Imagen 2: Vibración

Llegué con una valija y me dieron el cuarto más alto. Ahí comparto el pedazo de cielo turbio con un nido de palomas ciegas. La primera noche casi no duermo. La profusión de aleteos me asusta. Un pájaro fue y vino en la oscuridad hasta el amanecer.

La cama es excesivamente dura o la almohada muy blanda. No puedo evitar sentir el cuello como una materia ajena e inflexible. Estoy acostumbrado a las plantas bajas: un ser rasante, soy.

Suspiro, quiero bajar. Aunque sé que no es conveniente. No es momento para ambulaciones caprichosas. Todavía. Pero me imagino bajando, dueño del piso lujoso que debo acomodar. Nunca tuve una bata de raso ni espacio propio.

La vida hasta acá ha sido un intento vano de progreso. Esta noche estoy más cerca que nunca de convertirme en otro. En alguien sofisticado.

A última hora, sueño con el río crecido, baba negra como una lengua inmensa que lame el vidrio del piso catorce.

Me despierta un galope erótico de aves en celo. No estoy tomando las gotas.