Diario íntimo de Man (Prohibida su lectura)
Viernes 22
Jornada sexual
10:00
Le pedí a Fredo que nos vendemos los ojos:
—No quiero ver tu felicidad.
—¿Y yo, cómo la veo?
A las siete y media está prevista la llegada de la contratada ardiente. Yedra se retiró después de lavar los platos del mediodía. El Coronel se encerró en su cuartito. Mamá se fue a tomar la presión para presionarnos. Dice que le vamos a explotar el corazón.
—Estás temblando —se burló Fredo—. Cuando llegue la chica, quedate mudo. Creo que después de esta experiencia, voy a ser mejor persona.
—Ya veremos.
Decido ponerme un parche en el ojo izquierdo, para ocultar aunque sea parcialmente mi vergüenza.
20:04
Ahí está la señorita tocando el timbre. La espiamos sin que lo note. Es joven y no se parece en nada a la chica de la foto. Parece inexperta. Se pinta en el umbral con un rouge pastoso color ciruela. Es renga.
Fredo pone una música melosa para recibirla y se perfuma de más. Yo apago las luces y voy a oscuras hacia ella, con el ojo ciego y el alma agitada. Después, todo sucede a una velocidad infernal.
—Buenas noches.
—Qué oscuro está.
—Es por los nervios.
—¿Quién habló?
—Mi hermano.
—Dónde está.
—¿Qué sos, periodista?
—Les va a salir más caro. Si son dos es otro precio.
—Yo no quiero nada.
—Callate, Man.
—Déjelo, pobre. ¿Es voyeur?
—No, argentino.
—¿Tendrán una aspirina? Me duele la cabeza.
—No.
—Yo tengo.
—¿Por qué se ocultan? ¿Me tienen miedo?
—A vos no, me da miedo el asco de verlo a él con vos.
—Y por qué se queda.
—Desnudate.
—Hace frío.
—Prendele la estufa, Fredo.
—¡No me digas lo que tengo que hacer!
—¿Cómo se llama? El otro.
—Man. Y vos.
—Norma.
—Qué raro. Soy parte de tu nombre.
—¿Por?
—Nor Ma. Estoy ahí, pero desarmado.
—Mostrame algo, piba. No viniste a hablar.
—¿Está todo bien?
—Sí, papá. ¿Te podés ir? Te escucho respirar detrás de la puerta.
—Hay fernet en el mueblecito.
—Chau, papá.
—¿Man?
—Qué, pa.
—Tomate un vasito también.
—No, no me gusta.
—Para entrar en calor.
—Me fijo.
—¿Te podés ir, papá? Y vos, qué haces.
—Quería besarla.
—¿Me doy vuelta un minuto y me pasan por encima?
—Fue ella. Es dulce.
—Vení acá.
—Ay.
—De rodillas.
—No le hables así.
—Está bien, estoy acostumbrada.
—Arrodíllese, por favor. Y después al modular, boca abajo.
Siento opresión en el pecho.
—El asunto no prospera, pasame el tubo.
—Con objetos es otro precio.
—Hablo del teléfono.
—Ah.
—¿Cómo era?
—996-2532
—¿Doctora?
—Sí, quién habla.
—Soy Fredo.
—¿Cómo estás?
—Acá, con una puta.
—Norma.
—Callate.
—¿Y Man está bien?
—Perfecto. Resulta que conmigo no anda.
—¿A qué te referís?
—La mía no funciona, la de Man sí, y eso que no hizo nada.
—Pero si es la misma… A ver, dame con él.
—Hola, Silvia.
—¿Qué pasó?
—Norma es para él y me excité yo. Contra mi voluntad.
—¿No te gustó?
—Es la situación.
—Man, por qué no te permitís disfrutar del momento.
—Porque está Fredo.
—Él siempre va a estar.
—Pasame con Silvia.
—Fredo le quiere decir algo.
—A ver…
—Doctora, qué hago.
—¿Todo bien?
—Papá, estoy hablando.
—¿Cómo le va, Coronel?
—Ah, doctora, perdón, no sabía que estaba al teléfono.
—Papá, cortá.
—Disculpe.
—No hay problema.
—Silvia, qué hago.
—Tal vez, el objeto de deseo no cumple con tus expectativas.
—Pero entonces por qué a Man le funciona.
—Quedate tranquilo. Lo analizamos en la sesión del lunes.
—¿El lunes?
—Ahora relájense y pásenlo lindo aunque no sea lo que habían imaginado. Estar, por ahora, es suficiente. Dame un segundo con Man.
—Quiere hablar con vos.
—¿Man?
—Sí.
—¡Tuviste una erección!
—Cálmese, doctora.
—¿Cómo te sentís?
—Confundido.
—¡Eyaculó, Silvia! El tipo lo logró y yo nada.
—Decile a tu hermano que se tranquilice.
—Está muy alterado.
—Ahora no puedo seguir hablando, tengo un paciente. Lo vemos el lunes.
—Está bien, pero no sé si…
—¿Qué dijo?
—Cortó.
—Qué turra.
—Yo me tengo que ir. ¿Quién me paga?
Al prender la luz, Norma descubre que sólo hay una persona.
—¿Qué sos, ventrílocuo?
Pero nadie le contesta. Fredo y yo discutimos. Él se niega a pagar un servicio que no ha usado. Decido hacerme cargo de la deuda y siento una superioridad impensada.
20:47
Norma me deja su tarjeta y se va con el ceño fruncido. Al salir, es interceptada por papá. Creo que se van juntos. Espero equivocarme. Los veo alejarse hacia el cuartito de revelados y ya sé. Papá se deleita con lo anómalo. La señorita está muy desbalanceada de la pierna izquierda. Incluso suena a hueco.