CAPÍTULO VIII

LOS POTENTADOS EXTRANJEROS

Tras la privatización de señales de la estación estatal en los primeros años de los noventa, uno de los fenómenos que experimentó la televisión chilena fue la internacionalización de sus canales. A mediados de esa década, de las ocho estaciones de TV abierta con audiencia nacional, sólo tres eran netamente chilenas: Televisión Nacional de Chile, la Corporación de Televisión de la Universidad Católica y la de la Universidad Católica de Valparaíso.

Nadie se habría imaginado un panorama así cuando comenzó la televisión en Chile, en la década del sesenta. Y hubiera sido imposible con una legislación más restrictiva, como la de Estados Unidos, donde se exige tener la ciudadanía para ser dueño de canales de TV, lo que ha provocado que varios magnates se nacionalicen estadounidenses para participar de este negocio. Existen disposiciones similares en otras legislaciones latinoamericanas y algunos de los verdaderos propietarios buscan continuamente subterfugios para evadirlas.

En Chile, los que se hicieron cargo de empresas de TV abierta en los noventa pronto se fueron. Pero hoy dos potentados extranjeros, grandes inversionistas continentales, actúan en la televisión local: Remigio Ángel González, dueño del Canal de TV La Red, y John Malone, el ítalo-estadounidense que controla la televisión por cable y la satelital. Integran la clase dorada que figura en los rankings de la revista Forbes, y aunque sus posesiones abarcan diversos sectores de la economía y las finanzas de América Latina —y se proyectan a otros continentes—, han hecho de la entretención y la información las principales fuentes de sus cuantiosas ganancias.

A ellos se sumó el mexicano Carlos Slim, uno de los tres hombres más ricos del mundo. Fue el último en llegar a Chile y se acerca al sector desde las telecomunicaciones: en México, desde los ochenta es dueño de la Telefónica Mexicana, Telmex, y de prácticamente toda la telefonía móvil.

El primer invitado de Latinoamérica que se incorporó al negocio de la televisión en Chile fue el mexicano Emilio Azcárraga Milmo, dueño de Televisa, la principal cadena de México, la mayor de habla hispana en el mundo y la segunda empresa de TV de América Latina, después de O’Globo de Brasil. Como se vio en el capítulo anterior, apareció en Santiago en 1992, cuando compró a Ricardo Claro la mitad del Canal 9, Megavisión.

Con anterioridad, al comenzar los noventa, el grupo encabezado por el inversionista canadiense Albert Friedberg había participado en La Red junto al grupo de Álvaro Saieh.

La alianza entre Azcárraga y Claro aumentó las posibilidades de desarrollo del primer canal privado en la TV chilena. Los socios anunciaron que realizarían coproducciones de películas, telenovelas y espectáculos e incorporaron a Megavisión a la cadena de noticias ECO, propiedad del mismo grupo mexicano.

Pero después, Televisa se retiró del canal y no sucedió casi nada de lo anunciado, aunque dejó un pie por estos lados con su ancha línea de revistas.

EL SALTO DEL ‘TIGRE

Sinónimo de poder económico y comunicacional, Televisa es un gigante con más de cincuenta años que fabrica entretención en castellano. Para el clan Azcárraga, el gran desafío está planteado por la existencia en el mundo de alrededor de cuatrocientos millones de hispanoparlantes y hacia ellos orienta sus estrategias de mercado.

Sus redes se extienden por América desde Estados Unidos a Chile, pasando por gran parte de los territorios centro y sudamericanos, y atraviesan el Atlántico hasta llegar a España. Sus telenovelas son vistas en más de ochenta países del planeta.

Emilio Azcárraga Vidaurreta1 es considerado el fundador de Televisa. Su padre fue un locutor de la RCA Victor y él partió vendiendo calzados. Luego siguió con una distribuidora de automóviles hasta que en 1930, en los primeros tiempos de la radiofonía, formó su primera emisora en la mexicana ciudad de Monterrey. Los buenos resultados comerciales lo llevaron a ampliar esa veta y ya por los años cuarenta era dueño de una importante cadena de emisoras.

Más tarde se aventuró en el cine y en la distribución de películas. Su experiencia en radio y cine se conjugó para motivarlo a participar en 1951 en la creación del primer canal de televisión de su país. En 1955 se sumaron dos estaciones más y, junto a otros socios, Azcárraga formó Telesistemas Mexicanos, antecesor de Televisa.

Cuando Azcárraga Vidaurreta murió en 1972, lo sucedió su hijo Emilio Azcárraga Milmo —apodado ‘El Tigre’—, quien dio el gran salto al crear Televisa, en 1973. La empresa dedicada a «producir» información y entretención pronto llegó a figurar en los primeros lugares del ranking latinoamericano, mientras su dueño se convertía en una leyenda.

Como señaló la revista América Economía, en su edición de octubre de 1994, dos años antes de su muerte Azcárraga Milmo se ubicaba al lado de titanes de las comunicaciones como Ted Turner, el presidente de la CNN de Estados Unidos; el magnate australiano Rupert Murdoch; y el Primer Ministro de Italia Silvio Berlusconi.

AZCÁRRAGA SEGÚN MONSIVÁIS

El escritor y periodista mexicano Carlos Monsiváis2 describe así al anterior dueño de Televisa: «En Nueva York, Los Ángeles, Río de Janeiro, París, Azcárraga Milmo es figura de la alta finanza, comprador de arte, propietario de yates y residencias, emblema de la mezcla funcional entre la modernidad de la alta tecnología y el arcaísmo de la concentración de poderes y la empresa de un solo hombre. En el horizonte de la globalización empresarial, tan desacostumbrado ya a las personalidades que monopolizan las decisiones, Azcárraga asombra».

La aguda mirada de Monsiváis subraya que el dueño de Televisa «de acuerdo con los relatos que han integrado su leyenda», era «visionario y autoritario, magnánimo y dictatorial, ubicuo y reservado, poseedor del mayor espacio de resonancia y carente de discurso público, guadalupano y cosmopolita, sagaz y explosivo. En lo tocante a poderío financiero, influencia política y transformación de un estilo personal en método nacional de uso del tiempo libre, el Tigre Azcárraga es uno de los mexicanos del siglo XX que evade el destino típico de los juniors, convierte a su padre (Emilio Azcárraga Vidaurreta, extraordinario a su manera) en su precursor, irrita cíclicamente a la opinión pública y la mantiene atenta a sus decisiones. Megamillonario, pregona su riqueza; deudor del sistema político, jamás esconde sus lealtades («Soy soldado del PRI y del Presidente»), zar del entretenimiento, respeta con escrúpulo lo que considera su desempeño básico: divertir a las clases populares y las clases medias, hacerles ver que si no les quedó más remedio y se quedaron en su casa, por lo menos allí disfrutarán de los ofrecimientos de Televisa».

Según el escritor, el magnate consideraba que «a la televisión le toca servir de consuelo al sedentario». Y su mensaje habría sido: «Estás aquí, frente al aparato, porque no pudiste ir a otro lado. No te preocupes, haremos que tu resignación se vuelva alborozo». Ésa sería «la filosofía de Televisa», señala Monsiváis.

FÁBRICA DE TELENOVELAS

El zar de ese imperio es hoy Emilio Azcárraga Jean, nieto del fundador e hijo del ‘Tigre’, de 41 años. A los 29, ante la muerte de su padre se hizo cargo de Televisa y las demás empresas del conglomerado. En 2004 se casó en segundas nupcias con Sharon Fastlicht Kurian, estadounidense de origen judío, licenciada en Comunicaciones en la Universidad de Columbia y con estudios de cine. Son padres de un hijo, que también fue bautizado como Emilio.

Con estudios en relaciones industriales y negocios, Azcárraga Jean —apodado ‘el Tigre Junior’— ha desplegado su iniciativa empresarial tanto en México como en busca de «otros mercados» para Televisa.

Sus acciones se transan en la Bolsa de Comercio de México y de Nueva York, y la influencia de su dueño va más allá de los límites del periodismo, las teleseries y la entretención, para adentrarse en la economía y la política. En mayo de 2009, el estadounidense Bill Gates se convirtió en el principal accionista extranjero de la compañía mexicana y el tercero en la suma total, al quedar con un 7 por ciento de las acciones de Televisa3.

La cadena posee cuatro canales de televisión abierta en México —tres nacionales y uno metropolitano—, decenas de canales por cable, incluyendo el mayor de México; más de 160 estaciones de radio, y dos estudios de producción musical. Es propietaria también del Estadio Azteca y de dos equipos de fútbol de primera división: América y Necaxa.

La empresa proporciona asimismo contenidos a otras estaciones, como es el caso de la cadena Univisión que opera en Estados Unidos, participa en la distribución de películas y cuenta con salas de cine. Su especialidad son las telenovelas. Incluso en el último tiempo se percibe un cambio de acento en la estrategia empresarial de Azcárraga: en lugar de seguir comprando canales ha priorizado la fabricación de telenovelas de Televisa en el Estudio de San Ángel. La venta de ese material a los diferentes canales a lo largo del mundo parece ser mejor negocio que tener más estaciones propias.

En México, el principal competidor de Televisa es TV Azteca del grupo Salinas pero, de acuerdo a estudios de medición electrónica, el alcance de Televisa es muy superior.

El periodista mexicano Jenaro Villamil, del semanario Proceso, anota en un reportaje de julio de 2008: «Televisa acapara el 66 por ciento de las 465 concesiones, tiene el 52 por ciento de las audiencias y concentra el 70 por ciento de la publicidad en pantalla comercial. TV Azteca tiene el 28 por ciento de las concesiones, el 21 por ciento de la audiencia y el 25 por ciento de la publicidad», según estadísticas de 2007. Entre ambas alcanzan el 90 por ciento de las audiencias masivas en televisión4.

DISCORDIAS CON UNIVISIÓN

Un mes antes de que Televisa comprara el 49 por ciento de las acciones de Megavisión en Chile, efectuó otra importante operación en Estados Unidos. En abril de 1992, el empresario estadounidense Jerrold Perenchio, Televisa y Venevisión International —la mayor cadena de Venezuela de propiedad del grupo Cisneros— adquirieron Univisión, la fuerte cadena hispana de ese país. Con base en Miami y una cobertura del 90 por ciento de los hogares que habla castellano en EE.UU., la estación que pertenecía a Hallmark Incorporated —la compañía dueña, entre otras cosas, de la marca «Garfield»— fue vendida en 550 millones de dólares.

Univisión había aparecido en el mercado estadounidense en 1972, cuando Televisa creó Spanish Internacional Network, conocida por su sigla SIN. Era la primera cadena de TV en castellano hecha por latinos; pero no pudo continuar, porque como la ley estadounidense impide a los extranjeros controlar medios de comunicación, Televisa se vio obligada a vender la mayoría de las acciones de SIN al grupo Hallmark.

Azcárraga no se dio por vencido y en conjunto con Perenchio y Venevisión International volvió a participar en Univisión. Bajo esa forma pudo sortear el obstáculo de su nacionalidad. La cadena sobrepasaba con creces a Telemundo, su competidor más cercano entre los hispanoparlantes.

Los Azcárraga recuperaron así parcialmente el canal que crearon en 1972. Además, Televisa y Venevisión eran los proveedores de los principales contenidos de Univisión. No obstante, la relación entre Perenchio y los Azcárraga se tornó conflictiva. En 2006, las disputas por derechos de transmisión llegaron a tribunales. Televisa reclamaba una cuantiosa suma por difusión de teleseries, y consideró, además, que Univisión hacía uso inapropiado de sus contenidos por internet.

En junio de ese año, el grupo encabezado por Haim Sabam —empresario nacido en Alejandría, Egipto, y radicado en Estados Unidos— compró la mayoría de las acciones de Univisión. Sabam, otro de los megamagnates de la TV, es dueño de su propia compañía productora y distribuidora de programas de entretención: Saban Entertainment, con sede en Los Ángeles, EE.UU. Entre sus «creaciones» se cuenta la serie de los Power Rangers, uno de los aciertos que lo llevó por la senda de la fortuna.

Televisa terminó vendiendo sus acciones de Univisión —tenía alrededor de un 11 por ciento— en marzo de 20075 al grupo encabezado por Sabam. Dos años después, en enero de 2009, pusieron término al litigio y Televisa continúa suministrando las teleseries a la cadena de Miami.

En los noventa, el imperio comunicacional mexicano surgido en 1973 continuó expandiéndose hacia otros países americanos. A fines de 1992 —el mismo año en que llegó a Chile— adquirió el 76 por ciento de la Compañía Peruana de Radiodifusión, operadora del Canal 4 de Lima, Perú, y de Radio América. El Canal cubre el 75 por ciento del territorio y está en el segundo lugar de la audiencia peruana.

Las «huestes» del imperio mexicano atravesaron el Atlántico en octubre de 1994 y, aunque le costó asentarse, Azcárraga finalmente logró en 2006 ser parte de la sociedad que controla el canal abierto La Sexta en España. Antes también se había asociado al grupo Prisa para operar en conjunto una cadena de radios.

A este lado del mundo Televisa se asoció en 1996 con el magnate australiano Rupert Murdoch, la cadena brasileña O’Globo y la estadounidense TCI en el proyecto de TV Sky para operar la televisión satelital. El rival en estos asuntos era el proyecto Galaxy, en el que participaba desde 1995 el grupo Cisneros —en ese entonces socio de Televisa en Univisión—, junto a Hughes Communications de Estados Unidos, al grupo Abril de Brasil y a la mexicana Multivisión.

REVISTAS TELEVISA

Pero en materia comunicacional no todo es televisión para Televisa. Junto con las adquisiciones de canales, radioemisoras en Estados Unidos, América Latina y España, el grupo Azcárraga es dueño de una serie de revistas que distribuye por el continente.

Como su propio nombre lo indica, uno de los objetivos centrales que tienen algunas es reforzar a las audiencias de sus espacios de televisión, no sólo a través de concursos y otros recursos similares, sino de un apoyo constante a las programaciones de sus canales, a los actores de sus teleseries o a los productos y servicios que venden otras divisiones del grupo.

En Chile, a comienzos de los noventa, el grupo Azcárraga adquirió la Editorial Andina, hoy conocida simplemente como Editorial Televisa. Entre las principales revistas elaboradas en este país están Caras y TV y Novelas. Junto a ellas, distribuye Vanidades, Conozca Más, Muy Interesante, Buen Hogar, National Geographic, Cosmopolitan, Marie Claire, Ideas, Mecánica Popular, Hombre Internacional, Tú Internacional, PC Magazine, Disney Juegos, Barbie, Bugs Bunny, Nintendo y Condorito, que pasó a ser parte del patrimonio del grupo. Edita también una vez al año el Almanaque Mundial.

La empresa Alfa, del mismo conglomerado, se encarga de la distribución de estas publicaciones.

QUIÉNES SON LOS CISNEROS

En 1928, el ciudadano cubano Diego Cisneros Bermúdez abandonó la isla caribeña y se instaló en Venezuela, junto a su hermano Antonio. El país vivía las revueltas contra la dictadura del general Juan Vicente Gómez. Diego tenía 17 años y carecía de dinero, profesión y trabajo. Al poco tiempo, obtuvo un puesto en el Royal Bank de Canadá. Después pasó a una concesionaria de automóviles, donde logró que le vendieran un camión a crédito. Por ahí empezó a cambiar su suerte. Antes de cinco años, los hermanos Cisneros eran dueños de una flota de microbuses. Más adelante, Diego abandonó el transporte y llegó a fundar la Pepsi-Cola en Venezuela. El éxito obtenido con las bebidas le permitió expandirse a diversas actividades.

La historia de los Cisneros con la TV empezó en Venezuela cuando en Chile nacía la televisión universitaria. Ante la insostenible situación de Canal 4 de Caracas, la estación pasó a ser administrada por sus trabajadores. El Presidente de entonces, Rómulo Betancourt, preocupado por las tendencias izquierdistas que primaban en el canal, le propuso a Cisneros que lo comprara. La empresa de TV salió a remate y Diego Cisneros se quedó con ella. En julio de 1960 nació Venevisión.

Cinco años después, el Canal 4 emitía dieciocho de los veinte espacios de mayor sintonía en Venezuela. Venevisión se convirtió en la principal cadena privada de TV de ese país.

A fines de los sesenta, Gustavo Cisneros Rendiles, uno de los ocho hijos de Diego, tomó las riendas del grupo empresarial secundado por su hermano Ricardo.

En 1992, gracias a la mencionada operación conjunta con la cadena mexicana Televisa, Venevisión adquirió el 25 por ciento de Univisión. En enero del 93, los nuevos dueños se instalaron en las oficinas de la potente cadena estadounidense.

Emilio Azcárraga Milmo y Gustavo Cisneros, tras la compra de parte de Univisión, consolidaron sus posiciones como los dos mayores empresarios de la televisión latinoamericana y los más importantes productores de telenovelas en castellano que se venden por todo el mundo.

Cuando la Organización Cisneros incursionó en Chile a comienzos de los noventa, contaba con nueve divisiones. Sólo una de ellas era la de Comunicaciones. Entre las otras, figuraban supermercados, alimentos rápidos, bebidas, tiendas de departamentos, artículos de consumo y desarrollo minero.

También el grupo Cisneros cuenta desde 1981 con otro «producto» muy especial: la organización del Concurso Miss Venezuela; las elegidas se coronan en diferentes escenarios entre las mujeres más hermosas del mundo. Una división del consorcio se preocupa de elaborar meticulosamente esta sui-generis exportación que tantos aplausos ha significado para Venezuela.

Gustavo Cisneros ha sido considerado entre los hombres más ricos de América Latina por la revista Forbes, con una fortuna calculada en seis mil millones de dólares. Entre las compañías de la Organización Cisneros se encuentran, además de Venevisión, el canal Televen y Venevision Productions, la empresa proveedora de telenovelas para mercados estadounidenses e internacionales; la sociedad Venevisión International, con sede en Miami, dedicada a la distribución de telenovelas; y Venevisión Plus, canal de televisión pagado en castellano que transmite las 24 horas del día. El grupo cuenta también con una estación en Puerto Rico: el canal Uapa.

Aparte de sus compañías de TV, la Organización Cisneros es dueña de Movida, empresa de telefonía celular que funciona en Estados Unidos, orientada fundamentalmente al público hispano.

El grupo es dueño también de Cervecería Regional, la segunda empresa cervecera de Venezuela, y del equipo de beisbol Los Leones, de Caracas.

Aunque ha sido abierto opositor al gobierno del Presidente Hugo Chávez, después de muchos tiras y afloja, Gustavo Cisneros logró que el gobierno le renovara la concesión a Venevisión –—que vencía en 2007—, pero sólo logró obtenerla por cinco años más. Este hecho suscitó críticas ya que ocurrió poco después de la negativa para la Red de Televisión Venezolana (RTV), competencia directa de la empresa de Cisneros, que se quedó sin la concesión para TV abierta.

Entretanto, el grupo Cisneros ha expandido sus actividades y ha volcado sus negocios fuera de Venezuela, principalmente hacia Estados Unidos y otros países de América Latina. En especial, ha focalizado su interés en Colombia, donde Gustavo Cisneros pretende instalar en 2010 un canal de TV abierta; y en República Dominicana, donde tiene numerosas propiedades inmobiliarias. Asimismo, algunos países de Europa y Asia han pasado a ser importantes campos de interés para sus negocios.

ADIÓS, UNIVERSIDAD

El 4 de noviembre de 1960 inició sus actividades el Canal de Televisión de la Universidad de Chile. La idea surgió de un grupo de alumnos de la «U» que presentó un proyecto de memoria de título para hacer televisión. Los elementos técnicos y humanos se reducían a dos cámaras filmadoras, una de telecine, cinco técnicos y seis camarógrafos e iluminadores.

Los sets y los primeros sistemas de transmisión fueron construidos por los ingenieros Bartolomé Dezerega —el ex gerente general de Televisión Nacional involucrado recientemente en las ventas de los aviones Mirage—, Carlos Maramoto y Rodolfo Baffico. Fueron dos años de experimentación en que el canal salía al aire sólo los viernes, desde la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, en la calle Beaucheff. La transmisión duraba una hora. Pero el Campeonato Mundial de Fútbol de 1962 revolucionó el sistema de trabajo y las cámaras se trasladaron al Estadio Nacional. El canal de la «U» transmitió todos los partidos con la voz del conductor Patricio Bañados, quien se estrenaba en TV.

A fines de 1963, el canal nacido con la frecuencia 9 trasladó sus estudios desde Beaucheff hasta el local de Chile Films. Estuvo allá hasta 1966, cuando se cambió a la calle Inés Matte Urrejola, en el barrio Bellavista, donde ha funcionado por largos años, ahora con el nombre de Chilevisión.

En los años sesenta se fueron multiplicando los programas con un marcado sello educativo y cultural. Se exhibieron obras literarias como Martín Rivas, Arsénico y encaje antiguo, La Quintrala y El diario de Ana Frank. También se transmitió la primera teleserie que acaparó el interés de los santiaguinos: La caldera del diablo. Surgieron programas periodísticos y transmisiones especiales con la participación de conocidos artistas. La situación política de los setenta pesó, sin embargo, sobre el canal universitario.

Después de ser controlado por sectores de izquierda en el gobierno de Salvador Allende, el canal se vio afectado por la intervención de la Universidad y por el clima represivo de la dictadura. La falta de programación de calidad y una deficiente gestión hicieron que las deudas se multiplicaran, mientras las audiencias preferían al Canal 13 de la Universidad Católica que lideraba el ranking en la mayoría de sus espacios.

Desde mucho antes de que terminara el régimen militar y asumiera el gobierno de Patricio Aylwin en 1990, se hablaba de la fuerte crisis que arrastraba el Canal de la Universidad de Chile, entonces en la frecuencia 11 en Santiago, y desde 1980 con el nombre de Teleonce.

Tras el cambio de gobierno, se planteó que la «U» se deshiciera del canal, pero en esa época primaba la idea de contar con televisión universitaria y no prosperó la idea. Después se intentó iniciar la coproducción complementaria con TVN, que ya tenía una nueva administración, lo mismo que la Universidad. Pero en noviembre de 1991 el Consejo de la «U» decidió terminar esas gestiones y la posibilidad de vender al menos una parte empezó a tomar cuerpo.

BRINDIS, CANAPÉS E INQUIETUDES

Ya en 1993, tras hacer algunos infructuosos esfuerzos por mantenerlo, las autoridades de entonces encabezadas por el rector Jaime Lavados decidieron vender una parte de las acciones de la Corporación de Televisión de la Universidad de Chile. El propósito —argumentaban— era intentar salvarla y mantener la tutela de la Universidad sobre la línea editorial. Por esos días, la cadena Venevisión del grupo Cisneros abrió su oficina de ventas en Chile y manifestaba su interés por invertir en la televisión del país. Al cabo de muchas negociaciones se acordó que la Universidad le vendería el 49 por ciento.

El 30 de septiembre de 1993 debutó en las pantallas una nueva sociedad televisiva: Chilevisión. La peculiar empresa surgida de la combinación de intereses de la Universidad de Chile y de la cadena Venevisión se constituyó el 9 de julio del 93, con un capital de 19 millones de dólares. Se gestó como sociedad anónima cerrada y oficialmente se llamó Red de Televisión Universitaria S.A. Chilevisión (RTU).

Firmado el nacimiento de RTU, se planteó extender el alcance de la estación. Cubría en ese momento el 62 por ciento del país y se propusieron llegar hasta un 92 por ciento a mediados de 1994.

El de la Universidad de Chile era el segundo canal que se internacionalizaba. En 1992 ya lo había hecho Megavisión, cuando el empresario Ricardo Claro se asoció con el mexicano Emilio Azcárraga. En el directorio de Chilevisión quedaron cuatro representantes de la «U» y tres del grupo Cisneros. Extraña mezcla que se celebró con una gran fiesta en la casa del barrio Bellavista, pero ya esa misma noche entre brindis y canapés surgían las inquietudes de los presentes sobre la viabilidad de un matrimonio tan dispar. El gran desafío era conciliar los intereses culturales de la Universidad con los económicos del grupo Cisneros. Al final, la grave crisis financiera de la principal universidad chilena definió las cosas de otro modo.

Junto con formalizar la sociedad, se le dio el vamos al plan de expansión para alcanzar una cobertura del 80 por ciento del país. Partieron por San Antonio, Valparaíso, Viña del Mar, Concepción y Chillán. Aunque Chilevisión transmitía la misma cantidad de publicidad que los canales «grandes», la nueva sociedad sólo recibía el 4 por ciento de la «torta publicitaria», porque cobraba tarifas inferiores.

La luna de miel entre la Universidad y el grupo venezolano fue corta. Al poco tiempo se empezó a comprobar que los Cisneros no aportaban todos los dólares requeridos para dar un salto cualitativo. No había recursos para las ampliaciones y readecuaciones de la estación ni se podía mejorar sustancialmente la programación. Faltaban equipos y los prometidos se demoraban en llegar más de lo previsto. La situación económica de la Universidad de Chile no permitía derivar fondos para el canal. Entre los integrantes del Consejo Superior empezó a cundir la idea de que más valía destinar los escasos recursos a causas más académicas. Las frustraciones empezaron a pesar más que las ilusiones.

VENEVISIÓN TOMA EL CONTROL

En septiembre de 1994, el rector Jaime Lavados confesó a los trabajadores de la estación que la Universidad vendería su parte en la Corporación, lo que según manifestaron les cayó como «balde de agua fría».

En octubre de ese año se informó en la prensa que el más probable comprador del 51 por ciento aún en manos de la Universidad sería Venevisión. De ese modo, se convertiría en el primer canal chileno enteramente en manos foráneas. En Megavisión y La Red, accionistas que no eran chilenos tenían ya participación del 49 por ciento; y Venevisión ya tenía la misma proporción en Chilevisión. Pero distinto es la mitad que la totalidad, más aun tratándose de la TV de la Universidad de Chile.

El último trimestre de 1994 se generó un ir y venir de informaciones, desmentidos y contradesmentidos sobre el destino del canal. El 18 de enero de 1995, el misterio se dilucidó con el anuncio de la venta al grupo venezolano. La ley en Chile es una de las más liberales del mundo. No hay cortapisas severas como en otros lugares para la inversión extranjera en medios de comunicación, por lo cual la compra total fue considerada «técnicamente» posible. Aunque en rigor no se debería hablar de venta, ya que las frecuencias fueron entregadas en concesión a las universidades por el hecho de ser tales y para cumplir una función cultural. La concesión, por lo tanto, no podía «venderse».

Lo concreto fue que el canal de la Universidad de Chile quedó en manos totalmente extranjeras para su explotación comercial. Era el primer caso en el país. Nada quedaba ya del sentido original con que fue creado. Una de las mayores empresas de la «infoentretención» era su dueña. La negociación fue posible gracias a los vacíos de la ley local y a la falta de recursos de la Universidad. Eran tantas las necesidades después de la dictadura que no se aquilató la importancia de deshacerse del canal al que muchos veían simplemente como un «gasto» más.

Hubo especulaciones en el sentido de que el grupo Cisneros vio una oportunidad de negocios y no tenía la intención de hacer TV en Chile. Hacia fines de 1995, el ex canal universitario pasaba por momentos complicados. La deuda vencida de corto plazo con la banca chilena era del orden de los seis millones de dólares.

Desde un comienzo se pensó que el Canal 11 podría ser revendido poco tiempo después de pasar a manos privadas. Incluso sus nuevos dueños diseñaron en esa época una estrategia abierta de venta y contrataron una empresa para asesorarlos en el eventual traspaso. Hubo interesados y el grupo que estuvo más cerca de adquirir la estación fue El Mercurio, en alianza con empresas estadounidenses. Se avanzó en la transacción con visitas a las oficinas y a los estudios. Pero la operación fracasó en el último minuto.

Su actual propietario, el candidato presidencial Sebastián Piñera, quería comprarlo desde entonces, pero aquella vez sólo ofreció doce millones de dólares. Nadie quiso pagar lo que Cisneros cobraba como mínimo por desprenderse del canal: unos 25 millones de dólares.

Finalmente, no hubo venta ni tampoco quiebra. Los venezolanos se quedaron y empezaron a sanear la situación financiera. Y hacia 1996 sus ejecutivos aseguraban que Venevisión no se desprendería de la estación chilena en un tiempo cercano.

EN LA TV SATELITAL

La decisión del grupo Cisneros de mantener Chilevisión se atribuyó, entre otros motivos, a que en esa época se embarcó en el proyecto de televisión satelital Galaxy, conocido también como Direct TV. Era una gran aventura que ofrecería el servicio de televisión satelital a más de 140 canales en el mundo. Los venezolanos eran dueños del 20 por ciento del negocio a través de la empresa Galaxy Latin America (GLA); sus socios eran Hughs Communications —con el 60 por ciento—, Inversiones Bresnner —con una pequeña proporción—, Multivisión y Televisao Abril, del grupo editorial brasileño.

Una empresa local se haría cargo de la distribución en cada uno de los países donde bajarían la señal del satélite. En Chile, esa compañía sería VTR.

El proyecto rival de Galaxy era Sky, en que estaba involucrada la mexicana Televisa, que tuvo un contratiempo en 1996 cuando se les cayó el satélite.

La TV satelital cuenta con más canales y su señal es digital, lo que mejora la calidad, pero el sistema es similar: en lugar de llegar la onda por un cable, cada usuario —premunido con una antena especial— baja el programa que le interesa y paga por él. En ambos casos, como en el teléfono o la conexión a internet, el servicio se paga al mes. Para las empresas que operan con el sistema satelital es un buen negocio porque contratan un paquete de programación que vale, por ejemplo, diez millones de dólares. Y lo bajan en setenta o cien países distintos.

Se interpretaba por aquellos días que los venezolanos tenían que demostrar que eran capaces de sostener un canal de TV. Pagaron así toda la deuda bancaria inmediata de Chilevisión y decidieron sacarlo adelante sin ponerle mucho dinero, sólo con un piso para funcionar.

En marzo de 1999, Chilevisión pasó a formar parte de Iberoamerican Media Partners, conglomerado comunicacional formado por Cisneros Television Group y el fondo de inversiones Hicks, Muse, Tate and Trust. Dos años después se fusionaron Iberoamerican Media Partners y El Sitio para crear una nueva compañía: Claxson Interactive Group, controlada por la Organización Cisneros6.

Finalmente, el 15 de abril de 2005, Claxson —es decir, Cisneros— vendió el Canal 11 a Sebastián Piñera, quien lo compró en más de veinte millones de dólares, a través de dos de sus principales sociedades de inversión: Bancard Inversiones Limitada e Inversiones Bancorp Limitada.

LOS PASOS DEL ‘FANTASMA

Aunque su rastro durante cuatro décadas se asocia a negocios ocultos, influencias y triquiñuelas políticas, gestiones de alto vuelo y presiones escondidas, el magnate mexicano-estadounidense Remigio Ángel González González decidió bautizar su conglomerado comunicacional con el etéreo nombre de Albavisión. Y bajo ese título —o el de Alba Group, según sea el caso— reunió a las decenas de estaciones de televisión, radio y salas de cine que ha ido acumulando a través de América Latina; ello, además de toda su línea productora de teleseries y programas envasados, que vende en la mayoría de los países de habla castellana e incluso en España.

El anuncio formal sobre la existencia de su holding lo efectuó en mayo de 2008, cuando llamó a la prensa para hablar de sus medios de comunicación y simultáneamente inauguró un moderno sitio web, albavisión.tv, donde se pueden encontrar algunas referencias sobre los contenidos de sus principales cadenas, pero escasa información acerca de quién es realmente González y quiénes integran su grupo.

Algunas versiones dicen que el apelativo de «Fantasma» se debe a su rechazo a las entrevistas y a las fotografías. Otras, a la utilización de testaferros que lo representan en sus sociedades, mientras él permanece entre bambalinas.

«El empresario mexicano que está tras los destinos de Red Televisión es un misterio, y maneja la mayoría de sus actividades con un secretismo digno de logia oculta»7, señalaba la periodista Cristina Alzate en un artículo del diario El Mercurio de Santiago, en abril de 2004.

Otra explicación la dio en enero de 2007 La Nación de Argentina, cuando Remigio Ángel González tomó el control del 80 por ciento del Canal 9 de ese país, en medio de comentarios y críticas.

Consigna el matutino bonaerense que, según algunas publicaciones peruanas, la autoría del apodo «El Fantasma» correspondería al actual Presidente del Perú Alan García, en los años ochenta. A mediados de esa década, según la revista peruana Caretas —recuerda La Nación—, el periodista Fernando Vivas hizo una semblanza de Ángel González. El reportero habló en esa oportunidad de una supuesta relación entre Alan García y González, por entonces encarcelado en su país por una presunta sobrevaluación en la compra de películas para una televisora mexicana8. Al consultarle cómo había conocido al empresario, García habría dicho: «Para mí, es un fantasma».

Después de anunciar la aparición de Albavisión, este fantasma se hace un poco más visible, revelándose que es uno de los inversionistas latinoamericanos más poderosos en el campo de las comunicaciones. Aunque en la mayor parte de sus canales la receta se compone de producción envasada de teleseries y otros «productos» de contenido light —con el sólo propósito de vender—, su influencia a través de la TV es enorme. En el último tiempo se ha entusiasmado con la potencial aplicación de nuevas tecnologías y su grupo está experimentando ya en Perú y Guatemala con la «televisión móvil», es decir, aquella que se transmite directamente a los teléfonos celulares.

Los pasos del ‘Fantasma’ son seguidos con preocupación por periodistas y algunos políticos inquietos de México, América Central y del Sur, quienes han visto cómo ha ido ampliando sus pertenencias, multiplicando sus utilidades y acentuando su influencia en los últimos años.

CON MANSIÓN EN KEY BISCAYNE

El magnate pertenece a un «linaje» frecuente en las últimas décadas por estas latitudes: el de los nuevos grandes ricos que amasaron su cuantiosa fortuna en una generación.

Remigio Ángel González González nació en la ciudad de Monterrey, en México, en la década del cuarenta. Sobre la fecha exacta de su nacimiento hay versiones diferentes9. La mayoría señala que tendría actualmente 62 ó 63 años, aunque según el diario El Universal de México, llegó al mundo en 1941, es decir, en 2009 tendría 68.

En primeras nupcias contrajo matrimonio con una compatriota mexicana y actualmente está casado con la guatemalteca Alba Elvira Lorenzana, nacida en Puerto Barrios. Tiene dos hijas nacionalizadas estadounidenses, Jani y Morella —informa el diario argentino La Nación. Sus lazos familiares en Guatemala se extienden también a su gran amigo y cuñado, el ex ministro y ex candidato a la Presidencia de ese país, Luis Rabbé, casado con una hermana de González.

El ‘Fantasma’ partió como vendedor de publicidad. Inició su carrera en Guatemala, vendió películas para Imevisión —el estatal Instituto Mexicano de Televisión, antecesor de TV Azteca— y para otros canales latinoamericanos. Se dedicó después a la compra de programas envasados para la cadena Televisa en México.

Según relata Francisco Roséndiz en El Universal de México, en 1981 Remigio Ángel González , dueño ya de un importante capital, volvió a Guatemala, donde adquirió los canales 3 y 7 de televisión abierta. Para efectuar la operación —señala Roséndiz— usó «los nombres de su esposa y de su suegra Sara Aurora Cardona». Y «años después, supuestamente gracias a los favores otorgados a candidatos y partidos, hubo reformas legales por lo que pudo comprar los canales 11 y 13».

Pero la carrera ascendente de González ha tenido tropiezos con la ley. Consigna El Universal que a mediados de los ochenta se asoció con el empresario de espectáculos Gustavo Alatriste —ex esposo de las actrices Silvia Pinal y Sonia Infante—, quien le arrendó varias salas de cine. El negocio habría terminado mal y con González preso en el Reclusorio Oriente, según una versión recogida por ese diario mexicano.

Más tarde, Remigio Ángel González se radicó en Miami, desde donde hizo crecer su imperio mediático que lo ha llevado a la cúspide del poder económico y político en países latinoamericanos.

Hoy, dueño de un poderoso conglomerado, sigue viviendo en Miami, en el exclusivo barrio de Key Biscayne. Su espectacular mansión, en la avenida Harbor Doctor en la punta de uno de los «cayos», construida en 1996, tiene ocho dormitorios y siete baños, embarcadero, gran piscina y un amplio terreno; su valor de mercado ascendía en 2008 a ocho millones 278 mil dólares, según datos oficiales del condado de Miami10.

EL GRUPO AZTECA

De acuerdo a fuentes mexicanas, Remigio Ángel González preparaba al finalizar 2008 el retorno en gloria y majestad a su país, tras un prolongado autoexilio en Miami, donde tiene su sede desde los ochenta.

Dicen que quiere configurar la «tercera cadena» en México, donde dos gigantes, Televisa y TV Azteca, han dominado el escenario en la última década. Ambas han dado que hablar en Chile en estos años.

Después de que Televisa llegó a la televisión chilena como socia de Ricardo Claro, asomó también en 1998 TV Azteca, la cadena formada en México a partir de la privatización del conglomerado de empresas estatales de televisión, radio y salas de cine.

Cinco años antes se había forjado el grupo a partir de la privatización del estatal Instituto Mexicano de Televisión, en la que resultó favorecido el grupo encabezado por el empresario Ricardo Benjamín Salinas Pliego. Contador de profesión y heredero de un consorcio dueño de la cadena de artículos electrodomésticos Elektra y de Radio Televisora del Centro, Salinas se adjudicó «el paquete» de medios11 en julio de 1993 por un valor de casi 650 millones de dólares.

La nueva empresa —que se inició como «paraestatal»— se convirtió en concesionaria de los noventa canales del Canal 13 y los casi ochenta del Canal 7 de México, además de 28 empresas vinculadas, entre otras la cadena de salas cinematográficas Compañía Operadora de Teatros S.A. y los Estudios América. Imevisión tenía también a su cargo el Canal 22 del Distrito Federal, pero éste fue entregado al Consejo Nacional de la Cultura (Conaculta).

Llegó a ser el segundo gigante de la televisión de ese país y otra de las grandes productoras de programación en castellano en el mundo. En 1997, TV Azteca adquirió una compañía de televisión en El Salvador y en 1998, otra en Costa Rica. En 2008 se asoció con la empresa Latitud TV de Guatemala para transmitir a través de canales de televisión abierta y por cable.

Azteca Holdings —la sociedad controlada por Salinas Pliego— es propietaria actualmente de la mayoría de las acciones de TV Azteca y del grupo Inmobiliario Salinas. La compañía tiene siete subsidiarias: una sociedad en Delaware, Estados Unidos, que opera Azteca América, y seis mexicanas: Televisión Azteca, Azteca Novelas, grupo TV Azteca, TV Azteca Comercializadora, Red Azteca Internacional y Estudios Azteca. Es dueña, además, del 50 por ciento de Azteca Web y de Todito Card. Como parte de la estrategia de crecimiento, creó también un centro de formación actoral.

¿TRAS LA TERCERA CADENA?

Según El Diario de Yucatán, el estado donde nació Remigio Ángel González, el plan del ‘Fantasma’ sería forjar la tercera cadena mexicana. Para eso, «estaría interesado en adquirir buena parte de las 175 frecuencias disponibles para televisión que hay en México»12.

«Fiel a su estilo de no aparecer en público y de crear empresas ‘fantasmas’ en paraísos fiscales —de ahí su mote—, el empresario y propietario de la compañía Televideo Services Inc. comenzó a cabildear entre autoridades, legisladores y empresarios de los medios electrónicos en México para consolidar una sociedad que le permita adquirir la ‘tercera cadena’, según confirmaron distintas fuentes», señalaba El Diario de Yucatán en septiembre de 2008.

Aunque los datos sobre sus medios no siempre coinciden, precisamente por el sigilo con que se mueve este fantasma, y por los «palos blancos» que utiliza en algunas sociedades, tras revisar diversas fuentes en medios latinoamericanos se concluye que sus dominios en materia de televisión son fuertes en Centroamérica y empiezan a ser significativos en América del Sur.

Es dueño personalmente de más de veinte canales de televisión abierta en América Latina y tiene otros cinco en sociedad. Para alimentarlos, es el principal cliente de Televisa en el mundo.

Su influencia más fuerte la ostenta en Guatemala, el país de origen de su mujer, donde posee cuatro de los cinco canales de televisión abierta de cobertura nacional, a través de Televideo Services Inc. Además, es socio de la tienda de departamentos Sears, de restaurantes y de compañías distribuidoras de material envasado para TV.

En Costa Rica, donde funciona con la empresa Repretel (Representaciones Televisivas), ha logrado también la primacía en tres canales; en Nicaragua tiene dos; y en República Dominicana, aunque no es propietario de ellas, programa dos estaciones.

Sus dominios en Sudamérica se extienden a Ecuador, con los canales 4 y 5; a Perú, con los canales 9 y 13; y en Chile es el concesionario de Canal 4. Es concesionario también de dos estaciones en Paraguay; y en 2008 se agregó a su prolífica red el Canal 9 de Argentina. A ésos se suman los cinco canales regionales en el sur de México.

Su influencia se proyecta, asimismo, al ámbito radial. Es propietario de setenta estaciones en diversas ciudades del continente: es dueño de once emisoras en Guatemala, encabezadas por Radio Sonora; tiene seis en Costa Rica, cuatro en Nicaragua y doce en Ecuador. Además, es dueño de salas de cine en México y América Central.

En Perú, Remigio Ángel González estuvo envuelto en una compleja batalla judicial por el control de Canal 13 el año 2000. Su socio en la estación, Genaro Delgado Parker, lo acusó de hacer tratos turbios con las acciones que compraron en conjunto.

EN EL NUEVO SIGLO

La enmarañada situación de La Red fue uno de los peores negocios de Álvaro Saieh y su potente grupo. En los noventa, el canal privado sólo le acarreó contratiempos a sus dueños, que subsidiaban esta «pasión» de Saieh y sus socios con las utilidades de sus negocios financieros.

Los inversionistas canadienses dejaron a los dueños de Copesa solos en esta aventura que les costó cara. Pasaron más de dos años hasta que salió a remate el 20 de diciembre de 1996. Se la adjudicó la sociedad Mackenna, Latorre y Compañía Limitada por la suma de ocho millones trescientos mil dólares. Sebastián Piñera, quien no había logrado aún adquirir Chilevisión, participó en esa subasta, pero sólo por si conseguía una ganga, ya que ofreció apenas 315 mil dólares.

Mackenna, Latorre y Compañía estuvieron apenas un año a cargo de la estación. Entonces apareció TV Azteca, el grupo mexicano del empresario Ricardo Salinas, que pagó diez millones de dólares por La Red y logró adquirir el 75 por ciento de las acciones de la estación.

Tampoco TV Azteca estuvo mucho tiempo. Alcanzó a permanecer poco más de un año. El rating llegaba a cifras minúsculas: entre 1,2 y 1,6 por ciento. En ese momento irrumpió Remigio Ángel González, quien pagó poco más de quince millones de dólares por el canal. Este especial magnate latinoamericano, cuya fortuna hoy se estima en dos mil millones de dólares, según algunas fuentes13, logró convertir —al menos por un tiempo— el canal La Red en un negocio interesante.

A diferencia de las administraciones anteriores, González removió a toda la plana ejecutiva e instauró su receta que, finalmente, en 2003, sacó al canal de su crisis existencial.

Tras los sucesivos cambios de dueños, González fue el único que logró obtener utilidades. Los números azules aparecieron cuatro años después de adquirir la concesión. Entre 1999 y 2003, La Red pasó de un rating promedio anual de 2,4 a 6,3 puntos, con una programación casi totalmente envasada. Desde 2005, la participación en la torta publicitaria se elevó sobre el 5 por ciento.

Su hombre en Chile, José Manuel Larraín, director ejecutivo de La Red, celebraba en El Mercurio el 16 de junio de 2004 los logros de sus buenos tiempos: «Hoy los canales, en general, están preocupados de quién tiene más rating y no de quién tiene mayores utilidades. Pero nuestro objetivo principal es hacer negocio. A mí no me interesa tener una estación con opinión, me interesa tener una rentable».

Por esos días, la polémica en torno al ‘Fantasma’ arreciaba en Chile. Y no era para menos. Parecía repetirse la historia de Venevisión con la Universidad de Chile, pero el asunto tuvo un cariz aun más complejo, porque hasta la jerarquía de la Iglesia Católica intervino.

El Canal 13 de la Universidad Católica pasaba por un momento difícil y buscaba un «socio estratégico» que le ayudara a afrontar sus necesidades de inversión. Apareció en el escenario Remigio Ángel González, quien después aseguró que llevaba ya un año de conversaciones con ejecutivos de la UC, dirigidos por el entonces presidente de la Corporación Jaime Bellolio y el prorrector Juan Ignacio Varas14. Incluso hubo una reunión en Miami, en el territorio del magnate.

Pero las cosas no terminaron bien y finalmente la operación fue detenida. «Por lo que he visto en la prensa me desecharon por mala persona, aunque la verdad es que no habíamos llegado a nada», reclamó González a través de La Tercera. «Simplemente escuchamos esta posibilidad de invertir, como varios empresarios de la sociedad chilena», agregó.

Y, enojado cuando se vio que no habría transacción, las emprendió contra el director ejecutivo del canal, Enrique García, quien según González le había «pedido un bono» si se efectuaba la venta.

El director negó rotundamente el requerimiento que se le imputaba y replicó: «Esto revela la sabiduría de la Universidad al haber terminado con este negocio»15.

García recibió el apoyo público del Consejo de la Corporación y del sindicato del canal, pero en diciembre de ese año dejó la empresa. Bellolio16 también salió de su alto cargo, pero quedó como director de otras Empresas UC.

Remigio Ángel González continuó con La Red, pero los avances se congelaron en 2008 y volvieron a aparecer las cuentas en rojo. Los despidos de trabajadores y la supresión del Departamento de Prensa, nuevamente fueron síntomas de que —como tantas veces antes— la situación de La Red se volvía a enredar.

EN ARGENTINA Y URUGUAY

En diciembre de 2007, González se hizo dueño absoluto del Canal 9 de Buenos Aires, tras adquirir el 20 por ciento de las acciones que estaban en manos del empresario periodístico Daniel Hadad, propietario de C5N, de emisoras radiales y del portal de noticias Infobae. El magnate mexicano ya era dueño de la mayoría de las acciones, pero Hadad conservaba su responsabilidad sobre el contenido periodístico. La venta total del paquete se completó en los primeros días de diciembre de 2007, cuando González pagó setenta millones de dólares, además de otros treinta que canceló en enero de ese año. Después de la operación, Hadad sólo manejaría los contenidos de la señal del cable C5N.

En el comunicado difundido tras la toma del control del Canal 9 de Argentina, se precisa que «Daniel Hadad continuará con su canal de noticias C5N, el diario digital Infobae.com, Radio 10, Mega, Vale, Pop y Amadeus».

La compra pudo efectuarse porque la Ley de Protección a los Bienes Culturales, que limita a 30 por ciento la participación accionaria de extranjeros en los medios de comunicación argentinos, no se aplica a los ciudadanos estadounidenses ni a los radicados en Estados Unidos. El requisito lo cumplía Ángel González, quien vive en Miami desde hace más de veinte años y se habría nacionalizado en ese país.

La preocupación por las andanzas del ‘Fantasma’ ha cundido en América del Sur. Tras la adquisición del canal argentino, proyectó sus pasos al otro lado del Río de la Plata con una inédita aventura en Uruguay.

El grupo Medios y Sociedad (GMS), organización uruguaya no gubernamental que vela por la libertad de expresión, manifestó en marzo de 2009 su fuerte preocupación por la compra de unas diez emisoras de radio por parte de Remigio Ángel González. Versiones del informe de esta ONG fueron reproducidas en diferentes países latinoamericanos por agencias de noticias y sitios web.

«Según una investigación periodística desarrollada desde el año pasado por GMS, González compró las emisoras del grupo Sofía —conocido también como del Plata— y el grupo Sarandí, lo que ha sido confirmado por periodistas de estas emisoras, tanto de la capital como del interior, ante quienes se han presentado sus representantes informando de la nueva situación. También estaría realizando gestiones para la compra de varias radios pertenecientes al grupo Vargas, con emisoras en Montevideo (FM Del Sol), Punta del Este y Colonia, y otras importantes emisoras de Montevideo», sostuvo el Informe de Medios y Sociedad17.

Agregó GMS que, de acuerdo a sus fuentes, González también presentó una propuesta para la compra de Canal 12, uno de los tres privados más importantes del país, pero no tuvo éxito en su gestión.

Como en Estados Unidos y en otros países latinoamericanos, en Uruguay la legislación impide que sean titulares de servicios de radio y TV los extranjeros que no sean ciudadanos uruguayos y no vivan en el país. «Para evadir esta limitación, el empresario mexicano ha utilizado testaferros para formalizar la compra en algunos casos y en otros sólo ha habido cambios en la gestión de las emisoras, aunque sin modificar la titularidad», sostiene GMS.

Anota el documento que las emisoras compradas al grupo Sarandí antes habían sido controladas por Claxson, del venezolano Cisneros «y últimamente eran gestionadas por el empresario uruguayo Leandro Añón, ex director general de Claxson en Uruguay». Esas emisoras son radio Sarandí (AM), Sarandí Sport (AM), Disney (FM) y una emisora de onda corta, Radio Integración Americana.

Registra GMS que la transferencia fue autorizada el 3 de noviembre de 2008, a nombre del uruguayo Fernando Coelho, director de programación del canal de TV de González en Argentina. «Por este paquete González pagó cuatro millones de dólares» —según el informe. Y agrega que «Coelho es la persona que representa a Ángel González y quien está a cargo del grupo económico y la gestión de sus emisoras en Uruguay»18.

En mayo de 2009, GMS insistió con sus acusaciones «por la compra de once radioemisoras uruguayas». En un escrito dirigido a la Unidad Reguladora de Servicios de Comunicaciones (Ursec), Edison Lanza y Gustavo Gómez solicitan mayores regulaciones a la entidad estatal bajo el argumento de que «los titulares de las emisoras son en realidad prestanombres, que responden al empresario mexicano Ángel González, lo cual también violenta la normativa vigente». Señalan, además, que «esta situación muestra que se estaría ante la violación de la legislación vigente, al haberse producido una transferencia indirecta de la titularidad de varias emisoras, a la vez que produciendo una concentración de las mismas en una sola persona».

Indica el escrito que las ex emisoras del grupo Sarandí y del conglomerado de emisoras del Plata actualmente funcionan bajo el mismo alero: el grupo Mont Soleil, que es el nombre que González habría dado a la sociedad matriz de su holding en Uruguay.

Entre los que siguen la pista del ‘Fantasma’ está el joven costarricense, estudiante de la Universidad Autónoma de México (Unam), Miguel Alejandro Gutiérrez Pizarro, quien escribió un documentado artículo sobre el magnate.

Según Gutiérrez19, «la figura de González es influyente en el mercado de las comunicaciones gracias a su estrategia de negocios; tiene una relación directa con los ejecutivos de los principales estudios hollywoodenses, visita las ferias televisivas más importantes del mundo (donde se negocia el material) y compra importantes paquetes para su conglomerado», describe. Por ende, es el distribuidor «estrella» de la región, teniendo la posibilidad de adquirir los estrenos más taquilleros.

En el mismo artículo, Gutiérrez puntualiza: «La crítica más feroz que se le hace en todo el continente donde operan sus canales es el abierto apoyo que brinda con sus medios a los candidatos presidenciales que mejor se adecuan a su proyecto empresario».

CONCENTRACIÓN EN EL CABLE

La televisión de pago en Chile ha resultado ser un negocio especialmente atractivo para empresas transnacionales y sobre todo para otro de los grandes potentados del negocio de la «infoentretención»: el ítaloestadounidense John Malone hoy es dueño prácticamente de todo ese mercado.

Así como los diarios, también la televisión por cable partió en Chile con un Edwards. En plena dictadura de Augusto Pinochet, el gobierno le concedió a Agustín V el canal matriz para desarrollar este tipo de TV. Aunque desde 1981 el grupo tenía la empresa Intercom, la irrupción del cable en el país comenzó en 1987 con una experiencia piloto, cuando decidió tender los cables a trescientos hogares del sector oriente de Santiago. Pero fue sólo a partir de 1991 que la televisión por pago se empezó a desarrollar en forma significativa.

Hacia 1995, según datos del Consejo Nacional de Televisión, los abonados se habían multiplicado por ocho: 250 mil viviendas estaban incorporadas al nuevo sistema en todo el país, con un alcance de un millón de telespectadores, quienes accedían vía satélite a más de setenta canales de distintas partes del mundo.

En ese tiempo existían diecinueve empresas de cable que transmitían a través de 67 emisoras y sus servicios abarcaban cincuenta localidades. «Toda ciudad chilena de más de cien mil habitantes, cuenta con una o más empresas de cable o microondas prestando servicios alternativos a la TV abierta», decía el desaparecido diario La Época.20

Sin embargo, esta área del negocio comunicacional fue esquiva para Edwards y a mediados de 1994 vendió un 80 por ciento de Intercom —en 55 millones de dólares— a la Compañía de Teléfonos de Chile (CTC) que ya pertenecía a la Telefónica de España. En un principio, El Mercurio se quedó con un 20 por ciento, esperando quizá que la conjunción telefonía-televisión, considerada clave para las empresas comunicacionales, diera frutos.

A fines de 1995, Intercom se fusionó con Metrópolis, la segunda en importancia del cable en ese momento, controlada por Ricardo Claro y Bresnan International. La nueva empresa quedó como la primera en TV pagada en la Región Metropolitana y con el control de un 60 por ciento del creciente mercado del cable en el país.

Nació así la compañía Metrópolis-Intercom, que en ese momento tenía más del 60 por ciento del mercado local del cable. La seguía el otro grupo poderoso en ese campo: VTR-Cablexpress.

Como se señala en el capítulo anterior, Cristalerías Chile y la sociedad Hendaya S.A. del grupo Claro habían sido los compradores originales de TV Cable Metrópolis, que antes perteneció al canal argentino Telefé. El 24 de junio de 1994, el directorio de Cristalerías acordó invertir 47 millones y medio de dólares «en el negocio de la televisión por cables».

Seis días después vendió la mitad de las acciones de Metrópolis a la empresa Bresnan International Partners (Chile), con la que se asoció21.

La Bresnan —a su vez— pertenecía en un 80 por ciento a TCI (Telecommunications International Incorporated), cuyo presidente, John Malone, fue uno de los iniciadores del cable en Estados Unidos. El otro 20 por ciento estaba en manos de la familia Bresnan, otro de los grandes operadores del cable en esa nación.

EL MONOPOLIO DE JOHN MALONE

A través de Emilio Azcárraga —amigo de Malone—, quien se había asociado con Ricardo Claro en Megavisión, surgió el contacto original para este negocio, contó Baltazar Sánchez, director ejecutivo de Cristalerías Chile y brazo derecho del empresario chileno fallecido en 2008. Destacó Sánchez que la TV cable permite la conexión entre la computación, la televisión y el teléfono, lo que no ocurre con la TV abierta. TCI tiene participación en los canales Discovery, CNN y en otro de compras desde la casa (home shopping); está asociado también con AT&T y Microsoft e Interactive Incorporated.

La inversión en Metrópolis en ese momento fue la mayor de las adquisiciones de TV Cable de Ricardo Claro, pero no la única. El 1 de julio de 1994, Cristalerías Chile compró la mitad de las acciones de la sociedad Temuco Cable Visión S.A. y después, el total, para luego vender una parte, a su vez, a Bresnan, en una operación similar a la de Metrópolis. Otra proporción parecida adquirió Claro en Sistemas Australes de Televisión S.A.

Los negocios de Ricardo Claro en torno al cable continuaron anudándose en sociedad con John Malone y su grupo Liberty, como se denominó después. En 2004 se efectuó una controvertida operación: VTR y Metrópolis se fusionaron. Liberty Global quedó con un 80 por ciento de la empresa y Ricardo Claro con un 20 por ciento.

El magnate ítalo-estadounidense quedó así de dueño y señor de la televisión por cable en Chile, ya que VTR tenía ya una posición monopólica: cerca del 90 por ciento del mercado en el país.

Pero todavía hay más. En 2007, John Malone efectuó un canje internacional de acciones con el potentado australiano Rupert Murdoch, quien intercambió los títulos de Malone en News Corporation, por los suyos en Direct TV, la firma que ofrece televisión satelital. A su vez, Direct TV se había fusionado con la otra firma satelital que operaba en Chile: Sky. En resumen, tras estas maniobras entre los dos poderosos jugadores transnacionales de las comunicaciones, el grupo Liberty Media —es decir Malone— es dueño principal en Chile de VTR —donde el grupo de Ricardo Claro mantenía un 20 por ciento— y adquirió el control absoluto de Direct TV. Con eso, Malone alcanzó el 87 por ciento de la televisión de pago en el país, ya que en ese momento VTR representaba un 80 por ciento y Direct TV un siete.

Ese panorama provocó inquietud en la Fiscalía Nacional Económica y en marzo de 2008 el fiscal nacional Enrique Vergara —el mismo que en 2009 detectó la colusión en los precios de las farmacias— presentó un requerimiento en contra de John C. Malone «controlador de VTR Banda Ancha S.A., por incumplimiento de la resolución Nº1/2004 que autorizó la fusión de VTR y Metrópolis Intercom».

En un documento de quince páginas, Vergara destaca los hechos y la gravedad que a su juicio reviste el asunto. «El señor Malone, controlador de VTR, principal operador de televisión de pago, ha adquirido indirectamente participación en Direct TV Chile Ltda., operador de televisión satelital, en circunstancias de que la condición primera establecida por la Resolución Nº1 01/2004 expresamente prohíbe a los controladores de VTR participar directa o indirectamente en operadores de televisión satelital en Chile», acusa el fiscal.

Explica, además, que «el requerimiento se efectúa con el objeto de que el H. Tribunal declare aquel incumplimiento, ordene la enajenación de acciones, derechos sociales u otros bienes que fueren necesarios para remediarlo y condene al infractor con una multa con expresa condena a costas».

Recuerda el escrito que en 2004 «ante la que fuese la Comisión Preventiva Central y luego el Tribunal de la Libre Competencia Liberty Media Corp y United Global Com. por cuyo intermedio Malone controlaba VTR, solicitaron autorización para seguir adelante con una operación que le otorgaría el control de un competidor de VTR: Metrópolis Intercom».

El 25 de octubre de ese año el tribunal aceptó la «operación de concentración», pero sujetándola a una serie de condiciones. La primera de ellas es categórica: «El grupo controlador de la empresa fusionada no podrá participar ni directa ni indirectamente por sí o por medio de personas relacionadas en la propiedad de compañías operadoras de televisión satelital o vía microondas en Chile, debiendo proceder a la enajenación de cualquier participación que mantenga actualmente en sociedades que exploten ese giro, dentro del plazo de seis meses, contados desde la fecha de la presente resolución».

Destaca el fiscal Vergara que, posteriormente, durante el mismo año 2004 y parte del 2005, «se reorganizaron las inversiones del grupo Liberty, de tal forma que United Global Com Inc., y con ella VTR, pasaron a depender de una nueva sociedad, Liberty Global Inc., directamente controlada por el señor Malone y separada de entonces, en lo formal, de Liberty Media Corp».

Agrega que el grupo Liberty quedó así estructurado sobre la base de dos sociedades «formalmente independientes entre sí, Liberty Global Inc., y Liberty Media Corp., ambas directamente controladas por el señor Malone». En esta nueva estructura —afirma— «el control sobre VTR es ejercido por el señor Malone mediante Liberty Global Inc., la filial de ésta, Liberty Media International Inc., y la filial de esta última, United Global Com. Inc».

Hacia fines de 2006, el grupo Liberty «acordó la adquisición del control de The Direct TV Group (más del 40 por ciento de la propiedad), matriz de Direct TV Chile Limitada, lo que se implementaría a través de una nueva filial de Liberty Media Corp., de la que pasaría a depender The Direct TV Group y, por su intermedio, Direct TV».

Según el fiscal económico Enrique Vergara, en 2004 se autorizó una operación que concentró fuertemente el mercado, «sujetándola a la condición de no poseer el controlador de la fusionada, VTR, participación en una empresa de televisión satelital, y resulta que la participación que ahora se adquiere otorga nada menos que el control sobre un operador de este tipo».

«Atendida la gravedad de la infracción» —continúa textualmente el documento— el fiscal solicita al tribunal aplicar una multa ascendente a dos mil unidades tributarias anuales «o al monto que ese Honorable Tribunal estime en justicia». Y además «se le ordena la inmediata enajenación de acciones, derechos sociales u otros bienes que fueren necesarios para restablecer la total independencia en propiedad y administración de VTR, Direct TV y Sky».

No deja de asombrar que, pese a la citación de la fiscalía chilena a John Malone «bajo apercibimiento», hasta junio de 2009 —es decir más de un año después de presentado el requerimiento—, el dueño principal de VTR y de la televisión satelital no haya siquiera prestado declaración. Técnicamente estaría «acogido a incidente», según explican en la Fiscalía.

Como el acusado no es chileno ni tiene domicilio en Chile, el trámite judicial debe hacerse a través del Ministerio de Relaciones Exteriores. Hasta ahora ni Malone ni sus abogados se han dado por aludidos ante esta situación. La estrategia sería hacerse el sordo al requerimiento y llevar los plazos al límite. Ha trascendido, en todo caso, que su objetivo apuntaría a dejar sin efecto el requerimiento, basándose en que Liberty Media y Liberty Global serían —según él— «dos empresas diferentes». El argumento, por lo que se desprende de la acusación y de las relaciones que se pueden establecer, sería insostenible para la fiscalía chilena, ya que ambos holdings los controla y los preside una misma persona.

En otro plano, VTR se mostró activo desde el año 2008 en las alianzas para ofrecer señales de noticias durante todo el día. Fue así como, tras llegar a un acuerdo con la CNN, el canal presidido por el estadounidense Ted Turner, inauguró en diciembre sus transmisiones.

Y desde marzo se estrenó, gracias a otra alianza, el Canal 24 horas de Televisión Nacional de Chile, que ganó la licitación llamada por VTR.

Visto en perspectiva, parece bastante absurdo que el canal público de Chile —es decir, el Estado de Chile— haya debido concurrir a una licitación para que una empresa privada extranjera le «concediera» el derecho a transmitir por el cable.

El despojo en este caso partió con el regalo de Pinochet a Agustín Edwards de la «carretera» del cable, y que finalmente, tras pasar de mano en mano llegó a las del ítalo-estadounidense John Malone, quien hoy detenta el cuasi monopolio de la televisión pagada y ni siquiera se digna responder a un requerimiento de la Fiscalía de la Libre Competencia chilena.

NEGOCIO EN AUMENTO

A pesar del poder que ostenta el magnate del cable John Malone, se advierten algunas novedades en el escenario de la televisión pagada en Chile que vale la pena observar.

En la presentación al Tribunal de la Libre Competencia, el fiscal Enrique Vergara señala que, de acuerdo a la información del año 2006, cerca de un 60 por ciento de los hogares chilenos tenían acceso a la televisión de pago. Un 76 por ciento de ellos correspondería a televisión por cable. «En la oferta de cable existen numerosos proveedores, pero sólo uno, VTR, controla cerca del 97 por ciento de las conexiones activas», dice Vergara. Y agrega que la televisión satelital en 2006 alcanzó a cerca de 250 mil abonados, «en circunstancia que en el año 2002 éstos bordeaban los sesenta mil».

La industria presenta un importante crecimiento en los últimos cuatro años, consigna el documento. Indica asimismo que «en los últimos años han ingresado nuevos actores al mercado con ofertas conjuntas y campañas agresivas». Y cita el caso de la oferta de televisión satelital del grupo Telefónica «que en sólo nueve meses ha logrado una participación cercana al 11 por ciento en este mercado».

Los antecedentes de la Subtel22 de 2007 y 2008 confirman el notable aumento en la penetración de la televisión pagada en los hogares chilenos. Y permiten concluir, además, que el mayor incremento ha corrido por cuenta de la televisión satelital. De acuerdo a esos datos, en enero de 2009 había en Chile 1.469.661 hogares abonados a la televisión de pago. Esa cifra significa que de todos los hogares del país, un 32,8 por ciento estaba suscrito a alguna empresa de TV pagada.

A su vez, del total, 891.305 corresponden a televisión por cable, lo que equivale a un 60,6 por ciento y 578.356 reciben su señal vía satélite, un 40,4 por ciento. Pero los conectados a la TV satelital han aumentado a un ritmo muy superior, ya que en mayo de 2006 eran sólo 102.342 en todo el país, y en enero de 2009 esa cantidad se multiplicó por más de cinco veces.

De acuerdo a las estadísticas de la Subtel, en diciembre de 2008 VTR había disminuido proporcionalmente su participación en el total de la televisión pagada respecto de 2006, pero alcanza a casi un 60 por ciento de los abonados en el total del casi millón y medio de suscriptores. A eso se suma el 7,6 por ciento de Direct TV, con lo que cerca del 70 por ciento del mercado sigue estando en manos de Malone. Esto implicaría que VTR no ha disminuido, pero sí han aumentado los clientes de otras empresas que ofrecen televisión satelital.

El segundo lugar en la lista de la Subtel lo ocupa Telefónica Multimedia, con un 17,8 por ciento del mercado. El resultado es significativo si se observa que su servicio de TV satelital empezó recién en agosto de 2006. Esas cifras se relacionan con la campaña para captar servicios «empaquetados» que ha venido haciendo la Telefónica, la principalísima compañía en telefonía fija en el país, y que presta también el servicio de acceso a internet.

SLIM, LA TV Y LA REINA

Pero hay otro inversionista que salió al camino de VTR y Direct TV, además de Telefónica. Se trata de uno de los tres hombres más ricos del planeta: el mexicano Carlos Slim, dueño de la privatizada Compañía de Teléfonos de México (Telmex) y de la empresa de celulares América Móvil. El mismo que a comienzos de 2009 ingresó a la propiedad de The New York Times, el famoso diario estadounidense, con 250 millones de dólares, según dicen, para evitar su quiebra en medio de la crisis.

En las estadísticas de la televisión por pago en Chile, la empresa Zap TV aparece creciendo en los últimos meses: en diciembre de 2008 bordeó el 14 por ciento del mercado local, lo que implicó un salto desde 3 a 4 por ciento en que oscilaba hasta 2007, cuando fue comprada por Telmex. Zap TV pertenecía a la Asociación Nacional de Fútbol (ANFP) y al ingeniero comercial Jorge Claro, quienes la crearon precisamente cuando empezaron a operar con el Canal del Fútbol (CDF). Se estima que Slim pagó alrededor de veinte millones de dólares por Zap. En su programación ofrece el Canal del Fútbol, que tiene la exclusividad de la transmisión de los partidos de la ANFP.

«Podrá ser el tercer hombre más rico del mundo según el ranking Forbes, pero al menos en Chile sus empresas avanzan en forma silenciosa, con un bajo perfil», decía El Mercurio el 19 de marzo de 2009.

Telmex «comenzó a ofrecer sus tres servicios —banda ancha, TV de pago y telefonía fija— en forma empaquetada, fórmula conocida como «triple play», en la que han basado su crecimiento en Chile empresas como VTR y Telefónica, que tienen desatada una fuerte guerra comercial para liderar cada uno de los tres mercados», señalaba en esa oportunidad el diario de Agustín Edwards.

Carlos Slim Helú, de 69 años, nieto de inmigrantes libaneses, quien según la revista La Semana de España23 es pareja de la buenamoza reina Noor de Jordania —viuda del rey Hussein—, ha sido uno de los potentados latinoamericanos que más interés ha demostrado por Chile en los últimos años.

Amigo del ex Primer Ministro de España Felipe González y del escritor mexicano Carlos Fuentes, el senador Fernando Flores habría sido uno de los empresarios que lo entusiasmó para venir a Chile. Otro de sus amigos en Chile es Álvaro Saieh, invitado habitual a los encuentros de los más ricos de Latinoamérica convocados por Slim una vez al año, desde 2003. Los herederos han sido parte también de los encuentros «Padre e hijo» a los que han acudido los sucesores de los magnates del continente para que se conozcan entre ellos. El último se efectuó en marzo de 2009, en Cartagena de Indias, Colombia.

A estos convites también suele asistir José Said Saffie, el presidente del Banco BBVA y su hijo Salvador, gran amigo de los hijos de Slim.

Telmex llegó a Chile en 2004, cuando ingresó a la propiedad de la empresa Chilesat que tenía entonces el 10 por ciento de las llamadas de larga distancia. Le compró el 40 por ciento al controlador del grupo Southern Cross de la época.

Jorge Andrés Saieh Guzmán, hijo de Álvaro, y Salvador Said, hijo de José, participan en el consejo consultivo de Telmex desde 2004. Al año siguiente, el potentado mexicano compró Smartcom al grupo Endesa España, y entró al negocio de telefonía móvil con una impresionante campaña publicitaria: opera con la marca Claro, la que está presente también en la mayoría de los países latinoamericanos.

El propio Carlos Slim declaró a fines de 2008, en una visita a Chile, que los proyectos de inversión de sus empresas son importantes. Indicó que ese año se habría registrado una inversión por trescientos millones de dólares entre Telmex y Claro, y proyectaba una suma similar para el año actual, según consignó El Mercurio. La suma no parece exagerada si se considera que el mismo multimillonario ha dicho que en 2009, pese a la crisis, tenía previsto invertir en América Latina tres mil millones de dólares.

Al observar lo que ha ocurrido —y lo que sigue sucediendo—, parece evidente que estos «invitados extranjeros» que se mueven en el mercado de las telecomunicaciones y la «infoentretención» son reyes de un juego donde dominan quienes han sabido mezclar a lo largo de sus vidas la sagacidad en los negocios, el afán de acumulación y —en muchos casos— las oportunas negociaciones políticas o las para ellos necesarias presiones. En esa ruta, magnates como los mexicanos Emilio Azcárraga, Remigio Ángel González, Carlos Slim y el venezolano Cisneros, han llegado a detentar más poder que muchos Presidentes de las repúblicas de América Latina.