Al Consejo Nacional del Libro y la Cultura por el apoyo brindado, a través de un Fondo Concursable de «creación literaria», obtenido en 2008. Aunque este tema lo venía siguiendo desde hace más de dos décadas, y parte de la investigación la había iniciado hace quince años, no podría haberla profundizado ni actualizado, sin ese valioso respaldo.
A Pablo Dittborn y Melanie Jösch, de la Editorial Random House Mondadori, por la confianza que tuvieron en este proyecto y el apoyo para hacerlo realidad, en sus diferentes etapas.
A todos quienes consulté durante esta investigación y me aportaron antecedentes, pistas e ideas para enfocar mejor mi propia mirada.
A los periodistas y autores que cito en este libro, cuyos textos —en papel— en muchos casos estaban guardados en antiguas carpetas. Ellos contribuyeron con sus datos y su palabra expresada en distintos momentos a dar forma al panorama que he descrito.
A mis colegas y amigos del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI), por su constante aliento durante el año que demoró la gestación de Los magnates de la prensa. Muy especialmente, a Faride Zerán, Loreto Rebolledo, Gustavo González y Ximena Póo. Ellos fueron también primeros lectores de algún capítulo antes de que fuera entregado en su versión final.
A Cecilia Vargas y Matías Zurita, egresados de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, quienes colaboraron en la recopilación de antecedentes que permitieron dar forma a los dos capítulos finales.
A la periodista Alejandra Zúñiga Sepúlveda, quien —desde Punta Arenas— fue la primera lectora del original completo.
A Sergio Erlandsen, mi marido, quien con el comentario oportuno de lector impenitente y agudo analista ha sido consultor de dudas y apoyo incondicional en esta aventura.
A mis hijos y mis diecisiete nietos por la comprensión y paciencia ante la mamá y abuela «que hace libros». En ciertas ocasiones tuve que impedir a los más chicos el acceso a mi escritorio, por el riesgo que corrían los archivos: en más de una oportunidad mis documentos se transformaron en hojas para pintar y algún magnate fue objeto de esmerado recorte.