Viviría aquí, en la Biblioteca Beale Memorial, si fuera una opción viable.
Pero no es como en ese libro clásico, en donde dos chicos huyen de su casa y se van a vivir a un museo en Nueva York.
Sé que necesito una cama, y me gusta tomar baños frecuentes. Lavar mis dientes es muy importante, y no sólo por la conexión comprobada entre la pobre higiene dental y los ataques al corazón.
Pero mientras atravieso la puerta doble del lugar deseo que fuera posible. Porque:
libros = confort
Al menos para mí.
Y el confort es algo del pasado.
Tengo problemas para concentrarme, pero aun así busco material de lectura sobre la pérdida de los padres.
No encuentro literatura o datos empíricos dirigidos a chicos de secundaria.
Si fuera editora, de inmediato iniciaría una serie de libros sobre chicos que tienen que lidiar con la pérdida de su padre o de su madre.
Y haría uno dedicado sólo a aquellos que han perdido a los dos al mismo tiempo.
Pero, a pesar de mi situación, no creo que haya una demanda tan alta de información útil sobre perder a los padres dos veces.
Encuentro un pedazo de papel abandonado en un escritorio, y después de tomar prestada una pluma del mostrador, escribo:
Debe haber cosas en común en la experiencia de perder a los padres que haga que valga la pena compartir las particularidades del suceso.
Especialmente para los más jóvenes.
Se necesita más producción literaria de los profesionales en esta área.
Favor de pasar este mensaje a las personas pertinentes en el mundo de la edición.
Después doblo el papel por la mitad y lo pongo en el buzón de sugerencias, que está junto a la fuente en el primer piso.
Y luego voy al segundo nivel.
No está permitido dormir en la biblioteca.
Lo sé porque he visto que el guardia despierta a quienes lo hacen.
Es una regla mantener a los vagabundos fuera del lugar.
Ahora siento una enorme empatía por ese grupo de personas.
Somos uno.
Pero conozco este edificio.
Y arriba, en la esquina más apartada, hay unas sillas de plástico grandes que parecen donas.
Me acomodo detrás de una roja.
Aprieto mis rodillas contra mi pecho y sólo sobresalen mis zapatos.
El camuflaje es una forma de cripsis, que significa pasar inadvertido.
La piel de mis tobillos es oscura, llevo puestas unas botas marrones de trabajo.
La alfombra también tiene tonos café y chocolate. Tiene un patrón de espirales y puntos, sin duda diseñados para camuflar el polvo.
Me estoy ocultando abiertamente, que con frecuencia es la mejor manera de esconderse.
Y, en segundos, estoy dormida.