Capítulo 11

ESTABAN en la cama, desnudos uno junto al otro, los suaves gemidos de placer de Lily flotaban en el aire mientras Marco trazaba un rastro de besos desde su hombro hasta su oreja. La caricia de sus dedos sobre la piel despertaba el cuerpo de Lily allí donde lo tocaba. La deliberada lentitud con la que la excitaba estaba volviéndola loca de placer.

Pero por debajo de las sensaciones físicas, era consciente de que también alimentaba una necesidad más profunda que se retorcía en su interior con fiereza. Aquella necesidad era lo que ella había temido toda la vida, sentir con desesperación el deseo de abrasarse de amor por su amante hasta el punto de que sus sentimientos pudieran destruirla.

Su anhelo por Marco no podría verse satisfecho sólo por medio del placer sexual. Pero por el momento eso era todo lo que podía pedir, porque sólo lo tendría temporalmente.

La forma en que Lily respondía era exquisita, dada la experiencia por la que había pasado. Marco tuvo que esforzase por controlar su deseo y concentrarse en el placer de ella. Quería que todo fuera perfecto, que se pareciera lo más posible a lo que Lily hubiera soñado. Quería liberarla del pasado con cada caricia, hacerla sentir plena.

Acarició su hombros y su senos, sintiendo como ella se arqueaba contra él a la vez que se le endurecían los pezones y alargaba las manos para aferrarse a sus hombros.

Marco le besó el valle entre los senos y luego le lamió un pezón, lo mordisqueó y lo succionó.

Ella dejó escapar un gemido y le clavó las uñas en la espalda al tiempo que abría los ojos desmesuradamente y jadeaba. El cuerpo de Marco respondió con una pulsante tensión en la entrepierna que sabía que sólo se pasaría si se adentraba en su cuerpo, pero su prioridad no era buscar su propia satisfacción. Así que se contuvo y siguió mordisqueando el pezón de Lily hasta que ésta alzó las caderas y lo presionó contra ella.

Ese gesto transformó el mordisqueo suave de Marco en una succión acelerada y rítmica con la que estuvo a punto de perder el control.

Lily pensó que eso era lo que quería a medida que Marco incrementaba el ritmo con el que le succionaba los pezones, imitando el vaivén de la penetración. En la profundidad de sus entrañas, Lily sintió ese mismo pulso acelerándose, forzándola a enredar las piernas alrededor de la cintura de Marco y a atraerlo hacia sí.

Marco apenas podía contener el deseo de poseerla y hacerla suya, pero supo que tenía que esperar. Un poco. Al menos hasta que Lily alcanzara la satisfacción que merecía.

Le resultaba difícil ir lentamente y darle el tiempo que necesitaba a medida que descendía por su vientre, siguiendo el rastro que había dejado su mano, que en aquel momento estaba sobre su sexo. Acarició con el pulgar su suave montículo y, cuando la oyó contener el aliento y gemir su nombre, apartó los delicados pliegues que cubrían su húmedo sexo al tiempo que le besaba su parte más íntima.

Lily se sacudió de placer y puro éxtasis. No podía soportar por más tiempo la intensidad de las sensaciones que la travesaban en sucesivas oleadas a medida que los dedos y luego la lengua de Marco le daban placer. Y de pronto, una de aquellas caricias hizo estallar la compuerta y una serie de pulsantes oleadas la recorrieron en cascada. Asiéndose a Marco mientras la alcanzaban las últimas sacudidas, susurró:

–Ha sido maravilloso. Tanto como había imaginado.

Marco le retiró el cabello de la cara sudorosa y sonrió.

–No ha sido más que el principio.

La amaba con locura y sabía que siempre la amaría.

La besó lentamente dándole tiempo a que el deseo prendiera de nuevo en ella hasta ponerse al nivel del suyo. Entonces, la penetró lentamente pero con firmeza, deteniéndose cuando ella se estremeció. Pero Lily sacudió la cabeza y suplicó.

–No pares, por favor, no pares. Te deseo tanto…

Movió el cuerpo contra el de él, jadeando de placer al sentir su respuesta, acogiéndolo, reclamándolo. La sensación de poder la embriagó hasta nublar sus sentidos.

Pensando que Lily era lo que siempre había soñado, Marco la penetró más y más profundamente, moviéndose con ella, consciente de que aquel era un camino que recorrerían juntos.

Como juntos fueron descubriendo el deseo que sentían el uno por el otro y el ilimitado placer que se proporcionaban mutuamente intercambiando caricias, besos, y palabras provocativas, hasta que Marco notó los músculos en tensión y supo que ya no podría aguantar mas. Pero incluso con la primera sacudida de su orgasmo, sintió que el interior de Lily se contraía a su alrededor y que también ella estallaba con entrecortados gemidos de placer que se mezclaron con los de él.

Marco seguía sujetándola en sus brazos con fuerza cuando vio varias lágrimas descender por sus mejillas.

–¿Por qué lloras? –preguntó, desconcertado.

–Porque te amo.

Las palabras escaparon de la boca de Lily sin que ésta pudiera contenerlas, y en respuesta, Marco la miró con una expresión que no supo interpretar.

–Lo siento –dijo precipitadamente–. Sé que no quieres oír algo así. Lo siento.

Marco la sujetaba todavía con más fuerza y con la voz teñida de emoción, susurró:

–Te equivocas. No hay nada que quisiera oír más que saber que mi amor por ti es correspondido.

Lily se apartó lo bastante como para poder mirarlo a los ojos. Y lo que vio en ellos confirmó sus palabras. Aun así, no pudo evitar preguntar:

–¿Me amas?

Y se quedó sin aliento cuando él, entre una sucesión de apasionados besos, susurró:

–Sí, sí, sí y mil veces sí. Te amo y siempre te amaré, Lily. Me has liberado de la prisión que me había construido, me has enseñado a confiar en mis emociones y en ti. Me has sanado y me has hecho sentir un hombre pleno. Te amo por todo eso y porque no puedo evitarlo. Me robaste el corazón la primera vez que te vi, aunque entonces no quise darme cuenta. Intenté no amarte y negar lo evidente, me dije que sería un idiota si me dejaba llevar por mis sentimientos, y que no podía confiar en ti.

–¿Por ella? ¿Por el daño que te hizo? –preguntó Lily, tomando su rostro entre sus manos y besándolo con dulzura–. Sabía que algo o alguien te había llevado a aplastar tus sentimientos.

Marco le quitó una de las manos y le besó cada dedo.

–En realidad Olivia no tuvo la culpa. Mis padres eran muy buenos pero un poco anticuados, y no se sentían cómodos con el contacto físico. Cuando mi niñera me llevaba a despedirme de ellos antes de ir a la cama, tenía que inclinar la cabeza ante mi madre y estrechar la mano de mi madre.

–¡Pobrecito! –susurró Lily instintivamente.

–Tanto mi institutriz como el colegio me enseñaron que las emociones debían ser controladas y que, como futuro príncipe, se me exigía dominarlas porque eran peligrosas. Visto desde ahora y después de haberte conocido, entiendo mejor que Olivia quisiera rebelarse y huir de esa educación. Debería haber sido más comprensivo y cariñoso con ella. Lo peor fue que la mujer de la agencia de modelos fingiera ponerse de mi lado. Me aseguró que Olivia estaba salvo, y yo era tan arrogante como para creer que aquello que me importaba también lo era para los demás, así que ni se me pasó por la cabeza que pudiera mentirme.

Lily comprendía que Marco siguiera sintiendo dolor y el orgullo herido por aquello. Pero su voz transmitía también dolor, tristeza y culpabilidad, y eso le rompió el corazón.

–Fingiendo que les proporcionaba trabajo, conseguía modelos para hombres.

–¿Por eso pensabas tan mal de mí?

–Sí –admitió Marco–. Quise convencerme de que eras como ella, aunque en el fondo sabía que no teníais nada que ver. Pero para entonces tenía otro motivo más personal para no querer confiar en ti, así que proyecté en ti mi propia debilidad y mis errores. Te juzgué equivocadamente en un montón de cosas, sobre Pietro, sobre Anton, porque era la manera de protegerme de lo que sentía. Me resultaba más seguro que admitir la verdad. Creía estar siendo fuerte cuando estaba siendo débil.

–Débil, no, Marco. Nunca podrías ser débil. Actuabas tal y como habías aprendido a hacerlo al perder a Olivia en circunstancias tan terribles.

Marco sacudió la cabeza.

–No –dijo quedamente–. No la amaba, al menos como piensas que la amaba. Era más una hermana que una futura esposa. Sólo he amado y amaré a una mujer en mi vida, Lily, y esa eres tú.

Lily lo miró y supo que era sincero.

–Tenía tanto miedo de amarte… –dijo ella–. Me aterrorizaba ser como mi madre y amar a un hombre que sólo me haría daño. Y cuando tú me trataste con tanto desdén y desconfiaste de mí…

–Te he hecho daño –Marco gimió, besándola–. Te he hecho daño porque estaba encerrado en un mundo en el que los sentimientos no tenían cabida. Tú los despertaste, pero no quise confiar en ti porque no confiaba en tener la fuerza de voluntad suficiente como para resistirme a lo que me hacías sentir.

–Pero me salvaste de Anton a pesar de todo. –Parecías tan asustada… ¿Cómo iba a darte la espalda?

–Ese es el hombre que eres verdaderamente, Marco. Un hombre incapaz de abandonar a aquellos que le necesitan aun cuando desconfíe de ellos.

–Me otorgas un mérito que no merezco. –Te equivocas, eres tú quien no se valora en su justa medida.

–Te quiero tanto, tanto, que quiero que te cases conmigo, Lily. Quiero que estemos siempre juntos, y que demos a los hijos que nazcan de nuestro amor la infancia que nosotros no tuvimos.

–Yo también –susurró Lily, besándolo y sintiendo cómo las sensuales caricias de Marco devolvían su cuerpo a la vida.