ABBY se irguió en su silla.
–Dígame qué puedo hacer por usted, señor Crawford.
–Mi esposa y yo acabamos de enterarnos que nuestra hija ha invadido su casa. Le agradeceríamos que le permitiese quedarse allí hasta que podamos ir a buscarla.
Ella suspiró aliviada.
–La hemos invitado a pasar la noche, señor Crawford. Por supuesto, es bienvenida. Pero ella tiene su propio coche.
–Lo sé –gruñó el hombre.
Abby no pudo evitar sonreír ante la frustración en la voz del señor Crawford. Tenía la misma voz que su hijo.
–Mi esposa y yo queríamos ver qué tal se ha instalado mi hijo, pero nos parecería incorrecto presentarnos sin antes avisar. Iremos en cuanto las carreteras estén transitables.
–Desde luego, puede quedarse hasta que vengan. Y usted y su esposa también están invitados a quedarse –ofreció Abby. Si es que Logan aún seguía allí para entonces.
Claro que estaría allí. No podía echarlo del rancho con el tiempo que estaba haciendo. Tendría que esperar a que mejorase.
Y a que se marchase su hermana. Y quizá también sus padres.
Abby gruñó para sí misma. Probablemente la madre de Logan le intentaría dar lecciones sobre femineidad.
Enseguida le dijo al señor Crawford cómo llegar hasta el rancho y colgó el teléfono.
Alguien llamó con suavidad a la puerta.
–¿Sí? –preguntó mientras rezaba porque no fuese Logan.
La alegre cara de Ellen apareció por la puerta.
–¿Interrumpo?
–No, claro que no. ¿Ocurre algo, Ellen?
–Resulta que a Lindsay le gustaría que su hermano pasase la noche aquí, en una habitación distinta por supuesto, pero en el piso de arriba…
Abby la miró sorprendida. Justo lo que quería era alejarse de él y Lindsay lo acercaba más.
–Supongo que podemos hacerlo. El dormitorio de Beth es el que mejor está. Si no te importa hacer la cama y limpiarla un poco…
–No te preocupes, siempre y cuando a ti no te importe.
–No. Por cierto, ¿has escuchado la predicción meteorológica?
–Sí. Dicen que la nieve dejará de caer sobre la medianoche y mañana empezará a derretirse.
–Bien. Así que Lindsay podrá marcharse mañana. ¿Aún sigues queriendo preparar la cena del domingo? –le preguntó Abby. Se había convertido en una tradición que la familia al completo cenase junta los domingos por la noche. Era una oportunidad para estar todos juntos un rato.
–Por supuesto. Ya he pensado en el menú.
–Gracias, Ellen.
Abby necesitaba aquella reunión familiar después de lo ocurrido los últimos días. El amor que compartía con sus hermanas era como un bálsamo contra la soledad que a veces sentía.
Pero no estaba segura que aquel amor fuese el remedio para el dolor que la invadía.
De repente, la cabeza de Logan apareció detrás de Ellen.
–Abby, ¿puedo hablar contigo un momento?
Ella se quedó paralizada y Ellen debió de ver el pánico reflejado en sus ojos.
–Abby tiene mucho trabajo –dijo esta.
–Quizá pueda ayudarte. Algunas veces he ayudado a mi padre. Incluso creamos un programa de ordenador para llevar el control del ganado.
Abby quería darse de cabezazos. Después de lo que había ocurrido en el piso de arriba, aquel hombre pretendía hablar de programas de ordenador. Afortunadamente, no había esperado ternura ni cariño por su parte.
–No, gracias. No necesito ayuda –murmuró ella–. Ellen va a preparar una habitación para ti en el piso de arriba: así Lindsay y tú podéis pasar más tiempo juntos. ¿Alguna otra cosa?
Él miró a Ellen y después otra vez a Abby. Por suerte, el ama de llaves no se marchó y Abby se dijo que tendría que agradecérselo.
–Sí. He hablado con mis padres. Les he tenido que decir que Lindsay está aquí.
Ella apretó los labios, sin querer mirar al hombre que la estaba volviendo loca.
–Quizá tenga que salir mañana para acompañarla a casa. Mi padre no quiere que salga a la carretera. Así que llamará de nuevo, cuando la nieve comience a derretirse…
–De hecho –dijo ella suspirando–, ya ha llamado. Dice que tu madre y él vendrán en cuanto no haya nieve, al parecer quieren comprobar que tú también estás bien.
–¿Ellen? –llamó Floyd desde la cocina.
Ellen miró por encima de su hombro y después otra vez a Abby con la indecisión reflejada en el rostro.
–Creo que iré a por un poco de café –dijo Abby poniéndose de pie y tomando la taza vacía. Si tenía que enfrentarse a él, al menos quería tener testigos.
Con el ceño fruncido, Logan se apartó para dejarlas pasar, pero cuando ella pasó a su lado, alargó la mano y la sujetó del brazo.
–¡Abby, espera! –susurró él mientras la arrastraba hacia sí.
–¡No! –susurró ella zafándose de él y siguiendo a Ellen a la cocina.
Logan las siguió.
Abby se fue hacia la cafetera, dándole la espalda a Logan. Así que, cuando se giró y lo encontró detrás suya dio un grito de sorpresa. Su mano se movió y el café caliente, que en realidad no le apetecía, se cayó derramándose sobre las botas de Logan. De repente, todos los que estaban en la cocina se apiñaron a su alrededor.
–¿Te has quemado? –le preguntó Ellen, tomando la taza de la mano de ella.
–Lo siento –murmuró él y alargó la mano hacia Abby, pero esta se inclinó hacia atrás.
–Menos mal que llevabas las botas puestas –dijo Floyd acercándose con una toalla–. Toma.
–¿Qué ocurre? –preguntó Lindsay desde la puerta.
–Nada, solo he sido un poco torpe –dijo Abby, ansiosa porque la atención no se centrase en ella. Se deslizó a lo largo de la encimera y pasó por detrás de Floyd para dirigirse a la puerta cuando la voz de Logan la detuvo.
–Te dejas el café.
–Yo… en realidad no lo quiero. Me pone muy nerviosa.
–¿Tenéis que seguir trabajando? –preguntó Lindsay–. Había pensado que quizá pudiésemos jugar al Monopoly. Floyd, a Ellen y a ti os gustaría jugar, ¿verdad?
Abby casi estalla en carcajadas al ver la cara de Floyd. Jamás se le hubiese ocurrido a él jugar al Monopoly.
Ellen le dirigió una mirada inquisitiva. Abby miró a Logan y vio la determinación en su cara. Si ella se marchaba a su despacho, él la seguiría.
–Creo que es una idea estupenda. Además, aún faltan un par de horas para la cena, ¿verdad, Ellen? –dijo Abby.
–¡Bien! –exclamó Lindsay aplaudiendo.
–Voy a por el juego –dijo ella y casi salió corriendo de la cocina.
–Yo… –dijo Logan y comenzó a moverse hacia Abby.
–Logan –llamó el ama de llaves–, ¿podrías ayudarme un momento? Necesito que alguien sujete la sartén mientras coloco las galletas. Así podremos comérnoslas mientras jugamos.
Aquello también se lo tendría que agradecer a Ellen.
Cuando terminaron de jugar, Abby se puso en pie para recogerlo todo y preparar la mesa para la cena; y, en aquel momento, estornudó.
Logan se puso en pie apresuradamente.
–¡Te has resfriado! –exclamó. Ellen se acercó a ella para tocarle la frente.
–Por favor –protestó Abby–. Solo he estornudado, no es el fin del mundo.
–Creo que tienes un poco de fiebre –dijo Ellen tocándole también la mejilla.
Él la miró fijamente y deseó poder tocarla también.
–Estoy bien pero, por si acaso, me tomaré una aspirina. Aunque ya sabes que nunca me pongo enferma, Ellen.
–Eso es lo que pensabas de Melissa y sufrió de mononucleosis.
–¿La enfermedad del beso? –preguntó Lindsay, sorprendida–. ¿A quién has estado besando, Abby? –le preguntó la chica.
Logan ahogó un gruñido y se dio cuenta de que Abby se había sonrojado.
–No seas tonta, Lindsay. Quizá se llame así, pero se transmite de la misma manera que los resfriados, creo. Así que será mejor que te mantengas apartada de Abby hasta que sepamos lo que tiene.
Abby se apartó de la mesa y se dirigió hacia la puerta.
–Es cierto, será mejor que me quede en mi habitación el resto de la tarde. No quiero que nadie más se ponga enfermo.
–Te llevaré una bandeja con comida después de que hayamos cenado nosotros –le informó Ellen.
–Gracias. Será mejor que… –dijo y volvió a estornudar–. Me iré a la cama.
Abby estaba aburrida.
Se sentía aliviada por haber evitado a Logan.
Intentó leer un libro, una novela de misterio que Beth le había regalado, pero no podía concentrarse en las palabras; así que lo volvió a guardar y se recostó en las almohadas, mirando las cuatro paredes.
Creía que podría escapar de Logan escondiéndose, pero se dio cuenta de que los pensamientos sobre él la asaltaban de manera persistente.
¿Acaso la tía Beulah se había sentido así por su marido? Ella le había preguntado en una ocasión por qué no se había vuelto a casar y la mujer, con una sonrisa, le dijo que nadie había vuelto a tocar su corazón.
Ellen siempre dijo que Beulah era mujer de un solo hombre y Abby se preguntó si ella también sería así.
Estaba segura de que Logan Crawford le había tocado el corazón. Y otras partes también.
Y quería más.
Suspiró. Se moriría virgen si así era. Aunque siempre podría ofrecerse a Logan y esperar que él estuviese lo suficientemente interesado como para acostarse con ella. Y a juzgar por el beso, creía que sí.
Alguien llamó a la puerta.
–¿Quién es? –preguntó ella pensando que sería Ellen.
Después de un momento de duda, Logan contestó.
–Soy yo. Necesito hablar contigo, Abby.
–Son casi las diez –dijo ella consultando su reloj.
–No tardaré mucho.
–No… no me encuentro bien –suplicó ella.
–Solo quería pedirte disculpas.
Ella sabía por qué. En una ocasión le había dicho que lo sentía.
–No importa.
–Sí, sí importa –dijo él y entró en la habitación.
Abby se tapó hasta la barbilla, como si aquello la protegiese de los hombres.
–Quiero que sepas que te agradezco… –empezó a decir Logan–. ¿De qué pensabas que estaba hablando? –le preguntó y vio cómo ella se sonrojaba–. No voy a disculparme por haberte besado, Abby –continuó él.
–Ya lo hiciste –le recordó.
–Sí, pero no lo decía en serio –dijo él acercándose a la cama sonriendo.
–Entonces, ¿por qué lo hiciste?
–Parecías disgustada, sorprendida.
–Soy tu jefa –le recordó ella mientras levantaba la barbilla–. Ese fue un comportamiento inapropiado.
–¿Así que no puedo volver a besarte hasta que dejes de ser mi jefa? –preguntó él. Aquellos ojos estaban fijos en sus labios.
Ella intentó tranquilizarse; la respiración se le cortaba, sobre todo cuando se dio cuenta de que, en cuanto su familia se marchase, él también se iría.
–Sí.
Él la miró y se acercó, poniéndola más nerviosa. Logan se inclinó hacia ella y Abby se dio cuenta de que la iba a besar de nuevo. Aquella vez quería que él la tocase y la hiciese experimentar la magia, la…
Alguien llamó a la puerta.
–En otro momento –le prometió Logan.