Prólogo

Nos sentábamos todas las noches en un café, en Lourdes. Yo, un peregrino del Sagrado Camino de Roma, que tenía que andar muchos días en busca de mi Don. Ella, Brida O’Fern, controlaba determinada parte de este camino.

En una de esas noches resolví preguntarle si había experimentado una gran emoción al conocer determinada abadía, parte del camino en forma de estrella que los Iniciados recorren en los Pirineos.

–Nunca estuve allí –respondió.

Me quedé sorprendido. Al fin y al cabo, ella ya poseía un Don.

–Todos los caminos llevan a Roma –dijo Brida, usando un viejo proverbio para indicarme que los Dones podían ser despertados en cualquier lugar–. Hice mi Camino de Roma en Irlanda.

En nuestros encuentros siguientes, ella me contó la historia de su búsqueda. Cuando acabó, le pregunté si podría, algún día, escribir lo que había oído.

En un primer momento ella asintió. Pero, cada vez que nos encontrábamos, iba colocando un obstáculo. Me pidió que cambiase los nombres de las personas involucradas, quería saber qué tipo de gente lo leería, y cómo reaccionarían.

–No puedo saberlo –respondí–, pero creo que ésta no es la causa de tu preocupación.

–Tienes razón –dijo ella–. Es porque creo que es una experiencia muy particular. No sé si las personas podrán sacar algo provechoso de ella.

Éste es un riesgo que ahora corremos juntos, Brida. Un texto anónimo de la tradición dice que cada persona, en su existencia, puede tener dos actitudes: Construir o Plantar. Los constructores pueden demorar años en sus tareas, pero un día terminan aquello que estaban haciendo. Entonces se paran, y quedan limitados por sus propias paredes. La vida pierde el sentido cuando la construcción acaba.

Pero existen los que plantan. Éstos a veces sufren con las tempestades, las estaciones, y raramente descansan. Pero, al contrario que un edificio, el jardín jamás para de crecer. Y, al mismo tiempo que exige la atención del jardinero, también permite que, para él, la vida sea una gran aventura.

Los jardineros se reconocerán entre sí, porque saben que en la historia de cada planta está el crecimiento de toda la Tierra.

 

EL AUTOR