Capítulo 9

Mai y Quang-ha

Un líder logra que todos disparen
en la misma dirección

Nguyen Thi Mai tenía catorce años y estaba en primer grado en la Preparatoria Condon, al otro lado de Bakersfield de donde vivía Willow.

Tenía un hermano llamado Quang-ha, que era un año mayor.

Quang-ha era un chico problemático.

Ella no.

Era determinada en todo lo que hacía, y esa cualidad atraía a las personas hacia ella.

Mai tenía mucha confianza en sí misma. O, como pensaba ella, había nacido con una voluntad fuerte, mientras que el resto del mundo era muy blando.

Ni los adultos ni los extraños, de cualquier edad, la intimidaban.

Porque Mai, como siempre decía su madre, había nacido en el año del dragón, y eso significaba nobleza, poder y fuerza.

Desde la segunda semana de clases, los jueves por la tarde, esos chicos tomaban un autobús hasta las oficinas principales del distrito escolar para la cita de Quang-ha en la unidad móvil sin ventanas de Dell Duke.

Mai llevaba el dinero para el autobús, una botella de agua y dos snacks. Aunque era un año menor que su hermano, siempre había sido su niñera.

Mai esperaba a que terminara la sesión de Quangha, y después iban juntos al Barniz Feliz, el salón de uñas de su madre.

Mai sabía, por supuesto, que ella y su hermano destacaban en Bakersfield.

El papá de su madre había sido un soldado estadunidense negro. Por esto, la mamá de Mai, cuyo nombre era Dung, había sido marginada.

Cuando el gobierno de Estados Unidos le dio una oportunidad a Dung, ella viajó a través del mundo hasta California. Durante los siguientes diez años tuvo dos hijos con un hombre de México (que poco después del nacimiento de Mai se fue para no regresar jamás).

Dung se cambió el nombre a Pattie cuando se enteró de lo que significaba en inglés.* Pero, aunque llevaba veintiún años en Estados Unidos, su correspondencia aún llegaba a nombre de Dung. A sus hijos no les gustaba nada.

Dell había ignorado (más de lo normal) sus casos.

Le dio a la peste conocida como Quang-ha un libro de figuras geométricas para colorear y le pidió completar tres páginas.

A Dell le sorprendió que, en lugar de quejarse, el adolescente hostil parecía entusiasmado en emplear lápices de colores para llenar espacios en blanco.

Cuidadosamente, sin que nadie lo viera, Dell se subió a su auto y se marchó. Tenía cincuenta minutos para terminar con un pendiente.

Dell Duke regresó sin una lata de refresco, pero con una jaula para transportar mascotas. Su voz sonó demasiado aguda y rasposa cuando dijo:

—Quang-ha, ¿por qué no has terminado? Te pedí que te fueras al diez para las cuatro.

Quang-ha siguió coloreando y no se molestó en mirar hacia arriba.

Mai y Willow Chance se fijaron en el panel frontal —parecido a una celda— de la caja de plástico beige, detrás de la cual había un enorme gato anaranjado.

Dell Duke era insistente:

—¡Tienen que irse! ¡Mi próxima cita está aquí!

Quang-ha siguió trabajando con el lápiz color mostaza como si le fueran a pagar por cada trazo.

Esto no debió haber sorprendido a Dell, porque el chico estaba en asesoría por no seguir instrucciones en el salón y por problemas de autocontrol.

Pero era Dell quien parecía tener problemas de autocontrol. Su cara se puso roja y dejó la jaula en su escritorio mientras alzaba la voz:

—¡Listo! ¡Terminado! ¡No más colores!

Willow estaba hundida en su silla.

Y cuando eso sucedió, Mai se levantó. Era como un tigre salvaje liberado en el cuarto sin aire.

—¡No nos levante la voz! Él no hizo nada malo. Si mi hermano quiere terminar su dibujo, ¡va a terminar su dibujo!

Inhaló profundamente y continuó:

—Se suponía que venía a una asesoría, pero usted se fue todo el tiempo. ¡Eso no está bien! Está demorado para su cita con esta chica, ¡y eso tampoco está bien! Y algo más: no creo que esté permitido tener animales aquí. ¡Podríamos acusarlo!


* Dung: caca. [N. del T.]