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Mandy

Mandy se sintió aliviada al encontrar vacía la casa de Pat cuando regresó de visitar a Richard en la residencia.

Necesitaba espacio para formular un plan antes de estar preparada para enfrentarse a Pat y Chloe y preguntarles por qué habían mentido acerca de la muerte de Richard. Pero antes tenía que salir de la casa de Pat. Subió al dormitorio y contuvo las ganas de volver a llorar. Le preocupaba el efecto que aquella tarde de estrés pudiese tener en el bebé.

Lo que había empezado como un día corriente con buenas perspectivas había dado más vueltas y giros que una novela de James Patterson. Estaba agotada y ansiaba regresar a la seguridad de su propio hogar y entorno familiar. Una vez allí, cerraría las puertas con llave, se sumergiría en un profundo baño de burbujas y empezaría a asimilar todo lo que había averiguado. Y luego, en un par de días, cuando las aguas se hubieran calmado, visitaría a su madre y a sus hermanas con la esperanza de hacer las paces. Llevaba más de seis meses sin verlas como era debido y ahora necesitaba a su verdadera familia más de lo que nunca pudo imaginar.

Fue recogiendo la ropa que había en la habitación y la metió en dos maletas. Dejó todo lo relacionado con el bebé donde Pat lo había colgado, junto a los juguetes, las bolsas de pañales y el cochecito. Podía comprarse todo eso más adelante.

El sonido de la puerta de la calle le produjo náuseas. Se apresuró a bajar la tapa de las maletas y a cerrar las cremalleras.

—¡Hola! ¿Estás arriba, Mandy? —chilló Chloe—. Hemos traído fish and chips porque mamá no tenía ganas de guisar...

Se interrumpió al ver a Mandy salir al rellano, arrastrando sus maletas.

—¿Va todo bien? —preguntó Pat.

—Me voy a casa unos días —respondió Mandy—. Necesito pasar algo de tiempo sola.

Pat y Chloe se miraron, desconcertadas.

—¿Ha pasado algo? ¿Es el bebé? ¿Está bien? —preguntó Chloe.

—Sí, el bebé está perfectamente.

—Entonces ¿por qué te marchas? Creía que estabas contenta aquí.

Mandy se quedó mirando a las dos extrañas mientras comprendía que, en realidad, no sabía nada de ellas. La habían engañado desde el primer día, y estaba resentida con ellas por cada mentira que le habían contado y cada falsa promesa que le habían hecho.

—Sé lo de Richard —dijo Mandy, despacio pero con firmeza.

—¿Qué sabes? —preguntó Pat.

—Hoy he quedado con Michelle Nicholls, la ex novia de Richard. Me ha contado muchas cosas interesantes sobre él, como que era bastante mujeriego y que no quería tener hijos. Pero eso es solo el principio, ¿verdad?

—Diga lo que diga, miente —dijo Pat inmediatamente—. Michelle es una fulana amargada. Está enfadada porque Richard la dejó plantada.

—Entonces ¿no le suplicasteis que tuviera un hijo de Richard y la acosasteis cuando se negó? —preguntó Mandy, fulminándolas con la mirada.

—No, claro que no, cariño —contestó Pat—. Antes de morir, Richard me dijo que nunca la quiso.

—«¡Antes de morir!» Pat, para de una vez. Sé la verdad. Acabo de pasar la tarde con él en la residencia.

Pat se llevó la mano a la boca, sorprendida, y Chloe miró hacia otro lado.

—¿Por qué me mentisteis? —siguió diciendo Mandy—. ¿Por qué me dijisteis que había muerto?

—No queríamos engañarte —dijo Chloe con voz temblorosa—. Cuando te presentaste en la iglesia, dimos por sentado que sabías que estaba vivo. Luego, el día que viniste a casa, comprendimos que creías que había muerto, y... mamá consideró que era mejor no disgustarte más. Yo quise decirte la verdad, pero luego todo fue demasiado lejos.

Chloe cambió una mirada inquieta con Pat.

—Hasta me enseñaste dónde habíais esparcido sus cenizas, Pat. ¿Qué clase de madre haría eso estando su hijo vivo?

Incluso Chloe pareció sorprendida al oír eso.

—¿Mamá? —dijo en voz baja.

Sin embargo, Pat no le hizo ningún caso.

—A todos los efectos, es como si estuviera muerto —dijo Pat—. Perdí a mi niño y quería recuperarle. Y tú querías un hijo. Siento haberte mentido, pero ha sido bueno para todas nosotras, ¿no?

—¿Ese era el plan entonces, sustituir a Richard por mi hijo?

—¡No, nunca podríamos sustituirle! —le espetó Pat.

—Entonces ¿qué? Según me ha dicho la enfermera, nunca vais a visitarle. Pagáis sus cuidados, pero no habéis ido a verle desde antes de conocerme.

—Ver a alguien que estaba lleno de vida tal como está él ahora es demasiado doloroso —dijo Chloe—. Es horrible.

—¡Vaya, pobrecita! ¿Y tu hermano? Él es quien está solo allí. Hasta les habéis prohibido a sus amigos que vayan a verle.

—No te atrevas a juzgarnos —dijo Pat, subiendo las escaleras en dirección a Mandy—. Tienes suerte de haberle visto solo como está ahora: ese cuerpo en una cama que necesita un respirador, un tubo en la garganta para alimentarse y un catéter para orinar. No tienes ni idea de lo afortunada que eres por no haberle conocido entonces, porque no tienes nada con lo que compararle ahora. Ese chico ya no es mi hijo. Ese cuerpo no es él, así que no me digas lo que debo y no debo hacer, porque no tienes la menor idea.

—Mamá, Mandy, calmaos, por favor —dijo Chloe, pero nadie le hizo caso.

—¿Qué soy yo entonces para vosotras? Un simple recipiente para llevar a su hijo?

—No, claro que no. Si solo hubiéramos querido eso, habríamos buscado un vientre de alquiler.

—Pero es lo que queríais de Michelle, ¿no? Se lo pedisteis primero a ella.

—Entonces no pensábamos con claridad —añadió Chloe—. Estábamos destrozadas, conmocionadas. Ahora lo entendemos, ¿verdad, mamá? Por eso enviamos la muestra de ADN de Richard, para encontrar a su Pareja ideal, para encontrar a la persona con la que tener a su hijo. Y esa eres tú.

—¿Qué? —A Mandy le resbaló de la mano el asa de la maleta, que cayó al suelo—. ¿Hicisteis el test por él?

Chloe vaciló.

—Si lo dices tú, suena fatal —dijo, y bajó la cabeza—. Mamá solo hizo lo que le pareció más conveniente. Por favor, Mandy, deja aquí tus maletas, baja y hablemos de esto. Formas parte de nuestra familia, igual que lo hará el bebé.

Mandy sacudió la cabeza y se echó a reír.

—Te equivocas. No formo parte de esta familia y tampoco pienso dejar que lo haga mi bebé. Me habéis mentido desde el primer momento. ¿Cómo voy a confiar en vosotras? Necesito volver a casa y empezar a recomponer mi vida sin vosotras dos.

—¡Ni hablar! —chilló Pat, y subió corriendo los últimos peldaños hasta llegar a su altura—. No vas a quitarme a mi nieto —dijo, tirándole del brazo.

Mandy perdió el equilibrio y cayó hacia delante. Logró agarrarse al pasamanos justo antes de que cedieran sus piernas, pero, arrastrada por la fuerza de la caída de su enorme cuerpo, no pudo evitar golpearse la frente contra los balaústres. Notó la sangre tibia que le corría por la cara. Con una mano, se sujetó a la barandilla mientras se tocaba la herida con la otra. Al darse cuenta de que el corte era profundo, se sintió mareada.

—Llamaré a una ambulancia —vociferó Chloe, y entró corriendo en la sala de estar para coger el teléfono.

—¡No te muevas, estúpida! —exclamó Pat. Se sacó de la manga un pañuelo de papel y lo puso encima de la herida—. ¿Cómo has podido arriesgar la vida de mi nieto?

—Lo habéis hecho tú y tus mentiras —dijo Mandy entre sollozos.

—Podríamos haber sido felices los cuatro. Eras como una hija para mí, de verdad, pero no deberías haber metido las narices en asuntos que no te conciernen. Te guste o no, voy a formar parte de la vida de este bebé. Nadie, ni tú ni ningún tribunal de esta tierra, va a separarme de mi nieto.

Asustada y desorientada, Mandy quiso alejarse lo más posible de Pat. Apartó de un empujón su brazo, que la sujetaba, y fue a coger de nuevo su maleta. Sin embargo, al tratar de bajar la escalera, se le doblaron las piernas y se cayó. Una vez más, se golpeó la cabeza contra la barandilla y los balaústres. Luego, se precipitó por los escalones que quedaban y aterrizó, inconsciente y bocabajo, en el suelo.