Sí, trabajaba para el Sistema Unificado de Educación de Bakersfield.
Y, bueno, ah, sí, había escuchado o, más bien, sabía, que había ocurrido un accidente en el que estaban involucrados los padres de una de las chicas a las que ayudaba.
Debía concentrarse. El miedo le revolvía el cerebro.
¿Qué decía la mujer?
—El reporte policiaco dice que usted la llevó a casa…
Dell estaba rechinando los dientes mientras su mandíbula se deslizaba de atrás hacia delante y su lengua chocaba con su paladar, formando una especie de vacío espumoso.
—Sí, he estado trabajando con ella. Soy un asesor. Es una tragedia.
Y luego escuchó:
—Queremos que venga a Jamison. Podría formar parte de la búsqueda.
Era como si de repente el sol atravesara el cielo nublado. Todo cambió de color y de tono y de intensidad.
—¿La búsqueda…?
La voz contestó:
—Está extraviada. Podría ser de alguna ayuda.
Ahora incluso escuchaba campanas en la distancia.
La voz de Dell se elevó dos octavas.
—¿Podría?
Dell salió del trabajo y manejó diez cuadras para pasar por la casa de los Chance, en donde varias docenas de ramos de flores de vecinos y colegas yacían en los escalones de la entrada, marchitos por el calor.
Alguien había hecho un letrero que decía:
JIMMY Y ROBERTA D.E.P
Pero el viento de la noche anterior debió volar el letrero, porque ahora estaba en el jardín del vecino.
Un grupo de velas consumidas estaban en el sendero del jardín, y a su lado había media docena de botellas de cerveza vacías.
Parecían, pensó Dell, los restos de una mala fiesta.
Willow Chance, según las autoridades —¿él era parte de ellas? ¡Eso parecía!—, no tenía parientes cercanos.
Pero ahora la chica estaba perdida.
Habían enviado una patrulla a Barniz Feliz, pero no estaba ahí.
La mujer a cargo estaba jugando una versión del juego de la culpa, acusando a todo el mundo.
Él conocía bien el juego, pues siempre había sido un soplón.
Cuando tengas duda, haz berrinche. O acusa a alguien falsamente.
Pero en medio de la confusión una cosa estaba clara: le estaban pidiendo su ayuda.
Podía sentir su poder en la habitación. Era una nueva sensación que, literalmente, lo estaba mareando.
¿Y si fuera capaz de encontrar a la chica perdida?
Estaban concentrados en “juego sucio”. Secuestradores que pudieran haber sido vistos por cámaras de seguridad u otro tipo de sistema de vigilancia.
Pero Dell sabía en su corazón que la niña de doce años no se había encontrado con ningún juego sucio.
Era más probable que estuviera asistiendo a algún doctor durante una cirugía a corazón abierto, a que algún cretino la hubiera secuestrado.
Pero no levantó la mano.
Así que cuando Lenore se sentó con otros empleados para hacer reportes policiales y pedir entrevistas con trabajadores del hospital, Dell se excusó y entró a la página de internet del distrito escolar.
Y luego se dirigió a la preparatoria de Mai.