Hoy en día, la gente cree más en el arte que en el mercado de valores.
JOSE MUGRABI, marchante de arte
Te conviertes en coleccionista cuando compras un cuadro y te das cuenta de que ya no tienes sitio en las paredes para colocarlo.
MICHAEL FINDLAY, marchante de arte
Los primeros grandes museos (el Hermitage, el Prado y el Louvre) tuvieron como mecenas a monarcas y príncipes de la iglesia, que se veían motivados por la creencia de que arte equivale a civilización. El coleccionista emprendedor como mecenas del museo, Abby Aldrich Rockefeller en el MoMA o Joseph Duveen en la Tate Britain, son fenómenos mucho más recientes.
Comprendemos qué es lo que motiva a un coleccionista a buscar la inmortalidad con un ala del museo a su nombre. Pero a falta de esto, ¿qué motiva a un individuo a recoger una vasta colección de arte contemporáneo, más del que podría ser exhibido adecuadamente en múltiples hogares, y que supone el gasto de unas cantidades de dinero pasmosas? Una condición obvia es que el coleccionista posea pasmosas cantidades de dinero. Un modesto Warhol puede costar dos semanas de salario de un buen gestor de fondos de cobertura. Pongamos esto en perspectiva. Muchos lectores pagarían felices dos semanas de su sueldo por una obra de arte que les gustara.
¿Qué otros motivos hay pues? ¿Qué trabajo hace el arte en general para los coleccionistas de cualquier nivel? Quizá debamos aceptar, sencillamente, la frase de Kenneth Clark: «Preguntar por qué uno colecciona algo es como preguntar por qué nos enamoramos; los motivos son diversos». Lo que sigue son cuatro historias de coleccionistas que difieren en sus motivaciones para coleccionar, y en sus recursos financieros.
El neoyorquino Jose Mugrabi y sus hijos Alberto y David ilustran cómo individuos con grandes fortunas pueden convertirse en participantes del mercado del arte e influir en los precios. Los Mugrabi tienen la mejor colección de Warhol del mundo, aparte del Museo Andy Warhol de Pittsburgh. Se estima que son al menos 800, algunos creen que incluso más. Jose Mugrabi fue el consignador de Men in Her Life de Warhol, que se vendió por 63 millones de dólares.
Jose, que mientras escribo esto tiene 73 años, es hijo de unos judíos sirios que tenían una tienda de comestibles en Jerusalén. A la edad de 16 años fue enviado a Bogotá, Colombia, a vivir con un tío suyo y trabajar en la industria de la moda. A los 22 puso un negocio de venta de telas al por mayor, que tuvo éxito. Colombia, dice, era un lugar peligroso para educar a los hijos. «Hay secuestros, tienes que ir con guardaespaldas, debes tener un coche blindado.» La familia se trasladó a Nueva York.
La transición de las telas al arte empezó en 1987, cuatro meses después de la muerte de Warhol. Mugrabi estaba visitando Art Basel cuando vio las primeras obras del artista. «Me gustaron los cuadros», dice Jose. «Las pinturas me impactaron. Con los demás la sensación que tenía era: nada. Y entonces [con Warhol] sentí algo.» Jose compró la versión de cuatro cuadros de Warhol de la Última cena de Da Vinci por 144.000 dólares cada uno. En 2009 su valor se estimaba de 4 a 6 millones de dólares.
Los Mugrabi fueron creando su colección a lo largo de más de 25 años. Copiaron su modelo de colección de Charles Saatchi, mecenas artístico inglés que se convirtió en marchante privado (su historia sigue a continuación). Pero Saatchi compraba múltiples obras de muchos artistas, mientras que los Mugrabi solo coleccionaban unos cuantos favoritos.
El interés de Jose estaba en el movimiento pop. Alberto, de 42, y David, de 40, están interesados en artistas más jóvenes como Damien Hirst, Richard Prince y Jeff Koons. Jose describe las preferencias de la familia como artistas que representan lo que América da al mundo (la Coca-Cola de Warhol) o artistas que representan su cultura comercial (Prince, Koons, Hirst y Basquiat).
La familia es muy conocida por sus Warhol. Aparte de estos, los Mugrabi poseen una de las colecciones privadas más valiosas de arte contemporáneo del mundo. Incluye 3.000 obras, 100 o más de cada uno de Hirst, Basquiat, George Condo y Tom Wesselmann. Antes de la recesión económica de 2008, los Mugrabi estimaban el valor de su colección como «cerca de 1.000 millones de dólares».
Todos en la familia son marchantes privados a una escala inmensa. «Somos creadores de mercado», se dice que ha dicho Alberto. «No se puede tener impacto comprando uno o dos cuadros por artista. Queremos inventario, eso nos da un poder permanente.» En el sector de las materias primas, una analogía sería controlar lo bastante el mercado de futuros de la plata para conseguir cambiar el precio. Los Mugrabi compran y venden obras directamente a través de marchantes, y en 50 subastas nada menos al año. Durante las semanas de subastas contemporáneas en Nueva York, la familia se ha hecho famosa por ofrecer 30 obras repartidas entre tres casas de subastas.
Durante la recesión del arte de 2007-2009, David Mugrabi dice que la familia compró mucho más y vendió mucho menos. En noviembre de 2008, adquirieron la Marilyn (Twenty Times) (Marilyn – Veinte veces) (1962) de Warhol por 3,98 millones de dólares. En 2013 el cuadro podría valer más de 40 millones. Unos pocos meses más tarde, y por menos de 5 millones, compraron 38 Warhol que contenían imágenes de Marilyn Monroe a un marchante de Zúrich, Bruno Bischofberger. «Cuando el mercado está más bajo es cuando encuentras gangas.»
En 2009, se cree que la familia real de Abu Dhabi ofreció a los Mugrabi «varios cientos de millones de dólares» por sus 15 mejores Warhol, incluyendo Marilyn (Twenty Times) para el Museo Guggenheim que planeaban abrir en Abu Dhabi. Jose contraatacó, al parecer, con un precio de 500 millones, y se lo rechazaron. Alberto dice que casi todo en su colección está a la venta. «Si no queremos vender un cuadro, pedimos tres veces lo que se consideraría su valor.» En el caso de Abu Dhabi, 500 millones probablemente no estaba lejos del valor de mercado en 2009, y era un poco menos que el valor de los 15 en 2013.
Se acepta en el mundo del arte que los Mugrabi y un par de personas más quizá realizan de un 30 a un 40 por ciento de todas las compras de Warhol en subastas cada año. La familia asiste a las más importantes subastas nocturnas de arte contemporáneo. Jose es famoso por su uniforme de subastas: vaqueros, una camiseta negra y una gorra de béisbol. Nunca se preocupa de hacerse con una paleta de subastas. El subastador ya sabe perfectamente quién es y dónde está. Aunque los coleccionistas más importantes apuestan por la privacidad de un palco preferencial o por el teléfono, los Mugrabi quieren que se les vea interesados cuando aparece un Warhol. Quieren una guerra de pujas visible, no un acuerdo bajo mano. El marchante Francis Naumann dice: «Lo que les amenaza más en las subastas no es la presencia de otros postores agresivos, sino los postores precavidos». Alberto dice: «Si es bueno para Christie’s y Sotheby’s, es bueno para nosotros».
El marchante de arte del norte de California Richard Polsky dice que en 2006 consignó un cuadro, Flor, de Warhol. «La estimación era un millón, pero el subastador de Sotheby’s dejó bien claro que los Mugrabi estarían entre el público, y que les gustaría ver si llegaba a los 1,5 millones. Y esa fue la cantidad por la que se acabó vendiendo al final.» Los Mugrabi pujaron hasta que Flor alcanzó el precio deseado. Jose Mugrabi defiende sus esfuerzos por subir los precios en lugar de buscar gangas porque va en interés de los otros coleccionistas de Warhol y del mercado en general.
La mayor parte de su colección está guardada en dos almacenes, uno en Newark, Nueva Jersey, y otro en una zona libre de impuestos en Zúrich. Hay que guardarlos en almacenes no solo por el número de obras, sino también porque se requiere un cuidado especial en su custodia. Por ejemplo: los tiburones y ovejas en tanques de Damien Hirst hay que desmantelarlos y refrigerarlos. A diferencia de otros que han reunido grandes colecciones (Charles Saatchi, o Don y Mera Rubell en Miami), los Mugrabi no tienen planes de abrir un museo propio.
La influencia de la familia es tal que un artista o tendencia artística a veces se describe sencillamente como «lo compraron los Mugrabi», o «los Mugrabi no lo quieren ni ver». Como Warhol aparece muchas veces en las subastas, sus precios se han convertido, según The Economist, en un barómetro indicador para el mercado del arte, el índice Dow Jones para los precios del arte contemporáneo. Y eso suscita la siguiente pregunta: ¿qué ocurriría si los Mugrabi, por el motivo que sea, decidieran desprenderse de Warhol, Hirst o Basquiat, o uno de los otros artistas que poseen en grandes cantidades, y corre la voz: «los Mugrabi están vendiendo»? ¿Se tambalearía toda la confianza puesta en el mercado del arte contemporáneo? ¿Otros coleccionistas «al por mayor» (Peter Brant o S. I. Newhouse, por ejemplo) se desharían también de sus obras, porque nadie querría ser el último en salir?
Charles Saatchi es el coleccionista de arte contemporáneo más importante de Gran Bretaña. Se le ha descrito tanto como el mecenas artístico más grande de su época y como un marchante de arte disfrazado de mecenas. Es el único coleccionista moderno que ha creado un movimiento artístico. El éxito del yBas (Young British Artists, jóvenes artistas británicos), el primer movimiento de arte reconocido internacionalmente en la Gran Bretaña de la posguerra, se debió en gran medida a sus adquisiciones y la publicidad resultante.
Artículos en prensa, salas de subastas y coleccionistas describen una obra de arte o a un artista como «coleccionado por Saatchi» o «propiedad de Saatchi», o «codiciado por Saatchi». Igual que con los Mugrabi, cada una de estas etiquetas es muy probable que haga aumentar el interés por el artista y los precios de su obra. Menos fortuna tiene un artista etiquetado como «liquidado por Saatchi».
Jose Mugrabi describe a Saatchi como el primer ejemplo y el más conocido de marchante-coleccionista que también desempeña los papeles de comisario y publicista. Saatchi representa también otros papeles. Fue comisario, respaldo financiero y propietario de las obras que se exhibieron en la exposición de 2006 USA Today, y antes, de la exposición Sensation, en 1997, ambas en la Royal Academy en Londres. En cada caso, Saatchi contribuyó al coste de la instalación a cambio de libertad para comisariar e instalar obras de arte que él mismo poseía.
Durante 20 años, Saatchi mostró sus obras de arte en el espacio de una vieja fábrica en St. John’s Wood, en Londres. En 2001 trasladó sus obras a la galería Saatchi, situada en la antigua sede del Greater London Council, en el County Hall, a mitad de camino entre los museos Tate Modern y Tate Britain. Expuso el tiburón de Hirst y la obra Mi cama de Tracy Emin, una cama sin hacer que incluía también ropa interior y envoltorios de condones, donde Emin pasó cuatro días pensando en suicidarse. También lo inundó de obras de artistas que hacía solo unos meses que habían salido de las escuelas de arte.
Cuando Saatchi compra la obra de un artista, o la muestra en su galería, o la presta a otros museos, el efecto acumulativo es validar a la obra y el artista. Cada fase incrementa también el valor de las propiedades de Saatchi. A lo largo del tiempo ha vendido muchas de sus obras, a veces en cantidad, y a menudo con grandes beneficios. Saatchi siempre ha sido generoso a la hora de prestar arte a museos para exposiciones, aunque a menudo con la condición de que otras obras que posee también sean aceptadas y mostradas.
En abril de 2006, Saatchi creó una página web llamada Saatchi Online (www.saatchionline.com). En ella se pueden exponer obras de arte en venta de todo el mundo, acompañadas por la biografía del artista y detalles de contacto. Hay exposiciones online comisariadas semanalmente, seleccionadas entre las obras enviadas. La web actúa como intermediario de pago, a cambio de una comisión del 30 por ciento del precio de venta. Aparecen en ella 50.000 artistas y atrae 76 millones de visitas al día, con unas ventas promedio de 800 obras al día. La directora de la galería Saatchi, Rebecca Wilson, ha dicho que la galería «vende más arte en un mes online que la mayoría de las galerías físicas en un año». Saatchi Online quizá sea la innovación más importante creada jamás para nuevos artistas y coleccionistas incipientes.
En 2007, Saatchi y la casa de subastas Phillips de Pury cerraron un trato único. Con la nueva galería Saatchi a punto de abrir en King’s Road, en la zona de Chelsea en Londres, estuvieron de acuerdo en que la galería no cobrase la entrada habitual de 9,75 libras y se convirtiera en «el primer museo de arte contemporáneo importante gratuito del mundo». Phillips ofrecería una subvención de digamos 2,50 libras por cada visitante.
Simon de Pury estimó que con la entrada libre, la asistencia del primer año pasaría de 600.000 visitantes (el nivel de la antigua galería Saatchi en el County Hall) a más de un millón. A cambio, Phillips aparecería en la web de Saatchi, proporcionando visibilidad a jóvenes artistas y coleccionistas. Se permitió a Phillips tener un espacio expositivo dentro de la galería, y ofrecer ventas temporales.
Se estableció el acuerdo informal de que Saatchi usaría a Phillips cuando vendiera obras en subasta. Según De Pury, «naturalmente, ellos corresponderían a toda la lealtad y el apoyo que habíamos mostrado al permitir que la galería Saatchi fuese gratis para todas las exposiciones». El acuerdo no era exclusivo; Charles Saatchi atrajo interés en 2010 cuando consignó dos cuadros de Martin Kippenberger a Christie’s, en lugar de Phillips.
Otra parte del acuerdo implicaba las subastas. Para cada una de las seis subastas contemporáneas nocturnas de Phillips, tres en Londres y tres en Nueva York, la firma intentaba atraer de 70 a 72 consignaciones importantes, más obras de menor precio para las subastas diurnas que las acompañaban. Si el número de consignaciones era escaso, Saatchi ofrecía arte de su colección de 3.500 piezas. A veces se indicaba en la procedencia de las obras que venían de Saatchi, o bien que habían sido expuestas en la galería Saatchi. En una ocasión, cerca del 25 por ciento de una subasta de Phillips estaba compuesta de obras consignadas por Saatchi. La comisión de venta de Saatchi (suponiendo que se le requiriera pagarla, cosa improbable) y la prima del comprador iban a Phillips como compensación por su subvención a la galería Saatchi.
Phillips se retiró del acuerdo con Saatchi en abril de 2011. Se han hecho cargo del mecenazgo de la galería tres instituciones financieras: BNP Paribas, Deutsche Bank AG, y Standard Chartered Bank.
En julio de 2010, Saatchi se ofreció a donar el usufructo de la galería y 25 millones de libras en arte a la nación británica, y el nombre de la galería pasaría a ser MoCA Londres. Saatchi mantuvo conversaciones con Arts Council England, la organización que representa al gobierno en la financiación de grupos culturales, pero las negociaciones se rompieron al no ponerse de acuerdo en si Saatchi mantendría o no el derecho a vender y sustituir obras del arte donado.
Los Mugrabi y Saatchi se apasionan con el arte, pero parecen verlo sobre todo como un negocio. Entre los que coleccionan puramente como pasión, un gran ejemplo es Patrizia Sandretto Re Rebaudengo, de 53 años, de Turín, Italia. Re Rebaudengo es el sobrenombre de su marido Agostino, vástago de una importante familia de Piamonte. Sandretto Re Rebaudengo empezó a coleccionar en 1991. Su afición se transformó en pasión, y fue evolucionando hasta convertirse casi en una carrera a tiempo completo.
En 1992 Patrizia llevó a sus dos hijos pequeños al Kunstmuseum de Bonn y observó: «Es una verdadera alegría ver que las familias disfrutan del arte». Se dio cuenta de que en Turín no tenían un lugar similar donde todo el mundo pudiera disfrutar del arte contemporáneo, y decidió crear uno. En 1995 instituyó la fundación italiana de arte contemporáneo Fondazione Sandretto Re Rebaudengo, inicialmente para compartir con todo el mundo su colección, que se iba ampliando. Su primera exposición fue Arte inglés de hoy, con Damien Hirst, Douglas Gordon, Julian Opie y Anish Kapoor.
¿Por qué empezar con artistas británicos? Después de iniciar su colección con esculturas de italianos como Mario Merz y Piero Manzoni, visitó Londres en 1992 y Nicholas Logsdail, de la galería Lisson, la llevó a dar una vuelta por estudios de diversos artistas. Ella reaccionó como suelen hacer los coleccionistas entusiastas (con recursos). Se enamoró de lo que veía y se llevó a Turín obras de Opie, Gordon, Tony Cragg y dos obras importantes de Kapoor. Damien Hirst y otros artistas británicos llegaron más tarde.
Ese fue el principio. Más tarde estableció una relación con el artista Robert Fisher, que produjo una obra específica para ella en Turín, y con el videoartista californiano Doug Aitken, que produjo Electric Earth (Tierra eléctrica), un vídeo que ganó el Premio Internacional de la Bienal de Venecia en 1999.
Más tarde concentró su mecenazgo en mujeres artistas, especialmente de naciones con problemas económicos y sociales, sobre todo la artista palestina Mona Hatoum. En 2004, todo el ciclo de exposiciones de la Fondazione estuvo dedicado a las mujeres.
Coleccionar y prestar obras para exposiciones no bastaba. «Pensé que podía hacer algo más.» En 1997, su Fondazione estableció la primera galería en el palazzo familiar del siglo XVIII en Guarene d’Alba, una ciudad pequeña junto a Turín. En septiembre de 2002, la Fondazione abrió un centro de arte contemporáneo en el distrito de Sao Paulo, de Turín, en una fábrica abandonada transformada. Tiene un espacio de galería, librería, auditorio y café, este último accesible desde la calle, para que el barrio pueda usarlo como centro de reunión.
Su galería ahora cuenta con 1.100 obras de pintura, escultura, fotografía, vídeo e instalaciones, representando a 40 artistas italianos y extranjeros. Francesco Bonami, un comisario muy conocido, es director artístico de la fundación, pero Sandreto Re Rebaudengo tiene que dar la aprobación final de todas las compras.
La Fondazione presta obras para exposiciones de todo el mundo. En 2012 proporcionó las obras a la galería Whitechapel de Londres para una serie de tres exposiciones. La primera incluía la que se convertiría en la obra estrella, Bidibidobidiboo de Maurizio Cattelan, de 1996: una ardilla muerta desplomada en una mesa de cocina, rodeada por una botella de licor vacía, unos platos sucios y el arma del suicidio (ilustrada). El título proviene de la canción del hada madrina de Cenicienta. La pregunta es: ¿qué fue lo que llevó a esa pobre criatura a un final tan desesperado?
Richard Armstrong, director del museo Guggenheim, a quien Sandretto prestó seis obras para su exposición de Cattelan de 2011, dice de ella: «Observen su fuerza vital, de la cual deriva su voluntad de compartir, su curiosidad y su placer por el arte». Nicholas Logsdail dice: «fíjense en la calidad de lo que ha hecho, es una maravilla».
El coleccionismo que deriva de la pasión y no se halla apoyado por grandes recursos financieros lo ejemplifican Herbert y Dorothy Vogel. Herbert, nacido en 1923, hijo de un inmigrante ruso que trabajaba en la industria de la confección, sirvió en el ejército de Estados Unidos y luego ingresó en el servicio postal como clasificador de correo del turno de noche. Dorothy, 13 años más joven que él, era bibliotecaria en la biblioteca pública del Brooklyn Heights.
No tenían hijos. Vivían en un apartamento pequeño, de renta limitada, en el Upper East Side de Manhattan. No tenían coche ni se iban de vacaciones. Las únicas salidas nocturnas que hacían eran a un restaurante chino cercano. Sus gastos cotidianos quedaban cubiertos con el modesto salario de Dorothy. Herbert ganaba 23.000 dólares al año, y ese era su presupuesto para la compra de arte.
Asistían a todas las inauguraciones de arte. Los marchantes dicen que se acercaban al artista y lo atacaban entre los dos. Le hablaban de su pasión por el arte, le decían que no tenían dinero, le suplicaban y lloraban, hasta que el artista accedía a venderles directamente, con descuento, y les permitía pagar a plazos. Evitaban así las tasas de la galería, cosa que no les granjeaba la simpatía de los marchantes, precisamente.
Así se hicieron amigos de artistas emergentes y poco conocidos: Franz Kline, Barnett Newman, Jackson Pollock y Mark Rothko. Compraron obras de Donald Judd, Richart Tuttle y Sol LeWitt. Este último se convirtió en su mentor. Su colección al final incluyó también varias obras de Roy Lichtenstein, Robert Mangold y Cindy Sherman.
A veces, los artistas recompensaban su pasión regalándoles alguna obra. Se dice que una vez recibieron un collage del artista ambiental Christo a cambio de cuidarle el gato. Preferían obras que pudieran llevarse a casa en el metro, o en último caso, en taxi.
A lo largo de 30 años consiguieron reunir una colección asombrosa: 4.500 obras de arte minimalista y conceptual. Almacenaron todo lo que pudieron en su apartamento de un solo dormitorio, en las paredes, en su único armario, y debajo de la cama. A medida que su colección fue creciendo, quitaron el sofá y otros muchos muebles para hacerle espacio. Dorothy Vogel siempre negó lo que se contaba en el mundillo del arte de que incluso guardaba obras en el horno.
Mike Wallace visitó su pequeño apartamento para informar de su colección para el programa de televisión 60 Minutes. James Stouraton, de Sotheby’s, les incluyó en su libro de 2007 Grandes coleccionistas de nuestra época, junto con los Rockefeller, Rothschild y Getty. En 2008 se hizo un documental para la televisión, Herb and Dorothy.
En 1992, después de que Dorothy se jubilase, regalaron su colección a la National Gallery of Art de Washington. Eligieron esa institución porque no cobra entrada. Se requirieron tres meses para transportar todas las obras de arte. En una entrevista con la Associated Press, Herbert dijo que él y su mujer se habían dado cuenta hacía tiempo de que podían convertirse en millonarios. «Pero no nos preocupaba ese aspecto; éramos cuidadores, más que propietarios.» Nunca vendieron una sola obra.
Sus nombres están grabados en el muro de los benefactores del vestíbulo de la National Gallery. Para darles las gracias por su legado, la galería les regaló una pequeña suma anual. Y la usaron para empezar a coleccionar de nuevo. Herbert Vogel, experto en arte, murió en mayo de 2012 a la edad de 89 años. Dorothy y un gato le han sobrevivido.
Estos cuatro ejemplos representan una gama de diversas motivaciones y recursos para coleccionar. De todos ellos, los Mugrabi y los Saatchi son los que se encuentran más arriba en las listas de coleccionistas más importantes de arte contemporáneo que se publican anualmente. Aquí abajo está la lista que yo he elaborado de los 22 coleccionistas más importantes.
El número uno de la mayoría de las listas es el jeque Saud bin Mohammed bin Ali al-Thani y su hija, la jequesa al-Mayassa al-Thani, de la familia real de Qatar. El jeque, que en 2013 abdicó en su hijo, colecciona arte islámico, arte árabe, joyería fina y fotografía. La jequesa está más interesada en el arte contemporáneo; hablaremos de ella más tarde.
LOS 22 COLECCIONISTAS PRINCIPALES
(EN ORDEN ALFABÉTICO)
Roman Abramovich y Dasha Zhukova, Moscú y Londres (acero, minería, fútbol profesional e inversiones). Abramovich ha pagado precios récord por sus adquisiciones de arte moderno y contemporáneo. En 2008, Zhukova abrió el Centro Garaje para la cultura contemporánea en una enorme cochera de autobús en desuso, en Moscú.
Bernard y Hélène Arnault, París (artículos de lujo, LVMH). La revista Forbes ha nombrado a Arnault el hombre más rico de Europa. Está construyendo un museo diseñado por Frank Gehry, la Fundación para la Creación Louis Vuitton, en el Bois de Boulogne de París.
Leon y Debra Black, Nueva York (banca de inversiones). Leon Black es inversor de capital privado, filántropo y comprador de El grito, la obra más cara vendida jamás en una subasta.
Peter Brant y Stephanie Seymour, Greenwich, Connecticut (prensa). Tienen una colección de arte contemporáneo sobre todo de Andy Warhol. En su jardín se encuentra la escultura de plantas de Jeff Koons Puppy, una versión del cual se encuentra en la plaza que está junto al Rockefeller Center de Manhattan. Ante el terreno se halla un antiguo granero, ahora el Centro de Estudios de la fundación Brant, que alberga exposiciones comisariadas con la colección de la familia.
Eli y Edythe Broad, Los Ángeles (servicios financieros y promociones inmobiliarias). Broad es presidente fundador y principal contribuyente del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles, y creador de la Broad Art Foundation, que ha prestado obras a 400 museos de todo el mundo.
Steven y Alexandra Cohen, Greenwich, Connecticut (fondos de cobertura). Cohen es el propietario del Tiburón de Damien Hirst y de Flag de Jasper John’s (este último se dice que se compró en 2010 por 110 millones). Otras adquisiciones incluyen el Superman de Andy Warhol por 25 millones, la Mujer de Kooning, comprada privadamente a David Geffen por 137,5 millones, según se dice, y Le Rêve de Picasso, comprado a Steve Wynn por 150 millones.
David Geffen, Los Ángeles, productor discográfico y fundador con Steven Spielberg y Jeffrey Katzenberg de DreamWorks SKG, tiene una colección de arte contemporáneo que vale 1.000 millones. En 2006 se cree que vendió cuatro obras, incluyendo Pollock, De Kooning y Johns por 421 millones.
Laurence Graff, Gstaad, Suiza (joyería). Graff es un joyero inglés más conocido como suministrador de gemas a los ricos. Posee un famoso Warhol, Red Liz.
Kenneth y Anne Griffin, Chicago (fondos de cobertura). La adquisición que más publicidad ha recibido de los Griffin ha sido el False Start de Jasper Johns, a David Geffen, por 80 millones (según se cree). La familia ha hecho sustanciales donaciones al Instituto de Arte de Chicago.
Bidzina Ivanishvilli, Tbilisi, Georgia (bancos, empresas industriales). Ivanishvilli es el primer ministro del antiguo estado soviético de Georgia, y propietario de una colección de arte que incluye muchas obras de Picasso y Freud. Compró Dora Maar au Chat (1941) de Picasso por 95,2 millones en Sotheby’s, en 2006.
Dakis Joannou, Atenas (hoteles y construcción). Es el fundador de la Fundación Deste, en Atenas, que promueve el arte y la cultura contemporáneos.
Jose Mugrabi y familia, Nueva York, marchantes de arte. Samuel y Victoria Newhouse Jr., Nueva York (edición). S.I. Newhouse es presidente y director ejecutivo de Advance Publications, que posee Condé Nast, editor de las revistas Vogue, Vanity Fair y The New Yorker. Durante muchos años, Newhouse ha estado en la lista de ARTnews como uno de los coleccionistas de arte más importantes del mundo; en un momento dado poseía el famoso Nº 5 de Jackson Pollock (1948).
Philip Niarchos, París, Londres y Saint Moritz (navieras y finanzas). Niarchos es heredero de una naviera griega y miembro del comité del MoMA de Nueva York. Posee obras contemporáneas de Basquiat y Warhol, así como el Autorretrato con una oreja vendada de Vincent van Gogh.
François Pinault, París (artículos de lujo, PPR y subastas). Pinault posee Chateau Latour, Yves Saint Laurent y la sala de subastas Christie’s. Su colección de arte está valorada en 1.000 millones de dólares, e incluye exhaustivas cantidades de obras de Murakami, Cy Twombly y Sigmar Polke.
Victor Pinchuk, Kiev, Ucrania (acero, consultoría de inversiones). Es el fundador del Centro de Arte Pinchuk, uno de los centros de arte contemporáneo más grandes de Europa del este.
Mitchell y Emily Rales, Potomac, Maryland y Nueva York (fábricas). Rales es el fundador del Museo de Arte Glenstone (solo con cita previa) de Potomac, a 26 kilómetros de Washington. En 2015 se abrirá un nuevo edificio cinco veces más grande que el anterior, y Glenstone se convirtió en un importante destino para ver arte contemporáneo.
Don y Mera Rubell, Miami y Nueva York (medicina). La Rubell Family Collection en Miami, Florida, es una de las colecciones de arte contemporáneo privadas más grandes del mundo.
Charles Saatchi, Londres (publicidad y marchante de arte).
Lily Safra, Londres y Mónaco (herencia). Ella fue la compradora del Homme qui marche 1 de Alberto Giacometti, en la subasta de Sotheby’s Londres en febrero de 2010 por 103,7 millones de dólares.
Jeque Saud bin Mohammed bin Ali al-Thani e hija, Doha, Qatar y Londres (gobierno).
Steve Wynn, Incline Village, Nevada, y Nueva York (casinos). Steve Wynn es un coleccionista importante y mecenas de arte, cuya colección se ha exhibido en varios de sus casinos de Las Vegas.
La lista de coleccionistas cambia constantemente; muchos individuos pasan por un ciclo de coleccionismo. Establecen una conexión emocional con una escuela de arte determinada, forman una colección, donan obras a museos, y al cabo de unos años, se dedican a otras pasiones. La revista ARTnews, que cada año publica una lista de los 200 coleccionistas más importantes, dice que un tercio de los nombres de cada año son reemplazados por otros al cabo de cinco años.