XVIII. LA AHUIANI, ALEGRADORA, DE LOS TIEMPOS ANTIGUOS

SIN comentarios, porque la verdadera creación literaria por sí misma habla, ofrezco la versión que he preparado de un texto en el que se describe la vida y los meneos de la ahuiani, “la alegradora”, colega prehispánica de quienes practican la profesión más antigua. Si el anónimo informante náhuatl que dictó a fray Bernardino de Sahagún este texto no pretendió hacer obra literaria, sus palabras de hecho lo fueron. El lector es el juez. La versión pretende ser fiel. A mí me gustaría haberlo inventado. Por desgracia, sólo soy traductor. Aquí está la imagen viviente de la ahuiani.

 

La alegradora: mujer ya perdida,
con su cuerpo da placer, vende su cuerpo,
siempre anda ofreciendo su cuerpo,
perdida de joven, perdida de vieja.

Embriagada fuera de sí,

en sus entrañas definitivamente embriagada,

como una víctima del sacrificio, como víctima florida,

como esclavo que ha sido bañado, como víctima divina,

como quien perece en honor de los dioses:

como el que ha de morir.

De entrañas marchitas, sumamente marchitas,
mujer de muchos meneos, desvergonzada,
vida de comezón, rostro echado a perder,
llamativa, llamativamente vestida.

Vanidosa, vana,
cuando muestra su rostro:
vieja mujer vanidosa,

con desvarío se entrega para acostarse con alguien,
se da prestada a sí misma.

Flor que cohabita,

lasciva, de nalgas con comezón,

vieja que tiene prurito en las nalgas;

como anciana sin consistencia,

su vientre está echado a perder,

entrañas como de perra,

como de perra que se pierde a sí misma.

Se yergue, hace meneos,

dizque sabe ataviarse,

dondequiera anda seduciendo,

así como se aficiona a alguien, así lo destruye.

Se anda embelleciendo, luce sus vestidos,
es presuntuosa, como las flores se yergue,
vanamente se contonea, viste con vanidad,
se mira en un espejo, tiene el espejo en la mano.

Se baña, toma baños de temazcal,
con frecuencia se lava y se unge,
sin cesar se perfuma,

vive como el esclavo bañado, como la víctima florida.

Erguida la cabeza, anda embriagada,

fuera de sí, como si estuviera pariendo,

como quien toma los hongos que producen visiones.

Pinta su rostro, con muchos colores lo pinta,

sus ojos, sus mejillas están pintadas de rojo,

sus dientes de grana.

Se suelta el cabello, lo divide en dos,
se hace con él dos cornezuelos.

Se pavonea, anda con comezón,

levanta la cabeza, la mueve para todas partes,

vive del vicio, vive del placer,

polvo y basura la hacen girar en la vida.

Se perfuma y se echa sahumerios,
se unge con aguas floridas.

Masca el chicle, hace ruido con él.

Anda por los canales,

conoce los caminos, frecuenta el mercado,
por el mercado se anda paseando.

Va de aquí para allá, empuja a la gente,

le da de empellones,

se ríe, hace burlas,

siempre anda sonriendo,

sin rumbo camina,

por todas partes sin rumbo,

no se está quieta, no conoce el reposo,

su corazón está siempre de huida,

palpitante su corazón.

Sigue el camino ancho,
el camino de conejos y venados.

Rostro echado a perder, rostro fingido,

con la mano hace señas,

con los ojos llama,

hace ojos, hace guiños,

con las manos llama,

vuelve el ojo arqueando,

se ríe, ándase riendo,

hace monerías, muestra sus gracias.

Está embriagada, fuera de sí,

sumamente embriagada,

muestra su apetito y su codicia,

se hace deseable, se hace apetecer,

anda haciéndose desear, hace que la busquen,

se anda ofreciendo, se ofrece,

consigue mujeres, las anda consiguiendo,

las vende: vendedora de placer,

corruptora de rostros humanos.1