Recapitulación

—Ninguna diferencia: murió el tercer hemisferio. Aunque sigue dividido, ahora es más democrático. Cada uno tiene el suyo. Ah, lo reduje un poco de hueso. Y olviden el plural. Para la ciencia, Manfredo es uno.

El grupo suspira con alivio. Las palabras rebotan en mis oídos como en una mesa de ping pong. No retengo significados. El mar del habla se confunde con la temperatura estival.

El suelo está húmedo y miro los pies de todos. Los del Coronel han desgastado mal sus zapatos y lo obligan al desequilibrio. Lana usa unas sandalias bordó que me regaló mi hermana hace mucho. Yedra, zuecos pasados de rosca. La vieja también gasta mal las suelas. Anda siempre a la deriva del lado derecho, como en picada.

Las enfermeras avanzan sobre plásticos blancos sin hacer ruido, parecen patinadoras del infortunio. Llenas de sangre y risitas. Giran sobre sus dedos con la inyección levantada, buscando un poco de carne donde eyacular su líquido narcótico.

De pronto, unos pies desnudos me llaman. El dueño me está mirando. Y sonríe. No entiendo su cara.