He puesto mi corazón y casi todo lo que sé de oratoria en las trescientas páginas anteriores. En estas, si me das permiso, me gustaría dar las gracias a quienes han hecho que este libro sea posible.
A todo el equipo de Planeta y al sello editorial Alienta. Especialmente a Roger Domingo, mi editor, que supo retarme con una frase que jamás olvidaré y que me ha apoyado como nadie para que acabara con la «parálisis por análisis». Sabio mentor, forjador de talentos y maravillosa persona. Gracias, amigo.
Gracias a Pilar Jericó y a Margarita Álvarez por ser mis prologuistas. Sois mis heroínas y un ejemplo de integridad, coherencia y liderazgo sin parangón. Gracias por inspirarme, impulsarme y ayudarme como lo hacéis. Es un honor y un privilegio sentir vuestra mano en mi hombro. Jamás olvidaré el regalo que me habéis hecho en este libro. Muchísimas gracias.
Agradecimiento infinito a las personas que habéis leído el texto y me habéis aportado ideas y matices con visión profesional: Rubén Chacón, que ha confiado en mí más que yo misma; Ana Orantos, la amiga incondicional y crítica más brillante de la historia, y María Palmero, una jovencísima y talentosa periodista, por sus correcciones y su perspectiva refrescante. A Leticia Iglesias, Silvia Marín, Ami Bondía, Pilar Cebrián, Héctor Urién y Techu Arranz, dispuestos a escucharme y a sumarme siempre. A Cristina Serrato y sus biografías con alma, haces que nuestras vidas sean un hermoso relato, gracias por tantos años de complicidad. A mi fotógrafa, PalomaFoArt, y al toque mágico de Pablo Herranz, que siempre dijo que era una «natural» y ¡aquí estoy! A Cipri Quintas por sus sabios consejos en El libro del networking, quererme tanto y ser tan de verdad.
Me gustaría hacer una mención especial a mi compañero de aventuras: Rubén Turienzo, por pintar de amarillo los adoquines de mi vida y tener el corazón, el cerebro, el valor y la determinación que solo conocen los cuentos. Gracias por apoyarme incondicionalmente y apostar por mí con todo. Vivan las lluvias estivales y la magia, sin trucos.
A Celedonio Bravo, mi abuelo, que me enseñó a leer, y a su chiqueta Antonia, mi abuela, que me enseñó a cantar. Seguramente, las dos habilidades que marcaron mi vida para siempre. Apuesto a que hay librerías allá arriba y espero, al menos allí, ser una superventas por vosotros.
Gracias a toda mi familia en Arroba de los Montes y en Madrid, especialmente a mis padres, Gabriel y Carmen, por enseñarme los valores del trabajo, el amor incondicional sin ampulosidades y la generosidad sin límites. A mis hermanos, Gaby y Mar, y a sus maravillosas familias por las que hoy soy la orgullosa tía de Macarena, Manuel y Amaia, tres seres mágicos en la tierra que mejorarán el mundo. A mis tíos y primos Leandro, Ana, Antonio, Carlos y Alberto, a los que quiero desde siempre como a hermanos extra que me ha regalado la vida. Y a mi Family Zoo: es un orgullo ser parte de una familia tan bonita, sois geniales, os quiero muchísimo.
A la otra familia, la que se elige. Amigas y amigos que amplían la hermandad, genios y guerreras a partes iguales. Me voy a dejar gente pero no puedo evitar mencionar a mi Club de la Lucha particular: María, Vanessa, Cris y las MorgenStern: Ana, Celu, Otxi y Pámpanas; las siete sois una fuente de inspiración infinita. A mis amigos del barrio de toda la vida, a las Supernenas, a María Aranda y sus notas de colores, y, con mucho cariño a mi gente de Campanario: he crecido con vosotros y os quiero profundamente. A colegas de profesión como Eva Luque, David Gómez y Pedro Martínez, ¡sois maravillosos! Un gran ejemplo para mí como Álex, Pili y Jc a los que adoro.
A los que no erais del barrio pero vivís en mi corazón: Omar, mi hermano de leche y de lucha. Bea Valcárcel, que es un quasar de alegría constante. Los grandiosos Nacho Muñoz y Sara Duarte. Mi sister Amaia Celorrio, uno de los seres más increíbles del planeta. Nacho Llano: si «what goes around, comes around» solo te pueden pasar cosas maravillosas. A Pilar Cuesta, que me alimenta el alma con sus recetas de amistad, a Irene y su sonrisa eterna, y a Cari Hernández, por dobles-infinitos motivos.
He tenido grandísimos mentores que vieron en mí una bellota y no sé qué peregrina idea del talento de un roble… Siempre agradecida a Bea y a Quique por mostrarme la magia del coaching, a Adelina y a Gustavo por enseñarme la de la PNL, y a la Tribu del Fuego original, con la que aprendí mucho más que las herramientas de Firewalking. Agradezco de corazón a mis Warriors ¡AHO! A la Torre de la Música, al Laboratorio de la Felicidad y a muchos Talenteros que me han cuidado con todo el mimo del mundo.
Gracias al Equipo de la Escuela Jung capitaneado por mi querida amiga Nati Pérez Tapia, Ángel, Rosa, Myriam y equipo de mentoras… Sois familia para mí, gracias por tantos años de crecimiento personal y profesional, por hacer del mundo un lugar mejor, os quiero, así como a todos los ponentes y alumnos de la escuela con los que he reído, llorado y aprendido muchísimo.
Agradecimiento infinito al Equipo de El Arte de Presentar: María, Luigi, Bea, David y Raquel, pero especialmente a mi amigo Gonzalo Álvarez por confiar en mí hace muchos años, crear un proyecto tan bonito y enseñarme con tanto cariño. Siempre agradecida y enamorada de EAP.
Gracias a todo el equipo de Be-Up, a Pilar Jericó y a Marta Romo por hacerme sentir parte de esta tribu de personas maravillosas, gracias a José Conejos por compartir su sabiduría, y a mis compañeros que siempre están: Joan, Mar, Sol, Sara, Ana, José María, Begoña… Es un lujazo aprender a vuestro lado.
Y si has leído todo esto (incluidos los agradecimientos), infinitas gracias. Por creer en ti y en mí, por cumplir la promesa de llegar hasta el final y pasar la línea de meta con éxito. Puedo asegurarte que un buen orador se hace, haya nacido o no con el don de la palabra, y que el secreto de verdad (ese que parecen ocultar otros libros prometiendo remedios caseros sin esfuerzo) está en las ganas. En las que tú has demostrado y en las que seguro pondrás a tu próxima ponencia.
Así que déjame ser la primera que te felicite, y te honre, con mi ovación más significativa:
¡Bravo por ti! y ¡bravo por tus ganas! ¡BRAVO!