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LA VIDA LA vida de verdad— comenzó el día en el que su madre le habló de su padre.

Lo que le había ocurrido y quién lo había hecho.

El partido y sus funcionarios.

En nombre de la revolución mundial.

Una madrugada llamaron a las cuatro y media, le dijeron que estaba arrestado y se lo llevaron a rastras.

Mucho más tarde, la madre se enteró de que se había pasado tres semanas en una celda gélida. Siempre con hambre, sin manta para abrigarse ni colchón sobre el que dormir. Después fue el juicio. Que duró veinte minutos y consistió principalmente en una lectura en voz alta de las acusaciones.

Lo condenaron por resistencia a la Unión Soviética conforme al artículo 58 del Código Penal de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. Luego se lo llevaron y lo ejecutaron. Arrojaron el cadáver a una fosa común, con otros de la purga.

Una de las muchas purgas.

Su padre siempre le había sido leal a la revolución. Entregado. Predicaba su necesidad y su impacto beneficioso para el país. Pero quiso debatir acerca de los medios de producción, la propiedad colectiva. No se había opuesto a ellos, solo los cuestionó. Por razones de mero romanticismo campesino. Pero Iliá Petrovski, que le guardaba rencor a Víktor Andréyev, no tardó en delatarlo.

Todo esto se le contaron a Lidiya.

Sin apenas disimular su regocijo, Petrovski le contó lo sucedido a la madre de Lidiya, que a su vez se lo transmitió a ella.

Y la madre no le escondió ningún detalle.

Quería que su hija supiera exactamente lo que había pasado. Quiénes eran los culpables. Incluso le contó que Iliá Petrovski le había ofrecido su cama. Lo que le había costado un ojo.

Agneta recordaba haberle preguntado a su madre qué podía hacer para castigar a los hombres que habían matado a su padre.

«Conviértete en uno de ellos», le dijo su madre.

Lidiya creyó haberla oído mal, pero la madre lo repitió. La miró a los ojos y asintió.

«Conviértete en uno de ellos.»

«Consigue que confíen en ti. Aprende todo lo que puedas. Deja que pasen los años. Gánate su confianza. Y en el momento decisivo, véngate. Ataca el sistema entero con todas tus fuerzas.»

Pero una niña no puede hacer nada. Tienes que prepararte. Tienes que curtirte. Empieza por ser la mejor. Haz que se fijen en ti. No descanses nunca.

Alaba al partido por encima de todas las cosas. Promulga su grandeza a cada segundo.

Que te brillen los ojos cuando hables del camarada Jrushchov, del sistema soviético, de los homenajes de los pioneros a las masas trabajadoras y a la dictadura del proletariado. Elogia a los héroes de la Gran Guerra Patria. Apréndete los nombres de todos los generales caídos. No te aprendas los de los que cayeron en desgracia y llevaron a juicio ante el gran Stalin.

Asegúrate de cambiar de opinión en el mismo instante que cambie de opinión el partido. Delata a los camaradas que no den lo mejor de sí o que duden del sistema soviético, siempre superior. Identifica a los amigos que puedan ser susceptibles a la propaganda contrarrevolucionaria y vigílalos con atención. Necesitas enemigos, no amigos, para destacar como fiel.

No deben encontrar nunca ni la más mínima fisura en tu fachada.

Te lo tienes que creer.

Esconde la verdad en un rinconcito muy dentro de ti, un rinconcito que puedas cerrar. En tu corazón no, porque un corazón siempre se puede forzar.

Escóndela en lo más profundo de tu cerebro, detrás de los secretos de los que más te avergüenzas. Los que nunca le contarías a nadie. Detrás de toda la vergüenza y la culpa con la que cargues, detrás de todo lo que no le contarías a nadie, aunque implicara la muerte. Un pequeño núcleo de verdad.

Y Agneta, o Lidiya, había dedicado su vida a destrozar el sistema convirtiéndose primero en una pieza de confianza. Convirtiéndose en Desirée. Había desempeñado su papel tan bien, que le encomendaron las misiones más secretas e importantes de la Unión. Las completó lo mejor posible, a la espera de la oportunidad adecuada.

A la Agneta Öman en ciernes la habían formado para causar estragos, para fingir, para engañar. Para intrigar, para analizar y para atacar los puntos más débiles. Un conocimiento que había asimilado con la esperanza de poder vengar algún día la muerte de su padre.

Y había sido una alumna muy aplicada.