Capítulo 5

LLEGADA A NORFOLK-VIRGINIA

Desde el último encontronazo dialéctico, Reith parecía sentirse incómodo ante Patrick. Éste tampoco quería una relación cercana con el alemán. Se limitaba a la rutina normal de a bordo. Por ello, ya cerca de Norfolk y tras las vicisitudes pasadas, Reith trató de mejorar la relación personal con él. En uno de los descansos en la sala de oficiales, Reith aprovechó que estaban a solas para tratar de acercarse a Patrick.

—Capitán Malone, aunque han pasado ya varios días de nuestra discusión, por mi parte está olvidada y quiero pedirle disculpas por lo que dije. Me dejé llevar por un mal momento. Tiene que entender usted la situación de mis hombres y la mía en particular, después de todo lo que ha pasado.

Patrick miraba fijamente al alemán, y creyó ver la oportunidad para hablar de los temas que militarmente le interesaban.

—No se preocupe, Reith. Agradezco sus palabras. Por mi parte también está olvidado. Todos podemos tener un mal momento y decir cosas improcedentes o fuera de lugar. De verdad, está olvidado —le tendió la mano que Reith estrechó inmediatamente. El alemán parecía sentirse mejor, después de esta conversación.

—Capitán Malone, quiero decirle que me gustó mucho el simulacro que hemos pasado tras colocarnos en medio de unas maniobras aeronavales americanas. Ha sido muy excitante. Hacía tiempo que no pasábamos mis hombres y yo una situación de tensión como esa. Seguramente será mi última misión militar.

Patrick asintió a las palabras del alemán.

—Estoy seguro, Reith, aunque ha sido divertido y el submarino ha respondido bien.

Desde luego el submarino era sorprendente, pero el juego había sido peligroso.

—Reith, me gustaría saber algo ¿Qué hacían ustedes en la Antártida? —preguntó Patrick de forma directa a Reith.

—Nuestros enemigos estaban en todos los mares, capitán —contestó con una sonrisa el alemán—.Y teníamos orden de patrullar donde fuese necesario hasta encontrarlos y hundirlos —remató con convicción.

—Usted sabe igual que yo que las aguas antárticas no son ni fueron zonas de paso habitual para nadie. Sólo los balleneros circulan por aguas polares —Patrick miró fijamente a Reith—. Dieciséis de sus submarinos fueron hundidos allí durante la guerra. No sabemos cuantos más se han movido por esas aguas, pero no tengo dudas de que habrán sido muchísimos —Patrick se recostó en el banco—. Sólo quiero saber qué podía buscar o hacer por allí Alemania…

—Era un campo de batalla más, capitán Malone. No le dé más vueltas —el alemán quería ser sincero.

Patrick remató:

—En 1938 hubo una expedición alemana a la Antártida y se utilizó un barco, creo recordar, llamado Schwabenland. ¿Es así?

—Algo recuerdo, pero yo entonces era más joven y no presté mucha atención a todo eso. Ustedes también enviaron alguna misión a la Antártida al mando del almirante Byrd.

Reith también se recostó en el banco, frente a Patrick. Sin contestar al alemán, Patrick insistió de nuevo.

—Sí que recuerdo, Reith, que ustedes se apropiaron de un área inmensa y que la marcaron con pivotes lanzados desde el aire. Le llamaron Neuschwabenland. ¿Qué buscaban ya entonces allí? ¿Qué pretendían?”

—Veo que conoce algo de la historia alemana en la Antártida. Mire, capitán Malone —Reith se incorporó y se aproximó a Patrick. Parecía que quería hacerle una confidencia—,yo sé que la guerra en el sentido clásico de la palabra ha terminado y ustedes, los llamados aliados, han ganado. Pero también le puedo decir que el Reich continua y de una manera impensable para todos ustedes. Se lo garantizo.

—Lo que usted me dice Reith es muy serio. ¿De qué se trata exactamente? —la cara de Patrick demostraba consternación ante la noticia, aunque no sorpresa. Aquello empezaba a tener algo que ver con lo que le había dicho el vice-almirante Clark.

—Lo que le estoy diciendo me puede costar la vida si llega a oídos de según quién. Créame. Le considero a usted un submarinista como nosotros. Lo he visto trabajar a bordo y sé que es un buen militar y honesto con sus hombres.

—¿Qué más puede decirme? Comprenderá que me interesa este tema —Patrick también se aproximó al alemán.

—Para nosotros la Antártida ha sido una zona del máximo interés antes y durante la guerra ¿Por qué?, se preguntará usted —Patrick afirmó con la cabeza siguiendo con el máximo interés la explicación que comenzaba—. Nuestros científicos ya habían investigado y sabían con certeza de la enorme cantidad de recursos naturales que esa zona tenía. El Führer siguiendo con su política de Lebensraum o búsqueda del espacio vital que Alemania necesitaba, había contemplado varias zonas del mundo con posibilidades para un crecimiento alemán.

—Pero la Antártida está es el Polo Sur. Es inhabitable ¿quién puede querer vivir allí? —Patrick no entendía la razón por el lugar seleccionado.

—Déjeme seguir, capitán Malone —Reith sonreía, entendiendo las dudas de Patrick—.Aunque Alemania ya había conseguido reivindicaciones territoriales históricas como los Sudetes, Bohemia y Moravia, zonas de Prusia y el corredor de Dantzig, lo cierto era que no sabíamos si Rusia sería de fácil conquista. De hecho, Rusia era la zona de crecimiento natural de Alemania. Polonia era un país ficticio, creado por los plutócratas y la finanza internacional tras el fin de la Primera Guerra Mundial aprovechando, mayoritariamente, territorio alemán y austriaco.

Reith continuó:

—También se contemplaron algunas zonas de África, que fueron desestimadas por la alta presencia inglesa y su poder allí. Oriente Medio también fue contemplado e incluso hubo algunas acciones en Siria e Irak con nuestro escuadrón KG-200 y con el Gran Mufti de Jerusalén. Pero los árabes a pesar de su buena disposición aparente, no eran un socio de mucha fiabilidad para nosotros. Además, Italia ya tenía una cierta presencia allí. Sólo quedaba Sudamérica y el Polo Sur.

—¿Y el Polo Norte? —inquirió Patrick.

—Inviable. No sólo porque prácticamente es hielo sin tierra debajo, sino que además la proximidad con el mundo anglosajón no nos permitía operar tranquilamente. Hubo alguna operación de investigación, pero los resultados no fueron alentadores —Reith apuró su taza de café—. Nos quedaba, por lo tanto, Sudamérica y la Antártida. En Argentina y Chile nuestra presencia social es muy fuerte y en Brasil incluso hubo presencia de un contingente militar alemán altamente secreto que operó en esa zona.

Patrick no daba crédito a las palabras del alemán.

Reith prosiguió:

—La Antártida ofrecía la tranquilidad que queríamos. Sólo Noruega, Argentina y Chile, reivindicaban territorio antártico, pero sin presión real. Nuestra excelente relación con los dos países sudamericanos nos permitia realizar cualquier proyecto en la zona sin problemas. También la relativa proximidad de África del Sur era otra ventaja ya que también era un país proclive a nuestro régimen político. Inglaterra y sus islas Malvinas no representaban un problema a pesar de que en dichas islas tenían un sofisticado sistema de control, ya que quedaban mucho más al norte. Nuestros científicos a bordo del Schwabenland, no sólo descubrieron muchos recursos naturales de todo tipo, sino algo que ya sospechaban: uranio. También zonas cálidas, como oasis, donde la vida era posible. También realizaron mapas muy precisos de la tierra por debajo de los hielos y las enormes cavernas subterráneas cálidas por la actividad geotérmica, que unían el continente antártico con Chile y Argentina —Reith se quedó mirando a Patrick—. ¿Qué le parece?

—Me parece increible —contestó Patrick—, aunque sigo sin saber el por qué de la continua actividad submarina en la zona.

—Pues eso no es lo mejor —sonrió Reith—. Alemania tiene operativa una base militar en la Antártida: La Base 211. Esa es la explicación de nuestros continuos movimientos no sólo de los submarinos, sino también de barcos de superficie y aviones. Nuestros submarinos tenían guaridas naturales, que nos permitían reparar y poner a punto nuestras naves sin problemas. La Base 211 ha sido de gran ayuda para nosotros.

—¿Y qué se ha hecho de la Base 211? —a Patrick le parecía un relato de ciencia-ficción, pero seguía escuchando con interés.

—Sigue operativa —contestó sin dudar el alemán.

—Pero, ¿cual es su actividad concreta en la actualidad? —Patrick seguía su diálogo ya que podía dar buenos frutos—. La guerra ha terminado, qué sentido tiene una supuesta base militar alemana en activo.

—Desconozco qué proyectos tienen ahora entre manos, pero sí puedo decirle que la Base 211 trabajaba proyectos ultrasecretos que se continuaron tras el fin de la guerra. Nuestros barcos, aviones y, sobre todo, los submarinos llevamos gran cantidad de material científico de todo tipo, personal técnico y militar y miles de alemanes que deseaban una nueva vida dentro del nuevo Reich antártico. Allí fabrican su propia comida y tienen suministros de todo tipo. De hecho son autosuficientes.

—Quién dirige todo eso ¿Hitler? —preguntó Patrick.

—Las SS, capitán Malone. El Führer cayó en Berlín. Han circulado muchos rumores, pero él murió en Berlín. No tengo ninguna duda. Jamás hubiese abandonado su puesto de combate. Además…

—Conexión de radio con Norfolk, Patrick —interrumpió John “bullet—. El vice-almirante Clark al aparato y pide por ti.

—Seguiremos en otro momento Reith. Esto es más urgente ahora —Patrick se levantó y se dirigió a la sala de comunicaciones. Se colocó los auriculares.

—Capitán Malone a la escucha, vice-almirante.

—Hola, Patrick —la voz de Clark era jovial—. ¿Cuándo tienes previsto llegar a Norfolk?”

—Según nuestros cálculos llegaremos mañana sobre las 11:00 AM. No ha habido contratiempos y todo va bien —Kenneth apareció en aquel momento por si Patrick necesitaba alguna información adicional.

—¿Tienes alguna información relevante sobre lo que tú y yo hablamos en mi despacho? Estoy muy interesado en ello —a Patrick le sorprendió el interés de Clark.

—Algo he sabido que te comunicaré personalmente. Te puedo adelantar que me suena a historia increible. No creo que sea verdad.

—Patrick, prepárame un informe escrito de lo que has sabido, me lo comentas a mí previamente y mañana por la tarde tenemos una reunión con otras personas, ante las cuales quiero que hables. No puedo adelantarte más por ahora. Nos vemos en la base. Hasta mañana, soldado.

Patrick sonrió.

—Muy bien. Hasta mañana, vice-almirante Clark.

Cortó la comunicación y se recostó en el asiento de John “bullet”. La historia de Reith empezaba a sonarle como posible. Cuando los “peces gordos” necesitaban algo con tanta urgencia, es que algo había detrás de todo ello. No hacían las cosas gratuitamente.

En ese momento necesitaba a Reith en el puente junto a Kenneth, para dirigir el submarino a Norfolk y él necesitaba tiempo para preparar su informe de forma confidencial. Por ello, se encerró en su cabina privada con su máquina de escribir portátil y comenzó el redactado del informe.

Norfolk ya aparecía en el horizonte. El submarino en superficie apenas dejaba estela tras de sí. Dos destructores salían en aquel momento de la base y se cruzaron con la nave alemana. Evidentemente estaban avisados de la presencia del mismo y con sus potentes focos de señales emitieron un saludo, que el submarino respondió. La bandera americana ondeaba en el pabellón superior para evitar cualquier incidente. Desde la torreta y junto a sus compañeros, le resultaba extraña a Patrick aquella situación, aunque por otro lado le satisfacía y le creaba una cierta excitación. Sabía que entraba en la dársena de Norfolk en un submarino espectacular. De hecho ya se veía un numeroso grupo de personas esperando en la zona de atraque.

Los submarinos americanos allí estacionados no sólo se veían anticuados al lado de U-2193, sino que muy pequeños. La nave pasó majestuosamente frente a la infinidad de barcos militares de todo tipo que allí había. Las tripulaciones estaban en cubierta mirando con curiosidad la nave enemiga y saludando a la tripulación, que contestaba a todos esos saludos. El submarino se situó de babor frente a la zona de atraque y en una límpia y rápida operación, ya estaba amarrado al pantalán.

Allí habían congregadas unas cincuenta personas, casi todas ellas oficiales de diferentes rangos de la marina y marineros de asistencia en tierra para la operación de atraque. El vice-almirante Clark, situado en primera fila, sonreía mirando a Patrick y al submarino alternativamente. Todos bajaron a la cubierta y en posición de firmes esperaron a que Patrick subiese a bordo con el vice-almirante y otros oficiales para el saludo de rigor. Patrick acompañó por la escalerilla a la pequeña comitiva que una vez en cubierta, fueron agradeciendo a cada uno de los tripulantes su presencia allí. La tripulación alemana, situada en el extremo permanecía en posición de firmes, con sus uniformes y medallas. Patrick no había considerado en ningún momento que no fuese así. Habían sido hombres que habían luchado por su patria y hubiese sido denigrante para ellos darles otro tipo de ropa a bordo.

En un primer momento, la comitiva americana pareció quedar cortada por el efecto visual que aquellos hombres y sus condecoraciones provocaban, pero el vice-almirante Clark se adelantó a todos ellos y estrechó la mano de Reith en primer lugar y continuó con los demás. No hubo más problemas. No era momento para hacer diferencias, ya que aquellos hombres habían colaborado bien en todo momento para que el submarino estuviese ahora en Norfolk sin problemas. Allí terminaba el viaje para el grupo alemán. Ahora pasarían a jurisdicción militar en la base para el interrogatorio, y en un tiempo posiblemente regresarían a Alemania.

Todos fueron bajando por la pasarela. Clark se dirigió a Patrick.

—Nos hemos de ver ahora. Quiero que cada uno de tus hombres me haga un informe de su área de incumbencia en el submarino y explique las novedades que han encontrado a bordo desde su punto de vista y experiencia. Me imagino que hemos de mejorar muchas cosas en los nuestros… Lo necesito para mañana.

Patrick reunió a sus hombres y les comunicó la decisión de Clark. Una vez terminado el proceso burocrático, disfrutarían de un merecido descanso con sus familias.

—Vincent ¿qué está pasando? ¿Qué buscan el almirantazgo y los “peces gordos”?

—Hoy lo sabrás todo. Un poco de paciencia Patrick —le contestó Clark—. Han pasado muchas cosas desde que te fuiste y se han tomado decisiones muy importantes al máximo nivel. Ya puedes imaginarte. Vamos ahora a comer con tu gente y luego nos reuniremos en mi despacho antes de la reunión con otros militares.

—De acuerdo —Patrick avisó a sus hombres, que acogieron la noticia de buen grado—. Espérame cinco minutos. Quiero despedirme de los alemanes. Han colaborado muy bien y nos han ayudado en todo momento.

El grupo alemán era observado por los MP y permanecían todos juntos esperando novedades. Patrick llegó hasta ellos.

—Señores, quiero agradecerles todo su esfuerzo a bordo. Pronto se encontrarán con sus compañeros que fueron trasladados en avión previamente.

Fue estrechando las manos de todos ellos y en especial las de Reith. Los otros compañeros de Patrick también se unieron a la despedida.

—Somos submarinistas y siempre lo seremos, capitán Malone —comentó Reith mientras se ponía firme y saludaba militarmente al grupo americano. Sus compañeros le imitaron. Los americanos también les saludaron militarmente. La pequeña, pero improvisada ceremonia, terminó ahí. Fue emocionante para todos.

—Porque te conozco, Patrick, pero eso se podría considerar connivencia con el enemigo… —sonrió Clark, mientras comenzaba a caminar hacia la cantina de la base. También Patrick y sus hombres rieron ante el comentario del vice-almirante. La comida en una zona privada de la cantina fue distendida, pero rápida. Había muchas cosas que hacer todavía antes de pensar en un merecido descanso. Fueron informados de que se abriría un expediente al agregado militar americano en Buenos Aires Darlington, por el suicidio del capitán Lippsmacher.

—Bien señores —comenzó a decir el vice-almirante Clark al terminar la comida—, tal como hemos comentado y les he solicitado, ahora espero sus informes para mañana por la mañana. Capitán Malone vamos a mi despacho. Necesito preparar con usted varias cosas.

—Nos vemos mañana, capitán —se despidieron los compañeros de Patrick.

Betty, la secretaria de Clark, les saludó cuando entraron en la oficina del vice-almirante.

—Capitán Malone, me alegro de volver a verle —luego dirigiéndose a Clark—. Vice-almirante, tengo los documentos que me solicitó para su reunión con el capitán. Están encima de su mesa.

—Buenas tardes, Betty. La veo muy bien. Creo que el vicealmirante Clark la cuida estupendamente… —bromeó Patrick, mientras pensaba que el uniforme femenino de Betty le quedaba muy bien.

—Gracias capitán. No puedo quejarme de mi trabajo, ni del vice-almirante Clark —sonrió algo sonrojada Betty, pareciendo adivinar los pensamientos de Patrick y mirando a Clark.

—Muchas gracias por la documentación, Betty. Usted siempre tan eficaz. Vamos Patrick —los dos hombres entraron en el amplio despacho.

Patrick se dirigió a una mesa de reuniones a la izquierda de la mesa principal de Clark. Éste cogió la documentación que le había preparado su secretaria.

—Aquí está todo —se sentó frente a Patrick y encendió un cigarro. Le ofreció uno que Patrick amablemente rechazó, mientras sacaba la documentación del portadocumentos que llevaba con él.

—¿De qué se trata, Vincent? —inició la conversación Patrick.

—Ante todo, me gustaría que me comentases tu informe y qué has sabido a través del alemán Reith, creo que se llamaba, de la presencia de submarinos alemanes en aguas argentinas —Clark respondió mientras ordenaba la información frente a él.

—La historia que me contó Reith me ha parecido increible. También debo decirte que tras el interés que me demostraste por esa conversación y sobre todo por parte de los “peces gordos”, algo de cierto debe haber en ello —Patrick explicó la historia que sabía a través del alemán, que había resumido en su informe. Clark no le hizo ninguna pregunta durante su exposición. Parecía no hacerle falta.

Patrick terminó de explicar lo que sabía e incluso lo que pensaba de todo aquello y quedó a la espera de los comentarios de Clark.

—Muy interesante… —inició éste.

—Vamos, Vincent, ¡no puedo creer que sólo digas eso! —dijo Patrick con sorna.

Clark sonrió. Sabía muy bien como era Patrick y entendía su reacción.

—De lo que has dicho, nada me sorprende pues todo lo sabíamos con bastante precisión —Clark se puso unas gafas y mientras hablaba, parecía observar unas hojas—. Tus palabras han confirmado nuestros temores de que hay actividad alemana en la Antártida. Los interrogatorios a los que sometimos a las tripulaciones de los dos submarinos anteriores y el cruce de la información que hicimos de los diferentes testimonios, nos llevaron también a la misma conclusión que evidencias en tu informe.

Clark le acercó unos documentos confidenciales, donde se mostraban las conclusiones de los interrogatorios efectuados a las tripulaciones alemanas.

—Míralos. Lo que explica, te sonará. O se han puesto todos de acuerdo en decir la misma mentira o están diciendo la verdad. Nosotros creemos que es la verdad.

Patrick ojeaba los documentos y veía claramente palabras destacadas que sí le sonaban: Base 211, Schwabenland, Neuberlin, KG-200, SS.

—Tenemos fundadas sospechas de que allí abajo hay algo serio y muy peligroso para nuestros intereses y los del mundo libre. No sabemos qué es, qué traman ni cuales son sus próximos movimientos, pero indudablemente es una amenaza.

—De acuerdo, y ¿cuál es el plan, Vincent? —inquirió Patrick, dejando los documentos sobre la mesa.

—Dentro de media hora estarán aquí, en la sala principal de reuniones, el almirante Richard E. Byrd, el capitán Richard H. Creuzen, el almirante Chester W. Nimitz y el Secretario de la Marina James Forrestal. Washington está apostando fuerte. Esto no es una broma, Patrick.

Patrick se quedó sin habla ante el nivel de los personajes que acababa de citar Clark y que en muy poco tiempo estarían allí. El almirante Byrd en concreto, había sido el heroe de Patrick por sus exploraciones al Polo Sur y toda Norteamérica lo consideraba un fuera de serie. Era un personaje idolatrado. Se habían escrito multitud de libros sobre su persona. Sin duda, era un hombre muy ocupado pues era explorador, oficial de la marina, aviador y escritor. No lo conocía personalmente, pero era una ocasión única. Su mente recordaba los grandes hitos en la vida de este explorador antártico. Nació en Winchester, Virginia en 1888. Se graduó en la Academia Naval de los Estados Unidos en 1912. En pocos meses se le destinó a la Escuela Naval de Aviación, de muy reciente creación. Durante la Primera Guerra Mundial mandó una Estación Aérea en Nueva Escocia. Después de la guerra, fue promocionado a comandante. En 1925 dirigió su unidad aérea naval en una expedición a Groenlandia.

La primera expedición polar de Byrd fue al Ártico. En esa expedición reclamó para los Estados Unidos una vasta extensión de dicho territorio. La llamó Tierra de Mary Byrd en honor a su esposa. El 9 de mayo de 1926, con el piloto Floyd Bennett voló por primera vez sobre el Polo Norte. Se le concedió la Medalla de Honor por su hazaña. En 1927, Byrd cruzó el Océano Atlántico con otros dos pilotos un mes después de que Charles Lindbergh hiciese el mismo trayecto en solitario. Tras 42 horas en vuelo, el avión de Byrd se estrelló en la costa de Francia, pero él y su tripulación se salvaron.

Después de esta proeza, Byrd se mostró interesado en investigar la Antártida y desde 1928 hasta 1941 llevó a cabo 3 grandes expediciones a ese continente. De 1928 a 1930 comandó su primera expedición con el objetivo de cartografiar una gran parte del continente helado. Estableció una base fija allí llamada Little America. Durante esa expedición y con una tripulación de tres pilotos más, Byrd hizo el primer vuelo sobre el Polo Sur. Era el año de 1929. En 1930 y al final de la expedición, se le nombró vice-almirante de la Marina americana.

Desde 1933 hasta 1935, Byrd regresó a la Antártida. Pasó cinco meses absolutamente solo en un refugio a ciento veinte millas al sur de Little America, para estudiar las temperaturas en el interior del continente antártico. Soportó temperaturas de casi 50º bajo cero. Debido a una chimenea atascada en el refugio, Byrd estuvo muy enfermo y al borde de la muerte. Renunció a pedir ayuda. Finalmente, un tractor polar de la expedición le rescató al no tener noticias suyas. En su tercera expedición a la Antártida de 1939 a 1941, Byrd realizó más vuelos y descubrió el límite sur del Océano Pacífico.

Todo apuntaba a que ésta sería su cuarta expedición a la Antártida. Desde luego su prestigio y conocimiento de la zona le capacitaban perfectamente para participar en esa posible expedición. Pero, ¿de qué se trataba esta vez? Patrick pronto lo sabría.