Lucrecia
Cuando la señora se va, Lucrecia aprovecha para teñirse. No le gusta quedar en evidencia. Las canas la asustan. Son un avance de la muerte. El reloj suena en su cabeza y ella imagina que los minutos se consumen más lentos debajo de la tintura.
Junto a las palomas, desenredo el nido y lo pongo sobre una cabeza de telgopor.
De lejos, cualquier drama parece sólo un asunto capilar. A veces, la gente se resume a esto: lo nimio confunde su contrario.
Con la luz y las proporciones correctas, cualquier mosquito deviene vampiro.