Del sol nacida
Mientras los demás esperan un desenlace, yo visito mi vida. Un rincón lleno de imágenes muertas. Veo mi infancia. La tapera que se derrumbó. El techo de chapa agrietada se vino abajo después de una lluvia de granizo y el resto fue derribado para hacer un estacionamiento. La escuela tampoco existe más, apenas puedo reconocer un árbol de la vereda.
Camino por el pasillo hacia los dormitorios como si me deslizara entre automóviles. No hay nada personal en el mundo. Todo es ajeno. Ni siquiera yo parezco haber existido.
Los recuerdos de la enana en el escenario me hacen reír. Ya estaba muerta, tan muerta y tan consciente. Ahora soy un tubérculo en mi cabeza. Camino conmigo puesta como un sombrerito; en lugar de una pluma, una idea. Señalo fulgurante hacia la platea. A veces me pierdo y reaparezco, abriéndome paso como un organismo hambriento.
Esperpéntica sensación la de ser atravesada. Nos sentamos a no ver, pero el tiempo gana. Te aplaude con una mano y te borra con la otra.
Ya no ocurro. Y qué. Voy a anestesiarme pronto.