CAPÍTULO VI

EMPERADOR DE LA INFORMACIÓN

El anuncio en portada de La Tercera del domingo 10 de mayo de 2009 es elocuente reflejo de la vinculación entre los negocios del magnate y su proyección comunicacional: «Álvaro Saieh cuenta sus planes en el negocio del retail tras adquirir el 20 por ciento de Ripley»1, decía el título de una entrevista en el principal de sus diarios.

En dos páginas que incluyen una gran fotografía del sonriente dueño mostrando en su rostro la satisfacción por su proeza, da cuenta del estado de sus inversiones: «El banco está en una etapa consolidada; está sobrecapitalizado y dando buenos resultados. En la compañía de seguros ocurre algo parecido. Y eso significa que tenemos flujos suficientes para entrar en proyectos nuevos, además de recursos provenientes de la venta del banco de Venezuela».

»Para mí el proyecto de retail tiene cinco áreas de las que estamos en cuatro con la compra del 20 por ciento de Ripley: la primera, los malls; la segunda, los supermercados; la tercera, el tema financiero a través de SMU y ahora de Ripley; la cuarta, las tiendas por departamento, y la quinta, home improvement 2, en el que no estamos y de las oportunidades dependerá que se den.

»Tenemos la convicción —señaló Saieh en esa ocasión— de ha-—señaló Saieh en esa ocasión— de hacer del retail un área prioritaria para el grupo, junto con la banca y los seguros. Y en esas tres pensamos seguir avanzando. El área de los medios de comunicación, agrupada en Copesa, es aparte, porque para nosotros cumple un rol social antes que nada».

No entró en más detalles sobre el funcionamiento de sus medios, pero parece clara la importancia que el inversionista le atribuye a esta dimensión de sus negocios, que no sólo le reporta dividendos por ventas o avisos publicados.

Aunque él se refiere al «rol social» de Copesa, en diferentes oportunidades La Tercera y la revista Qué Pasa han sido eficientes instrumentos al servicio de sus propias causas. Y, desde luego, le han servido para influir en decisiones políticas y proyectar su imagen de hombre poderoso.

DEL OSORNO A COPESA

Los civiles que gobernaron con Pinochet estimaron que no bastaba quedarse con los bancos y con las empresas del Estado que serían fuentes de suculentas utilidades; no eran suficientes las administradoras de fondos previsionales, las compañías de seguros que se fortalecieron al compás de un rentable mercado de capitales, ni las nuevas sociedades gestoras del negocio de la salud.

Con sentido estratégico percibieron que la perpetuación implicaba para la derecha económica y sus grupos consolidarse en esos sectores clave de la producción y los servicios; pero también notaron que era necesario ser fuertes —y ojalá hegemónicos— en la transmi-—y ojalá hegemónicos— en la transmisión de cultura, y en la generación y reproducción de pensamiento acorde con el modelo de sociedad instalado.

En esa perspectiva, la educación —en especial la superior— y los medios de comunicación juegan un rol insustituible para inculcar y mantener a salvo sus valores y sus negocios. En ambos sectores, Álvaro Saieh Bendeck ha estado muy presente desde hace más de dos décadas.

No es casual que hacia fines de 1989, justo en vísperas del término de la dictadura, Saieh, los Abumohor y Alberto Kassis hayan dirigido sus pasos desde el Banco Osorno hacia el quebrado Consorcio Periodístico de Chile S.A. (Copesa). Incursionaban en un ámbito desconocido hasta entonces para ellos.

Una vez más, el economista Álvaro Bardón tuvo que ver con el destino de su antiguo discípulo Álvaro Saieh. Poco después del Plebiscito de 1988, el entonces gerente del Banco Osorno sumó esfuerzos e influencias con el ex ministro de Hacienda Sergio de Castro y con Juan Carlos Latorre Díaz para adquirir Copesa, que editaba los diarios de circulación nacional La Tercera y La Cuarta3.

La familia Picó Cañas dejó la empresa, y el 30 de noviembre de 1989 —días antes de la primera elección presidencial y parla-—días antes de la primera elección presidencial y parlamentaria post golpe— se materializó el traspaso de Malán S.A. a la Sociedad de Inversiones La Fuente, formada por la Sociedad ASKA, integrada por Saieh, Kassis y Abumohor.

En ese momento, Copesa afrontaba deudas de tal magnitud con el Banco del Estado que un 70 por ciento de la empresa era estatal. Después se hicieron efectivas las polémicas «permutas» de créditos que permitieron canjear las obligaciones en términos favorables para los nuevos propietarios. A las negociaciones crediticias se sumaron contratos de publicidad que aliviaron el pago de la deuda4.

Cuando Saieh y sus socios adquirieron Copesa, designaron en la presidencia al contador Juan Rafael Gutiérrez Ávila. De plena confianza de Saieh, lo acompañó desde sus inicios en Sogeco y estuvo en el directorio del Banco Osorno desde 1987, hasta su venta al Santander en 1996.

Bajo el timón del nuevo grupo encabezado por Saieh, de Castro y Latorre Díaz, el vicepresidente de Copesa fue Miguel Ángel Poduje Sapiaín, el ex ministro de Vivienda y de la Secretaría General de Gobierno de Pinochet. El primer directorio de esa época lo integraron el abogado Juan Pablo Román Rodríguez —que representaba los intereses de Latorre y De Castro— y otros dos hombres cercanos a Saieh: su socio y amigo, el economista Eric Haindl, actual decano de Economía de la Universidad San Sebastián, y Jorge Selume Zaror, quien en 1991 era director del Banco Osorno, presidía la Bolsa Electrónica e integraba el directorio de Transbank.

CANCHA MARCADA

Cuando los dueños del Banco Osorno se hicieron cargo de Copesa, Álvaro Saieh, los hermanos Carlos y René Abumohor, y Alberto Kassis tenían dos tercios de las acciones; el resto estaba en manos de Juan Carlos Latorre Díaz —un 22 por ciento— y de Sergio de Castro —un 11 por ciento. Más adelante hubo cambios en la propiedad debido a traspasos entre los mismos socios.

Por esos años, los «subgrupos» Saieh-Abumohor y de CastroLatorre emprendieron otra aventura financiera: en 1993 tomaron el control de la AFP Provida, la principal administradora de fondos previsionales, adquirida al Bankers Trust.

En el terreno comunicacional, la cancha había quedado marcada para que «compitieran» en ella sólo los dos grandes conglomerados que fueron rescatados de sus deudas. Desde el nuevo gobierno de Patricio Aylwin no hubo mayor preocupación por la concentración de medios escritos en pocas manos.

Los ojos estaban puestos en la pantalla. La Televisión Nacional, que afrontaba también fuertes deudas y fue escenario de oscuros negocios bajo dictadura, se salvó de los intentos por privatizarla y sólo dos de sus señales pasaron a grupos empresariales. Pero se le impuso a TVN la obligación de autofinanciarse a través de la publicidad. Su rol público y su ecuanimidad serían garantizados por un estatuto que fue aprobado por el Congreso. Desde entonces, un consejo «equilibrado» que representa las tendencias políticas es el ente superior que guía sus pasos. El Senado debe aprobar a los integrantes del Consejo, propuestos por el Presidente de la República.

En el campo de las radios se observaba notoriamente más pluralidad y diversidad que en la prensa escrita. Lo demás lo haría el mercado.

«La falta de pluralismo cruza todo el espectro de los medios de comunicación en Chile y es el resultado de un sistema que se articuló durante la dictadura para consolidarse durante los gobiernos democráticos, que han aplicado en este campo un laissez faire que no tuvo Pinochet», sostiene el periodista y profesor del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile (ICEI) Gustavo González Rodríguez5 en un artículo sobre la concentración en los medios publicado como capítulo de un libro en Londres, en 20086.

El Mercurio y La Tercera —recuerda Gustavo González— se subordinaron a la dictadura por afinidad ideológica, pero también por ataduras financieras: «Ambos consorcios corrieron el riesgo de la quiebra, como tantas otras empresas arrastradas por la crisis del endeudamiento externo que se desató en toda América Latina desde 1982, pero fueron salvados por generosos créditos del Banco del Estado que, en una gimnasia de permanentes refinanciamientos, nunca fueron retribuidos a esa casa bancaria cuyos bienes pertenecen a todos los chilenos (…) Por parte baja, el Estado perdió 27 millones de dólares a favor de El Mercurio, mientras que las operaciones en torno a Copesa permitieron que este consorcio fuera adquirido finalmente por conglomerados empresariales enriquecidos bajo la dictadura y afines a la UDI, que pagaron apenas unos siete millones de dólares».

En un artículo sobre concentración del mercado de los medios, los profesores de la Universidad de Valparaíso Osvaldo Corrales y Juan Sandoval7 destacan que en Copesa «se trata de un grupo de empresarios que no han estado tradicionalmente vinculados al mercado de las comunicaciones, sino que ingresaron a él en una coyuntura extremadamente favorable, generada básicamente a partir de los vínculos que muchos de ellos sostuvieron con el régimen militar».

CAMBIO DE TIMÓN

En agosto de 1994 se registraron movimientos dentro de Copesa. Sergio de Castro y Juan Carlos Latorre Díaz aumentaron su participación al 50 por ciento, después de comprar un 16 por ciento del consorcio a Saieh, los Abumohor y Kassis. Como resultado, Latorre y de Castro quedaron con la mitad de la propiedad; el resto estaba dividido en tres paquetes.

Tras los ajustes, dejaron el directorio Jorge Selume y Eric Haindl. Se mantuvo por unos meses como presidente Juan Rafael Gutiérrez, hasta que el 25 de mayo de 1995 lo reemplazó Sergio de Castro. El ex ministro de Hacienda era, a la vez, presidente de Provida y de Copesa, mientras Juan Carlos Latorre Díaz sustituyó a Miguel Ángel Poduje como vicepresidente.

El directorio del conglomerado lo completaban Maritza Saieh Bendeck —hermana de Álvaro, socia y representante en varias de sus firmas—, Alex Abumohor Lolas y Alberto Kassis Sabag. Juan Pablo Román permaneció a nombre de Latorre.

Copesa compró después la revista Qué Pasa —hasta ese momento en manos del grupo Portada— y en 1997 dio vida al vespertino La Hora, de circulación gratuita.

En 2003, Saieh dio un golpe en el mentón a Agustín Edwards cuando compró a su hermano Roberto la revista Paula, que circula cada quince días junto con La Tercera y también se vende en kioscos.

EL DIAL DE SAIEH

A partir de 1995, el grupo había manifestado interés por una emisora. Álvaro Saieh y sus socios mostraban intenciones de crear un consorcio multimedial. En 1995 adquirió Viva FM en Santiago, la que rebautizó como radio Zero. Ése fue el comienzo de su incursión en la radiotelefonía, la que aún no se detiene. Hoy Copesa proyecta su voz a través de ocho emisoras que conforman el denominado grupo Dial.8

La primera en sumarse fue Duna, que Álvaro Saieh compró a Anita Holuigue, la señora del empresario Felipe Lamarca. Pero, además, se llevó a la antigua dueña a trabajar con él.

Ingeniera comercial, integrante de la directiva de Comunidad Mujer y consejera de la Fundación Un Techo para Chile, Anita Holuigue se transformó así en ejecutiva del grupo Saieh. Es la directora de Dial y se integró también como directora a la plana mayor de la sociedad que dirige la cadena de supermercados SMU.

Tras la compra de la revista Paula vino también Radio Paula, cuya directora es la periodista Alejandra Parada. Actualmente, el grupo Dial, congrega, además, a Carolina, Cariño, Beethoven, Disney y La Perla, dedicada a la música folclórica.

DEL MELOCOTÓN A LA RED

Junto con sus avanzadas en la prensa escrita y antes de explorar en las radios, Álvaro Saieh había encaminado sus pasos hacia el campo audiovisual. Pero éste no le ha dado hasta ahora dividendos al magnate.

Todo partió con la privatización de una frecuencia de Televisión Nacional de Chile al comenzar 1990. Como en el caso de Megavisión —que fue la primera—, quienes dejaban La Moneda se preocuparon de entregar a manos privadas en concesión por treinta años otro «pedazo» del Canal Nacional. Fue el origen del Canal La Red o Red TV, como se le conoce hoy.

La prehistoria de La Red se remonta al Cajón del Maipo, cuando el general Augusto Pinochet levantó su casa de descanso en la localidad de El Melocotón y quiso tener un canal propio, porque Televisión Nacional no tenía buena señal en ese sector precordillerano. Se activó entonces la frecuencia 4 de la empresa estatal para prestar ese servicio exclusivo al dictador.

Ambas operaciones corresponden en realidad a privatizaciones de empresas del Estado efectuadas en los últimos días del régimen militar, como parte del proceso de traspaso de poder económico y comunicacional, para afianzar el modelo de sociedad impuesto por Pinochet.

Un mes antes de abandonar La Moneda, en febrero del intenso verano de 1990, cuando los integrantes del saliente gobierno se ocupaban de dejar todo «atado y bien atado», fue constituida la sociedad Chile Televisión S.A.

Los derechos sobre el canal de San José de Maipo fueron adjudicados por el Canal Nacional, a través de una «licitación», a Jaime Castro y Compañía. Esa sociedad estaba vinculada a Chile Films, la ex empresa cinematográfica nacional que tenía sus estudios en avenida Colón con Manquehue. Chile Films había sido privatizada9 un tiempo antes a favor del grupo Daire, dedicado a la distribución de películas en los cines y propietario de varias salas. La negociación se finiquitó el 30 de abril de ese año con el traspaso de la frecuencia 4, en un millón doscientos mil dólares.

En el primer momento, Chile Films figuró como principal dueño del Canal 4 Chile Films. Pero desde atrás del telón apareció en el escenario Álvaro Saieh, en ese entonces gerente del Banco Osorno. En realidad, se advirtió después que desde su nacimiento en 1990 Chile Televisión S.A. estuvo vinculada al inversionista chileno, quien se asoció con el canadiense Albert Friedberg. Muy luego, Chile Films pasó a ser un socio más: poco después de que fuera adjudicada la concesión vendió un 35,7 por ciento a Gasa S.A., una sociedad de inversiones de Álvaro Saieh y su mujer Ana Victoria Guzmán; otro porcentaje similar le cedió al inversionista canadiense Albert Friedberg. La compañía cinematográfica se quedó sólo con el 25 por ciento.

MELNICK Y LOS CANADIENSES

Al comienzo, Saieh y sus socios entregaron la responsabilidad ejecutiva máxima a un gran amigo de tiempos dictatoriales: el ex ministro de Planificación de Pinochet y ex decano de la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, Sergio Melnick Israel, quien fue nombrado vicepresidente y gerente general. Entusiasta de las comunicaciones, el hoy panelista de Megavisión y ex de Canal 11 (Chilevisión), había tenido a su cargo el canal de la Universidad de Chile, cuando estuvo intervenido. Tras su gestión, la estación universitaria quedó con elevadas deudas que arrastró por años, hasta que fue traspasada al grupo venezolano Cisneros —conocido también como Claxson—, al comenzar los noventa. Y luego, éste la «vendió» a Sebastián Piñera: aunque en rigor la concesión que ocupa Chilevisión pertenece a la Universidad de Chile10.

El primer directorio de La Red lo presidió Saieh y lo constituyeron Sergio Melnick; los abogados Manuel Blanco y Darío Calderón; y el gerente de Chile Films, Cristián Varela. Después entró Miguel Ángel Poduje, quien además era asesor legal de la estación. Poduje y Melnick se estrenaron como panelistas en los primeros tiempos.

En junio de 1990 comenzó la puesta en marcha de La Red, con «una inversión de siete millones de dólares», precisa en su memoria para obtener el título profesional la periodista de la Universidad del Desarrollo, Francisca Sepúlveda Torres11.

«Cuando eran las 19:42 horas del domingo 12 de mayo de 1991, un Sergio Melnick sentado en el suelo vestido con una chaqueta azul y sin corbata, apareció en la pantalla iniciando las transmisiones de La Red rodeado de todo el personal de la estación que aplaudía y gritaba eufóricamente», describe Francisca Sepúlveda. Y recuerda que el lema inicial era «Televisión entretenida», y el logo, «una pirámide roja móvil, muy ligada al estilo esotérico de Melnick».

Después del fogonazo inicial, las cosas no se dieron como los socios esperaban. Y la alianza Saieh-Melnick, que tan buenos resultados dio a los antiguos amigos en los ochenta, cuando controlaron la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, no prosperó en esta oportunidad.

Melnick se retiró tras una intempestiva renuncia en octubre de 1991. Abandonó la aventura sin mayores explicaciones y se enfrascó en negocios personales en el área informática. Otro cercano a Saieh lo sucedió: el ingeniero comercial Jorge Id Sánchez, hasta ese momento gerente comercial del Banco Osorno. Más tarde fue gerente de DIN y actualmente integra el directorio de SMU, la empresa de supermercados del dueño principal de Copesa.

Junto con informar que «Melnick se ha desvinculado de dicho canal», la empresa anunció un cambio en la propiedad de la estación: «los empresarios Álvaro Saieh, Juan Eduardo Errázuriz12, Juan Pablo Díaz, Carlos Abumohor, Juan Rafael Gutiérrez, Jorge Selume, Fernando Aguad, Darío Calderón y Juan Carlos Latorre Díaz, ofrecieron comprar el paquete accionario de Albert Friedberg y Compañía». La operación se materializó el 29 de octubre de 1991.

Díaz, Abumohor, Gutiérrez y Selume eran —además de Saieh— accionistas del Banco Osorno.

MALOS NEGOCIOS

Aunque Copesa tomó las riendas de La Red, Saieh, que había demostrado tener dones para convertir en oro lo que tocaban sus manos, no logró salir airoso de ese desafío.

Pero hubo más intentos y más refuerzos. Después de muchos altos y bajos, el 31 de mayo de 1994 se firmó un acuerdo que parecía importante para el destino del canal. Nuevamente llegaron capitales canadienses. La empresa Canwest International S.A. —subsidiaria de la potente Canwest Global Comunication Corporation— adquirió esta vez en casi ocho millones y medio de dólares la mitad de la sociedad Chile Televisión S.A., operadora de La Red.

La apuesta era la primera inversión en América Latina de Canwest, la principal cadena privada de Canadá y socia mayoritaria de la segunda más importante de Nueva Zelandia y de la mayor de Australia.

La corporación internacional se hizo cargo de las operaciones de la emisora chilena. Sin embargo, ni los dólares frescos ni el ímpetu de los canadienses fueron suficientes. Y desde comienzos de 1995, La Red se empezó a enredar otra vez entre nudos que no logró deshacer.

Ante los agudos problemas financieros del Canal 4, Canwest optó por dejar la administración en marzo de 1996. Los síntomas fatales se hicieron más evidentes con la desaparición del Departamento de Prensa y la expulsión de medio centenar de personas, incluidos periodistas y algunos jefes.

Finalmente, en noviembre de ese año, los canadienses decidieron irse y Copesa se quedó con la totalidad de la propiedad del canal que por entonces tenía una programación mínima y afrontaba una fuerte deuda. La junta de acreedores había planteado la necesidad de sacar la emisora a remate.

Durante largos meses, Saieh y sus socios de Copesa tuvieron que subsidiar a La Red con las utilidades de sus negocios financieros: las ganancias obtenidas en otros centros de poder económico compensaron los malos ratos y los saldos en rojo del Canal 4.

La Red terminó finalmente traspasada al consorcio mexicano TV Azteca, que posteriormente lo vendió al magnate radicado en Miami, Remigio Ángel González13.

Pero Saieh seguía interesado en la televisión, a pesar de los dolores de cabeza sufridos por La Red. Durante el año 2002, el economista aliado con sus socios en la Universidad Andrés Bello lanzó una nueva apuesta audiovisual: según los dueños de la entidad privada se trataría de un intento de hacer «televisión universitaria», al alero de esa casa de estudios14. En la iniciativa estuvieron, junto al dueño de Corp Group, Jorge Selume, Guillermo Elton Álamos, Miguel Ángel Poduje, Ignacio Fernández Doren, Marcelo Ruiz Pérez, el ex ministro Juan Antonio Guzmán Molinari y el dueño de Sonda y presidente de la Clínica Las Condes, Andrés Navarro Haeussler.

Adquirieron en alrededor de un millón de dólares la frecuencia que tenía Gran Santiago Televisión (Canal 42) en el cable. La bautizaron como ABT (Andrés Bello Televisión). Pero tampoco llegó a ser un canal importante e impactante como sus dueños querían: el nombre del fundador de la Universidad de Chile que utilizaron como sello y marca de la estación sólo quedó en otro proyecto infructífero. La estación dejó de existir en 2005 y su frecuencia fue traspasada a TVO.

UN PAQUETE APETECIDO

Muy distinta ha sido la suerte de Álvaro Saieh en los diarios. Copesa, el conglomerado que logró sacar de las ruinas, se transformó en el otro eje del duopolio que caracteriza desde hace unos años a la prensa chilena, pese a que la sociedad entre su grupo y el de Sergio de Castro y Latorre Díaz presentaba algunas fisuras al finalizar el siglo XX.

Un hecho producido en el área financiera, al margen de las comunicaciones, tuvo efectos que repercutieron en las decisiones de los dueños de Copesa y condujeron a la toma de control por parte de Álvaro Saieh. En 1999, el grupo había vendido la AFP Provida al Banco Bilbao Vizcaya. Sergio de Castro y Juan Carlos Latorre optaron entonces por orientarse más hacia las inversiones en el sector inmobiliario.

El coletazo de otra negociación —según una difundida versión— fue lo que habría llevado a un punto de no retorno las relaciones entre de Castro y Saieh: el ex ministro asesoraba a su amigo Agustín Edwards y a la familia de Jacobo Ergas en la venta del Banco Edwards, del cual había sido director. Cuentan diversas fuentes que Saieh y su grupo tenían mucho interés en quedarse con ese banco para afianzar la posición de Corpbanca en el sistema financiero.

Pero Saieh se habría demorado en hacer una oferta y el grupo Luksic ganó por horas la opción, se comentaba en ese tiempo. Esto habría motivado la molestia de Saieh contra de Castro, su socio en Copesa.

El incidente habría agudizado una situación caracterizada por una serie de desencuentros respecto del rumbo de los medios de comunicación del grupo y de los intereses, que ambos tenían en materia de inversiones.

El artículo de portada de Qué Pasa del 20 de noviembre de 1999 —tres semanas antes de la elección presidencial de diciembre— sobre el grupo Luksic que relata la visita del entonces candidato Ricardo Lagos a la mina Los Pelambres, en la Región de Coquimbo, fue considerado una respuesta de Álvaro Saieh por el episodio del Banco Edwards. En el reportaje, la revista especulaba sobre la posición política de Andrónico Luksic y su hijo Jean Paul.

Durante diciembre de ese año, Luksic efectuó importantes compras de paquetes accionarios del Banco de Chile y finalmente en el año 2000 tomó el control de esa tradicional entidad tras adquirir las acciones de la familia Hirmas. Más tarde, el grupo Luksic absorbió, además, la sucursal chilena del Citibank.

DIVORCIO EN VICUÑA MACKENNA

En julio de 2000 se concretó el divorcio en Copesa. Saieh y sus antiguos compañeros de ruta de la colonia árabe se mantuvieron unidos en el consorcio periodístico de avenida Vicuña Mackenna y en el holding Corpbanca, mientras Sergio de Castro y Juan Carlos Latorre continuaron efectuando urbanizaciones y pavimentando caminos por su lado. Terminó así una alianza de diez años que los reunió desde comienzos de 1990, cuando partieron asociados en el Consorcio Periodístico.

Pero la fortuna no acompañó a de Castro, quien apostó sin suerte sus fichas en la actividad inmobiliaria. La figura de Juan Carlos Latorre Díaz abandonó las primeras páginas de los diarios y los galardones por desempeño empresarial, aunque mantiene actividad en las compañías metalúrgicas e inmobiliarias.

Álvaro Saieh quedó con el control de alrededor del 67 por ciento de Copesa. El resto lo compartían los Abumohor, Alberto Kassis y otros socios del grupo árabe. Desde ese momento, la influencia de Saieh en los diarios se acrecentó. Asumió personalmente la presidencia del conglomerado, volvió al directorio el ex ministro Miguel Ángel Poduje y se incorporó Hernán Büchi. En los años siguientes el control de Saieh aumentó.

Con una línea editorial de oposición a los gobiernos concertacionistas, La Tercera fue reforzando el pensamiento y actuación de la UDI, aunque bajo un prisma de mayor amplitud en los temas de sociedad y costumbres, abordados con un tono más liberal.

«El diario de Saieh» entró en abierta competencia comercial y editorial con El Mercurio, en busca de un público de segmentos más altos para vender mejor su publicidad, fortalecer su posición en el mercado y generar opinión a su manera.

Bajo la batuta del periodista Cristián Bofill, quien había partido como director de Qué Pasa, el diario apuesta desde entonces por los golpes noticiosos que le signifiquen puntos en su batalla contra «el Decano». Es parte de una especial lucha dentro del «duopolio» que caracteriza a la prensa escrita en Chile. No obstante, desde 2006 Bofill ha perdido injerencia en algunas secciones clave, según trasciende desde las oficinas del Consorcio: ya no supervisa directamente las páginas de Opinión ni de la sección Negocios.

EL FIN DE LA ÉPOCA

No contento con sus avances en La Tercera y La Cuarta —o quizás como parte de su fórmula para consolidarse en el mercado y adquirir más influencia—, Álvaro Saieh ofreció a comienzos de los noventa a los debilitados socios del diario La Época aportar un salvavidas ante la inminente quiebra del diario que tuvo un rol clave en la oposición a Pinochet al final de la dictadura.

Las crisis de La Época no eran nuevas. El proyecto periodístico encabezado por el periodista democratacristiano Emilio Filippi y por Ascanio Cavallo15enfrentó problemas desde el primer año de existencia, pese a la calidad del diario y a la buena acogida que consiguió entre los lectores. La falta de inversiones que permitieran hacerlo sustentable y la escasez de avisos —así como problemas en la gestión y la distribución— atentaron contra un atractivo proyecto concebido por el equipo fundador, en la línea de El País de España.

Pero el laissez faire aplicable para unos y los favores del Estado para otros complotaron contra La Época, que no se libró del triste designio de las revistas opositoras a Pinochet. Al final de cuentas, todos esos medios paradójicamente tuvieron sus años de gloria bajo la dictadura, pero no lograron a la corta o «a la mediana» —ninguno subsistió a la larga— sobrevivir en la transición democrática.

La Época había salido a la calle el 18 de marzo de 1987, después de más de tres años de espera y de una incansable batalla legal, ante la insistencia del gobierno militar en poner trabas a su aparición. Los socios principales fueron Filippi y el ex senador Juan Hamilton, junto a un grupo de profesionales y empresarios entre los que estaban Eduardo Frei Ruiz-Tagle, Jorge Awad, Juan Villarzú y Enrique Silva Cimma.

Pero la inversión inicial fue mucho menos de la mitad de los diez millones de dólares que se calculaban para que el proyecto fuera viable. Los costos de impresión, los pagos de arriendo de local y de sueldos, no se equilibraban con los ingresos por ventas y los escuálidos recursos provenientes de publicidad.

Las sucesivas crisis provocaron en 1991 una insostenible situación. Para «salvarla», Álvaro Saieh ofreció adquirir el 49 por ciento de la propiedad. Se constituyó una nueva sociedad con el nombre de Diario La Época S.A. Copesa se ocuparía de la distribución y la gestión comercial.

Katerine Miranda Rivera y Andrés Varas Ramírez, egresados de la Universidad de la Santísima Concepción, relatan en su Memoria de Título16 efectuada en 2007: «Desde ese momento se produce un conflicto de interés entre los accionistas, ya que Copesa tenía la clara intención de controlar el diario y atraer mayor publicidad —a fin de cuentas, hacer el diario—, lo que ante la oposición de los restantes dueños de readecuar el proyecto periodístico, hace que el Consorcio lo deseche y se retire.

»A duras penas —indican los memoristas— el diario logra man-A duras penas —indican los memoristas— el diario logra man-—indican los memoristas— el diario logra mantenerse en pie hasta 1995». Ese año la Radio Chilena entró a la propiedad. Presidía el directorio de la emisora vinculada a la Iglesia Católica Pedro Corona Bozzo, hasta hoy miembro del directorio de Megavisión».

Pero, agregan Katerine Miranda y Andrés Varas, la radio «no realizó grandes inversiones, salvo una campaña publicitaria que se tradujo en un aumento en las ventas de ocho mil ejemplares que se vendían en 1995, a doce mil en 1996. Y en marzo de 1997 abandonó el diario, pasando la propiedad a manos de los funcionarios del medio».

Los esfuerzos por evitar su cierre fueron infructuosos. Nada logró evitarlo. El Estado no respaldó a este diario, pese a que nueve años antes apoyó a El Mercurio y La Tercera. Tras once años de vida, La Época murió el 24 de julio de 1998.

SEÑALES Y CAMBIOS

Tras la desaparición de La Época es posible que buena parte de sus lectores haya preferido seguir a La Tercera que a El Mercurio, quizá por ese tono más moderno que desde mediados de los noventa se trató de inyectar al diario de Saieh. Pero en su línea política y económica no manifestaba grandes diferencias, por distinto que sea su estilo o el formato semitabloide que lo hace más manuable.

En 1998, Saieh designó director de La Tercera a Cristián Bofill, un periodista que después de llegar de Brasil, donde trabajó en sus primeros tiempos, se había hecho cargo de la revista Qué Pasa.

Bofill encajó con el estilo audaz de Saieh, quien le dio atribuciones para realizar una serie de cambios al interior del diario, tendientes a combatir con El Mercurio por ganar adeptos en los sectores más acomodados y en la elite política y económica. Se iniciaba así la arremetida contra «el Decano». El enfrentamiento entre La Tercera y El Mercurio se ha convertido en una verdadera batalla de papel, en la que Saieh ha intentado disputar el liderazgo en el público ABC1 —como dicen los especialistas de marketing— al periódico de Agustín Edwards.

«Diversas señales ha tenido El Mercurio de la amenaza que existe sobre su sitial de medio de las elites, como la entrevista que Eliodoro Matte concedió a La Tercera el domingo 16 de junio de 2002, y que el decano pudo empatar ese mismo día por una gestión personal de Edwards», señaló el periodista Miguel Paz en revista Caras17.

Según Paz, un asesor de Edwards habría dicho: «Ésa fue la primera advertencia de que el centro de gravedad del poder mediático y una parte importante de la influencia sobre la clase dirigente se alejaban del diario».

Y agrega que «como símbolos de este cambio de eje, vendrían después los documentos ‘Nunca más’ y ‘El fin de una visión’ que el entonces comandante en jefe del Ejército Juan Emilio Cheyre decidió publicar en La Tercera».

A esas «primicias» se sumó el privilegio otorgado por el entonces Presidente Ricardo Lagos, al dar su última entrevista a un medio a ese diario.

«Saieh, un hombre ajeno a la elite tradicional y que en menos de veinte años amasó una de las principales fortunas de Chile, ha sido el único dispuesto a desafiar el poder de Agustín Edwards Eastman», sostiene Miguel Paz.

DISPUTA EN LOS CLUBES

Uno de los momentos más tensos de la disputa por los lectores entre los integrantes del duopolio se desató cuando Copesa lanzó una agresiva campaña publicitaria que incluyó gigantografías cerca del centro de operaciones de El Mercurio en avenida Santa María. En los avisos se leía: «96 de cada 100 chilenos prefiere un diario antes que un ladrillo»; o «95 de cada 100 chilenos prefiere un diario que no censure»; o incluso «99 de cada 100 chilenos prefiere un diario que no mienta».

La contienda abarcó también el afán por capturar suscriptores. Saieh decidió competir también en este terreno con el ya tradicional Club de Lectores creado por El Mercurio en 1986. Igual que «el Decano», orientó a los segmentos acomodados a sus beneficios exclusivos para los socios, aunque enfatizando en un público más joven.

«La Tercera Open» es el nombre de la apuesta de Álvaro Saieh para entregar beneficios de alto nivel y con acuerdos que incluyen marcas conocidas.

La adquisición de Paula es vista también como parte de esa estrategia orientada al público ABC1. La revista le aportó un segmento de lectores —y sobre todo lectoras—muy apetecido por los anuncia-—y sobre todo lectoras—muy apetecido por los anunciadores. Y, además, le asestaba un duro golpe a su competencia.

La estrategia de Saieh ha incluido en estos años «ofertones» a sus lectores. Las revistas Qué Pasa y Paula se convirtieron en anzuelo para captar suscripciones de La Tercera de fin de semana. Este esfuerzo dio dividendos a la empresa, ya que se calcula que de unos seis mil suscriptores a comienzos de la década logró subir a ochenta mil en 2006, como sostiene Miguel Paz en Caras18. Pero la cifra sigue siendo inferior a la de El Mercurio, que bordea los cien mil.

La Tercera realizó cambios que le permitieron ser consecuente con su nueva estrategia. De sus páginas desapareció la tradicional crónica roja que por años la caracterizó y redujo sus espacios deportivos.

Pero los cambios no incluyeron su línea editorial de raigambre derechista y con marcado carácter opositor frente a los gobiernos de la Concertación en las secciones clave del diario: Economía y Política, que serían la nueva tónica de La Tercera para posicionarse como un diario de elite e influyente.

El estilo más ágil, la búsqueda de temas novedosos en secciones como Tendencias y Cultura, sus reportajes, además de algunos columnistas de un espectro ideológico más amplio que el diario de Agustín Edwards, aparecen como puntos a favor en la pugna con El Mercurio. Pero aunque los lectores no lo perciban, los propios periodistas y articulistas saben que no todo está permitido para ellos, ya que deben ceñirse a criterios y pautas sobre los temas autorizados y los nombres y asuntos prohibidos.

El incansable Álvaro Saieh decididamente quiere influir en el escenario político, pero no sólo en los repetitivos comidillos del día a día, sino en la perpetuación de un modelo de sociedad que contribuyó a forjar en tiempos de dictadura. No se trata sólo de vender las noticias más o menos atractivas, o competir por entregar detalles de los más espeluznantes casos policiales, o de aportar a la difusión de la cultura o del deporte, sino de sentirse poderoso como Agustín Edwards, como lo fue Ricardo Claro o como Sebastián Piñera. Saieh ha demostrado saber de estrategia y la aplica celosamente en su diario.

Un hito en la historia de relaciones con la UDI lo marcó el tratamiento que dio La Tercera al caso de Claudio Spiniak, donde, a través de sus páginas, la testigo Gema Bueno se retractó de sus acusaciones contra el senador Jovino Novoa, ex presidente del principal partido opositor y actual presidente del Senado, quien además era miembro del consejo de redacción de La Tercera. «Todo, todo, todo es mentira», tituló el principal diario de Copesa, en el artículo que provocó un vuelco en el caso, el 12 de agosto de 2003.

AMIGOS Y CERCANOS

Los contactos de Álvaro Saieh se extienden también hacia otros derroteros ajenos a la derecha tradicional. Uno de los primeros en manifestar su cercanía fue Jorge Schaulsohn, cuando aún era figura importante del Partido por la Democracia, PPD.

Hace más de ocho años, cuando estaba en imprenta el libro El saqueo de los grupos económicos al Estado chileno19, Schaulsohn llegó hasta mi oficina. Iba de parte de Saieh. Me explicó la misión que llevaba: transmitirme la inquietud del dueño de Copesa por haberlo incluido en ese libro. Argumentó que él no se había quedado con ninguna empresa pública y que su fortuna la había hecho «bajo los gobiernos de la Concertación».

Según Schaulsohn era una «injusticia» que Saieh apareciera en un libro de esa índole y me planteó la posibilidad de entrevistarlo. No era un libro de entrevistas y ya estaba en proceso de impresión, por lo tanto, la petición no venía al caso. Recuerdo otra frase de esa conversación: «A Álvaro no le importa que se diga que tiene poder, pero es injusto que aparezca como un saqueador».

Me propuso Schaulsohn en aquella oportunidad que sacara el capítulo en que aludía al dueño de Copesa o que le cambiara el título al libro. Naturalmente, las peticiones no tuvieron acogida.

En el diario electrónico El Mostrador 20, Schaulsohn reiteró un tiempo después la defensa de su amigo, tras la publicación del libro: «Es cierto, no hay nada desdoroso, pero es injusto el solo hecho de aparecer en un libro con este título (…) Si hubiera sido un libro sobre los más derechistas, o los más ricos, o los más poderosos, bien, pero es sobre el saqueo al Estado».

En el mundo socialista se mencionaba desde hace tiempo como cercano a Álvaro Saieh al senador Carlos Ominami, y al ex miembro de la guardia personal de Salvador Allende y hoy próspero empresario Max Marambio.

Saieh ha llevado también a los directorios de sus empresas a destacados concertacionistas como Jaime Estévez, por un tiempo director de Provida, y a los DC Carlos Massad —su antiguo jefe en el Banco de Talca—, hoy director de Corpbanca, y Alejandro Ferreiro, ex ministro de Economía y ex superintendente de Valores y Seguros, quien ingresó a Corpvida en 2008.

Pero sus nexos con algunas personas del ámbito centroizquierdista no anulan su posición cercana a la UDI, ni su carácter de socio de ex ministros de Pinochet como Hernán Büchi o Miguel Ángel Poduje. Tampoco sus amistades «transversales» se traducen en cambios en la línea de sus diarios, aunque éstos suelen mostrar mayor apertura en temas valóricos que los del otro flanco del duopolio.

Su preocupación por la política no sólo se refleja a través de la línea editorial de La Tercera. En ocasiones los discursos empresariales de Álvaro Saieh dejan ver juicios contundentes que trascienden el campo económico. Uno de los más memorables fue el que pronunció en Enade (Encuentro Nacional de la Empresa), en noviembre de 2002, unos pocos días después de que Corpbanca se estrenara en la Bolsa. En esa oportunidad defendió el sistema electoral binominal como «la base para la estabilidad que permite invertir».

UN DIARIO DE CORTA VIDA

En 2006, Álvaro Saieh fue protagonista de otro polémico episodio. La historia de La Época, en cierto modo, volvió a repetirse con un diario que apenas alcanzó a asomarse en el cerrado panorama de la prensa chilena post Pinochet. En esta ocasión, Saieh estuvo en el primer plano desde su gestación.

La historia se empezó a escribir en 2004, cuando tenía un año la revista Siete+7, dirigida por Mónica González y editada por una empresa presidida por Genaro Arriagada, ex ministro de la Secretaría General de la Presidencia de Eduardo Frei Ruiz-Tagle. El semanario lograba captar lectores, pero los avisos no llegaban. La maldición ya conocida por otros medios caía sobre la revista, cuyas dificultades empezaron a aumentar.

Arriagada y el grupo de empresarios pro Concertación dueños de Siete+7 decidieron entonces asociarse a Copesa y dar un salto: sacar un diario «progresista y de centro izquierda». Se asociaron en partes iguales con Copesa que —se suponía— aportaría la gestión, distribución y el área comercial. Así se formó la sociedad EPrensa y el 21 de enero de 2005 salió a la calle el Diario Siete.

En septiembre de ese año, cuando estaba en preparación el nuevo Diario Siete, Miguel Paz señalaba en La Nación: «El domingo 22 de agosto de 2004, como sólo lo sabe hacer el decano, se deslizó en el Cuerpo D un comentario que no pasó inadvertido para los que saben leer: en una columna de Cristóbal Marín sobre la eventual aprobación del proyecto de ley de protección de la privacidad por parte del Senado, éste escribe: “Ha causado controversia la compra del 50 por ciento del periódico Siete+7 por el conglomerado Copesa, pues con ello se concentra aun más la propiedad de la prensa, con riesgos para la diversidad y la independencia en el escrutinio del poder”. Una de las cabezas del duopolio periodístico en Chile, se quejaba de la concentración de la propiedad de los medios de comunicación»21.

Pese a la inquietud mercurial, el matrimonio de Siete+7 más Copesa no parecía tener un promisorio futuro. Los escépticos vaticinios de quienes siguen los vaivenes de la prensa chilena resultaron acertados. El periódico cerró en mayo de 2006: duró apenas un año y medio. Una vez más quedó el sabor amargo de una ilusión que no prosperó. De nada sirvió el lienzo que los trabajadores del diario desplegaron en el Congreso Nacional: «El Diario 7 no puede morir».

Poco tiempo después del cierre, Álvaro Saieh, en una entrevista en The Clinic del periodista Pablo Vergara22, manifestó que ésa fue para él una experiencia distinta a la de La Época, y niega que haya sido el enterrador del diario ni de la revista que lo antecedió: «En primer lugar: la revista Siete+7 estaba quebrada. Pregunten. No existía. Por lo tanto, yo no compré ningún Diario Siete. Fundé un Diario Siete. El nuevo diario se hizo cargo de las deudas antiguas, sobre todo laborales, como parte del compromiso con la marca. Marca que tampoco se pudo entregar, porque alguien se opuso. En segundo lugar, ¿qué incentivos tenía para cerrarlo? ¿Porque era un medio de izquierda? ¡Por favor! Por circulación y orientación ni siquiera era competencia directa de nuestros otros medios, sino justamente lo contrario: un medio complementario. Y el Diario Siete... ¿¡qué quieres que te diga!? El Diario Siete para mí es un dolor como creo que es para Mónica González, su directora, y para los periodistas».

En esa oportunidad Saieh prosiguió: «Con la gente del Siete me pasó algo que no me ocurrió con la gente de La Época. En el Siete me involucré, y sólo puedo decir una cosa: ellos no tienen ninguna responsabilidad en el cierre, los periodistas fueron todos esforzados. Los editores, también. Mónica hizo un trabajo titánico; (Alberto) Luengo, igual. La culpa fue de todo el resto, y me incluyo. El viernes pasado invité a casi todos los periodistas, directores y editores del Siete a comer juntos. Fue emotivo. Yo hice todo lo posible, con un costo personal y financiero, para salvar al Siete. Nadie colaboró con este diario. Yo no sé por qué».

Saieh culpó directamente a «la Concertación» del hundimiento de Diario 7, y dijo que él puso dos millones de dólares y perdió la inversión. La afinidad que se dio entre Saieh y algunos periodistas del Diario Siete, en especial con su directora, tuvo frutos en otra iniciativa: el dueño de Copesa es actualmente el principal financista del sitio electrónico Ciper (Centro de Información e Investigación Periodística), cuyos fundadores y directores fueron Mónica González y el periodista estadounidense John Dinges, profesor de la Universidad de Columbia, quien dejó la publicación en 2009. Ciper nació con el respaldo de instituciones internacionales, como la Open Society Foundation y la Fundación Ford.

Junto a un equipo profesional Ciper desarrolló una interesante experiencia de periodismo de investigación en el devastado medio chileno, lo que lo ha hecho acreedor de significativos galardones como el premio Nuevo Periodismo 2007, por un reportaje de Cristóbal Peña sobre la biblioteca de Augusto Pinochet, y el Premio de Excelencia Periodística 2008 otorgado por la Universidad Alberto Hurtado, sobre una denuncia referida al Registro Civil.

Aunque se define como medio independiente, hasta ahora sus pautas han apuntado más bien a casos específicos, o a temas que no rozan los intereses de Álvaro Saieh y sus cercanos. No ha publicado tampoco grandes temas que pongan en tela de juicio las aristas del poder económico o del sistema comunicacional imperante.

SOCIEDADES RELACIONADAS

El holding Copesa está integrado por una serie de empresas reales y de papel. Así, el 23 de septiembre de 1994 se creó Copesa Producciones e Impresos (Prosa)23.

La división de las funciones de la empresa condujo a la proliferación de sociedades con el mismo nombre, aunque con un «apellido» de acuerdo a las tareas que realizan. Esto ha provocado reclamos por parte de los trabajadores, que sostienen que tales procedimientos debilitan la organización sindical y han llegado a tribunales con sus planteamientos.

En 2002 nació Copesa Impresores S.A.24. Además, está la empresa distribuidora Meta S.A., que se ocupa del reparto y circulación de los diarios.

En octubre de 2004 surgieron de Copesa, la empresa madre, otras tres: Copesa Inmobiliaria S.A.; Empresa Periodística La Tercera S.A.; y Empresa Periodística La Cuarta S.A.25. Dos meses después, el 16 de diciembre de 2005, fue constituida otra sociedad: Empresa de Diarios Asociada, Edasa, formada por Copesa S.A. y la abogada Soledad Asenjo Tartari. Su objetivo: «la gestión, administración, explotación de medios escritos de prensa, con todas las facultades inherentes incluida venta, comercialización, distribución e impresión del medio y la publicidad que se comercialice»26.

En julio de 2008, Copesa Editorial S.A., creada en 2002, se dividió en otras dos sociedades anónimas cerradas: una continuadora de la anterior «con su misma personalidad jurídica y denominación», y otra llamada Copesa Editorial Dos S.A.27.

Al revisar el Diario Oficial, aparecen otras sociedades vinculadas, como Imagen Asesorías Limitada. En febrero de 1997 se efectuó una modificación de esta sociedad, mediante la cual Copesa le transfirió acciones a Jorge Selume Zaror, quien reunió un 46,7 por ciento; a Hernán Büchi Buc, con casi un 46,8 por ciento, y a Miguel Ángel Poduje, con algo más de 4,7 por ciento28.

Pero, más allá de las sociedades de papel, las divisiones o los traspasos entre ellas y personas cercanas a Álvaro Saieh, Copesa en el último tiempo también ha ampliado el ámbito de sus actividades. Además de las radios, adquirió en enero de 2007 Laborum Selección, cuya función es ayudar a las empresas a reclutar y seleccionar personal, y Seminarium, orientado a la capacitación de ejecutivos.

JORGE ANDRÉS, EL HEREDERO

El 26 de diciembre de 2006, Álvaro Saieh Bendeck traspasó la presidencia de Copesa, el centro del área comunicacional de sus negocios, a su heredero Jorge Andrés Saieh Guzmán. El día de la comida de fin de año en el Hotel Hyatt el emocionado hijo recibió el abrazo paterno ante una concurrencia de unas quinientas personas formada por periodistas y empleados del consorcio. Desde ese momento el ingeniero comercial Saieh junior es presidente además de Copesa, del grupo Dial y de otras sociedades filiales, mientras que su hermana Catalina lo secunda como vicepresidenta de Copesa.

Para eso lo venía preparando desde hacía varios años, igual que a sus hermanas Soledad y Catalina, quienes con el nuevo siglo empezaron a figurar en diversos directorios.

«Álvaro Saieh explicó que había llegado el momento de dar un paso al lado, aunque él seguirá velando por los planes estratégicos de la empresa mientras se concentra en Corp Group», señaló La Cuarta, el diario popular del Consorcio en una nota ajena a su humor habitual.

«A su juicio —agregó— Copesa está integrada por un grupo de personas de sólidos principios, como la libertad y responsabilidad, que ha buscado un periodismo riguroso, pluralista e independiente de cualquier interés político, ideológico, económico o religioso.»

La designación de Jorge Andrés en el máximo cargo de Copesa coincidió con un nuevo cambio en la propiedad. O, mejor dicho, con una mayor concentración de las acciones del conglomerado en manos de Álvaro Saieh y su familia.

Los viejos tiempos de la propiedad compartida con Sergio de Castro, Latorre y con los Abumohor habían quedado atrás.

En 2003, los tres socios originales todavía eran parte del Banco Osorno: Saieh, Abumohor y Kassis. En una escritura que da cuenta de una junta de accionistas de Copesa del 19 de marzo de ese año, figura Álvaro Saieh Bendeck como presidente y dueño de 9.539.859 acciones de un total de 14.394.936. El resto se lo dividían por partes iguales Alberto Kassis y Carlos Abumohor, a través de Inversiones Antillanca, que aparece representada por su hijo Alex Abumohor Lolas29.

En 2006, los Abumohor —que aún tenían 16,6 por ciento de las acciones— vendieron su parte a Álvaro Saieh. Actualmente, el único de los socios originales que queda con participación es Alberto Kassis, quien aún conserva su 16,6 por ciento. En otra escritura que alude a la absorción de la sociedad Copapel por parte de Copesa en agosto de 2008, se indica que los dos socios de Copesa son la sociedad Saga S.A. e Inversiones Alkasa S.A.30 La primera es una de las «históricas» sociedades de Álvaro Saieh y su mujer Ana Guzmán con el 83,4 por ciento de la propiedad, y la segunda pertenece a Alberto Kassis, dueño del 16,6 por ciento restante.

EL DIRECTORIO

Como Copesa es una sociedad anónima cerrada, los lectores de los diarios o auditores de sus radios no saben quién integra el directorio de la sociedad madre del grupo. Sólo se puede identificar a su presidente Jorge Andrés Saieh Guzmán, y a Catalina, su hermana, que tiene el cargo de vicepresidenta.

El resto del directorio no aparece escrito en ningún documento público de la empresa. Tampoco en el sitio web ni en algunos de sus diarios o revistas. Pero, tras investigar las escrituras de constitución y modificaciones de las sociedades, se puede concluir que junto a Jorge Andrés y Catalina Saieh Guzmán integrarían el directorio de Copesa Alberto Kassis, Miguel Ángel Poduje y dos profesionales de bajo perfil, que se han constituido en asesores de confianza de Saieh en los últimos años: Santiago Suárez Molina, ingeniero comercial y director de la cadena de supermercados SMU, y el abogado Luis Gutiérrez Samohad. Este último es miembro del directorio de Cecinas San Jorge y presidente de la Fundación Regazo. Aparentemente, Hernán Büchi, quien integró el directorio durante varios años, ya no sería parte de él.

Otro personaje muy próximo a Saieh y considerado con mucho poder en el diario es el abogado y diplomático, ex embajador en China, Octavio Errázuriz Guillisasti, quien desde que finalizó su trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores es asesor del directorio de Copesa. Al mismo tiempo, Errázuriz es presidente de la Comisión Asia Pacífico y director de la Fundación Chilena del Pacífico.

LA HIJA CATALINA

No sólo Jorge Andrés, el heredero ungido por el padre como presidente de Copesa, ha estado presente en la dirección del imperio periodístico de Álvaro Saieh. También el economista le ha dado responsabilidades a su hija Catalina, quien estudió Literatura en la Universidad Católica y después realizó un magíster en esa disciplina en la misma universidad.

Desde fines de 2006, Catalina figura como vicepresidenta de Copesa. Tenía unos 23 años y estaba a punto de terminar el magíster cuando su padre la llevó al diario con una misión específica en paralelo: la incorporó al entonces recién creado suplemento La Tercera-Cultura en la primavera de ese año. Pocas semanas más tarde Catalina se instaló en el diario, en calidad de «editora asociada» de Cultura, un cargo que no existía en otras secciones, y se integró a las reuniones de pauta. Cercanos la describen como muy aplicada, «matea», siempre con su Blackberry en la mano, donde anotaba todo.

La idea de crear un suplemento literario-cultural surgió como iniciativa de Cristián Bofill, tras su llegada al diario, a fines de 1998. Pero pasaron años hasta que en los primeros meses de 2006 la idea cobró cuerpo y Bofill encargó al periodista Pablo Marín, entonces editor de la sección cultural diaria, un proyecto de suplemento. El propósito era hacer «un producto para los no iniciados que incorporara la cultura en un sentido amplio». Tendrían cabida además de las bellas artes y la literatura, el cine, la historia, la política y las tendencias.

Hasta ese momento el equipo lo encabezaban los periodistas Juan Ignacio Brito, en calidad de editor coordinador, y Pablo Marín, como editor. Pero la llegada de la hija literata cambió las cosas y ella quedó como jefa. Aparentemente, su función era vincular a los periodistas y editores con los mandamases de la empresa. Incluso cuentan que hasta solía «saltarse» al director del diario. También supervisaba lo publicado por la sección diaria de Cultura.

Se entendía que el suplemento sería un muy buen «soporte» para las actividades de la Fundación Corpartes y en particular para el Festival de Cine de Santiago, Sanfic, la principal de sus actividades. Todo quedaba en familia, ya que Soledad Saieh, hermana de Catalina, era la presidenta de la Fundación y figuraba en la dirección del Festival.

Para el número del primer aniversario del suplemento de Cultura, en 2007, los periodistas —bajo la atenta mirada de Catalina— se prepararon con tiempo. Era un número especial de 32 páginas —habitualmente tenía veinte— y llevaba en la portada una pintura de Jorge Tacla, quien trabaja en Corpartes.

A mediados de 2008, Catalina partió a la Universidad de Chicago a estudiar un máster. A través del correo electrónico seguía contactada con el equipo del suplemento. Sin embargo, a fines de ese año por los pasillos de Vicuña Mackenna se hacían insistentes las versiones de que no era un «producto rentable», según los dictámenes del área comercial.

Aunque la sola presencia de Catalina suponía un respaldo significativo de Álvaro Saieh al proyecto, esto no fue suficiente, y el 26 de diciembre de 2008 se informó el cierre definitivo. El mismo día se anunciaron despidos masivos en La Tercera.

UN PLEBISCITO EN LA PRENSA

La influencia del «emperador de la información» queda a la vista en diferentes manifestaciones. En una encuesta de la Universidad Adolfo Ibáñez entre empresarios, Saieh como grupo fue ubicado en el cuarto lugar, después de los tradicionales Luksic, Matte y Angelini. Y en un ranking de «personajes de negocios» resultó tercero, detrás de Agustín Edwards y Andrónico Luksic, según comenta en una columna disponible en internet el decano de la Escuela de Negocios de esa universidad privada Leonidas Montes, publicada a fines de 2008 bajo el título «¿Dónde está el poder?»31.

En otro plano, los lectores de La Tercera detectaron la influyente mano de Saieh en los días previos al plebiscito realizado en marzo de 2009 en Vitacura, para dirimir las modificaciones al Plan Regulador de esa comuna.

La organización de un grupo de vecinos del barrio del sector oriente permitió sumar voluntades para crear «Salvemos Vitacura», que reunió las firmas para realizar la consulta, la primera de este tipo realizada en el país. La modalidad fue aprobada por la Contraloría General de la República.

La resistencia de los vecinos a un eventual cambio del Plan Regulador que permitiría el aumento del límite de altura en la construcción —lo que afectaría a las zonas residenciales— gatilló la abierta discordia de los vecinos con la Municipalidad gobernada por el alcalde de Renovación Nacional Raúl Torrealba.

La batalla comenzó a mediados de 2006, cuando el Concejo Municipal de Vitacura aprobó los primeros trámites para reformar el Plan Regulador, y no fue fácil para los que se oponían al alcalde Torrealba, quien tiene vínculos familiares con inmobiliarias. Además, se fueron sumando nuevos antecedentes y presiones que hicieron del triunfo de la opción «No» una verdadera hazaña, donde el Consorcio Periodístico dirigido por Álvaro Saieh tomó posición al lado del controvertido alcalde.

Torrealba es casado con María Soledad ‘Pelusa’ Simonetti Zambelli desde hace 36 años. La familia de ‘Pelusa’ es dueña de la Inmobiliaria Simonetti, en la que el alcalde tiene un 1,2 por ciento de participación. En octubre de 2008, en entrevista con revista Cosas, explicaba sus vínculos con sociedades inmobiliarias: «Como soy casado en sociedad conyugal, tengo un 1,2 por ciento de las acciones de la inmobiliaria, lo que es bastante poco, pero si alguien cree que por eso yo he beneficiado a esa inmobiliaria, le pido que vaya a la Fiscalía Oriente y haga la denuncia. Deben dejar de hablar tonteras, porque la Inmobiliaria Simonetti no ha recibido del alcalde Torrealba y de la Municipalidad de Vitacura ningún beneficio».

La Inmobiliaria Simonetti tiene sus ojos puestos en Vitacura. Un ambicioso proyecto inmobiliario, llamado Parque Lo Gallo, echó raíces en el municipio de Torrealba, pese a que el seremi de Vivienda Tulio Vivanco señaló en un documento firmado en 1999 que sería un área verde, según consignó el diario La Nación32. El proyecto contempla cinco fases para la edificación de catorce torres de hasta nueve pisos, con una gran inversión.

El inédito plebiscito realizado en Vitacura atrajo el interés de la prensa. La cobertura al tema fue amplia. En las páginas de El Mercurio se produjo un intenso intercambio epistolar. Dos y hasta tres cartas diarias publicaba el periódico de Agustín Edwards en los días previos. El mediático Cristián Warnken, defensor del estilo residencial de la comuna y uno de los líderes de la opción «No» contra la modificación del Plan Regulador, publicó la columna «Vitacura: ser o no ser», donde acusaba la destrucción del barrio en caso de aprobarse la mentada modificación de la siguiente manera: «Si gana el Sí en este plebiscito, Vitacura dejará de ser en pocos años el barrio que es, para convertirse en el paraíso de la avidez inmobiliaria, del mal gusto arquitectónico (la siutiquería campante), y miles de vecinos seremos prácticamente obligados a emigrar del lugar que escogimos, rodeados por torres invasivas y de una arquitectura que envejece mal, y que terminará por desvalorizar nuestras propiedades en un abrir y cerrar de ojos»33.

Sin embargo, en La Tercera el tratamiento fue distinto. En especial, en los días anteriores y en la misma jornada del plebiscito hubo artículos que subrayaban la plusvalía que supuestamente tendrían las propiedades del sector si ganaba el Sí a los planteamientos de Torrealba y se emprendían las modificaciones propuestas por el alcalde.

Las palabras de entrevistados y algunos artículos «interpretativos» publicados ese fin de semana permitían observar una posición clara. El día en que miles de habitantes de Vitacura asistieron a las urnas, Pablo Allard —reconocido arquitecto del grupo de profesionales que apoya al candidato presidencial Sebastián Piñera— levantó con entusiasmo la bandera del «Sí» en La Tercera.

En dos tercios de página, en una columna titulada «Lo que se vota hoy», Allard explicitó su abierta oposición al movimiento de resistencia contra la modificación del plan regulador. Antes de argumentar, Allard criticó a Cristián Warnken: «Vivo a sólo cuadras de la casa donde nací, y soy vecino de Cristián Warnken y de muchos de los que injustamente han tratado de ignorantes a mis colegas urbanistas del municipio. ¡Vaya atrevimiento! Yo al menos jamás osaría criticar a los escritores chilenos en mis columnas. Pastelero a tus pasteles (...)».

Los principales perjudicados con el triunfo de la opción «No» fueron un grupo de poderosos empresarios involucrados en el rubro inmobiliario, con millonarios proyectos en carpeta, esperando las modificaciones de Torrealba. ¿Estaría Saieh entre ellos? En la Municipalidad de Vitacura no entregaron información sobre las sociedades inmobiliarias que aguardaban del cambio al plan regulador.

UN DIARIO EN LA UNIVERSIDAD

Álvaro Saieh reitera en entrevistas y declaraciones que entre sus «pasiones» están la actividad académica y —como se ha visto— los medios de comunicación.

Una nueva oportunidad se le está dando en la Región del Bío-Bío, donde ha entablado relaciones con la tradicional Universidad de Concepción, con la que empezó a asociarse en el ámbito de la prensa.

Desde abril de 2008, circula en esa zona un diario editado mediante un convenio entre la principal universidad del sur de Chile y Copesa. Se llama simplemente El Diario.

La Universidad es dueña de una empresa informativa, Octava Comunicaciones, concesionaria de un potente canal de televisión y de una radio. Es propietaria, además, de uno de los pocos diarios independientes del país, La Discusión de Chillán. Pero quería tener una voz escrita en la ciudad de Concepción. Esto lo veían en la UdeC como necesario, en la medida en que El Sur se mostraba cada vez más distante.

Necesitan espacios para vincularse con la comunidad y hacer frente a las constantes críticas mercuriales surgidas en los últimos años desde las salas de redacción de El Sur, a partir de 2005, cuando fue comprado por Agustín Edwards y se transformó en detractor de la histórica Universidad.

Álvaro Saieh les ofreció asociarse y resolver uno de los problemas más complejos que enfrentan las publicaciones escritas: la distribución. La alianza fructificó y El Diario elaborado en la Universidad de Concepción circula junto con La Tercera.

No obstante, en círculos académicos ven con preocupación que la línea de El Diario no estaría reflejando la diversidad y una mirada más progresista, característica de la UdeC, sino una línea editorial conservadora cercana a la derecha.

Más aun, hay quienes temen que el interés de Saieh vaya más allá de quedarse a la larga con El Diario una vez que se asiente en la región. No parecería extraño que su objetivo fuera también adquirir La Discusión de Chillán.

Entre algunos académicos que siguen de cerca el asunto se advierte preocupación por el desenlace que pueda tener esa historia, al recordar el destino de diarios como La Época o Siete, que en un momento dado contaron con el «apoyo» del inversionista, pero a poco andar dejaron de existir.

DEUDA EN EL CAMPANIL

Nacida en 1919, la Universidad de Concepción es la tercera universidad en importancia en el país, después de la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Chile. Una de las pocas considerada «compleja», donde se desarrolla, además de la docencia, investigación y extensión. Y aunque es propiedad de una Corporación de la que forman parte la Lotería de Concepción —dueña de la mitad— y quinientos socios académicos, empresarios y profesionales, ha jugado desde su nacimiento un significativo rol público en la región. Legalmente es una corporación privada sin fines de lucro que recibe apoyo del Estado como las demás universidades tradicionales.

Lo que pocos saben es que la Universidad de Concepción, como consecuencia de los límites del Aporte Fiscal Directo, de las exigencias de autofinanciamiento y de algunos negocios inmobiliarios con resultados poco rentables —desarrollados por sociedades ligadas a la Lotería— ha debido afrontar una voluminosa deuda. Y aunque ésta ha sido renegociada varias veces, paga elevados intereses.

En junio de 2009 circulaba por el campus El Campanil un documento con origen en fuentes académicas que resume la magnitud de esta deuda: en 2008 ésta habría superado los 140 mil millones de pesos34. La abultada suma representa más de dos veces el patrimonio de la Universidad, que se estima en algo más de 65 mil millones de pesos35. Por lo tanto, la relación deuda-patrimonio superaría la relación dos a uno.

Hasta ahora esta situación se ha afrontado sin que se refleje en reducciones en investigaciones ni en racionalizaciones de personal, gracias a los ingresos por la Lotería, por aranceles y por el Aporte Fiscal Directo que recibe del Estado. Y no se advierten críticas a la conducción de la Universidad en general, pero la procesión va por dentro, debido a que la deuda de largo plazo ha crecido constantemente en los últimos años y los intereses alcanzarían a ocho millones de pesos diarios.

Pero hay algo que hace más complejo el asunto: el acreedor principal es ni más ni menos que Corpbanca, el banco de Álvaro Saieh.

Resulta difícil imaginar que la Universidad de Concepción, con todo lo que significa para la Región del Bío-Bío y su larga tradición de servicio a la comunidad, pudiera ser «privatizable», pero con Saieh nunca se sabe. La «pasión» por los asuntos universitarios y la «razón» que lo lleva a aumentar sus negocios financieros en una escalada que parece no tener final, bien podrían guiar sus pasos hacia el histórico recinto.

Por ahora, ahí están algunos datos: sus incursiones en los medios, una deuda de miles de millones de pesos y el nombre de su principal acreedor. A eso se puede agregar que en el tradicional campus de El Campanil se han instalado en diversos sectores cajeros automáticos de Corpbanca y que a los académicos y funcionarios les pagan sus sueldos a través de esa institución.

EL «MEDIA CENTER»

«Se viene la Revolución», fue el curioso anuncio de Copesa para el lanzamiento del «Media Center» de La Tercera. Pero hasta mediados de 2009 el grupo no lograba consolidar un proyecto digital.

El 24 de noviembre de 2008 se lanzó el renovado sitio web, promocionado por una gigantografía a metros del edificio institucional de El Mercurio.

Las grandes novedades que presentó el «Media Center» fueron la incorporación de un canal de televisión bautizado como «3TV», donde se encuentran videos de noticias, cartelera de espectáculos y galerías de goles. A eso se suma «3Radio», un lugar virtual donde ver la programación de las emisoras del grupo, disponibles en internet, y «3Blog», en que comparten tribuna personajes como Patricio Navia, Jorge Schaulsohn, Marco Enríquez-Ominami, Juvenal Olmos, César Barros, Sergio Melnick y Cristián Larroulet, por nombrar a algunos.

Siguiendo la tendencia asumida ya por El Mercurio, Álvaro Saieh apostó también por su 3Ciudadano, un espacio abierto a la colaboración de los lectores, quienes producen los contenidos y, previo filtro editorial, alcanzan el ciberespacio. Su lema es: «La noticia la construyes tú», y ofrece incentivos a los lectores que aportan material, como un Nintendo DS al «reportero destacado».

El mismo día inaugural de este «Media Center», su editor Felipe Contreras apareció entrevistado en el sitio, explicando los objetivos de este soporte digital. Según él, lo más significativo es «la participación», que tendría varios niveles: «El primero es que es una bofetada al gremio periodístico —en el que me incluyo— acostumbrado a quedarse con la última palabra. En ese sentido, es una verdadera lección de humildad para nosotros. Segundo, buscamos acercarnos con mayor precisión a las redes sociales, porque además de la masividad que representan son una buena oportunidad de negocios. Por supuesto, que a la participación de la audiencia le aplicaremos los mismos criterios que a otras fuentes. Antes de aparecer en la home, chequearemos si la información es correcta o no».

Pero la acogida del público no fue acorde a las expectativas, a juzgar por los comentarios de los propios lectores en el blog. La «bofetada a los periodistas», en todo caso, vino un tiempo después, cuando —además de los despidos de diciembre de 2008— se comunicó en abril de 2009 a los profesionales de Copesa que tienen que convertirse en «periodistas multimediales» y trabajar simultáneamente informaciones para el diario de papel y para los experimentos digitales.

«TRANSFORMACIÓN DE MARCA»

En una reciente entrevista de portada en la revista Poder y Negocios, Álvaro Saieh respondió así a la periodista Lorena Ampuero, cuando le preguntó cómo ha sido su experiencia en los medios de comunicación: «Muy interesante. Si bien estoy en Copesa hace 21 años, lo estamos administrando hace sólo seis. Estamos concentrando al grupo periodístico en la producción de información, más que en los negocios anexos. De hecho, nos hemos ido deshaciendo de ellos. Hemos logrado transformar nuestros medios que han ganado influencia. El caso de La Tercera es notable. Se conocen muy pocas transformaciones de marca como ésta»36.

Señaló también en esa oportunidad que la parte administrativa de Copesa la ve su hijo «y sólo recibo un informe que me entrega cada tres meses Jorge Andrés».

Pero la sombra del padre está detrás, acompañando los pasos del heredero y de sus hijas, mientras continúa la multiplicación de sociedades en el rubro de las impresiones, ediciones, distribución en papel y vía digital.

Le consultó también Lorena Ampuero si tenía otros intereses en prensa, además de la escrita: «¿No siente que le falta algo? ¿Un canal de televisión por ejemplo?», le consultó la periodista.

La respuesta es decidora y avala una versión que circula en el ambiente periodístico sobre las posibilidades de que se embarque en un canal de TV: «Sólo sería de noticias», respondió Saieh. Y agregó: «De hecho tenemos una alianza en el uso de contenidos con CNN».

Quizás ésa pueda ser una pista. Pese al fracaso de La Red y al frustrado proyecto de ABT. Tal vez la llegada de la televisión digital sea una oportunidad para que el incansable Saieh realice un nuevo intento con el respaldo que ya tiene en sus diarios y sus radios. Y la pantalla podría ser una buena vitrina para los productos de sus supermercados, para sus malls, su banco, sus seguros y los demás negocios que maneja.