Este libro está dedicado a la maravillosa actriz Mara Holguín, quien me enseñó que nunca somos demasiado viejos para hacer nuevas amistades, y a la brillante Eisa Menéndez, que me hizo comprender que siempre había tenido a una aniga junto a mí. (Gracias, Faustino, donde quiera que estés, por reunir de nuevo a todas las chicas de Albuquerque).