Delirios como piedras

Anoche le susurré a ManFredo mi disgusto. La parte Fredo no entendió. La Man, se despertó. Parecía un sonámbulo. Se puso la bata, caminó hacia el cuartito e intentó abrir la puerta. Estaba cerrada. Iba a apoyar su oreja para escuchar, cuando lo alertaron las pantuflas del Coronel. Venían hacia él. Domingo traía la bandeja del desayuno en las manos. Dos cafés con leche y cuatro tostadas con queso. Man se ocultó, desconcertado. El Coronel hizo girar la llave y entró con aire distraído. No cerró.

Fredo se despabiló cuando Man espiaba. Lana y el Coronel masticaban sobre la alfombra. Una pierna de ella, en el mentón de él. Hablaban y reían, en su picnic improvisado.

Fredo sonrió, sin entender la escena. Aquella forma bella jugando con su padre era demasiado femenina para no ser real. Autónoma y carnosa. Pateó la puerta con estruendo. El Coronel se atragantó. Lana abrió los labios reprimiendo un gritito histérico. Man la reconoció. Se había quitado la peluca, pero era ella.

—¿Norma? —titubeó.

—¿Qué?

—¡Respeten los espacios, carajo! —bramó el Coronel.

—¡Eso digo yo! —contestó Fredo con exceso de ironía.

—Una cosa es amar platónicamente a un instrumento y otra muy distinta engañar a mamá con una persona —se atrevió Man, mientras se agarraba su hemisferio. Parecía que iba a reventar.

—Su mamá está muerta y yo no soy una persona —se atrevió ella.

—Callate —le gritó Fredo—. Ocupá tu papel de silencio.

—No le hablés en ese tono. Vamos a casarnos —sentenció el Coronel con aplomo.

—¡Qué estás diciendo, papá! ¡No seas ridículo! —dijo Fredo robándole una tostada.

El Coronel intentó un manotazo pero perdió el equilibrio.

—¡No me hagan sacar el arma!

—Si se quiere quedar, que se quede. Pero tiene que ser de todos —dijo Fredo encajándole un beso.

Ella se dejó y enseguida le mordió el labio. ManFredo comenzó a sangrar. El Coronel sacó el arma.

—¡Quietos todos! ¿Nos calmamos?

Man se puso nervioso e intentó hacerse cargo del cuerpo y de sus manifestaciones. El resultado fue una danza frenética que asustó al Coronel. Lana comenzó a gritar basta, basta, basta. No se le ocurría otra cosa. Domingo disparó.

Los ManFredo cayeron al suelo.