Capítulo 53

Durante los siguientes diecisiete días Mai, Dell y yo nos volvemos expertos en los botes de basura verdes.

En nuestra ciudad, la basura se separa en botes azules para el reciclado y verdes para los desechos del jardín. El negro es para todo el resto.

Mi primera observación: los recipientes verdes no siempre están llenos con pasto y flores muertas.

He encontrado espagueti. Y todo tipo de cosas inapropiadas.

Algunas bastante espeluznantes.

Pero la mayoría de las personas de Bakersfield, California, están siguiendo las reglas de separar la basura, lo que significa que tiran los desperdicios de sus jardines en el lugar correcto.

Y buena parte de esa materia está viva.

Pattie ya no quiere más botes o contenedores en el departamento. Fue muy categórica con eso. Y Dell sólo tiene su cuarto al otro lado del pasillo, y tiene reglas muy estrictas.

De nuevo, Quang-ha es quien responde:

—Lleva todo a la azotea. Nadie sube nunca.

No ha vuelto allí desde que pusimos los pedazos de vidrio en el tragaluz, pero obviamente recuerda que es un espacio muy amplio.

Así que ahora hay macetas y contenedores en todo ese espacio.

Con tantas hormonas de crecimiento y el sol y el agua, tengo un pequeño vivero.

Pero luego perdemos casi todas las plantas.

Cae una lluvia ligera y alguien llamado S. Godchaux, del departamento #21, reporta una pequeña fuga en el techo de su baño.

Llama al banco y ellos no notifican al representante del edificio, sino a quien hace la reparación.

Pattie y yo estamos en el salón, así que no me entero de nada de esto hasta que es demasiado tarde.

El empleado va al edificio y no les encuentra forma a los contenedores con los recortes.

Para él todo es un gran desorden que estorba en una zona que necesita impermeabilizar.

Llama al banco y al parecer alguien llamado Chad Dewey le dice que ahí no debería de haber nada.

Así que el trabajador toma todas las plantas que están echando raíces (o al menos intentándolo) y las lleva abajo, donde terminan en el bote de basura.

Llego a la escena del crimen.

Hoy es día de recolección de basura.

Tengo que hilar la secuencia de eventos y, cuando llego al fondo de ellos, creo que la pérdida de plantas no es una derrota, es una señal.

En realidad no voy a vivir en los Jardines de Glenwood durante mucho tiempo.

Pronto me mandarán a un hogar adoptivo.

Voy a regresar a la escuela.

Lo que está pasando aquí terminará.

Al menos para mí.

Cuando voy a ver a Dell para la asesoría, le digo:

—No puedo regresar al pasado. Tener un jardín en el patio nunca va a ser lo mismo que cuando tuve el jardín en mi casa.

Dell sólo asiente. Está sudoroso.

Más tarde veo que Dell le da un sobre a Mai cuando llega a cenar. Y cuando voy a dormir, encuentro la nota en mi almohada. Dice:

Willow:

Cuando encuentren el lugar para ti, será un gran lugar y será ideal para ti. Quiero que intentes llevarte a Cheddar. Llamaré a Lenore y le diré que el gato es un perro terapéutico.

Tu amigo,

Dell Duke

Dijo que el gato es un perro de terapia.

Aprecio su apoyo, pero espero sinceramente que él no esté a cargo de este teatro.

Pasan dos días y en lugar de tomar el autobús hacia el salón voy a los viveros.

Encuentro a Henry y le explico sobre los girasoles y que perdí mis recortes, y le pido su consejo.

Debe ir a la parte de atrás porque un camión llegó con una entrega.

Espero.

Hay cajas de catarinas en el mostrador y compro una.

Suelen ser de color naranja tostado, pero cuando me asomo a la caja, los insectos parecen rojo brillante.

Sé lo que diría Pattie:

Suerte.

Y tendría razón porque unos minutos después Henry regresa y dice que me va a ayudar. Pasará después del trabajo para ver lo que hay.

Me siento aliviada.

Lo que se siente raro.

Camino de vuelta a los Jardines de Glenwood y trato de moverme con mucho cuidado, porque no quiero sacudir a las catarinas.

Cuando atravieso la puerta Quang-ha, que está en el sillón como siempre, ve la caja en mis manos y dice:

—¿Trajiste comida?

Digo:

—Traje insectos.

Pero sonrío y no me doy cuenta hasta que me miro en un espejo.

Me sorprende.

Me veo distinta cuando sonrío.

Tal vez todos se ven distintos cuando sonríen.

Esta mañana no voy al salón.

Me quedo en casa para esperar la entrega de plantas.

Henry vino ayer y echó un vistazo. Me dijo que me traería algunas cosas.

Pero no es la camioneta regular de los viveros la que llega a las 10:07 a.m.

Lo que llega es un camión con un montacargas. Y detrás viene una camioneta con cuatro trabajadores.

Salgo a la calle y Henry y su primo Phil están bajando la compuerta del montacargas.

En el camión veo una gran caja de bambú. La transportan de lado. Hacia arriba mediría más de diez metros.

Hay otras plantas en el camión.

Phormium con vetas rosadas.

Una selección de enredaderas con flores (para que suban por los tubos de metal hasta el segundo piso).

Recubrimiento para el suelo.

Incluso un cerezo de tres años.

Estoy abrumada.

Pero no hay tiempo de expresarlo porque hay mucho trabajo que hacer.

Los cuatro trabajadores cortan los girasoles.

Esto habría sido triste, pero ahora no lo es.

Decidimos colgar algunos de sus tallos en el balcón del segundo piso. Las flores más grandes son del tamaño de una cabeza humana. Los pétalos amarillos están secos y sus centros son negros.

Henry tiene cordones verdes y yo quedo a cargo de ese proyecto mientras los trabajadores cavan un gran agujero, porque el bambú que trajeron es cosa seria.

Cuando estoy atando los tallos de los girasoles a los barandales, Henry viene a decirme que todo esto es un regalo.

Intento darle las gracias, pero no me salen las palabras.

Mi boca está abierta y de repente soy como un pez fuera del agua. No se puede ver el anzuelo, pero debe estar en mi mejilla.

O tal vez está en mi corazón, porque es en donde siento el jalón.

Henry pone su brazo sobre mi hombro y susurra:

—De nada.

Nos toma casi cuatro horas plantar todo.

Pero el día aún no termina.

Como otra sorpresa, Lorenzo, de Electrónica Bakersfield, llega con un juego de luces de energía solar, que por la noche lanzarán rayos de luz desde el follaje hasta el cielo estrellado.

Es mucho más de lo que había esperado.

Lorenzo dice que los muchachos de los viveros lo llamaron. Me cuenta sobre algo llamado el “banco de favores”.

Nunca he escuchado de esto, pero pienso que debo tener cuentas con muchas personas.

Veo cómo Lorenzo pone las lámparas en su lugar, pero no puedo evitar moverlas un poco más para que estén justo donde creo que deben estar.

Le explico que me gusta ver el espacio en términos de triángulos, y me escucha durante un rato y luego se ríe.

Cuando terminamos, me da su tarjeta y dice que me quiere hablar sobre un gran proyecto de iluminación en el que está trabajando en un centro comercial.

Le digo que con gusto veré sus planos.

Puede ser parte de mi banco de favores.

Cuando se va, riego todo con una manguera que Henry dejó.

Estoy terminando cuando veo a Mai caminando sobre la acera. Voy a la puerta y me sigue hacia adentro, y deseo que Henry y Phill y Lorenzo y los trabajadores se hubieran quedado.

Merecían ver la expresión en su rostro.

Nos sentamos en las escaleras y vemos a la gente mientras llega a casa.

Todos se quedan más o menos anonadados.

Decido no ir a hacer ejercicio para estar aquí cuando llegue Quang-ha.

No dice una sola palabra.

Espero. Aún está callado cuando se sienta junto a mí en las escaleras.

Más silencio.

Después voltea y dice:

—No quiero saber cómo lo hiciste. Quiero creer que eres mágica.

Quizás porque es más grande y es hombre, y quizás porque no le gustaba nada la idea de que yo llegara a quedarme con ellos, siento como si me quitaran un gran peso de encima cuando escucho sus palabras.

Creo que la sensación se llama aceptación.

Los tres estamos juntos cuando Dell llega al estacionamiento.

Creo que sabía que algo iba a suceder. Dice que Henry le llamó. No puedo creer que fuera capaz de guardar cualquier tipo de secreto.

Dell está muy, muy contento cuando ve las plantas.

Mai usa el celular de Dell para decirle a su mamá que llegue temprano a casa. Quiere que vea el jardín durante el día.

Pattie llega al edificio justo cuando el horizonte está color púrpura.

Hay pinceladas de color cuando mira hacia arriba, hacia el cielo que oscurece.

Dice:

—Ya no es equivocado llamarle a este lugar Jardines de Glenwood.

Subimos todos juntos y yo tomo a Cheddar y me acuesto con él.

Estoy exhausta.

También Cheddar, creo, aunque cabecear es parte de su naturaleza, así que no estoy segura.

Me quedo dormida aunque no he cenado y apenas está oscureciendo. Despierto con el sonido de la televisión y el olor a palomitas.

Quang-ha aparece en la puerta y dice.

—Dell puso de nuevo su letrero de representante del edificio.

Nos vemos de frente.

Nos estamos riendo, pero con los ojos.