¿Existe alguna prenda más íntima que la ropa interior?
No lo creo.
Dell utiliza de todos los estilos.
Tiene una gran variedad de colores y un número asombroso de estampados. Le gustan mucho los personajes de caricaturas. Y los vegetales.
En verdad me perturba saber esto.
Este hombre no es sólo mi consejero. También se supone que monitorea mis tareas. Aunque, en cinco semanas, eso no ha salido a colación ni una sola vez.
Me resisto a creer que no podamos sólo dejar sus calzones en el armario, pero a Pattie le gusta hacer las cosas de la Manera Correcta.
Incluso si eso involucra meterse con el desorden obsesivo-compulsivo de los calzones de alguien.
Nos toma tres viajes llevar toda la ropa sucia hasta el cuarto de lavado.
Cuando comenzamos la primera carga, Pattie se convierte en una especie de tornado humano.
Antes, ahora me doy cuenta, sólo era como una pequeña tormenta tropical.
Para cuando Dell y Quang-ha suben cargando la caja de utensilios de cocina, ya trapeamos el suelo (que resulta ser anaranjado, no café), limpiamos el microondas y todas las mesas, y llenamos ocho bolsas de basura con más desperdicios.
Yo sé mucho sobre gérmenes y bacterias, así que esto es un verdadero reto para mí.
Dell apenas termina de subir las cosas de la cochera cuando Pattie le da otra lista y lo empuja por la puerta.
Quang-ha se queda con nosotros.
Todo en el departamento de Dell se ve gris.
Esto es porque alguien puso una lona sobre el tragaluz de la sala. Probablemente para disminuir los costos del aire acondicionado o algo así.
Ahora esa lona está cubierta de polvo atmosférico. Manchas de moho cubren los bordes en donde se acumula el agua.
Así que cuando estás en la sala de Dell, no importa el clima afuera, siempre parece que un huracán categoría 5 acaba de llegar.
Pattie tiene las manos en la cadera y está mirando hacia arriba, al tragaluz tapado.
Dice:
—Eso no está bien.
La expresión en el rostro de Pattie no está bien.
Miro hacia arriba, igual que ella.
Es como si un pañal sucio gigante estuviera en el techo.
Llama a Quang-ha, quien acaba de recibir una bolsa de plástico grande llena de botellas de vino y cerveza (que estaban debajo del lavabo del baño) para llevar al basurero.
Pattie apunta hacia el cielo.
—Quiero que subas al techo y quites esa lona.
En un mes no he visto a Quang-ha feliz ni una sola vez, así que su mueca sólo es más de lo mismo. Dice:
—Me pediste que tirara las botellas.
Pattie dice:
—Haz las dos cosas.
Me siento mal por él y ofrezco:
—Te ayudo.
Quang-ha no quiere mi ayuda. Pero su conducta estándar es ignorarme. Completamente.
Y estoy bien con eso.
Ahora toma la pesada bolsa y se dirige a la puerta.
Yo lo sigo.
Estamos en el pasillo y él arrastra la bolsa de botellas. Debería dejarla si va a subir al techo, pero no lo hace.
No digo nada porque es más grande y no me soporta. Y también porque ahora apenas hablo.
Sólo está aquí limpiando gracias a mí y a mis problemas.
Hay unas escaleras al final del pasillo y un letrero indica que llevan a la azotea.
Me gustaría que Quang-ha dejara la bolsa de botellas. Creo que intenta probarme algo, como que la bolsa no es muy pesada. Pero sé que lo es.
Hoy he levantado más cosas que en los últimos seis meses.
Quang-ha sube las escaleras estrechas. Hay una puerta al final con un letrero que dice:
ACCESO A LA AZOTEA
SÓLO PARA EMPLEADOS
No creo que cubramos el requisito, pero de todas maneras Quang-ha empuja la puerta. El sol se está poniendo, pero aún hay luz afuera. Hay diez tragaluces y diez lonas viejas.
Así que Dell no es el único con sombras grises en su interior.
Apunto hacia el extremo izquierdo del edificio.
—Ahí. La tercera es su sala.
No va a discutir porque, después de un mes de vivir conmigo, sabe que sólo hablo para enunciar hechos.
Quang-ha lleva consigo la bolsa mientras se mueve por el techo caliente.
De nuevo lo sigo.
No sé por qué. Soy su sombra y me doy cuenta de que sólo estoy empeorando todo.
Unos ladrillos sostienen las esquinas de las lonas, y cuando llegamos a la que corresponde al departamento de Dell, levanto uno.
Quang-ha se inclina y, con su mano libre, le da un jalón a la manta sucia.
Pero la bolsa de basura se resbala de su otra mano y las botellas se desparraman, y una se rompe justo a sus pies.
Pedazos de cristal verde vuelan en todas direcciones y aterrizan en el plástico transparente del recién descubierto tragaluz.
La Antigua Yo habría gritado por el golpe.
La Nueva Yo espera este tipo de cosas.
De hecho, la Nueva Yo está sorprendida de que no nos hayamos cortado con las esquirlas voladoras.
Quang-ha estaba enojado. Ahora está muy enojado. Comienza a recoger los pedazos de vidrio.
Yo me muevo rápidamente para ayudar.
Sobre el tragaluz puedo ver tres pedazos de vidrio que reciben el sol. Envían pequeñas pinceladas de color hacia la habitación debajo de ellos.
Miro a Quang-ha. Él también lo ve. Digo:
—Es como una ventana entintada.
Quang-ha está en silencio, pero toma una botella de cerveza y la rompe. Después pone un pedazo de vidrio color ámbar en la superficie.
Un trozo de luz marrón-anaranjado llega a la alfombra de Dell.
Intercambiamos miradas.
Pero no decimos nada.
Y después nos ponemos a trabajar, cubriendo todo el tragaluz.
Terminamos rompiendo todas las botellas para tener suficiente vidrio.
Me parece extrañamente disfrutable.
Puedo ver que Quang-ha se siente igual, aunque está callado mientras destrozamos lo que parece ser un verdadero problema con la bebida.
Cuando por fin terminamos, bajamos.
Quang-ha abre la puerta y podemos ver de inmediato que la habitación tiene una cualidad completamente distinta.
La luz.
Trozos de verde y ámbar se cuelan desde arriba.
Lo que era una característica ordinaria y anodina, de repente es algo interesante.
Estamos ahí parados mirando nuestro trabajo cuando Pattie entra. No quiero que se enoje, sobre todo con Quang-ha. Digo:
—Es temporal.
Quedo sorprendida cuando Pattie simplemente dice:
—Quang-ha, puedes acomodar los muebles si tienes una mejor idea de cómo deberían estar.
No me sorprende cuando lo hace.
Quang-ha pone todo en lugares distintos, con el sillón y las sillas en un ángulo. No sigue las líneas del cuarto rectangular; hace sus propias formas.
Y cuando termina, quiero decir:
—Hay una diferencia cualitativa en el efecto visual del cuarto.
Pero en su lugar digo:
—El cuarto se ve mejor.
Quang-ha sólo se encoge de hombros, pero puedo ver que ya no está haciendo muecas.
Es la primera cosa que hemos hecho juntos, y se siente extraño.
Para los dos.
Y tengo que confesar que estar en un cuarto con un chico adolescente que aprecia el efecto de los trozos de vidrio de color, me hace sentir mejor en este mundo.