Diario (casi) íntimo de Man
Viernes 29
Jornada sexual, intensiva.
11:00
Hoy papá nos obligó a posar con Norma. El aparato es torpe y no se excita. Abre la boca sin saliva. Lo seco no calienta, dijo papá.
Está cansado de las fotos sociales. En el arte hay más permiso. Así que se hace el surrealista. Llamó a Norma y la vistió idéntica a la otra.
—La anatomía natural es superior.
—¿Aunque tenga una piernita con polio? —Fredo sabe lastimar.
—Ya no contagia. Le pusieron la vacuna.
—Me repugna —apunté.
—Mirate un poco —acotó Fredo.
—Su pierna parece una víbora —dije, porque ella no escuchaba.
—Por eso es encantadora. Es un ejercicio contra el aburrimiento esta chica. El tedio con ella es improbable —papá se supera.
Norma estaba muy hermosa. Entró con un camisoncito, de la mano de la otra. Me miraba y daban ganas de cohabitar con ella. Haceme un lugar. Pero lo real me produce cierto rechazo metafísico. Suena difícil, aunque sentirlo es fácil.
Entonces Yedra preparó el cuadro. Extendió una bandera sucia y dijo Listo. Por si transpiraban.
—¿Me pasan el sable? —papá buscó su vieja Leica.
—Con objeto es otro precio —dijo Norma.
—No hay problema. Vos andá sumando —Fredo la tocaba y ella saltó.
—Tenés las manos heladas.
—Todos al suelo —el Coronel no puede con su genio castrense.
Lana y Norma se acomodaron sobre la bandera. No tenían ropa interior. El doble pubis patrio me produjo una molestia revolucionaria. Enseguida me erecté. Contra mi voluntad y espíritu metódico, fui ubicado en cuatro patas.
La geometría es un arma de doble filo. Allí estábamos todos, sobre ese mundo blanquiceleste. El universo hecho de restos, una puta de las afueras y nosotros dos: la culminación del enredo. Nuestros cuerpos formaron roscas, movilizaciones y huelgas. La cámara de papá parecía el ojo de la muerte. Pestañeaba cada tanto, sacudía, se obturaba.
Yedra se había retirado por si llegaba alguien. Hacía de campana.
Hubo un momento en que la piernita de Norma apareció en mi cuello. Creí morir en ese instante, tanta esclerosis artística me estaba asfixiando. Sin embargo, continué. Me propuse trascender el momento.
Las chicas me besaron a la vez. Fredo se puso tenso. No sabía ir despacio y la cámara de papá así lo exigía. Había poca luz.
—Ahí, quietos. Un poco más. No respiren.
—Parece que nos vas a hacer una placa. —Fredo quería meter mano, yo se lo impedía.
Nos sacamos dos rollos aterradores. Lana propuso cantar con la voz de Norma un himno a la carne mancillada. Al final, me desmayé.
Cuando desperté, Fredo todavía estaba allí. Como aquel dinosaurio.