“Algún día debería tocarme a mí esta suerte de encuentros. Ninguna mujer me había invitado jamás, y tú dejaste caer la botella sobre la mesa sin saludar ni decir palabra alguna”.


En este poemario de Alonso De Molina, la voz poética comienza desnudando sus propias cenizas; lo contrario del humano común que muestra lo mejor de sí, su mejor piel, su mejor tono de luz. Esto es lo que soy, pareciera decir. Y es una prueba del amor, de la aceptación de lo que somos físicamente ante la grandiosidad sensitiva del amor. Quien ama así, desde las cenizas, amará para siempre.