Capítulo 9

UN INFORME Y UN SUBMARINO

Patrick miraba detenidamente el informe que acababa de dejar Betty sobre la mesa de reuniones del despacho del vice-almirante Clark. Patrick lo estaba esperando. Un humeante café desprendía su cálido y delicioso aroma. La exhaustiva información que daba el documento era estremecedora. Las fuentes parecían ser solventes e iba acompañado de fotos de diversos personajes de la Alemanai nazi, que estaban involucrados en lo que se decía allí. El General SS Kammler, parecía tener un lugar destacado en aquella información. El informe se llamaba “Where are they? A research on nazi key officers and people during and after the war” (¿Dónde están? Informe sobre personas y oficiales nazis claves durante y después de la guerra). Evidentemente era clasificado y Patrick lo tenía por su participación en la reunión de Norfolk. Clark quería que lo conociese antes de reunirse nuevamente con él e indicarle su misión en todo el plan. No tardaría en llegar.

El informe aseguraba que una gran cantidad de alemanes había desaparecido en 1945, desde los últimos meses de la guerra hasta después de ella. De hecho, y según se decía, antes y después de terminar la guerra miles de civiles, hombres y mujeres, comenzaron a desaparecer misteriosamente. Tenían en común que eran personas sin familia, jóvenes y huérfanos. Esto no era raro ya que los bombardeos aliados sobre Alemania habían provocado la desaparación de familias casi al completo.

Lo más alarmante era la desaparición de contingentes enteros de soldados con su armamento, como en el caso de la guarnición que había en Noruega, donde no se combatió y que permaneció ocupada por Alemania hasta la rendición. La mitad de esa guarnición, alrededor de 50.000 soldados, desapareció de la faz de la Tierra de la noche a la mañana. Más de 2.500 oficiales de los más diversos rangos, incluyendo diez generales y un mariscal de campo tampoco dejaron trazas de su destino al acabar la guerra. La mitad de estas desapariciones correspondía a tropas y oficialidad de las SS.

El informe incluía la declaración de varios soldados alemanes en Noruega que indicaban como, en abril de 1945, se les había propuesto su traslado hasta dos puertos en los fiordos, desde donde se les llevaría hasta una fortaleza inexpugnable hacia el sur. En los interrogatorios no supieron o no quisieron dar más detalles sobre el supuesto destino. Sí quedó claro que el traslado sería en submarinos, combinado con aviones del misterioso escuadrón especial KG-200. No habían sido obligados a nada y habían decidido continuar en Noruega, para luego ser trasladados a Alemania como prisioneros de guerra.

La cifra estimada de desapariciones en el informe era más de ¡250.000 personas! No podía ser cierto aquello. ¿Dónde estaban? ¿En la Antártida? ¿Era posible algo así? ¿Qué tipo de instalaciones en aquel continente podía albergar a semejante cantidad de gente? Recordó lo de las bases subterráneas y la experiencia alemana en su construcción, pero tenían que ser inmensas ¿qué vida podían llevar allí? ¿Qué comían? ¿Y el frío? Las preguntas se fueron acumulando en la mente de Patrick, sin encontrar una respuesta convincente. Desde luego, de ser cierta toda esta información, el peligro que acechaba a los Estados Unidos, sus aliados y al mundo en general, era muy alto. El armamento que parecía poseer era muy adelantado y sofisticado. La Operación Highjump, aunque necesaria, lo iba a tener difícil.

Mientras Patrick releía el inquietante informe y las fotos adjuntas, el vice-almirante Clark apareció sonriente en el despacho. Patrick dejó su taza y el informe y se puso en pie para saludarle.

—Gracias por esperarme, Patrick —dijo Clark mientras se ponía cómodo sacándose el abrigo azul de la marina y su gorra de oficial y estrechando la mano de Patrick—. Ya sabes como son los peces gordos —agregó refiriéndose a todos los participantes en la pasada reunión—. Me han retenido en Washington más tiempo del previsto y no he tenido más remedio que estar con ellos.

La reunión en Washington se había celebrado tres días antes y había organizado un gran revuelo en el Pentágono, por la altura de los personajes y porque la prensa ya empezaba a movilizarse.

—Debo agradecerte la posibilidad de asistencia a la reunión que tuvimos aquí en Norfolk, Vincent —dijo Patrick sentándose de nuevo—. Ha sido muy interesante conocer a Byrd en particular. Desde luego los datos allí aportados y el informe que acabo de ver no son tranquilizadores para nadie. Puedes imaginarte que he pensado mucho —señaló el informe sobre la mesa de reuniones—. ¿Cual es mi papel en todo esto? No acabo de tenerlo claro.

Se quedó mirando a Clark, mientras éste se servía una taza de café. Removió suavemente el azúcar y se sentó frente a Patrick.

—Quiero que lleves el submarino U-2193 hasta el interior de la base alemana, como ‘Caballo de Troya’, mientras en la superficie la Operación Highjump se lleva a cabo.

Clark miró fijamente a Patrick.

—Abrirás un segundo frente de asalto en la base alemana.

Tras unos segundos que parecieron horas, Patrick se recuperó e intentó poner en orden los pensamientos que le asaltaban con furia.

—Pero, esa es una misión de comandos o de los Navy Seals. Yo sólo soy capitán de submarino…

—Eres el mejor. Ya estás familiarizado con esa nave. Y sé que puedes entrar con el submarino en esa base. Disponemos de las coordenadas de acceso.

De un cajón de su mesa, Clark extrajo un mapa doblado que extendió ante Patrick. Era un mapa de la Antártida, donde se señalaba claramente la porción de continente denominada Neuschwabendland. En el norte, en la zona costera y frente al Cabo de Hornos estaba marcada la entrada, con las coordenadas correspondientes de la supuesta entrada a la Base 211. La entrada estaba situada entre la Isla de Berkner y el continente antártico, en una estrecha lengua del Mar de Weddell. Asimismo, el mapa mostraba las puntas de ataque en superficie de la Operación Highjump. Eran tres puntas de lanza que partían del sur hacia el norte. Una cubría el este, otra el centro y la última el oeste, con la idea aparente de llevar a los alemanes hacia el mar, sin otra escapatoria.

—No discuto la dificultad de la misión Patrick, pero entendemos que necesitamos un contingente militar que penetre allí y destruya la capacidad de defensa de la base y nos permita atacar a los nazis y sus armas futuristas con todas las garantías desde tierra. No voy a negar que la misión es idea mía y ha contado con la aprobación inmediata de la plana mayor y del presidente Truman. Es altísimo secreto. Sólo tú puedes hacerlo.

—Y ¿con qué cuento yo para llevarlo a cabo? —la pregunta de Patrick era obligada.

—Sabemos positivamente que los alemanes no han vuelto a tener noticias de su submarino U-2193. El secretismo ha sido total. Su regreso a la Antártida no debe ser extraño, aunque sea varios meses después. Estamos convencidos que ya les ha pasado con otras naves —Clark miraba con detenimiento cualquier reacción de Patrick a su propuesta—. Hemos considerado que llevarás a bordo un contingente de 50 comandos perfectamente preparados para combatir, con todo su armamento y provisiones. Tu misión es dejarles allí dentro utilizando el factor sorpresa y darles la cobertura necesaria. Luego largarse lo más rápido posible, esperando el final de la Operación Highjump en aguas antárticas. En ese momento vuestra existencia será conocida por todos los integrantes de la operación. No te pido nada más.

—Y nada menos… Pero los alemanes no son tontos, Vincent —dijo Patrick, tratando de expresar las dudas que tenía—. ¿Cómo es posible que uno de sus submarinos llegue allí casi un año y medio después, en diciembre de 1946? ¿Dónde ha estado todo ese tiempo?

—Lo que dices es lógico, Patrick —Clark parecía un padre tratando de calmar a su hijo ante un exámen muy importante. No podía dejar de apreciar a Patrick y lo veía más como un hijo que como un subordinado—. Mientras el submarino ha estado atracado en la base en uno de los refugios antiaéreos, hemos mandado mensajes con la máquina ENIGMA de a bordo, dando a entender que seguía operativo. Lo ha hecho nuestro grupo especial de codificación militar, ya que el submarino disponía de los códigos para comunicarse con la Base 211. Esa base es real, Patrick. Allí hay un contingente enemigo.

—¿Y ha habido respuestas? —Patrick pareció recuperar cierta tranquilidad.

—Sí. Además se informó de la muerte del capitán Lippsmacher en combate. Ten, es el dossier de comunicaciones que hemos tenido con la Base 211 hasta este momento. Queremos seguir con este plan y ahora tú ya estás en el meollo también.

Clark abrió su maletin y entregó a Patrick una carpeta con varias hojas numeradas, desde el inicio de la comunicación. La comunicación se había iniciado desde el mismo momento en que su grupo había entregado el submarino a las autoridades de Norfolk. Es decir, hacía ya casi un mes.

—¿Quién se supone que comanda ahora el submarino? —preguntó Patrick, mirando por encima los mensajes.

—El U-Bootoffizier Wolfgang Reith, el segundo de Lippsmacher.

Clark miraba a Patrick. Lo necesitaba imperativamente y sabía que lo que le pedía era una misión de alto riesgo. Podía comprender las dudas que tenía, pero era su hombre. Además, había causado muy buena impresión al alto mando en la pasada reunión.

—Deberé preparar otra vez una tripulación y contar con Reith en ella… —Patrick ya empezaba a estar inmerso en la misión.

—Sí… Además, tendréis uniformes alemanes y armas de mano para el momento de la entrada en la Base 211, sin levantar sospechas. Podemos contar con dos o tres tripulantes alemanes que colaborarán con nosotros. Les interesa para poder obtener una identidad nueva en nuestro país. Seguro que tienen cosas que ocultar, pero no nos importa mientras colaboren bien.

—Veo que está todo pensado, Vincent —Patrick dejó la carpeta.

—Intentamos no dejarnos nada en el tintero —Clark señaló la cartuchera de Patrick—. Creo que esa pistola que llevas no es reglamentaria, pero te irá bien —sonrió Clark.

Patrick sacó la pistola Luger del capitán Lippsmacher. Las águilas y las esvásticas de las cachas anacaradas brillaban con fuerza. Clark la observó con detenimiento.

—Es un arma sensacional —añadió—. Llévala, no hay problema.

—Pensaba hacerlo —sonrió Patrick, mientras la volvía a guardar—.¿Cuando zarparemos nosotros? ¿Iremos con todo el grupo? Me gustaría saber qué tienes pensado para nosotros…

Clark se puso de pie y se agachó sobre el mapa antártico que estaba sobre la mesa.

—El plan es que tu submarino parta dos meses antes que toda la flota. De hecho, salvo los peces gordos que ya conoces, nadie más sabe de vuestra existencia ni participación. Deberéis ir mandando mensajes mientras os vayáis aproximando a la Antártida. Estamos equipando al submarino con unos equipos de radio especial HALLICRAFTERS R274D y 1R45/ARR7 para esta misión. Pueden trabajar en una frecuencia única, que recibiré yo en Norfolk.

—Los mensajes a la Base 211 serán a través de la máquina ENIGMA, con copia a mí. Me convertiré en su único contacto. De hecho, cuando zarpéis seréis alemanes a todos los efectos.

—No sé si alegrarme o no. Realmente es una misión de mucho alcance, Vincent.

—Además, tendréis que hacer un recorrido por mar determinado —Clark se acercó al mapamundi que había en la pared del despacho. Cuando salgáis de Norfolk deberéis ir hacia España, recorrer la costa frente a Portugal en dirección sur —fue señalando los puntos que iba citando—, pero siempre bordeando la costa. Luego os dirigiréis a las Islas Canarias, que pertenecen a España, pasando entre la costa de Marruecos y dichas islas. Nos interesa que allí paréis a buscar algunas provisiones frescas. La isla en la que os detendréis será la Isla del Hierro y concretamente en el pequeño puerto de La Estaca. Es la isla situada más al sudoeste del archipiélago. No solamente España es refugio de nazis, sino que sabemos que se mueven espías y soplones en las Canarias. Cuando hayáis partido, vuestra presencia será comunicada a la comunidad alemana y ellos harán llegar la información a quien nos interesa. Luego, deberéis continuar hasta Sudáfrica bordeando la costa africana. Pasaréis frente a Ciudad del Cabo y tras pasar por el Cabo de Buena Esperanza, os detendréis en Port Elizabeth para cargar combustible. Nos consta la presencia de pequeños cargueros-cisterna mercenarios de combustible y comida, que avituallan todavía a quien pague bien y sin preguntar. Todo ello en alta mar, dentro de aguas internacionales. Tendréis que avisar a la Base 211 para que uno de estos cargueros os espere fuera de Port Elizabeth. Las noticias de nuevo volarán y confirmarán vuestro viaje de regreso a la Antártida.

Clark fue señalando con el puntero la ruta desde Sudáfrica, hasta la Antártida. Una vez en ese punto regresó al mapa sobre la mesa que era mucho más preciso. Con el dedo señaló una pequeña serie de islas, en la Península de Trinidad, al sur mismo del Cabo de Hornos. La supuesta entrada a la Base 211 quedaba muy lejos de ese punto.

—Aquí hay una base inglesa de seguimiento que se montó secretamente durante la II Guerra Mundial, bajo el nombre codificado de Operación Tabarin. Nos interesa que os presentéis allí.

—¿Los alemanes tienen conocimiento de la existencia de esa base inglesa? —preguntó Patrick.

—Sí, sabemos que los alemanes conocen la existencia de la base inglesa de observación en la Isla Decepción. Su ubicación exacta es 62º 55’ latitud sur y a 60º 37’ latitud oeste. Es una pequeña isla de unos 15 kilómetros de diámetro, en la Península de Trinidad —Clark señaló la minúscula isla en el mapa, con forma de herradura abierta hacia el sur—. Atacaréis la base inglesa y lo haréis saber a la base alemana. Eso os ayudará.

—Vincent, Inglaterra ha sido siempre nuestra aliada. No podemos esto… —Patrick miró la isla Decepción en el mapa.

—Los ingleses no nos han dicho que tengan esa base. Lo mantienen en secreto. Además, será un ataque alemán —Clark mostró firmeza, recalcando la palabra ‘alemán’—. No te pido que valores políticamente o humanamente una decisión, no es tu trabajo. Puede costar algunas vidas inglesas, pero habrá valido la pena. Es la mejor manera de entrar por la puerta grande en la Base 211, que sí es tu objetivo.

Patrick sabía que no podía discutir una orden. Recordó las palabras de su abuelo John Philip Malone al respecto. Clark continuó:

—Será un ataque de superficie, con la artillería de a bordo. Nada más. Simplemente eso, no te preocupes. Nos interesa que se vea el submarino, sin dejar lugar a dudas de su origen.

Tras unos segundos de silencio, Patrick preguntó:

—¿Y si nos cruzamos con un barco aliado americano, inglés o ruso, también debemos hundirlo?

—Si es en defensa propia, sí. No debes buscar a un barco aliado y hundirlo. Esas no son las órdenes, pero podéis atacar si la situación se pone difícil para vosotros —Clark no dejó lugar a las dudas—. Sois alemanes —remató sonriendo.

—Una vez dentro de la Base 211, ¿cómo es aquello? —Patrick miraba a Clark—. ¿Disponemos de alguna información?

—No lo sabemos. Ni sabemos la profundidad de la caverna. En esa parte del plan, habrá que ver qué saben los alemanes que colaboran con nosotros y habrá que improvisar sobre la marcha. No hay mucho más, Patrick —Clark encogió los hombros—. Nuestros equipos de interrogación no obtuvieron información de las tripulaciones de los submarinos en ese punto. Parecía que ninguno de ellos hubiese estado dentro.

—En realidad, no sabemos qué hay allí, ni cómo está estructurado, ni los sistemas de defensa o control… —añadió Patrick con cierta desesperanza.

—Así es. No voy a engañarte. Pero vais en un submarino alemán y eso os da una cierta ventaja —Clark tomó asiento en su silla de despacho. Encendió un habano, que rápidamente propagó su aroma por el despacho. Patrick encendió un cigarrillo. Nunca había podido fumar esos habanos que disfrutaba su exsuegro. Le mareaban.

—Elige a la mejor tripulación posible y lleva ese submarino hasta allí. Lleva a cabo la misión y regresa con todos tus hombres —Clark le miraba fijamente—. El grupo de asalto se unirá a vosotros en alta mar entre Sudáfrica y la Antártida. No es lógico que hagan toda la travesía a bordo del submarino. Ellos son los mejores y vosotros también. Vuestra parte es más decisiva que el asalto por aire y tierra de la Operación Highjump. De vosotros dependerá la victoria.

Patrick se sentia abrumado por las noticias y por lo que se esperaba de él y sus hombres.

—Ve pensando y preparando todo aquello que necesites como víveres, munición, combustible, agua, etc. Todavía dispones de tiempo, pero no te duermas. Trata de conocer bien el submarino y a la tripulación alemana que escojas. De ellos dependerá buena parte del éxito. Familiarizaros con la máquina ENIGMA y los equipos HALLICRAFTERS R274D y l R45/ARR7 especiales para la misión, serán vuestra vía de contacto conmigo y con la Base 211. Nada más soldado. Nos veremos dentro de un mes. Ahora tengo otros líos relacionados con Highjump.

—Muy bien, vice-almirante Clark —dijo Patrick con cierta sorna.

Clark sonrió. Le gustaba un cierto sentido del humor. Confiaba plenamente en Patrick. Los dos se pusieron de pie y Clark acompañó a Patrick hasta la puerta.