EL REGRESO DE Alejandro Pintado al estrado sumió la sala de audiencias en el más absoluto silencio. Técnicamente, el fiscal podría haber objetado el intento de revancha de Jack con el testigo estrella de la fiscalía, pero Torres se mordió la lengua, al parecer contento de tener una segunda aparición del padre de la víctima. Los miembros del jurado miraban con igual simpatía y respeto que habían mostrado anteriormente, y su admiración tal vez fuera incluso mayor que antes. La mujer de la primera fila probablemente le habría besado el anillo si Pintado se lo hubiera ofrecido. Jack también se acercó a él con cierto grado de respeto.
A veces, incluso el destripamiento tenía que hacerse con cortesía.
—Señor Pintado, ¿no es cierto que los Hermanos por la Libertad han considerado seriamente concluir sus operaciones?
El testigo le lanzó una mirada burlona.
—¿De qué período de tiempo está usted hablando?
—De los últimos dos años.
—Tuvimos algunas discusiones —dijo Pintado—. Nada definitivo. Y en los últimos tiempos, no se ha vuelto a tratar el asunto para nada. Mientras los cubanos sigan cruzando los estrechos de Florida para conseguir la libertad, nuestros aviones seguirán volando para encontrarlos.
Jack le permitió su minuto de fama, y luego comprobó sus notas en busca de detalles.
—Señor, ¿le sorprendería saber que entre enero y diciembre del año pasado la Guardia Costera de los Estados Unidos interceptó a más de mil inmigrantes cubanos indocumentados en el mar?
—No me sorprende lo más mínimo.
—¿A cuántos cubanos salvó Hermanos por la Libertad ese mismo año?
Pintado desvió la mirada y dijo:
—A dos.
—El año anterior a ese, la Guardia Costera interceptó a novecientos cubanos. ¿A cuántos rescató Hermanos por la Libertad?
—¿Ese año? Creo que a ninguno.
—De hecho, si excluimos el año en curso y echamos la vista atrás cinco años, Hermanos por la Libertad tan solo ha rescatado a un total de once balseros. ¿No es eso cierto, señor?
—Bueno, tiene usted que recordar que vimos a muchos más. Por desgracia, la Guardia Costera los rescató y los devolvió a Castro antes de que nosotros pudiéramos ayudarlos. Esa es mi única objeción a la política de interceptación pies mojados, pies secos.
—Con lo de «pies mojados, pies secos» se refiere usted a que si la Guardia Costera intercepta a balseros cubanos en el mar, son retornados a Cuba. Pero si . . .
—Pero si consiguen pisar territorio estadounidense, alcanzan la libertad. Eso es todo lo que mi organización está intentando hacer. Que la gente consiga la libertad con seguridad.
—Y por eso se refirió usted a la Guardia Costera de los Estados Unidos como la «patrulla fronteriza de Castro».
—Creo que sus actos hablan por sí mismos.
—Está bien. Ahora volvamos a mi pregunta inicial. En cinco años, Hermanos para la Libertad ha rescatado a once balseros cubanos, ¿es correcto?
—Es correcto.
—Este año las cosas han marchado de forma distinta, ¿no es así? Particularmente durante los primeros seis meses.
—Hemos tenido más éxito, sí.
—Mucho más éxito —enfatizó Jack—. Hasta el mes de junio de este año, un período de justo seis meses, Hermanos por la Libertad ha rescatado a treinta y siete balseros.
—A treinta y ocho, en realidad. Una de las mujeres que rescatamos estaba embarazada de ocho meses.
—Debe de estar orgulloso de eso.
—Estoy orgulloso de toda mi gente. Seguimos haciendo las cosas mejor.
—Y también de manera más eficiente —dijo Jack—. Hermanos por la Libertad registró un número de planes de vuelo menor este año en comparación con los anteriores, ¿me equivoco?
—Es verdad.
—Compró usted menos combustible este año que en los anteriores, ¿es así?
—Así es —dijo Pintado.
—Y un dato bastante interesante: según los cálculos del Servicio de Inmigración y Naturalización, el número total de balseros que abandonaron la isla de Cuba ha descendido al menos un veinte por ciento este año en comparación con los años anteriores.
—No conozco las cifras exactas, pero no puedo ponerlas en duda.
—Así pues, a pesar de que usted haya volado menos, y a pesar de que ha habido menos balseros a los que rescatar, sus rescates han aumentado de forma drástica durante la primera mitad de este año. ¿Y todo porque de repente trabajaron ustedes mejor de lo que ya lo estaban haciendo?
—Así lo creo, sí —dijo Pintado.
—¿O ha sido simplemente porque usted ha recibido mejor información?
—Lo siento, pero no le comprendo. ¿Mejor información con respecto de qué?
—¿Mejor información sobre dónde se encontraban los balseros . . . y dónde no iban a estar los guardias costeros?
—Protesto, señoría —dijo el fiscal—. No se ha aportado ningún tipo de prueba en este juicio que insinúe que el señor Pintado tiene una fuente entre la Guardia Costera de los Estados Unidos.
—Se acepta la protesta.
—Permítanme exponerles en qué me estoy basando —pidió Jack. Se acercó un paso más y dijo—: Señor Pintado, con anterioridad en este juicio, ¿quién declaró usted que era el mejor amigo de su hijo en la base naval?
—El teniente Damont Johnson.
—¿Y a qué rama del servicio militar pertenece el teniente Johnson?
Pintado miró a Jack y luego dijo en voz baja:
—A la Guardia Costera.
Jack hizo una pausa, ya que no estaba muy seguro de cuánto debía presionar con respecto a ese punto. Cualquier jurado tendría una baja tolerancia a que se golpeara a la familia de la víctima, pero la posibilidad de que aquel testigo volviera a declarar en una tercera ronda de preguntas ya era virtualmente nula. Jack tenía que aprovechar aquel momento.
—Una última pregunta, señor. Desde que su hijo murió en junio, o dicho de otra manera, desde que la relación de amistad entre el capitán Pintado y el teniente Johnson se vio truncada, ¿a cuántos inmigrantes cubanos indocumentados ha rescatado del mar Hermanos por la Libertad?
Pintado parecía estar a punto de estrangular a Jack.
—A ninguno —respondió en voz baja.
Era la respuesta que necesitaba la defensa, y pese a ello Jack apenas se sentía motivado. En realidad Jack sentía lástima por él, e incluso estaba de acuerdo con sus puntos de vista, pero alguien había decidido que la causa del señor Pintado era tan valiosa como para matar, ya fuera para apoyarla o para oponerse a ella. Estaba en manos de Jack conseguir que el jurado lo viera claro, aunque él no estuviera preparado para adentrarse en la teoría de la droga que le había insinuado Theo.
Sin embargo, el trabajo preliminar ya había sido expuesto.
—Gracias, señor —dijo Jack—. No hay más preguntas.