFredo ahora tiene tres hemisferios. Dos izquierdos y un derecho. O quizás, dos derechos y un izquierdo. Con el tiempo nos daremos cuenta, según la naturaleza de sus actos. Es posible que se interese por las artes o por su opuesto, la decencia. Habrá que esperar.
—¿Cómo? —dijo el Coronel anonadado.
—El pedazo de cerebro incompleto es parásito del otro. No me pregunten cuál. Ni ellos se darán cuenta. La boca les cambiará de dueño. De cerca, uno podrá reconocerlos. Hasta por el aliento. Pero de lejos, parecerán una gran cabeza.
—Qué horror.
—Con un buen sombrero se arregla. Al menos no llamará tanto la atención como antes.
—¿O sea que Man vive? —apunté yo.
—Efectivamente. En el cerebro de su hermano. O viceversa.
—Qué alegría. Me siento menos culpable.
—Parecen tres gajos de una mandarina —dijo Yedra cuando volvimos a casa.
Nadie se rio.