Capítulo 28

Mis ojos se abren y me doy cuenta de que estoy viendo a un par de zapatos verdes sin agujetas.

Conozco esos pies.

Uno de los zapatos me golpea levemente en la bota izquierda, por lo que me imagino debe ser la segunda ocasión.

Pero estoy atrapada entre la silla-dona y la pared, y tengo que deslizarme hacia fuera.

Cuando lo logro, veo a mi amiga adolescente, que me dice:

—Te están buscando.

La Antigua Yo habría estado inundada de pena o preocupación o culpa.

Pero no ahora.

Mai me mira de cerca.

—Tienes puntadas. ¿Cuánto tiempo permanecerán?

Toco mi glabela con la mano. Me había olvidado del ataque de la mesita elefante.

Murmuro:

—Están hechas de Vicryl, que es ácido poliglicólico. Se absorberán por hidrólisis. Así que no tengo que quitármelas.

Mai parece comprender el principio de absorción.

—¿Duelen?

No puedo sentir nada entre los ojos, pero mi cadera está adolorida por la posición en el suelo.

Y el resto de mí está tan emocionalmente aturdida que no tengo idea de dónde comienza y dónde termina el dolor. Me siento y mi mano derecha sube a mi mejilla.

Tengo el patrón de la alfombra en todo ese lado de mi cara. Debí quedarme dormida durante un buen rato.

Mai continúa:

—Dell Duke está intentando hallarte. Quizás hay una recompensa, porque está muy prendido.

La sonrisa en la cara de Mai es amable y retorcida al mismo tiempo.

Admiro eso en ella.

Dell llama a Servicios Sociales de inmediato y lo escucho reportar la noticia.

Está extremadamente emocionado.

Me meto a su auto y me acomodo en el asiento trasero con Mai, como si estuviéramos en un taxi.

Dell piensa que me va a llevar de vuelta a Jamison, pero Mai baja su pie, metafóricamente hablando.

Dice que debemos ir a un lugar llamado Hamburguesas y Pays Happy Jack.

Él no tiene ninguna oportunidad contra ella.

Y no sólo porque le dice que va a abrir la puerta y saltar del auto en movimiento si no lo hacemos.

Mai me dice en voz baja que nunca ha ido a ese lugar, pero ha pasado por ahí muchas veces y supongo que su intuición le dice que un lugar llamado “Feliz” debe ser la dirección adecuada.

Dice que quiere probar sus papas a la francesa.

Mai es delgada, pero comienzo a darme cuenta de que tiene un apetito monstruoso, en especial por las cosas que le han sido negadas anteriormente.

No digo nada sobre los riesgos de salud a largo plazo asociado con el consumo de papas, que está ligado a la obesidad juvenil.

Mi trabajo como consejero de la salud/abogado del consumo ha terminado.

Dentro de Happy Jack me siento, con los ojos hinchados, junto a Mai, que me pide un trozo de pastel de chocolate y crema de cacahuate.

Estamos en un gabinete con respaldos muy altos y de inmediato puedo ver que a Mai le gusta estar aquí.

Dice que es cómodo.

Me cuesta un poco de trabajo, pero por fin logro comunicar que quiero un vaso de agua caliente con miel y tres cucharadas de vinagre blanco. Es más difícil de lo que debería ser.

Dell pide una taza de café.

El consejero escolar pasa de estar muy feliz a muy ansioso.

Yo ignoro sus cambios de humor.

Estoy ignorando todo, así que no es tan difícil.

Cuando llega nuestra comida, Dell se levanta para ir al baño. Pero lo veo asomándose sobre su hombro antes de desaparecer detrás de la puerta chillona del baño de hombres.

Su rostro dice que somos potenciales fugitivas.

No debe preocuparse, porque me consta que Mai no se irá hasta terminar sus papas a la francesa.

Y a mí ya se me terminaron las opciones para escapar.

La veo hablando con nuestra mesera, quien definitivamente es la bisabuela de alguien. Al menos es lo suficientemente vieja como para serlo. Es muy amable. Me pregunto cómo se sentiría cuidando de una chica de doce años.

Logro tragar un par de pequeños bocados de pastel.

El chocolate y la crema de cacahuate —a pesar de que trato de evitar la ingesta de azúcares refinados— son una combinación que lo vale.

Pero ahora la comida me sabe a madera.

Mai regresa y hablamos en vietnamita.

O, para ser más precisa, Mai habla en ese idioma. Yo sólo escucho.

Aún está trabajando su comida cuando Dell regresa y llama a la mesera.

Pide la cuenta y ella dice:

—Tendrás que esperar el resto de tu orden, grandulón, aún no está lista.

Dell mira a Mai, que permanece impasible.

Pienso en la idea de alguien llamando a Dell Duke “grandulón”.

Es algo muy agresivo.

En especial si esta mujer espera una buena propina.

Y luego me percato de que la mesera lo tiene justo donde lo necesita. Ahora está más ansioso.

Pero yo sólo miro mi pastel de chocolate y crema de cacahuate y me pregunto cómo terminé aquí.

El siguiente paso en mi travesía también resulta ser idea de Mai.

Averiguó que el departamento de Dell tiene dos recámaras.

Ella habla y me doy cuenta de que le está explicando por qué su familia no tiene las condiciones habitacionales adecuadas para mí.

Dell no tiene idea de que vive en una cochera. Y ella no le dice.

Pero antes de que Dell se entere de qué está pasando, la adolescente está hablando por teléfono con su madre en un idioma que él no entiende.

Minutos después, la mesera regresa con una bolsa grande llena de contenedores.

Mai le sonríe dulcemente a la mesera y acepta la bolsa grasienta.

Dell mira la cuenta, que la mujer acaba de poner frente a él.

Además de la comida en la mesa, hay una cena de pollo frito para llevar, un plato de pescado con papas, un plato de fruta fresca y seis pepinillos grandes.

Dell se termina mi pastel mientras la mesera pasa su tarjeta de crédito.

Y no está muy feliz al respecto.

Padres adoptivos.

Eso es lo que necesito.

He estudiado astrofísica e incluso sistemas de manejo de desperdicios en aeronaves espaciales, pero nunca había pensado en el procedimiento para la custodia o tutela de un menor en el estado de California.

La vida, ahora lo sé, es un gran viaje a través de un campo minado y nunca sabes en qué paso vas a explotar.

Ahora estoy de regreso en Jamison.

Están hablando de mí en otros cuartos.

Y aunque es físicamente imposible, puedo escucharlos.

Estoy en la oficina de la enfermera.

Nadie quiere que me vuelva a desmayar.

El elefante atacante aún estaba en el área de espera. Yo misma me mantuve lejos de él.

Ahora estoy en una mesa de examinación en una habitación oscura. Ese papel blanco y crujiente debajo de mi cuerpo significa que, literalmente, no puedo mover un músculo sin hacer el mismo ruido que al comer una papa frita.

Afortunadamente, soy una experta en no moverme.

Mis amigos están parados afuera, en el estacionamiento.

Puedo verlos entre las persianas de la ventana.

A la distancia, parecen sospechosos.

Sus cuerpos están muy cerca y sus posturas son muy rígidas.

El sol de la tarde cae con fuerza en Bakersfield, rebotando en los autos y el asfalto. Cualquiera en su sano juicio habría entrado al edificio con aire acondicionado.

Puedo ver a Mai cerrando el trato.

Está hablando con su madre. Más tarde me enteraré de qué dice:

—Pondremos su dirección. Y después, cuando hagan las visitas, iremos y haremos parecer que vivimos ahí.

Veo que Pattie está callada y su cara refleja amargura.

—Si no lo hacemos la van a dejar ahí. Y luego la meterán a un hogar de adopción. Terminará con gente que no conoce. ¡Se escapará de nuevo!

Mai mira a su madre a los ojos.

—Nos necesita.

Veo cómo Pattie desvía la mirada y la dirige hacia las manos pequeñas de Dell. Se come las uñas.

Supongo que ella detesta eso. Mantiene sus ojos sobre sus cutículas y puedo verla hablando. Probablemente dice:

—No quiero involucrarme.

Es extraño que lo diga, porque tomó un autobús a Jamison en cuanto escuchó que yo había desaparecido del hospital.

Si en verdad no quería involucrarse, ¿qué está haciendo aquí?

Y luego veo que Pattie inhala y cruza sus brazos de una manera que quiere mostrar una firme resolución.

Conozco bien esa postura.

Era la postura terminante de mi madre.

Las decisiones se toman.

Oficialmente seré entregada a los viejos amigos de mi familia: los Nguyen.

Temporalmente. Sólo por ahora.

¿Sigue habiendo algo además de Ahora? Antes había Entonces. Pero ese mundo quedó deshecho en un crucero.

Escucho que se discute la logística.

En Jamison creen que los Nguyen viven en los Jardines de Glenwood, que es donde vive Dell.

Todo lo que se decida hoy es TEMPORAL.

De nuevo. Para que todos entendamos.

Temporalmente. Breve. No permanente. Provisional. De pasada. A corto plazo. Mientras.

Todos comprendemos.

Este arreglo temporal significa que debo ir a Jamison una vez a la semana. Y que seguiré viendo a Dell Duke como mi consejero.

Me han dado de baja temporal en la escuela porque dije que no quería ir. Nadie quiere obligarme a hacer nada. Tienen miedo de que me escape de nuevo.

Dell Duke ha aceptado supervisar mi educación en casa. Se ve culpable cuando le preguntan cómo voy con mi trabajo.

Pensé que diría algo sobre los exámenes y por qué comencé a verlo, pero no es así.

No me importa si miente o dice la verdad.

Todo me lleva al mismo lugar.

Dell nos lleva de regreso a Barniz Feliz.

Todos están exhaustos y silenciosos.

Pattie Nguyen firmó todo tipo de cosas allá. ¿Quién sabe a qué se comprometió?

La Antigua Yo habría leído cada letra de aquel papeleo. A la Nueva Yo no podría importarle menos.

Estoy fuera de ahí, eso es lo único que importa.

La luz del sol tiene una manera de entumecer el mundo en Bakersfield, y miro por la ventana y todo es como una copia del original.

El lugar entero está difuminado.

Todo parece muy fácil de deshacer.

Me sorprendo cuando regresamos al salón de uñas y me parece tan familiar.

El fuerte olor de las lacas coloreadas se puede percibir desde la acera, aun con la puerta cerrada.

Estoy segura de que es cancerígeno.

Antes de que el mundo se cayera a pedazos, esto habría sido una preocupación.

Ahora inhalo profundamente y mantengo los vapores tóxicos en mis pulmones.

Venga. Todo. Venga.

Dell se queda un rato, pero sólo estorba.

Puedo ver que está complacido consigo mismo cuando por fin se despide y camina hacia su auto.

En Jamison mucha gente le dio las gracias.

Y no parece ser alguien a quien le agradezcan muy seguido.

Una de sus agujetas está desamarrada pero, con su barriga guiando su camino, tiene un nuevo andar.

Ya no veo nada, pero no puedo evitar notarlo.

Según Pattie Nguyen, quien parece haber visto mucho sufrimiento, la actividad y un vaso de agua curan cualquier cosa si les das el tiempo suficiente.

Así que me hace beber dos vasos de agua.

Después se sienta junto a mí y dice:

—Te voy a ayudar a encontrar un buen lugar. No dejaré que te lleven hasta que lo hagamos. Tienes mi palabra. Te quedarás aquí hasta que encontremos la respuesta.

Me gustaría expresar mi gratitud, pero no puedo.

Porque no puedo expresar nada.

Sólo asiento con la cabeza.

Pattie se levanta de la mesa y comienza a poner pequeñas botellas cuadradas de barniz de uñas en la alacena.

La gente suele encontrar un buen lugar para los perros callejeros, o para los ancianos cuando ya no pueden subir las escaleras, o usar un abrelatas.

Encontrar un buen lugar para un niño parece un reto mucho más grande.