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—EMPEZÓ CUANDO ESTÁBAMOS en París.

Una sensación de irrealidad.

Una ola de náuseas que le recorría el cuerpo.

París.

Sara había localizado a Camilla en Uppsala. La única que pudo localizar de las chicas que había reconocido en los vídeos. Carin se había suicidado a los veinte y Maria se había mudado a Estados Unidos. No sabía quiénes eran las demás.

Camilla fue la que propuso que se vieran lo antes posible y Sara había llegado en tren unas horas más tarde. Y cuando se reunió con ella en el exterior de la Estación Central parecía que estaba deseando hablar, como si tuviera la necesidad de expresar algo doloroso que la atormentaba desde hacía mucho.

—¿El viaje a París antes de séptimo? —dijo Sara—. ¿Al que fuisteis Stellan, Lotta y tú?

—Sí.

El viaje a París al que Sara quiso ir.

Insistió, discutió, imploró y rogó. Stellan la había invitado, pero con la mudanza a Vällingby se suspendió. Jane la había salvado.

—Lotta y él se habían peleado —dijo Camilla—. Y Lotta se encerró en una habitación, así que él y yo tuvimos que compartir la otra. Solo una noche, hasta que Lotta se calmara. Pasamos el día por la ciudad y luego salimos a cenar. Me tomé un par de copas de vino, pese a que era muy joven. Pero él me dijo que en Francia todos los niños bebían vino en las comidas. Y cuando volvimos al hotel se quería dar una ducha. Dejó la puerta abierta y después volvió a la habitación completamente desnudo y me dijo que yo también debería ducharme. No me atreví a contradecirlo y él siguió hablándome mientras me desvestía. Incluso me siguió a la ducha y me observó todo el tiempo. Cuando me estaba duchando al menos pude correr la cortina, pero cuando tuve que salir me pasó una toalla y vi que estaba empalmado. Después noté sus manos por todo el cuerpo. Y entonces me empujó contra el lavabo y me penetró desde atrás.

Camilla hizo una pausa. Parecía tan distante como presente.

—Yo era virgen, tenía solo trece años —prosiguió—. Y me dolió muchísimo. Grité, no podía contenerme. Pero él me hablaba en un tono tranquilo, como si nada. No tardó mucho en terminar, y luego noté que me corría sangre y semen entre las piernas. Dijo que quizá debería volver a ducharme, incluso abrió el agua. Cuando salí, después de media hora llorando y vomitando en la ducha y limpiándome la entrepierna hasta que me salió sangre, estaba dormido. De espaldas a mí, roncando. No tenía dónde ir, no hablaba francés, por supuesto no tenía teléfono móvil, así que me acosté también. Todo lo alejada de él que pude. Esperando que cuando me despertara todo fuera un sueño. Solo para despertarme en medio de la noche porque me estaba violando otra vez. Cuando protesté, me tapó la boca con la mano y siguió. Me revolví y traté de escabullirme, pero era demasiado fuerte. Cuando terminó, volvió a dormirse, y yo debería haber salido corriendo a recepción para que llamaran a la policía. Pero me quedé allí tumbada. Y por la mañana, cuando me violó por tercera vez, ya no opuse ninguna resistencia.

—¿Y después? –dijo Sara, aunque en realidad no quería oír más.

—Nada. Salimos a la calle a desayunar. Estaba de muy buen humor, me habló sobre París y su programa de televisión y todos los invitados famosos que habían tenido. Y yo sentada allí. Muerta de miedo porque me hubiera podido quedar embarazada. Aterrorizada. Más avanzado el día apareció Lotta, pero no podía contarle lo que había pasado. Es que era su padre. Y era Tío Stellan. No me iba a creer nadie. Y una vez de vuelta en Bromma, me invitaba a su casa varias veces al mes y me presentaba a distintos amigos. Todos se aprovecharon de mí. Algunos no eran terribles, pero otros eran… peores. La enfermera del colegio me dio la píldora anticonceptiva, le conté que tenía un novio al que quería mucho. Cuando llegó la hora de cambiar de instituto, busqué una rama que no existía en Estocolmo y la solicité. Enfocada al diseño gráfico, en Uppsala. Mis padres se preguntaban por qué, no querían que me mudara a otra ciudad. Pero me mantuve firme, monté algún que otro número. Tenía la salvación a mi alcance. Mi madre se dio cuenta de que era importante para mí, así que al final dejaron que me mudara. Y allí pude comenzar desde cero, convertirme en otra persona. Casi había conseguido olvidar a Stellan cuando leí que había muerto. Tengo una familia y de hecho trabajo en temas de diseño gráfico, me gusta, quizá porque me salvó del monstruo de Bromma. Me resulta más fácil volver aquí ahora que se ha muerto, no hay riesgo de que me lo encuentre.

El viaje a París.

El viaje por el que había sentido tantísimos celos de Camilla.

No sabía qué decir. Se limitó a extender el brazo en busca de la mano de Camilla y se la apretó.

Y Camilla le devolvió el apretón.