CAPÍTULO VII

EL MEGALEGADO DE RICARDO CLARO

La dolencia al corazón que le había jugado ya una mala pasada catorce años antes lo tomó por sorpresa, la madrugada del 27 de octubre de 2008. La muerte le sobrevino después de una noche de gala en el Teatro Municipal de Santiago, donde Ricardo Claro Valdés, presidente de la Compañía Sudamericana de Vapores, agasajó a sus invitados con la presentación de la ópera Las bodas de Fígaro.

Hasta ahí había concurrido en compañía de su mujer de toda la vida, María Luisa Vial Lecaros, quien heredó su fortuna transada en más de mil quinientos millones de dólares; algunas estimaciones incluso decían que el legado del polémico abogado y empresario1 bordearía los dos mil millones de dólares. Pocos meses después de su muerte, los cálculos bajaron, cuando la fuerte marejada de la crisis financiera hizo zozobrar a la Sudamericana de Vapores.

Fundador del primer canal privado, Megavisión, y propietario —a través de una trama de sociedades de papel— de importantes empresas en los sectores naviero, industrial, vitivinícola y comunicacional, al momento de morir, Claro —según diversas fuentes— era poseedor de una de las diez mayores fortunas de Chile.

Los asistentes al funeral iniciado con una concurrida misa en la Iglesia de San Francisco de Sales en Santa María —al lado del edificio de El Mercurio—, y que continuó en el Parque del Recuerdo, mostraban con su sola presencia el peso específico del poder que llegó a tener Ricardo Claro: estuvieron presentes ese martes 28 de octubre los más granados representantes del mundo empresarial y financiero y —desde luego— las delegaciones parlamentarias de la UDI y Renovación Nacional, aunque en esas filas contaba también con algunos adversarios.

Ya en la víspera llegó hasta su casa en la calle San Damián, en Las Condes, un séquito de personajes, como el ex ministro de Hacienda y de Interior de Augusto Pinochet, Carlos Cáceres, presidente del Instituto Libertad y Desarrollo; el anterior presidente de la Sofofa, Bruno Philippi; el ex presidente de esa entidad y miembro del directorio de la Compañía Sudamericana de Vapores, Felipe Lamarca Claro; el director de El Mercurio, Cristián Zegers, y Fernando Larraín Peña, su antiguo socio y amigo de tiempos de «los Pirañas».

Una amplia cobertura informativa que incluyó ocho páginas en La Tercera el mismo día del funeral, reflejó la importancia que los grupos económicos y los medios de información daban a este hombre que la revista El Sábado de El Mercurio calificó hace unos años como «el chileno más temido»2, superando al ex director de la Dina Manuel Contreras Sepúlveda.

En un reportaje de Ximena Pérez Villamil se dio a conocer una encuesta en la que Claro ocupó el primer lugar en ese ranking. La periodista resumió algunos de sus rasgos: «Se dice que es uno de los chilenos mejor informados, pero nadie sabe a ciencia cierta hasta dónde llega su caudal, lo que de por sí genera temor y ha servido para que se creen variados mitos. El más audaz, que habría sido agente de la CIA, cosa que él ha desmentido, reconociendo sí que fue amigo de dos ex directores de la agencia de inteligencia norteamericana cuando habían dejado sus cargos».

Bajo su fotografía, la revista incluyó algunos juicios: «Le gusta andar por el mundo como don Quijote enderezando entuertos»; «Perseverante, no suelta a su presa»; «Su temperamento sanguíneo lo hace reaccionar con la pasión del momento»; «Se siente con el poder para arruinar a candidatos de la derecha que no le parecen aceptables».

Pocos días después de la muerte de Claro, el abogado y ex director de La Segunda, Hermógenes Pérez de Arce —connotado columnista de extrema derecha— comentó a La Nación3: «Le pareció muy mal. Mandó una carta terrible a El Mercurio, y con toda razón, porque a nadie le gusta tener esa imagen».

Ellos se conocían desde niños, cuando estudiaban en el Colegio Saint George. Ricardo Claro iba un curso más arriba que Hermógenes. Y «aunque no éramos amigos de cenar en nuestras casas» —según Pérez de Arce—, sí teníamos una amistad cordial.

El columnista lo caracterizó como «un personaje bastante riguroso, en el sentido de que ciertas cosas no las dejaba pasar. Por eso, se granjeó algunas animadversiones, porque usaba los medios legales para sancionar conductas que no le parecían apropiadas». Según Pérez de Arce, «el famoso Piñera Gate fue una típica demostración de rigor de Ricardo Claro. Supo que había una maniobra sospechosa de ser una conspiración contra otra persona y la denunció en cámara muy valientemente»4.

IMPLACABLE EN SUS CAUSAS

De trato cortante y conflictos sonados, amigo de insignes cardenales y sacerdotes conservadores, le gustaba la ópera y el ballet, el campo y el fútbol. En los últimos años se proyectó como un mecenas de la cultura, y hasta instaló un espectacular espacio en la Viña Santa Rita, en Alto Jahuel: el Museo Andino, un moderno edificio con más de 1.800 piezas de arte indígena que coleccionó personalmente. Era una de las tantas actividades de Ricardo Claro Valdés, a quien le gustaba ser reconocido como un hombre poderoso, culto, influyente y bien informado.

Socio principal de uno de los bufetes de abogados más antiguos de Santiago —se llama así por un tío y no por él, como se suele creer—, Ricardo Claro estudió Derecho en la Universidad de Chile.

Hijo de una familia tradicional ligada a la tierra y a las inversiones, alcanzó a vivir tres cuartos de siglo: nació el 26 de agosto de 1934 y murió poco después de su cumpleaños número 74.

Famoso por su vehemencia, no abandonaba con facilidad sus causas. Era implacable cuando se sentía atacado en su honra, en sus valores o en alguna de sus cuantiosas propiedades.

Una de las situaciones más bulladas de las que fue protagonista ocurrió en torno al denominado caso de «las uvas envenenadas», cuando en 1989 el gobierno de Estados Unidos decretó la prohibición de ingresar frutas chilenas a este país, después de detectar dos uvas con cianuro en un cargamento. En esa ocasión, Ricardo Claro se convirtió en paladín contra la medida proteccionista, denunció la existencia de un complot para dañar la producción chilena y, pese a su histórica amistad con el Departamento de Estado de EE.UU., renunció a su cargo de presidente del Instituto Chileno-Norteamericano de Cultura, como señal de malestar.

Muy en su estilo fue también la denuncia judicial, que después transformó en querella en el tribunal de La Ligua, contra quienes «resulten responsables» de la muerte de tres árboles del jardín de su imponente casa veraniega a la orilla del mar, en Zapallar. La investigación se inició en febrero de 2008 y el dedo acusador de Ricardo Claro apuntó a su vecino, el ex ministro de Defensa Jaime Ravinet y su jardinero, quien —según el empresario— le habría aplicado parafina a los árboles.

De acuerdo al expediente, Claro declaró ante el fiscal de La Ligua, Eduardo Fernández, en julio de 2008, que en febrero de ese año cuando estaba en vacaciones en Villarrica, «fui informado por mi mayordomo que cuida mi casa en Zapallar» que «tres pinos ubicados en la parte alta de la propiedad estaban afectados». Señaló que, «al parecer, alguien había entrado durante la noche y con un chuzo dañaron el tronco y habrían vertido un líquido, al parecer, parafina».

Agregó el empresario en su testimonio que «sospechaba de Jaime Ravinet y su jardinero». Y explicó la razón: unos ocho años antes Ravinet le había pedido «si podía cortarle dos pinos, los mismos afectados, porque le molestaban la vista, a lo cual mi esposa le respondió en forma muy seca que por ningún motivo, porque esos árboles eran parte de la belleza de Zapallar, a lo cual asentí»5.

El 14 de mayo de 2009, el fiscal de La Ligua cerró el caso, sin encontrar culpables.

FUNDACIÓN EN EL EXTRANJERO

Ricardo Claro celebró cincuenta años de matrimonio con María Luisa Vial, con quien no tuvo hijos. Al día siguiente de su sorpresiva muerte, cundían las especulaciones sobre el destino de su fortuna. La incógnita se despejó rápidamente: todo seguiría igual en el holding, sólo que en adelante la dueña sería ella. Pero de una forma especial, porque el destino del legado estaba previsto al más puro estilo del abogado Claro: estudioso y metódico, había pensado en todo para el momento en que él no estuviera en esta tierra.

La perpetuidad de su nombre y su obra debían quedar a salvo y consideró, seguramente, que al no tener más herederos que su mujer, debía encontrar la forma más eficiente para evitar un elevado impuesto de herencia que habría grabado el cuantioso patrimonio. ¿La fórmula? Una fundación que creó fuera de Chile, de la cual era el «protector», resultó ser la dueña principal de sus empresas. La entidad permanece; sólo cambia la «protectora», que ahora es María Luisa.

El abogado Cristóbal Eyzaguirre Baeza —del estudio Claro y Compañía— señaló en una carta dirigida a los directores de la Sudamericana de Vapores el 17 de noviembre de 2008: «Las empresas que conforman el grupo Claro tienen una Fundación constituida en el extranjero como accionista mayoritaria indirecta. Don Ricardo Claro Valdés, en su condición de Protector de la mencionada fundación, tenía amplias facultades de administración sobre ella y, por lo mismo, sobre las diversas sociedades del grupo Claro».

La carta fue enviada por el gerente general de la Sudamericana de Vapores, Juan Antonio Álvarez, como «hecho esencial» a la Superintendencia de Valores y Seguros. En ella Eyzaguirre añade: «La señora María Luisa Vial de Claro, viuda de don Ricardo Claro Valdés, me ha solicitado que les informe la estructura que dejó su marido y que incide en las diversas compañías que conforman el grupo Claro».

Y especifica que por disposición de los documentos constitutivos de la Fundación —cuyo nombre y lugar de nacimiento omite—, «la señora María Luisa Vial de Claro adquirió la calidad de Protectora de la Fundación por causa del fallecimiento de su cónyuge y, con ello, las facultades de administración de don Ricardo Claro Valdés sobre la mencionada Fundación y relacionadas».

Hasta ese momento se ignoraba en Chile la existencia de esa fundación, como también su objeto: «La beneficencia en materias educacionales y docentes de la República de Chile y a favor de chilenos o residentes en Chile, en el desarrollo de las cuales deberá privilegiar el apoyo, divulgación y promoción de los principios y valores de la Religión Católica, Apostólica y Romana».

A continuación, el texto indica: «Como puede apreciarse del objeto estipulado para la Fundación, la estructura descrita plasma el anhelo de don Ricardo Claro Valdés de continuar sirviendo luego de su muerte a su querido país, con particular acento en la difusión cultural y educacional, en armonía con los valores cristianos, pilares que invariable y consistentemente identificaron las actuaciones de don Ricardo Claro durante su vida».

En la carta, Cristóbal Eyzaguirre también anticipó que para desarrollar los fines de la Fundación «y de conformidad con lo instruido por don Ricardo Claro Valdés, se procederá en los próximos meses a constituir una fundación chilena». Agrega la nota que la nueva entidad, «junto con la Fundación Claro Vial ya existente, llevarán a efecto la finalidad de beneficencia antes mencionada».

Termina la comunicación así: «Finalmente la señora María Luisa Vial de Claro me ha solicitado hacer presente que, respetando la intención de su marido, las empresas del grupo Claro continuarán desarrollando sus actividades con el mismo sello que su marido, directorios, gerentes y queridos trabajadores las han identificado en sus años de vida».

No entregó más detalles sobre el destino de las utilidades de sus empresas, ni habló de las entidades beneficiadas. Tampoco explicó el abogado por qué la fundación que está detrás de las compañías y sociedades de papel del grupo Claro había sido gestada fuera de Chile por el «protector».

EN TIEMPOS DE GUERRA FRÍA

El interés por los negocios no era algo extraño para Ricardo Claro Valdés. Su padre Gumercindo Claro Matte y su abuelo materno Ricardo Valdés Bustamante —quien llegó a ser senador y ministro de Hacienda— fueron corredores de la Bolsa. Y él desde niño se interesó por las transacciones comerciales.

Don Gumercindo asoció a su hijo en la oficina de corredores. En ese tiempo, Ricardo ya estudiaba Derecho en la Universidad de Chile, donde conoció al historiador Jaime Eyzaguirre, quien tuvo marcada influencia en su posición política y en su compromiso religioso, según comentó en diversas ocasiones.

«Sin duda alguna, Jaime Eyzaguirre, quien fue mi profesor de Derecho Constitucional e Historia del Derecho, junto con mi abuelo, fue el hombre que más influyó en mi formación. Aparte de haber sido un gran historiador —hispanista hasta la médula—, era también un excelente profesor, lo que no siempre va de la mano. Yo había leído en el colegio su biografía de O’Higgins, la cual me impresionó mucho», señaló Ricardo Claro en una larga entrevista efectuada por la historiadora Patricia Arancibia Clavel, que publicó su revista Capital en mayo de 20086.

«Debo admitir que me encantó desde que escuché su primera clase y así le ocurrió a mucha gente del curso. Fue una persona muy querida por moros y cristianos y dedicó gran parte de su vida a educar. Era un católico muy fervoroso, un gran modelo de coherencia y consecuencia. Me encantaba ir a verlo a la librería El Árbol, que dirigía. Allí mantuvimos innumerables conversaciones sobre lo humano y lo divino», agregó refiriéndose a su maestro Jaime Eyzaguirre, quien marcó su impronta en los jóvenes derechistas de esa época.

Eran los tiempos de la Guerra Fría y de la dictadura de Franco en España. El joven Ricardo Claro militó en las Juventudes Conservadoras, aunque su padre y su abuelo eran liberales; pero después se mantuvo al margen de los partidos, aunque hacía sentir su poder. Desde esos años se caracterizó por un fuerte anticomunismo. Entre las historias que se recuerdan, hay un episodio que ocurrió en 1956, cuando el entonces estudiante de Derecho delató a Silvia Soto Brito, una compañera de curso militante del Partido Comunista. Imperaba la Ley de Defensa de la Democracia que proscribía al PC y la joven fue enviada a la cárcel.

Más de medio siglo después, el ex dirigente de la FECH Gonzalo Rovira, dijo enfático a The Clinic, tras el fallecimiento de Ricardo Claro: «Ha muerto un hombre malo»7. Rovira es hijo de Silvia Soto.

Explicó en aquella oportunidad el ex dirigente estudiantil que Ricardo Claro le pidió prestados a su madre los documentos del congreso realizado por el Partido Comunista. Los apuntes de Silvia Soto —recuerda The Clinic— fueron la prueba en su contra. Y agrega que a tanto llegó la polémica entre los estudiantes, que Ricardo Claro fue expulsado de la FECH, «el único caso en la historia de la Federación».

Los diarios y revistas de esa época dieron cuenta del episodio8. Vea, por ejemplo, destinó al caso su última página de la edición de la primera semana de agosto de aquel año.

El periodista Ignacio González Camus en su libro Joaquín Lavín sonriendo por la vida9 se refirió al incidente en una nota en la que alude a la personalidad del abogado: «Claro creía en las virtudes de la denuncia y el castigo para intentar limpiar el mundo del marxismo. En 1956, recién egresado de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile, junto a Juan Manuel Fernández, del mismo curso, acusó a su compañera Silvia Soto Brito ante el ministro que sustanciaba un proceso contra las actividades comunistas, de vender folletos que explicaban los resultados del último Congreso del Partido Comunista de Chile. La muchacha, ex reina de la primavera de Talca, fue detenida cuando se encontraba en Linares, preparando su memoria de licenciada, y pasó tres días en la Casa Correccional junto a delincuentes y prostitutas, hasta que fue dejada en libertad bajo fianza. Claro y su amigo explicaron que sentían mucho lo que sucedía, pero añadieron que, como católicos, estaban obligados a delatar a los comunistas. Ambos fueron expulsados de la Federación de Estudiantes de Chile, tras ser calificados como ‘soplones’ y ‘delatores’».

La revista de izquierda Vistazo10 tituló así el artículo sobre ese hecho en su edición de agosto de 1956: «Estudiante dice que delató inspirado por el Papa». Y recogió las declaraciones de Claro ante el incidente: «Soy católico y, por lo tanto, forzosamente tengo que respetar la declaración del Sumo Pontífice que ha declarado el comunismo como una doctrina intrínsecamente perversa. Además, soy ardiente partidario de la Ley de Defensa de la Democracia».

El macartismo y la Ley Maldita11, como se bautizó en Chile en los cincuenta a la Ley de Gabriel González Videla que imperaba todavía en el gobierno de Carlos Ibáñez, estaban entre los postulados de Claro, en esos tiempos de la Guerra Fría.

Según The Clinic, esa mirada no cambió con el paso de los años y el empresario aplicaba esas declaraciones de principios como norma en los medios de comunicación que controlaba: Megavisión, revista Capital y el Diario Financiero. «En todos ellos se encuentra terminantemente prohibido realizar ataques contra la Iglesia, la patria y el Ejército», dice el semanario y agrega que en sus medios los jesuitas, «a quienes detestaba», no tienen cabida. «La tribuna está para cualquier otro grupo católico conservador.»

A esa fuerte convicción política reacia a todo lo que oliera a progresismo se sumaba su característica preocupación por la moral familiar y las costumbres, que se fue acentuando a través de su vida. En una larga entrevista en La Tercera, publicada con ocasión de los 55 años de ese diario12, manifestó su preocupación por el «derrumbe de los valores tradicionales de la sociedad chilena» que, a su juicio, acarreaba «corrupción en el sector público, deshonestidad en muchas empresas privadas, quiebre de la vida familiar, aumento del consumo de drogas, ensalzamiento del homosexualismo, cosas que creo son muy negativas desde el punto de vista de la sociedad».

Muchas veces se le criticó el doble estándar: poco tenían que ver esas palabras con lo que aparece en la pantalla de Megavisión, donde buena parte de lo que se proyecta marca una contradicción con los estrictos postulados del fallecido dueño del Canal. Mega empezó con la moda de adolescentes en poca ropa, con programas como Mekano para hacer frente a Rojo de TVN, donde se buscaban «talentos» entre los escolares, causando más de una crítica entre los amigos del dueño de Megavisión.

«PLENIPOTENCIARIO EN CHINA»

Opositor apasionado de la Unidad Popular, Claro defendió a cuanto dirigente gremial se levantó contra Salvador Allende y, naturalmente, después fue partidario entusiasta del régimen militar de Augusto Pinochet. Desde los primeros días estuvo entre los principales asesores civiles sin cartera, pero con capacidad para hacerse oír por el dictador y por altos oficiales de la Marina.

Su nombre circuló como posible ministro de Relaciones Exteriores más de alguna vez en ese período. Pero al final no llegó a ese cargo, quizá por los anticuerpos que despertaba su fuerte personalidad, incluso en los círculos derechistas y empresariales.

Sin embargo, Ricardo Claro aportó al gobierno militar consejos sobre economía y asuntos internacionales; organizó una reunión de la Comisión de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Santiago, tratando de limpiar la deteriorada imagen del gobierno militar en los negros días de junio de 1976, cuando abundaban las desapariciones, asesinatos, torturas y atropellos a las libertades.

En esa oportunidad, el abogado e ideólogo de la Democracia Cristiana Jaime Castillo Velasco y el profesor de Derecho Eugenio Velasco Letelier —dirigente radical social demócrata, padre del actual ministro de Hacienda Andrés Velasco— hicieron llegar a los representantes de la OEA un informe donde referían la situación que se vivía en materia de violaciones a los derechos humanos. Ambos fueron expulsados violentamente del país poco después de terminar la reunión de la OEA. Y, como recordó el ex senador Andrés Zaldívar, ex compañero de universidad y quien un tiempo después también fue exiliado por el régimen, en esa operación estuvo la mano de Ricardo Claro.

El asesor de la junta de gobierno estaba preocupado de que no se cortaran lazos de intercambio comercial y de que llegaran inversiones extranjeras a Chile. Las denuncias sobre las violaciones a los derechos humanos eran un obstáculo para esos fines. Y los denunciantes pasaban a ser sus adversarios.

Una de las principales empresas del grupo, Cristalerías Chile, en su Memoria 2008 hace una elogiosa reseña del ex dueño y presidente. Entre otras cosas, subraya que fue «embajador extraordinario y plenipotenciario en misión económica a Beijing en septiembre de 1975 y en misión especial en octubre de 1978». Agrega el texto que contribuyó así «a generar los lazos que posibilitarían años más tarde una sólida y reconocida vinculación comercial entre Chile y China». Durante esa época, desde la tribuna que le otorgaban los hermanos Picó Cañas, tradicionales dueños de una endeudada Tercera, Ricardo Claro efectuaba algunas críticas a la política económica impuesta por los Chicago boys, mientras sus negocios prosperaban.

No obstante, en más de una ocasión en años posteriores Claro declaró que a la larga, la implantación del modelo finalmente ha sido favorable para el país. Y, sin dudas, él mismo fue uno de los empresarios beneficiados.

«Es cierto que fui muy crítico de los llamados Chicago boys, pero he ido cambiando con el tiempo. Esa crítica se basaba en el hecho de que yo los consideraba muy dogmáticos, con poca preocupación por lo social, y desconocedores de la historia económica de Chile, lo que los hacía cometer errores que ya se habían cometido en el pasado», manifestó Claro a Patricia Arancibia Clavel, en Capital 13.

En esa oportunidad, reconoció: «Hoy día con la visión que da el tiempo, pienso que ellos hicieron una labor muy importante en el sentido de aplicar la economía de mercado y quebrar esquemas proteccionistas que estaban obsoletos».

«LOS PIRAÑAS», ESOS PESCADITOS CHICOS

A mediados de los sesenta, junto a Fernando Larraín Peña y Javier Vial Castillo, con quienes había sido compañero en el Colegio Saint George, Ricardo Claro Valdés creó el grupo económico bautizado como «los Pirañas», que acumuló empresas y ganancias en torno al antiguo Banco Hipotecario de Chile (BHC). Hasta el momento en que ellos tomaron el control, el BHC era una pequeña entidad que, tras un acertado golpe financiero de los entonces jóvenes «emprendedores», se transformó en la fuente de una cuantiosa fortuna.

«Yo me mantuve ejerciendo como abogado por muchos años, aunque no dejé de hacer negocios. Por esa época seguí comprando acciones y con mi hermano Jaime y dos amigos más, Javier Vial y Fernando Larraín, adquirimos una compañía de seguros del Banco Hipotecario. Bueno, de repente tomamos el control del Banco, porque yo produje un terremoto», recordó en Capital 14 el propio Ricardo Claro.

El abogado ex «piraña» explicó así el nacimiento del grupo en la conversación con la historiadora Arancibia: «De un golpe y por sorpresa derribé al directorio del Banco Hipotecario. Vial y Larraín estaban juntando votos para elegirlos, cuando, de repente, me di cuenta de que teníamos más de la mitad de las acciones del banco. Entonces, les dije, “se puede revocar al directorio por sorpresa y podemos elegir la mayoría de éste”. No me creyeron».

Finalmente, insistió y tomaron el control. Les avisaron a dos directores de la maniobra, confesó Claro. Uno de ellos era el ex candidato a la Presidencia de la República Arturo Matte Larraín15, que «se quedó con nosotros».

Según Ricardo Claro, al día siguiente, al comentar la ‘movida’ en la Bolsa, se dijo: «Son los pescaditos chicos que se comen a los grandes».

Los avatares del tiempo y los negocios separaron a cada uno de los «pescaditos» ya crecidos. El primero en alejarse fue precisamente Claro, quien dijo adiós al grupo en 1972, durante el gobierno de la Unidad Popular.

Después de muchas vueltas del destino, de la política y de los precios de las acciones, cada uno de los antiguos socios llegó a encabezar un conglomerado económico, con diferente suerte.

Fernando Larraín y Javier Vial siguieron juntos por un tiempo. A fines de los sesenta, pasó a ser socio de ellos Manuel Cruzat Infante, el economista que partió como jefe de estudios del BHC, cuñado de Larraín, y que después fue uno de los autores del documento denominado «El Ladrillo»16.

Al terminar el gobierno de la UP, Larraín y Cruzat separaron aguas de Javier Vial y se distribuyeron las sociedades que controlaban. Durante los primeros años de la dictadura, ambos se desarrollaron de manera espectacular, comprando empresas que el gobierno privatizaba; para adquirirlas, se endeudaban en el exterior.

El BHC fue el epicentro financiero de Javier Vial, quien después tomó el control del Banco de Chile. El grupo Cruzat-Larraín armó el Banco de Santiago a partir de una financiera, la Colocadora Nacional de Valores. Cuando partió el nuevo sistema previsional privado, fundaron Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) —el grupo Cruzat-Larraín formó Provida y Alameda, y el grupo Vial, Santa María y San Cristóbal—; y cada uno reunió más de un centenar de empresas. Ambos constituyeron los dos grandes grupos de los primeros años de dictadura, hasta la crisis económica de 1982, cuando los imperios que habían montado rodaron por los suelos.

CON EL OPUS DEI

Con amplias redes y conexiones, su adusto rostro de redondeadas y prominentes mejillas, era imagen frecuente de la «vida social» —o empresarial— de los diarios, y en foros sobre los avatares de la economía mundial. Ricardo Claro fue profesor de Derecho Económico en la Universidad de Chile hasta 1990 y después volcó su interés en la Universidad de Los Andes. Al momento de su muerte presidía el consejo empresarial asesor de la Escuela de Estudios Superiores de Economía (ESE) de esa universidad, forjada como réplica de la Escuela de Negocios de la Universidad de Navarra, la institución de estudios superiores del Opus Dei en España.

Entre sus amistades dentro de la Iglesia Católica se contaban algunos de sus personajes más controvertidos, como el cardenal Jorge Medina Estévez y el sacerdote Raúl Hasbún. A este último le dio espacio en Megavisión cuando el Canal 13 de la Universidad Católica decidió prescindir de sus comentarios, después de que desplegó al aire una apasionada defensa del ex director de la Dina Manuel Contreras.

Destacado por el Papa Juan Pablo II como «caballero de la Orden de San Silvestre en el grado de Comendador» en 1994, y con «la medalla de San Gregorio Magno en el grado de Caballero» en 2004, Ricardo Claro se enorgullecía de sus excelentes contactos con el Vaticano. Por eso quedó especialmente contento en octubre de 2007, cuando fue el único empresario invitado por Michelle Bachelet a integrar la comitiva oficial en la visita de la Presidenta a Benedicto XVI.

Ricardo Claro era cooperador del Opus Dei, aunque nunca admitió ser miembro de la organización fundada por Josemaría Escrivá de Balaguer, pese a su proclamado catolicismo conservador y a la admiración común por la España del dictador Francisco Franco.

A diferencia de Fernando Larraín Peña, su antiguo socio «piraña», quien desde los primeros tiempos fue identificado como supernumerario del Opus, Ricardo Claro, hombre fervoroso al punto de rezar todos los días el Angelus, se mostraba como un colaborador independiente de «la Obra». No obstante, fue de los primeros en viajar a Roma, junto a su esposa María Luisa Vial, a la canonización de Escrivá de Balaguer en octubre de 2002. Y el acontecimiento fue transmitido por completo en directo por su canal, Megavisión.

Por esos mismos días, el propio empresario declaró a la prensa su admiración por San Josemaría y su simpatía por la Obra. Como miembro del consejo empresarial de la Escuela de Negocios de la Universidad de los Andes, autorizó su propia fotografía de cuerpo entero para ilustrar en varias temporadas el aviso destinado a captar nuevos alumnos en los cursos del ESE.

Las cifras de donaciones a universidades corroboran esos afectos. De acuerdo a los datos de la temporada 2007 —que sirvieron para descontar impuestos en las declaraciones tributarias de 2008—, el abogado donó a título personal 4.587.390 pesos a la Universidad de Los Andes, con fecha 28 de diciembre. Unos meses antes, el 6 de septiembre de 2007, la empresa Cristalerías Chile, uno de los ejes de su poder económico, donó más de 18 millones de pesos a la misma Universidad. Y en diciembre, Cristal Chile agregó otros cinco millones a su donación, mientras que la Compañía Electrometalúrgica, Elecmetal, casi completó 19 millones para el mismo establecimiento. En total, cerca de cincuenta millones de pesos para la universidad del Opus Dei.

Esos «gestos» son los que hacen creer a muchos que era un supernumerario «no confeso», como su colega Patricio Prieto Sánchez, cuñado de Fernando Larraín. El abogado Prieto —primer director de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica— partió trabajando en el estudio Claro y Compañía, y llegó a ser uno de los profesionales de máxima confianza del Opus Dei en sociedades que incluso se vinculan a las finanzas de esa organización católica17.

SIN TENTACIONES

A diferencia de sus ex socios, Claro no mostró a fines de los setenta el gran poder económico de Cruzat, Larraín y Vial, pero tampoco cayó al vacío en los dramáticos años ochenta, cuando el sistema financiero chileno se vino al suelo como consecuencia de las multimillonarias deudas asumidas por los grandes grupos.

Ricardo Claro no se dejó tentar por el dinero fácil ni contrajo excesivos compromisos como sus antiguos compañeros de trust y siempre mantuvo su estudio de abogados, reconocido como el más antiguo del país.

Como otros prohombres del pinochetismo, se vio favorecido con privatizaciones por parte del Estado. En 1976 adquirió Cristalerías Chile en un remate de la Corfo. Asentó también en esa época el control sobre Elecmetal, en la que mantenía acciones desde tiempos de «los Pirañas». En 1980 compró al Estado la Viña Santa Rita —cincuenta hectáreas y la marca del vino—; y en 1981, la Compañía Sudamericana de Vapores. En 1989 obtuvo la concesión a perpetuidad de Megavisión.

Cuando en medio del boom de los grupos que crecieron al amparo de las privatizaciones de la «primera ola» y del endeudamiento fácil, el sociólogo Fernando Dahse publicó —en 1978— su Mapa de la extrema riqueza18. Ubicó en ese estudio a Ricardo Claro como cabeza de un «subgrupo» escindido de «los Pirañas». Además de su participación en Elecmetal y Cristalerías Chile, Claro —según Dahse— estaba ligado al grupo de Ábalos y González en la empresa constructora Agsa Metal Limitada. Y «por su cuenta desarrolla actividades agroindustriales y comerciales».

En un cuadro resumen, Dahse indica que en 1977 Claro tenía el control del 29 por ciento de Elecmetal, el 36 por ciento de Cristalerías Chile y el 24 por ciento de Agsa Metal. Además, era dueño del ciento por ciento de Productos Agrícolas Pucalán, del 35 por ciento de Quimetal y del 36 por ciento de Inmetal Limitada. En total, contaba diez empresas o sociedades en las que Claro tenía participación significativa.

No obstante, una de las principales empresas que hasta su muerte controló Ricardo Claro y era la base de su poder naviero, todavía no formaba parte de sus propiedades, como a veces erróneamente se ha creído: recién en 1981 Claro tomó el control de la Compañía Sudamericana de Vapores (CSAV), tras la privatización de la sociedad que hasta entonces era mayoritariamente estatal. Su cercanía a los oficiales de marina que la administraban seguramente motivó su interés.

TEMPESTAD SOBRE LA SUDAMERICANA

La Compañía Sudamericana de Vapores (CSAV) es la mayor empresa de transporte marítimo latinoamericano y una de las pocas transnacionales chilenas. Ricardo Claro compartió su propiedad con el grupo Angelini entre 1988 y 2005, y después se quedó con el control mayoritario. En 2007, a la Sudamericana se le calculaba un capital bursátil superior a los quinientos millones de dólares, con ventas por más de cuatro mil millones, pero en 2008 tuvo importantes pérdidas como consecuencia de la crisis económica internacional.

Aunque se suele comentar que Claro fue uno de los primeros en advertir sobre la gravedad de la crisis económica que se venía encima en 2008, no manifestó públicamente su preocupación por la Compañía Sudamericana de Vapores. No obstante, muy poco después de su muerte, la tempestad arreció sobre sus barcos, sus acciones y sus cuentas. Las caídas del comercio internacional tuvieron como natural consecuencia las disminuciones de los fletes y los oleajes de la crisis golpearon con fuerza su compañía y su memoria.

Tras meses de negociaciones, el 28 de mayo de 2009 se cerró en el puerto de Hamburgo en Alemania un importante acuerdo por un monto total de 750 millones de dólares entre la Sudamericana y un comité de representantes de cien armadores germanos, principales acreedores de la compañía insignia del grupo.

«Con gran satisfacción comunicamos que Compañía Sud Americana de Vapores S.A. ha alcanzado un acuerdo con los armadores coordinados en la ciudad de Hamburgo, para el fortalecimiento financiero de CSAV. El plan establece un programa de aumentos de capital por 710 millones de dólares. Esperamos que otros dueños de naves colaboren separadamente», señaló la Compañía a través de un comunicado19 firmado por el gerente general Juan Antonio Álvarez.

Señaló la nota que «el programa contempla un aumento de capital inicial por 130 millones de dólares, que se encuentra en proceso. Los accionistas han expresado su disposición y compromiso para suscribir este aumento de capital y prevemos concluir exitosamente este primer aumento de capital en junio. Posteriormente, se realizará un segundo aumento de capital por 220 millones de dólares y los dueños de naves coordinados en Hamburgo han comprometido su participación para garantizar el ciento por ciento de suscripción de un tercer aumento de capital por USD 360 millones de dólares».

El vicepresidente de la CSAV20 Arturo Claro, primo del fallecido dueño de la compañía, explicó que de acuerdo al compromiso suscrito los armadores «están inyectando unos 360 millones de dólares y toman el 18 por ciento de la compañía, la cual están valorizando en unos 1.500 millones —previo descuento de los aportes de capital— en circunstancias que hoy vale la mitad de eso en bolsa».

Agregó Arturo Claro: «La compañía tiene que racionalizar sus tráficos. Racionalizar no significa necesariamente cerrar, pero hay que estudiar las maneras más económicas de trabajar», y reconoció que «en total han salido de la compañía más de seiscientas personas, tanto en Chile como en otras partes».

EL GRUPO Y SUS CONEXIONES

Se identifica como «grupo Claro» al conjunto de empresas que tiene como eje a la Compañía Sudamericana de Vapores, Compañía Electrometalúrgica (Elecmetal), Cristalerías Chile, Marinsa, Navarino y Quemchi. Todas ellas eran propiedad y estaban bajo el timón de este abogado y empresario que, a partir de la década de los ochenta proyectó su grupo más allá de las botellas, los vinos, los envases y los barcos, avanzando en nuevas direcciones: la actividad inmobiliaria, los puertos y los medios de comunicación social.

La primera industria que tuvo Ricardo Claro fue Elecmetal, actualmente una de las mayores productoras de piezas de desgaste de acero fundido a nivel mundial; sus ventas en 2007 ascendieron a 681 millones de dólares.

A través de Elecmetal, Ricardo Claro adquirió en 2004 la Fundición Talleres de Codelco, cuando la compañía estatal la licitó, por considerar que no era parte «del corazón» de la principal empresa pública. Ubicada en la Región de O’Higgins, junto al mineral El Teniente, Talleres era una de las divisiones de Codelco. El grupo Claro pagó un poco más de nueve millones de dólares por ella y dejó en su presidencia a Cirilo Elton, el gerente general de Elecmetal.

La Compañía Electrometalúrgica es, además, la matriz de Cristalerías Chile, otra de las grandes empresas del grupo, con ventas por 407 millones de dólares en 2007. Cristalerías es una sociedad anónima abierta, lo mismo que Elecmetal; es la mayor fábrica de envases de vidrio en Chile y propietaria de Viña Santa Rita —una de las tres principales elaboradoras de vinos del país—, y de los medios de comunicación del grupo, incluyendo Megavisión. En 2008 se sumó también al conglomerado un paquete importante de acciones de Viña Los Vascos.

Hacia fines de los años setenta, Cristalerías Chile materializó un convenio de asistencia técnica con Owens Illinois de Estados Unidos, el mayor productor mundial de envases de vidrio21, señala en su informe Fitch Ratings Corporate América Latina. Dos décadas después, en 1999, la empresa adquirió a la firma española Vicasa S.A. el 40 por ciento de Cristalerías Rayén Curá S.A.C.I., fabricante de envases de vidrio en Mendoza, Argentina.

Entre 1988 y 1998, Cristalerías —presidida por Claro— expandió sus actividades al rubro de envases plásticos, con la formación de la sociedad Crowpla y la compra de Reicolite. En enero de 1997 esas empresas se fusionaron, y en julio de 2001 se formó un joint venture entre Crowpla-Reicolite y Envases Multipack, vinculada a la Embotelladora Andina. Los grupos Claro y Andina formaron así CMF S.A., en la que Cristalerías y la Embotelladora participan en partes iguales.

CMF, empresa líder en la distribución de botellas plásticas, es el principal abastecedor de envases de Coca-Cola. La bebida es elaborada en Chile por Andina, la empresa controlada por el grupo de José Said Saffie, presidente del Parque Arauco y del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA); su hijo Salvador Said Somavía entró al directorio en su reemplazo en 2008. Son, asimismo, socios de Andina los inversionistas José Antonio Garcés y Alberto Hurtado Fuenzalida, además de los descendientes de Jaime Said de María, que también participan en la propiedad del BBVA.

Cristalerías también vende así las botellas a la industria viñatera que representa más del 60 por ciento de su clientela. A la vez, es la «dueña» de todos los medios de comunicación del grupo Claro.

EN LOS PUERTOS Y TERMINALES

Ricardo Claro llegó a ser en los últimos años el principal administrador de puertos privatizados, a través de su empresa Sudamericana Agencias Marítimas (SAAM): al morir era concesionario de los terminales de los puertos de Iquique, San Antonio, San Vicente y Valparaíso; y del puerto de Antofagasta, donde vendió el año 2004 una parte a Empresas Navieras, matriz de Agencias Universales (Agunsa) de la familia Urenda.

La fuerte presencia del grupo Claro en el sector limita las posibilidades de que a través de su canal de televisión, su diario o su revista, se divulguen informaciones que afecten sus intereses. Los trabajadores portuarios pueden confirmarlo.

Con los Urenda tenía ya otra relación en los negocios del mar desde 2001, cuando el grupo Claro ingresó a la Compañía Chilena de Navegación Interoceánica (CCNI). Actualmente, la Sudamericana mantiene un 13 por ciento de la propiedad de esa sociedad, controlada por la familia Urenda22.

Ricardo Claro también se vinculó con Agunsa, tras comprar acciones en esa compañía a la empresa eléctrica transnacional AES Gener. Efectuó la operación a través de la Sudamericana Agencias Aéreas y Marítimas (SAAM), que controla un 24 por ciento de las acciones de la agencia de naves dedicada a servicios integrales de carga marítima23.

Agunsa tiene, además, el 47 por ciento del Consorcio SCL, que en noviembre de 1997 ganó la concesión por quince años de la ampliación y remodelación del Aeropuerto Internacional de Santiago24.

En otro plano, desde 1994, Ricardo Claro compró algo más del 7 por ciento de la Empresa Constructora Ovalle y Moore, donde el socio mayoritario es la sociedad mexicana Bufete Internacional, que controla el 85 por ciento de las acciones.

EL CRISTAL DE LA INFORMACIÓN

Paralelamente, la presencia de Ricardo Claro era gravitante en medios de comunicación, en la industria editorial y en nuevos negocios digitales.

Hacia el final del siglo XX se mostró muy interesado en adquirir acciones en medios de información: la televisión por cable y el Diario Financiero estuvieron entre las principales conquistas de este imperio con sede en un edificio en calle Hendaya Nº 60 —al llegar a Apoquindo—, en la comuna de Las Condes de Santiago. Ahí funcionan sus empresas matrices y aparecen con domicilio las sociedades de papel que ejercen el control. En la primera década del siglo XXI fortaleció esas posiciones que dejó como legado.

La atracción que ejercieron en Ricardo Claro los medios era antigua. En los sesenta hizo un intento fallido por alcanzar el control de la revista Ercilla, la más influyente de aquel tiempo en que los semanarios eran muy leídos.

En los setenta y ochenta fue activo columnista de La Tercera y, a la vez, se incorporó como comentarista de la Radio Chilena, que pertenecía al Arzobispado de Santiago y después a la Congregación Salesiana. La radio era presidida por su amigo Pedro Corona Bozzo, a quien nombró director en Megavisión y después en Zig-Zag.

Aunque siempre Claro manifestó un interés especial por estar bien informado —le gustaba cultivar ese perfil—, dijo en algunas entrevistas que la televisión era para él un negocio, aunque sabía muy bien que también es un medio para influir.

Diversas situaciones reflejan ese afán. Una de las más impactantes fue el episodio de las conversaciones grabadas entre el ex senador y hoy candidato presidencial Sebastián Piñera y unos amigos en 1993, puesta al aire por el mismo Ricardo Claro, presidente de la empresa. En la memoria de quienes vieron el programa, permanece en sus retinas la imagen del dueño del canal llegando al programa premunido de una vulgar radio Kioto y de la casete con la polémica conversación sostenida a través de un teléfono celular entre Piñera y su amigo Pedro Pablo Díaz. Ambos acordaron intervenir ante el periodista Jorge Andrés Richards, panelista estable de ese espacio, para que dejara en desmedrada posición a la actual senadora de la UDI Evelyn Matthei.

La difusión de la casete afectó seriamente las relaciones dentro de Renovación Nacional y los anhelos presidenciales de Piñera, que ya germinaban en ese tiempo. Más tarde se supo que las grabaciones fueron efectuadas por el Comando de Telecomunicaciones del Ejército.

Ocho años después, Claro estuvo en el epicentro de otra operación política de fuertes repercusiones en la derecha: sus contactos con la Marina y su cercanía al almirante Jorge Arancibia, hasta ese momento comandante en jefe de la Armada, fueron determinantes para la renuncia de éste a su cargo y la decisión de postular a senador por la Quinta Región Costa —Valparaíso y sus alrededores— por la UDI, en el cupo que ya estaba asignado al mismo Sebastián Piñera, quien nunca fue santo de la devoción de Claro.

LA NIÑA DE SUS OJOS

En las últimas dos décadas, Ricardo Claro irrumpió en forma decidida en los medios de comunicación masiva. El gran paso lo dio en 1989, cuando se lanzó en la aventura de fundar el primer canal de televisión privado: Megavisión, que se convirtió en la niña de sus ojos. Los que vieron nacer la televisión en Chile —universitaria, primero y pública después— se sorprendieron por la velocidad con que Claro logró su objetivo.

Casi cuatro años antes del bullado programa de la casete y la Kioto, a fines del 89, cuando los días de la dictadura estaban contados, tras el triunfo del «No» en el plebiscito y la muy probable mayoría para Patricio Aylwin y la Concertación, Pinochet se deshizo de una parte del Canal Nacional de Chile: vendió la frecuencia 9, en diciembre de ese año en unos doce millones de dólares de entonces.

El postulante elegido fue Ricardo Claro Valdés, quien rápidamente puso manos a la obra. Y en poco tiempo reacondicionó el antiguo edificio de Cristalerías Chile en la avenida Vicuña Mackenna para hacer funcionar la estación. En agosto de 1990 inició sus transmisiones Megavisión. En su entrevista con Patricia Arancibia en Capital, veinte años después, Claro señaló que en el momento de la licitación sus relaciones no eran muy buenas con Pinochet, y por eso Ernesto Pinto Claude habría actuado como «palo blanco».

Efectivamente, quien licitó la frecuencia fue la sociedad Ernesto Pinto Claude y Compañía Limitada, que el 3 de marzo de 1990 aparece en el Diario Oficial solicitando una serie de marcas ante el Ministerio de Economía: «Megavisión entre hoy y mañana», «Megapesos», «Meganegocios» y «Noticiero Central».

Pero resulta difícil creer que el dictador y sus asesores no supieran a quién estaban entregando la responsabilidad de estrenar la televisión privada, cuando el propio Pinochet había sentenciado que «no se movía una hoja» sin que él lo supiera. Los servicios de seguridad tenían ojos y oídos siempre alertas.

Tras efectuar los ajustes legales, Cristalerías Chile partió siendo la principal dueña de Megavisión junto a Navarino, otra sociedad filial de Cristalerías creada por Claro.

Unos meses después, el 13 de junio de 1990, se firmó la escritura en que Cristalerías Chile y Sodex S.A., representadas por el ingeniero Fernando Cisternas Bravo y el abogado Manuel Correa Ossa, dieron vida legal a la empresa Red Televisiva Megavisión. Ésta surgió mediante una modificación de la sociedad colectiva mercantil Ernesto Pinto Claude y Compañía, constituida por escritura pública el 14 de noviembre de 1989. El capital inicial de Megavisión fue cinco mil millones de pesos, divididos en cinco millones de acciones nominativas. De ese total, Cristalerías Chile quedó con cuatro millones 299 mil acciones y Sodex con setecientos mil. Ernesto Pinto Claude se adjudicó mil.

EL SOCIO MEXICANO

En junio de 1991, Red Televisiva Megavisión S.A. aumentó su capital. Los nuevos papeles fueron adquiridos por las mismas sociedades de Ricardo Claro —Cristalerías y Sodex— y por la Compañía de Aceros del Pacífico (CAP), que alcanzó a un 10 por ciento de la propiedad. El ingreso de la CAP llevó al directorio de Megavisión al presidente de la Compañía, Roberto de Andraca Barbas, el ex gerente que se había privatizado con la ex empresa estatal25 en los ochenta, y que sigue encabezándola hasta hoy. De Andraca es —además— desde hace unos años el presidente de la junta directiva de la privada Universidad Diego Portales.

Entretanto, surgió la sociedad Comunicación, Información, Entretención y Cultura (Ciecsa) que pasó a ser el núcleo del holding comunicacional del grupo. De ella formaban parte Sodex S.A. y Navarino S.A., ambas propiedad de Ricardo Claro, a través de Cristalerías Chile S.A. y CAP S.A. de Inversiones, filial de la CAP. Posteriormente, Sodex fue disuelta en febrero de 1995, y todas sus acciones quedaron en manos de Navarino S.A.26.

En marzo de 1992, con el objetivo de efectuar inversiones, Claro decidió asociarse con el magnate Emilio Azcárraga, dueño de la red televisiva mexicana Televisa.

La aventura parecía interesante. Televisa era la cadena más importante de habla hispana; con cuatro canales de TV abierta en México, una parte de Univisión, la mayor cadena hispanoparlante en Estados Unidos, y ya antes había incursionado en Perú.

El anuncio de la sociedad con Ricardo Claro fue divulgado como un importante aporte para Megavisión, que saltaría así a un nivel continental. Para esto se efectuó un aumento de capital, en virtud del cual Televisa adquirió el 49 por ciento de la empresa chilena, tras pagar siete millones de dólares. Cristalerías Chile quedó con un 40 por ciento y la CAP, con un 10 por ciento. Los socios explicaron que los imperativos de la globalización y la transnacionalización de las comunicaciones los llevaron a forjar esa alianza.

Los convenios incluyeron la posibilidad de realizar coproducciones. Hablaron de películas, telenovelas, espectáculos y de incorporar a Megavisión a la cadena de noticias ECO, también de Televisa. Se anunció que eso permitiría al canal chileno contar con la corresponsalía de reporteros en cerca de ochenta ciudades del mundo.

La sociedad entre Ricardo Claro y el magnate mexicano Emilio Azcárraga partió el 28 de mayo de 1992, cuando los accionistas de Red Televisiva Megavisión S.A. emitieron casi dos millones y 451 mil acciones. Ciecsa —de Claro y sus empresas— suscribió 1.250.418 acciones. En ese mismo acto entró como socio el grupo mexicano Televisa S.A. de C.V. al suscribir 1.201.382 acciones.

En la presidencia del directorio se mantuvo Ricardo Claro y lo integraban en esos días Baltazar Sánchez Guzmán, conocido como su brazo derecho; Hernán Sommerville, ex negociador de la deuda externa en el gobierno del general Pinochet y presidente de la Asociación de Bancos, quien ha sido director de otras importantes empresas de Claro; el empresario Eugenio Heiremans, presidente de la Asociación Chilena de Seguridad; Alfonso Swett, dueño de Forum y de Hush Puppies; Gregorio Amunátegui Prá y Roberto de Andraca Barbas.

Pero la sociedad con el grupo mexicano no duró mucho. A mediados de los noventa, Televisa empezó a vender sus acciones de Megavisión a Ciecsa y finalmente, en 2002, le traspasó la totalidad al grupo Claro y a la CAP, que elevó su participación a 16 por ciento.

Las razones de la retirada de los mexicanos no se explicitaron. Su esporádica presencia en el negocio en Chile pudo servir al conglomerado para introducir sus teleseries, artistas y programas. Es una modalidad que suele usar ese grupo en los países que le parecen interesantes como mercados potenciales. Otros interpretan que los Azcárraga no consideraron especialmente lucrativo el negocio y, como Televisa tenía otros problemas en México, habría preferido recuperar su inversión.

No obstante, el grupo mexicano mantuvo sus fichas en Chile en la industria editorial, donde es propietario de la Editorial Andina, que desde hace unos años se llama directamente Editorial Televisa y publica un amplio abanico de revistas. Entre ellas, Caras y Condorito27.

DE METRÓPOLIS A VTR

Ricardo Claro no se limitó a la TV abierta ni Azcárraga fue el único socio extranjero que tuvo en estos negocios. De todos los magnates chilenos, el abogado terminó siendo el más fuerte en la TV por cable.

Todo empezó cuando compró el canal Metrópolis a la red argentina Telefé, a través de Cristalerías Chile y de la sociedad Hendaya S.A. El 24 de junio de 1994, el directorio de Cristalerías acordó invertir 47 millones y medio de dólares «en el negocio de la televisión por cable».

Seis días después se asoció con la empresa Bresnan International Partners (Chile), a la que vendió la mitad de las acciones. La propiedad del canal por cable denominado Cable Chile S.A. Metrópolis quedó en 50 por ciento para cada una de las partes. Esta empresa fusionada era la segunda de su tipo en Chile; la primera en número de clientes seguía siendo Intercom, que entonces pertenecía a la Telefónica de España en un 80 por ciento y en un 20 a su antiguo dueño Agustín Edwards, a quien Pinochet le otorgó la concesión28.

A fines de 1995, Metrópolis se fusionó, a la manera de los grandes consorcios mundiales, con su ex rival Intercom, y nació la empresa de cable Metrópolis-Intercom, que en ese momento tenía más del 60 por ciento del mercado local de la televisión pagada.

A través de la operación, Claro y la Bresnan se convirtieron en socios de la Telefónica española y del grupo Edwards.

La Bresnan, a su vez, había experimentado modificaciones en su propiedad. Ya no pertenecía sino en una quinta parte a la familia de ese apellido. El 80 por ciento de la compañía era de Telecommunications International Incorporated (TCI), cuyo presidente John Malone —el pionero del cable en Estados Unidos— era amigo de Emilio Azcárraga, el dueño de Televisa29.

En las incursiones de Malone en el cable chileno fue muy determinante su sociedad con Ricardo Claro. A través de Liberty Global, sucesora de TCI en sus operaciones en América Latina, Malone alcanzó el control de VTR tras una bullada discusión en la cual intervino la Comisión Antimonopolios30. Después negoció con Claro la fusión de Metrópolis. El resultado fue que Liberty Media —o Liberty Global, que viene a ser lo mismo— quedó con el 80 por ciento de VTR; el grupo Claro mantuvo el 20 por ciento hasta que en septiembre de 2009 negociaba su venta al fondo de inversiones Celfin Capital.

Actualmente, John Malone, a través de VTR, tiene un cuasi monopolio de la televisión por cable en Chile a través de todo el país y logró la misma posición en la TV satelital.

LOS VAIVENES DE ZIG-ZAG

Hacia mediados de los años sesenta, la empresa Zig-Zag, el principal sello editorial del país, era un atractivo foco de interés, cuando Fernando Larraín Peña, Ricardo Claro y Javier Vial daban forma al grupo «los Pirañas». Zig-Zag publicaba la revista Ercilla, además de Eva, Vea y Estadio, entre muchas otras.

Larraín Peña y Ricardo Claro, dueños de un paquete de acciones del consorcio editorial, «quisieron tomar el control» de la sociedad que en esa época pertenecía mayoritariamente a empresarios ligados a la Cámara de la Construcción, encabezados por Sergio Torretti Rivera y Daniel Sotta Barros, vinculados a la Democracia Cristiana. El objetivo apuntaba a un cambio de la línea editorial de la revista Ercilla, el semanario de mayor circulación e influencia del país en esos años. No obstante, los intentos fueron detectados y sólo quedaron en eso.

Unos diez años después, ya en dictadura, cuando Fernando Larraín y sus cuñados Manuel Cruzat Infante y Patricio Prieto Sánchez31 encabezaban el más potente grupo económico chileno, lograron comprar el principal semanario, lo que fue visto con muy buenos ojos por el gobierno de Pinochet. Fue en ese momento cuando el equipo periodístico de Ercilla, conducido por Emilio Filippi, renunció en forma masiva y fundó la revista Hoy.

Ricardo Claro ya no era socio del grupo «piraña» y, por esos días, en términos comunicacionales, era sólo un simple columnista de La Tercera..

Sin embargo, con la operación Ercilla, Ricardo Claro no perdió mucho, ya que nunca el semanario volvió a ser lo que fue. Y él, con el correr del tiempo, salió con la suya y con creces: al morir era dueño de un canal de televisión, de la Revista Capital, del Diario Financiero y de otros negocios vinculados a las comunicaciones y las nuevas tecnologías de la información.

Los ojos de Ricardo Claro no se fijaron sólo en el periodismo escrito y en la TV. Dentro de su ámbito de interés había varias facetas de las llamadas «industrias culturales». Adquirió, así, parte de la empresa editora de libros Zig-Zag S.A., que en 2004 cumplió setenta años. Compartió la propiedad con el antiguo dueño del complejo editorial Sergio Medina Lois y después con el empresario editorial argentino Alfredo Vercelli.

Su «operadora» en este campo es Ciecsa, la matriz de sus empresas comunicacionales, que también es una de las propietarias de la antigua Empresa Editora Zig-Zag, y tiene el control mayoritario de Multimedia S.A., nacida en junio de 1991.

Entre los objetivos de Multimedia S.A. está realizar inversiones, desarrollar «actividades de producción, comercialización y edición en las áreas de comunicaciones, deportes, entretención y cultura en general y particularmente respecto de la actividad televisiva, cinematográfica, de radio, audio y video en sus diversas formas editorial y periodística»32.

CREATURA DE LOS EDWARDS

La Empresa Editora Zig-Zag nació en 1934, pero la revista Zig-Zag —que en su última etapa se llamó Nuevo Zig-Zag— fue creada por Agustín Edwards Mac-Clure en 1905. Poco después surgió la revista infantil El Peneca y luego otras como Selecta y Pacífico Magazine, hasta que en 1919 Gustavo Helfman compró la empresa Zig-Zag a Edwards y la fusionó con Editorial Universo.

Fueron tiempos de notable crecimiento. Tras la expansión, Helfman dio vida a otras revistas de gran circulación en su tiempo, como Don Fausto, Para Todos, la revista de cine Ecrán y las femeninas Eva y Rosita.

La guerra mundial y la revolución española fueron un obligado desafío para la incipiente industria editorial chilena. Como consecuencia creció la editorial Zig-Zag, que desde los años cuarenta se caracterizó por una activa promoción de la literatura nacional.

En 1971, después de una huelga de cuarenta días, la empresa fue intervenida por el gobierno de la Unidad Popular y, al final, los talleres y edificios pasaron al Estado. Se creó entonces, en la sede de Santa María, próxima a la Plaza Italia, la Editorial Quimantú, de corta pero fecunda vida con sus ediciones populares orientadas a fomentar la lectura.

Antes del nacimiento de Quimantú, los antiguos dueños de ZigZag formaron cinco sociedades limitadas, algunas de las cuales tras sucesivas mutaciones perduran hasta hoy. Los empresarios Sergio Mujica y Sergio Pumarino mantuvieron —pese a los fuertes cambios de comienzos de los setenta— el control sobre algunas empresas del ex complejo Zig-Zag, como la Distribuidora Latinoamericana de Publicaciones (Dilapsa), Carrusel y Pincel, especializadas en revistas para niños —en la línea de dibujos comics—, y conservaron la marca editorial Zig-Zag para sus revistas.

Cuando en 1976, Ercilla y Vea —editadas por Zig-Zag— fueron vendidas por Mujica y Pumarino a Manuel Cruzat y Fernando Larraín Peña, los antiguos socios se quedaron con otras sociedades que controlaban: Zig-Zag S.A., distribuidora Dilapsa y Continente Libros33. A fines de 1986 decidieron dividir Dilapsa en tres; una conserva su nombre y fue vendida a Editorial Andina, la que después se transformó en Televisa; las otras dos fueron bautizadas como Inverland S.A. e Inversiones Sagitario S.A.

Meses después, en marzo de 1987, ocurrió algo similar con la Empresa Editora Zig-Zag: fue dividida en dos sociedades. Una conservó su nombre y otra, dedicada al rubro financiero, recibió el nombre de Inverzag S.A.

Entre sus numerosos negocios, Ricardo Claro llegó a ser el principal accionista de la actual Zig-Zag, que en los últimos años se dedicó a la elaboración de textos escolares. Su hombre de confianza en Zig-Zag era el ex presidente de la Radio Chilena y director de Megavisión, Ernesto Corona Bozzo34, uno de los pocos personajes cercanos a la DC —actualmente es socio de la Universidad Miguel de Cervantes— que se contaba entre sus amigos.

Desde 2002, Zig-Zag, bajo la presidencia de Ernesto Corona, se asoció con el empresario argentino Alfredo Vercelli para desarrollar una línea de softwares y servicios on line que incluyen desde textos hasta diarios escolares, pasando por sistemas de gestión.

LA HORA DEL DIARIO

En 1994, Ricardo Claro dio los primeros pasos para alcanzar uno de sus sueños: tener un diario propio. Y para eso compró el 20 por ciento de El Diario, especializado en economía y editado por Ediciones Financieras S.A. El Diario había sido creado en octubre de 1988 por cuatro periodistas que captaron la necesidad de un periódico especializado en economía: René Jáuregui, Osvaldo Cifuentes, Enrique Contreras y Roberto Meza.

Después Claro elevó su participación accionaria al 33,3 por ciento. Ediciones Financieras pertenece a Ediciones Chiloé, cuya propiedad compartía Ricardo Claro con los empresarios Roberto Izquierdo y Andrés Navarro Haeussler. El control lo había alcanzado en 2005, cuando adquirió al grupo español Recoletos su parte en Inversiones Chiloé, sociedad accionista de Ediciones Financieras.

Aunque El Diario tiene un bajo nivel global de lectura, influye en los sectores empresariales y ejecutivos, y es una de las pocas publicaciones existentes en Chile que no pertenece al duopolio representado por El Mercurio y Copesa.

Una de las últimas adquisiciones de Claro —también a través de Inversiones Chiloé— fue la revista Capital, que compró al grupo Luksic tras la muerte de Andrónico padre, en 2006.

Al tomar posesión Ricardo Claro de Capital, se produjo una incómoda situación para Andrea y Celia Eluchans, las hijas del ex diputado conservador Edmundo Eluchans, quienes fundaron la publicación en 1996 y la vendieron a los Luksic en 2005, pero se mantuvieron en la conducción. Edmundo Eluchans había sido otro de los enemigos históricos de Claro. Sin ir más lejos, en la crisis de 1983 el abogado pidió la quiebra del ex parlamentario y lo hizo encarcelar.

Cuando Ricardo Claro falleció en octubre de 2008, presidía el directorio de Ediciones Financieras. El vicepresidente era Roberto Izquierdo y en el directorio estaban Baltasar Sánchez, quien preside el directorio de Megavisión y de Diario Financiero; Andrés Navarro Haeussler, presidente de Sonda y de Clínica Las Condes; Ernesto Corona Bozzo, quien también integra el directorio de Megavisión; el ingeniero comercial Ricardo Matte Eguiguren, reservista de la Armada y miembro del directorio de Viña Los Vascos que pertenece en un 43 por ciento al grupo35; y el director de Capital y «director delegado» de El Diario, Guillermo Turner Olea. Periodista egresado de la Universidad Gabriela Mistral, Turner figura, asimismo, como gerente de desarrollo de los medios del grupo Claro y es el presidente de la Asociación Nacional de la Prensa (ANP) durante el período 2008-2010.

Forman también parte de Ediciones Financieras la revista de decoración EyD y EF Conferencias, una sociedad orientada a organizar charlas y encuentros.

En paralelo a sus andanzas en los medios escritos y a su actividad en la televisión, Ricardo Claro se había puesto a la vanguardia de los empresarios chilenos en los negocios vinculados a internet. Además de tener ediciones de Capital y de El Diario en línea, adquirió acciones de Bazuca y participó en Internet Holding. Asimismo, desarrolló una compañía que busca proyectos nuevos en la red, con un nombre que alude a la geometría: Simetral.

DIRECTORIOS Y VINCULACIONES

Ricardo Claro presidía, entre otros, el directorio de Cristalerías Chile S.A. A su muerte lo sucedió en ese cargo su brazo derecho Baltasar Sánchez. La propiedad de CristalChile —como se la conoce en la Bolsa de Comercio, donde se transan sus acciones— corresponde en un 34 por ciento a Compañía Electrometalúrgica S.A. Elecmetal, un 9,2 por ciento a la sociedad Bayona y otro 8,9 por ciento a Hendaya, todas del mismo grupo. En total, más del 56 por ciento de las acciones son controladas directamente por el holding.

Quedaron en el directorio de Cristalerías, después de los ajustes que sucedieron a la muerte del dueño, Jaime Claro Valdés, el hermano de Ricardo, en calidad de vicepresidente; Manuel Correa Ossa, Gustavo de la Cerda Acuña, Alfonso Swett Saavedra, Joaquín Barros Fontaine, Hernán Sommerville, y el ex ministro de Agricultura Juan Agustín Figueroa Yávar, presidente de la Fundación Pablo Neruda y amigo de Ricardo Claro desde sus tiempos de estudiantes de Derecho de la Universidad de Chile.

Cristalerías Chile controla importantes empresas, entre ellas: las viñas Santa Rita y Los Vascos; Comunicación, Información, Entretención y Cultura, Ciecsa S.A.; Cristalerías Videcor Chile Limitada; Cristal Plásticos Limitada; Reicolite S.A., asociada con la familia Reifscheneider. Pero también Cristalerías ha tenido «hijas». Así, en noviembre de 1989, sus accionistas acordaron dividirla: se mantuvo Cristalerías Chile, pero de ella nació otra bautizada como Navarino S.A., con el objeto de participar «en forma directa o indirecta, en actividades navieras, agrícolas, forestales, pesqueras, mineras, químico industriales, de la construcción, de turismo, de medios de transporte, de bienes de consumo masivo, de medios de comunicación, de exportaciones, de alimentos, de plásticos, de celulosa y de metalúrgicas»36.

Navarino S.A. y Sodex eran —a su vez— los mayores accionistas de Marítima de Inversiones, Marinsa, hasta que Sodex fue disuelta. La sociedad Quemchi S.A., surgida recién en 1992 de otra división de una compañía de Ricardo Claro, es la dueña del 77 por ciento de las acciones de Navarino S.A.; el 7,3 por ciento le corresponde a Compañía de Inversiones La Central.

El directorio de Navarino también lo presidía Ricardo Claro y sus integrantes eran casi los mismos de Cristalerías Chile y de las principales empresas del conglomerado. Quedó tras su muerte Jaime Claro como presidente, secundado por Joaquín Barros Fontaine en la vicepresidencia. Integran el directorio, además, Juan Antonio Álvarez, Gustavo de la Cerda Acuña, Alfonso Swett Saavedra, Joaquín Barros Fontaine, Pedro Jullian Sánchez y Patricio García Domínguez, quien constituye un grupo financiero menor que —a través de Inversiones La Central— aparece al lado de Claro en casi todas sus empresas.

Marinsa, por su parte, es la mayor accionista de la Compañía Sudamericana de Vapores, con un 46 por ciento de las acciones. El directorio, lo mismo que el de Navarino, lo preside Jaime Claro Valdés y en él están, entre otras personas, Baltazar Sánchez, Arturo Claro Fernández, el economista Canio Corbo y Joaquín Barros Fontaine.

REDES CIRCULARES

La empresa Pucalán S.A., también de Ricardo Claro, es la principal accionista de la Compañía Electrometalúrgica, Elecmetal, con casi un 30 por ciento de las acciones37.

El directorio de Elecmetal lo presidía Ricardo Claro y ahora, como en los otros casos, quedó en su lugar su hermano Jaime, acompañado por Juan Agustín Figueroa, Gustavo de la Cerda, Juan Antonio Álvarez, Alfonso Swett y Patricio García.

El sistema de propiedad en redes circulares se repite en las sociedades de Claro. La estructura de propiedad de la Sociedad Anónima Viña Santa Rita —como se llama desde 1991— es ilustrativa de la participación del grupo: el accionista principal es Cristalerías Chile, con un 55 por ciento, y la sociedad «de papel» Bayona S.A., es dueña de un 23,5 por ciento. El resto está repartido entre fondos de AFP y de inversión38.

El directorio de Santa Rita también lo encabezaba Ricardo Claro y se repetían los mismos miembros del grupo presentes en otras sociedades. A través de CristalChile, Claro controlaba un 50 por ciento de las acciones de Cristalerías Videcor Chile Limitada, y el resto está en manos de otra filial, Comercial Indecor Limitada, que partió como Decorados de Vidrios, Indecor S.A.I.

Así como de la división de Cristalerías nació la sociedad Navarino en 1989, tres años después Ricardo Claro usó el mismo procedimiento con otra de sus empresas clave: dividió la Compañía Electrometalúrgica Elecmetal y dio origen, en junio de 1992, a Quemchi S.A., que recibió algo menos de la mitad de su patrimonio.

Quemchi S.A., como todas las demás, tiene su domicilio legal en Hendaya Nº 60; de ahí viene el nombre de la sociedad de inversiones Hendaya. El directorio lo presidía Ricardo Claro y heredó su lugar su hermano Jaime; en esa sociedad se reiteran los nombres de Juan Antonio Álvarez, su vicepresidente; además de Baltasar Sánchez, Juan Agustín Figueroa, Gustavo de la Cerda, Alfonso Swett y Cirilo Elton.

El principal accionista de Quemchi —igual que de Elecmetal— es Productos Agrícolas Pucalán, pero en este caso esa sociedad posee el 55 por ciento de las acciones de Quemchi.

Productos Agrícolas Pucalán es una sociedad de propiedad de Claro que está en la cúspide del conglomerado. Por lo que se logró establecer después de su muerte, detrás de ella estaría la Fundación creada por el magnate chileno en un país extranjero que mantuvo en el misterio.

También tiene sede en Hendaya Nº 60 Marítima de Inversiones S.A. (Marinsa). Una diferencia con las anteriores es que esta sociedad la preside el abogado Juan Agustín Figueroa Yávar.

Entre las numerosas sociedades de las que era parte Ricardo Claro, destaca una en la que era socio únicamente con su mujer, María Luisa Vial Lecaros: Inmobiliaria Villarrica, formada en 1987, y accionista de varias de las empresas del grupo. Su denominación puede aludir al fundo que Ricardo Claro y María Luisa Vial tenían en Villarrica, cerca de Temuco.

HENDAYA Y BAYONA

El amor a España y la adhesión al hispanismo conservador se proyecta en los nombres con que Ricardo Claro Valdés bautizó muchas de sus sociedades de papel, a través de las cuales rinden frutos sus grandes negocios.

Servicios y Consultorías Hendaya e Inversiones Bayona son sociedades de papel del grupo Claro, accionistas de otras empresas del rubro productivo, financiero o comercial. A su vez, entre ellas están estrechamente vinculadas, ya que Servicios y Consultorías Hendaya Limitada junto a la Sociedad Minera Las Vegas Limitada son las únicas partícipes de la sociedad Bayona S.A., que desde mayo de 1992 funciona como anónima cerrada, con un capital de 230 millones de pesos. Hendaya en esa fecha tenía el 80 por ciento de las acciones y Las Vegas un 20 por ciento.

Servicios y Consultorías Hendaya proviene del sector metalúrgico de las empresas de Claro, ya que su antecesora, Investigaciones Metalúrgicas Limitada, había nacido de Elecmetal y de Química Metalúrgica Limitada. En mayo de 1992, Investigaciones Metalúrgicas cambió de nombre y fue bautizada como Servicios y Consultoría Hendaya Limitada. Su capital fue fijado en 650 millones de pesos y el 99 por ciento de las acciones quedó en manos de Elecmetal.

Por esos días se modificó la escritura de Minera Las Vegas que, lo mismo que Bayona, fue transformada en sociedad anónima cerrada. El 80 por ciento de las acciones de Minera Las Vegas pertenece desde esa fecha a Servicios y Consultorías Hendaya y el resto a Elecmetal39.

También en 1992, tras sucesivas modificaciones de escrituras y las consiguientes divisiones de estas sociedades de papel, nacieron Asturias S.A. y Burgos S.A., con el homenaje de rigor a la tradición hispana.

Y —en otro plano— el Diario Oficial del 19 de octubre de 1994 da cuenta de traspasos que dejan a Servicios y Consultorías Hendaya S.A. y a Bayona S.A. como únicos socios de la Sociedad Televisora CBC Limitada. La primera con un 70 por ciento de las acciones y Bayona con el 30.

LOS NUEVOS MANDAMASES

Los intereses de Ricardo Claro aumentaban en las últimas décadas en ámbitos tan diversos que van desde los mares y los puertos a las viñas y los campos, de lo más tradicional a lo más innovador en materias tecnológicas, de lo nacional a lo transnacional y global. Cuando en octubre de 2008 lo sorprendió la muerte, proyectaba su poder a través de sus medios de información y comunicación, creando escenarios y construyendo realidades a su modo, con su estilo y sus ideas.

Presidía la mayoría de las empresas más importantes de su grupo y siempre estaba enterado de lo que pasaba en ellas. Pero tenía segundos y terceros de a bordo en los que confiaba plenamente. A partir de octubre de 2008, ellos debieron tomar el timón, supervisados por su viuda, María Luisa Vial Lecaros.

Tal vez el menos conocido era su propio hermano, el ingeniero Jaime Claro Valdés, quien vivió 25 años en Estados Unidos, donde trabajó en transacciones de cobre y creó la empresa comercializadora ME Global Inc.

Sin embargo, Jaime Claro tenía presencia en el grupo e incluso era socio en las empresas del conglomerado. Ricardo comentaba en la entrevista de la revista Capital en 2007, que su hermano Jaime, dos años menor, lo acompañó en la formación del grupo BHC junto a los otros «Pirañas», a fines de los años sesenta.

Jaime presidía en vida de su hermano dos sociedades de papel clave en el control de sus activos: Navarino y Quemchi. A la vez, era el vicepresidente de la Compañía Sudamericana de Vapores y de Sudamericana Agencias Aéreas y Marítimas (SAAM), la sociedad que administra los puertos de San Antonio, San Vicente e Iquique.

Una de las primeras informaciones que el grupo entregó tras la muerte de Ricardo Claro a la Superintendencia de Valores y Seguros, SVS, fue que Jaime Claro, de 72 años en ese momento, asumiría como presidente de la Sudamericana. La vicepresidencia quedó en manos de su primo Arturo Claro Fernández.

Baltasar Sánchez —quien hasta ese momento era vicepresidente de Cristalerías Chile y de Megavisión desde que nació el primer canal privado— fue designado presidente de ambas empresas. Asimismo, quedó de vicepresidente de la Viña Santa Rita, mientras que Jaime Claro pasó a la vicepresidencia de Cristalerías Chile.

Como vicepresidente de Megavisión, en el puesto que tenía Baltazar Sánchez fue nombrado el director Joaquín Barros Fontaine, quien también es director de la Sudamericana y de SAAM, y vicepresidente de Navarino.

El gerente general de la Sudamericana Juan Antonio Álvarez es otro de los lugartenientes de Ricardo Claro. Abogado como él, católico ferviente como él, es casado con la psicóloga Constanza Said, hija de José Said Saffie.

«Sánchez y Álvarez tienen una especial relevancia en el grupo. De hecho, el propio Claro dijo de ellos hace tres años que ‘sin lugar a dudas son mis principales ejecutivos’», consignó el diario La Tercera40.

Entre los directivos cercanos a Claro ocupaba lugar preferencial su gran amigo el abogado Juan Agustín Figueroa, quien lo reemplazó como presidente de la Viña Santa Rita, donde antes era vicepresidente; y en Marinsa, la sociedad accionista mayoritaria de la Sudamericana de Vapores. Figueroa es accionista de diversas empresas del grupo y director de la Compañía Sudamericana de Vapores, Elecmetal, Quemchi y Megavisión.

MARÍA LUISA, «LA PROTECTORA»

Tras la muerte de Ricardo Claro, su mujer María Luisa Vial se convirtió en personaje central que supervisa todas las propiedades del grupo y las obras a las que contribuyen con sus aportes. Ella ha reiterado su confianza en los ejecutivos que él había elegido.

De familia de agricultores, María Luisa Vial Lecaros es hija de Alberto Vial Letelier y nieta del ex alcalde de Llay-Llay y ex parlamentario Alberto Vial Infante. La viuda de Claro es, asimismo, hermana de Alberto Vial Lecaros, abogado del estudio Claro y Compañía. Su cuñado, Alberto Vial, fue otro de los hombres cercanos a Ricardo Claro, quien decidió levantar la más moderna planta de Cristalerías Chile en un terreno vecino al fundo familiar de los Vial en Llay-Llay.

Algunos pasos que ya la pareja había dado en materia de apoyo a la enseñanza y a obras religiosas, pueden dar pistas sobre el destino que tendrá la Fundación con sede en el extranjero o la nueva que se crearía en Chile. María Luisa Vial sería la «protectora» de ambas, por lo tanto, quien determina en último término qué hacer con los recursos.

Ella encabezaba ya la Fundación Claro Vial, creada por su marido41 en diciembre de 2005, cuya principal obra es el Museo Andino, inaugurado ese año, al interior de la Viña Santa Rita en Alto Jahuel.

Es ese museo «la principal herencia cultural o al menos la más visible» dejada por Ricardo Claro a la comunidad, afirma un artículo del cuerpo Artes y Letras de El Mercurio, publicado días después de su muerte42. «Muestra parte de su propia vida como coleccionista de piezas precolombinas y de las culturas autóctonas de Chile, una afición que inició en la década de los sesenta y que fue creciendo hasta formar un volumen que le permitió crear un museo abierto al público», indica el artículo.

Para su viuda no será algo extraño preocuparse de esta obra. Según versión entregada por el diario la Tercera 43, ella va constantemente a la Viña y supervisa el museo, los jardines y el hotel.

Además, Ricardo Claro y María Luisa Vial ingresaron hace tres años a la Fundación Santa Teresa de Los Andes, que administra el santuario ubicado en Auco. El mismo artículo señala que María Luisa Vial «se preocupó personalmente de la construcción de la casa de retiro espiritual y de la habilitación del Museo de la Fe», que alberga una amplia colección de objetos sagrados.

La misma fuente indica que la viuda de Claro impulsó a Cristalerías para apoyar a la Fundación Educacional Teresa de Ávila, que sostiene el Colegio Parroquial Francisco Didier de Zapallar. Y seguramente mantendrá las colaboraciones que entregaba Ricardo Claro a la Universidad de Los Andes y a otras entidades donde el Opus Dei tiene presencia entre sus ejecutivos, como la Fundación Las Rosas y la Fundación Educacional Barnechea, así como sus aportes al Hogar de Cristo, a la Corporación del Niño Quemado, Coaniquem44 y a otras entidades de beneficencia.

Estaría por lo demás en la línea de los objetos declarados por su Fundación de la que María Luisa Vial es ahora «la protectora».

Seguramente, los montos de las dádivas destinadas a las «obras de beneficencia» dependerán de los resultados de sus empresas. Pero lo que han transmitido los ejecutivos del grupo hasta ahora es que los problemas experimentados por la Sudamericana no afectan a las demás sociedades del conglomerado.

Los embates de la crisis y la muerte de quien fue su dueño y principal impulsor siembran un toque de dudas sobre el destino de los medios de comunicación del grupo Claro. No obstante, no había señales de alguna transferencia, hasta septiembre de 2009.

Entretanto, los estatutos de la nueva Fundación Educacional Claro Vial —la versión chilena hermana de la que el fallecido magnate había creado en el exterior— fueron presentados para su aprobación al Ministerio de Justicia. «Esta entidad, junto con otra Fundación Claro Vial ya existente en Chile y cuyo objetivo es cultural, concretarán el fin de beneficencia que estableció Claro como destino para su patrimonio», informó La Tercera45.

El rol de María Luisa Vial, la viuda del magnate, será protagónico, igual que en la Fundación Claro Vial, entidad similar que administra el Museo Andino. La diferencia es que ésta se orienta directamente a la educación.

«Ello implica apoyar investigaciones en educación y propender a mejoras en la docencia, así como el intercambio científico en materias educacionales», señala La Tercera. Y añade que podrá financiar programas desde el ciclo prebásico al nivel universitario.

Sus estatutos explicitarán también que «sus actividades no deberán contravenir los principios y valores de la religión católica, apostólica y romana y se privilegiará el apoyo, divulgación y promoción de esa fe». Y sus impulsores esperan que el patrimonio de la entidad se acreciente con «donaciones, herencias, legados, erogaciones y subvenciones que la institución obtenga de terceros».

La simpatía de Ricardo Claro y su viuda por el Opus Dei queda a la vista en la referencia al destino que tendrían los bienes de la entidad en caso de que se decidiera el término de la Fundación: sus bienes pasarían a su entidad hermana, la Fundación Claro Vial. Pero «a falta de ésta», a la Universidad de Los Andes.