Santa Nada, detalle
Estoy sola de lunes a viernes. El aislamiento ha ido perforando mi cuero cabelludo hasta dejarme desierta. El pelo despintado conforma un cuadro triste. He desarrollado una gran facilidad para el disparate oral y ando hablando conmigo todo el día, rodeada de preparados químicos y flores muertas.
Si hablo no veo. Ver es agotador. Sin moverme, el mundo atrapa. Basta con que me concentre para que tome mis pupilas. Pero soy doméstica. Mi radio es limitado. Nunca salí del gran Buenos Aires.
Soy la destilación de lo que fui. Una mujer de piernas amplias, bah, una pierna amplia y la otra a medias. De escote generoso y facilidad para la pérdida. Ahora estoy gruesa y gris, incluso torpe. De chiquita me entregué hasta que pude reubicarme. Hombre fijo nunca tuve, pero la aparición del Coronel me rescató de las citas.
Ahora que escondo mi objeto de deseo entre las piernas, el amor me escama. Una cabeza oculta bajo el suelo es el lugar donde me froto a veces. Paso la mano por ese pedazo roto para fortalecer la tristeza. Pero no me caliento. Es entusiasmo metafísico, nomás.