Vamos en el taxi, de regreso, cuando Pattie hace una gran revelación.
Quiere comprar el edificio.
Los Jardines de Glenwood.
Todos pensamos que está bromeando, pero al parecer ya hizo una oferta formal en el banco.
No sé qué pensar, pero Dell parece emocionado.
Creo que él piensa que si ella es la dueña nunca lo va a correr.
Pero dudo que siga siendo el representante del edificio.
Quang-ha es el más emocionado con estas noticias. Supongo que aún le preocupa volver a la cochera.
Dice que si su mamá es dueña del lugar, deberíamos construir una rampa para patinetas en la entrada, donde están las escaleras.
No sabía que patinaba.
Interesante.
Pattie dice que nada es seguro todavía.
Es la declaración más verdadera que he escuchado en mi vida.
Por la tarde, cuando ya todo está más tranquilo, me quito mi atuendo de jardinera y salgo a correr.
Luego me siento junto al bambú en el patio.
Sé que pensaré en este día muchas veces.
Después me doy cuenta de que es el día 7 del mes. Y no me sorprende.
El 7 es un número natural.
Y es un número primo.
Hay 7 tipos básicos de catástrofes.
Y 7 días de la semana.
Isaac Newton identífico los 7 colores del arcoíris como:
Violeta
Índigo
Azul
Verde
Amarillo
Anaranjado
Rojo
Dell hizo 7 categorías de personas:
Inadaptado
Extraño
Lobo estepario
Rarito
Genio
Dictador
Mutante
Yo tengo mi propio sistema.
Creo que en cada etapa de la vida, hay 7 personas que importan en tu mundo.
Son personas que viven dentro de ti.
Son personas en las que confías.
Son personas que todos los días te cambian la vida.
Para mí, cuento:
1. Mi mamá (por siempre)
2. y mi papá (para siempre)
3. Mai
4. Dell
5. Quang-ha
6. Pattie
7. Jairo
Decido que cuando mi cabeza comience a golpetear, cerraré los ojos y contaré hasta 7, en lugar de 7 en 7.
Veo a cada una de estas personas como los colores del arcoíris.
Vívidas y sobresalientes.
Y tienen un lugar permanente en mi corazón
Si el constructor hubiera tenido más dinero, esta área probablemente sería una alberca.
Pero no lo es.
Es un jardín.
Cambio de posición y siento algo en mi bolsillo.
Es mi bellota de la suerte.
Me levanto y elijo un punto en el lado donde sé que hay espacio para que crezca algo grande. Pongo mi dedo sobre la tierra para hacer un agujero y dejo caer la bellota.
Regreso a las escaleras, y mientras estoy ahí sentada sobre una rebanada de luz invernal, dos pájaros pequeños encuentran un lugar en la madreselva al lado del bambú.
Hablan conmigo, no con palabras, sino con acciones.
Me dicen que la vida sigue.