Las anotaciones del Coronel
1. Lana a cuerda
Está quedando muy bien. Ya no parece un mendrugo de madera. El reloj invertido que la mueve le ha infundido cierto aire de misterio. Es como un recuerdo materializado. Su cara, insondable.
Al verla me siento completo.
Para su primera presentación, voy a citar a todos en el comedor (a todos menos a Aurora). A una señal, Yedra apagará la luz y Lana hará su baile de ritmo libre.
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Aprovechando una salida de mi esposa, realicé la primera presentación. ManFredo se sentó en el sillón beige. Una cortina se abrió y Lana comenzó a bailar. Era una síntesis poderosa de mujer y caja de resonancias. En su cuerpo se apretaban varias verdades metafísicas, empezando por el principio del ser, la abstracción de las ideas y la potencia de la música. Le chirriaba el espíritu, animado por su movimiento mecánico.
Sabe abrir y cerrar la boca prescindiendo de las palabras. Ningún paso está librado al azar, su eje modifica y sorprende. Boca abajo, o erguida sobre una pierna, hace coincidir el peso de su cuerpo con un silabeo impredecible.
ManFredo quedó absorto frente a la sabiduría física de ella. Por un momento consiguió olvidarse de sí mismo. La contemplación de la mujer vacía nos libera.
Yo me dejé llevar por el deseo de trascendencia. Contemplando a Lana, se accede a una forma instantánea de inmortalidad. Se eleva uno y vence al tiempo.
Sin embargo, la presentación terminó su número con un golpe seco. Nadie aplaudía. Se activó sorpresivamente el despertador y la cuerda giró loca. Tuve que retirarla de urgencia.
Quedará en observación una semana.
2. Lana a pedal
Este nuevo prototipo me tiene entusiasmado. Hace horas que no ingiero líquidos. El cuartito de revelados se ha convertido en mi refugio. Esta locura me salva. Aurora sigue su rutina de humillaciones y quejas. Dice que en el Comité la quieren más que en casa. Tiene razón esta vez.
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Emulando el obturador a distancia, he instalado en Lana un cable que termina en la máquina de coser de Yedra. Cuando oprimo los pedales, ella se enciende. Sin embargo, la limitación del cableado ha terminado por desanimarme. Y no quiero pedirle nada prestado a mi prima. Después se equivoca.
Antes de modificarla, me saqué una foto con Lana. Conseguí un papel de tintes acuáticos y una chalina celeste en el Mercado de Pulgas. Parecíamos dos amantes en una pecera tibia. Le besé los pezones. Después lo llamé a ManFredo. Posó como un profesional.
3. Lana nueve voltios
Además de modificar su estructura (introduje rótulas de baquelita en codos, rodillas, cuello y tobillos), he optado por deshacerme de la esponja vegetal y el papel engomado. La lluvia la hinchó. La he sustituido por esponja sintética: aunque se moje, no engorda. Sólo se pondría más pesada. Rehíce algunos detalles en goma laca y cambié sus pupilas. He conseguido unos ojos de cristal en la óptica, bastante similares a los del original. Azul grisáceo.
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La batería le da una utilidad de dos horas. Mientras Aurora duerme, nosotros nos miramos. Hice unas fotos junto al mástil. En un descuido, Yedra se la llevó sin darme tiempo a reaccionar. La arrastró hasta el cuartito. En el trayecto, se miraron. Yedra le extrajo la batería del tórax y la otra dejó de ser. La abandonó junto a la mesa de trabajo y cerró la puerta. Le pegué una cachetada sin pensar. A Yedra. Corrí hacia mi criatura, la besé mientras le colocaba la batería. Sentí el temblor de su principio.
4. Lana solar
Afortunadamente, Aurora pasa todo el día en el hospital. Están de colecta. Lo importante es que su ausencia me da tiempo para ser feliz.
El episodio con Yedra me dio la idea de instalar doble batería en Lana. Pero después decidí modificar radicalmente el sistema. Le he confeccionado un vestido de material fotovoltaico. Una mezcla de polipropileno, resistente a los rayos del sol, a la oxidación y a la electrólisis, que mantenga su elasticidad aún en condiciones climáticas adversas.
Durante las horas de sol, la cargo en la ventana. A veces salimos al patio y damos una vueltita, juntos. Estas salidas me animaron a enseñarle a cantar «You belong to my heart», a dúo.
Anoche, susurrábamos el estribillo cuando apareció Yedra. Pero antes de que hiciera nada, la aleccioné metiéndola en la cocina y trabándole la puerta. Para que se sosiegue y entienda. No quiero que toque a mi Lana. Se lo prohíbo. Ella me mira como a un viejo loco, pero no importa. La moral me da risa. Es síntoma de mediocridad.
5. Lana carne
(aún sin forma)