HABÍA SIDO LOTTA todo el tiempo.
¿Desde cuándo?
¿La adolescencia? ¿Los diez o doce años? No, era imposible.
Su padre había sentado las bases para la RDA con su trabajo. Adulado, engañado, vanidoso. Luego llegó Lotta con su férrea personalidad, pulida por Ober, mientras que le permitían al monstruo de Stellan que continuara con sus abusos. Porque les proporcionaba material para chantajear a la gente adecuada, porque les proporcionaba su casa y sus contactos.
¿Porque era el padre de Lotta? ¿Le importaban a Lotta ese tipo de cosas?
Otra vez. No era más que una chica joven. Que había vendido a su país, que sacrificó a compañeras de su edad. Rechazó las elecciones del resto. Lo traicionó todo por una idea abstracta.
Una niña.
¿Cómo podían haberlo aceptado los alemanes del Este?
¿Sería que Ober simplemente les había mentido acerca de a quién había reclutado? ¿Habría presumido fingiendo que era Stellan? ¿O daba igual mientras Geiger cumpliera?
Sara pensó en Hanne Dlugosch, cuya madre trató de escapar de la RDA, pero acabó en la cárcel y murió. ¿Fue Lotta la que denunció a la madre y a la hija a las autoridades de Alemania del Este después de que Stellan hubiera comentado su situación en casa? ¿Tal vez Stellan sí que quería ayudarles, pero Lotta se le adelantó?
¿A cuántos más les habría destrozado la vida?
Sara lo veía todo con una nueva luz.
¿No había dicho Malin que fue Agneta la que descolgó el teléfono? Si Lotta era Geiger, los que llamaron se esperarían que contestara una mujer. Así que la operación siguió su curso.
No era de extrañar que los rollos de las grabaciones se hubieran desgastado de manera desigual. Habían estado guardados en lugares diferentes. Por la sencilla razón de que las grabaciones del cobertizo eran de Stellan y las del cuarto de invitados, de Geiger. Es decir, de Lotta.
Los había grabado a todos en el cuarto de invitados, había grabado a aquellos hombres poderosos que se aprovechaban de las chicas. Stellan solo se había grabado a sí mismo con ellas.
Lotta era la espía secreta, Stellan el tonto útil.
En lugar de denunciar a su padre por los abusos, le ayudó. Invitaba a las muchachas que le serían de utilidad una vez Stellan hubiera quebrantado su voluntad.
Un dúo venenoso.
Lotta debía de haber dejado sus grabaciones junto a las de Stellan para reforzar las sospechas contra su padre, para confirmar que él era Geiger. Para protegerse a sí misma.
Si Agneta había matado a Ober, ¿había matado también a Kellner y a Stellan? ¿Y por qué Stellan, si él no era Geiger?
Sara esperó a que Martin se marchara. Le dijo que estaba cansada y que quería dormir. Después esperó otros diez minutos, se vistió y se marchó corriendo.
Tomó un taxi delante de la entrada principal del hospital y dio la dirección de Lotta. Seguía aturdida por los analgésicos y la paliza tan brutal que le habían propinado, pero estaba decidida a confrontar a su amiga de la infancia y a llevarla ante la justicia.
Cuando estaban llegando, el taxi redujo la velocidad y Sara le dio su tarjeta al conductor. Mientras él le cobraba, vio que Lotta salía por la puerta y se iba en la otra dirección, hacia su coche.
¿A dónde se dirigía?
Sara le pidió al conductor que volviera a poner en marcha el taxímetro y que siguiera el coche de Lotta a cierta distancia. Debería haber llamado a Anna, por supuesto, y debería haber llamado a Martin para decirle que se había ido del hospital. Pero solo habrían intentado detenerla.
Giraron a la izquierda, atravesaron el barrio de Kungsholmen, y después enfilaron la calle que conducía hacia el Palacio de Drottningholm, en dirección a Bromma. A la altura del puente de Tranebergsbron Sara empezó a imaginar hacia dónde se dirigían. Tenía la sensación de que había algo en marcha. De que estaba a punto de suceder algo.
¿Iba Lotta a ver a Abu Rasil?
Sara llamó a Breuer, a pesar de la prohibición que le impedía involucrarse en la investigación. A pesar de que la habían suspendido.
—Stellan no era Geiger —dijo Sara en cuanto Breuer descolgó—. Era Lotta, su hija. Va de camino a Bromma. Creo que va a encontrarse con Abu Rasil.
—Vamos para allá —dijo la alemana antes de colgar.
Sara se sintió aliviada de que Breuer la hubiera creído enseguida. Debían darse prisa si querían detener a Abu Rasil. Y probablemente Breuer fuera consciente de ello.
¿Y Agneta?
¿Cuál era su papel en todo aquello? ¿Quién era realmente?