Recuerdo que cuando Eligio me trajo a vivir aquí me ilusionaba la idea de aprender decoración y arreglar cada cuarto con un estilo diferente, con lámparas de diseñador y papel tapiz de colores combinados con los muebles y las alfombras. Me dijo que podía hacer lo que me diera la gana, que podía sentirme a mis anchas y mover lo que yo quisiera, excepto el cuarto que hay allá abajo, en la parte trasera de la casa, que es donde revela sus fotos y guarda las cosas de su trabajo. Ahí tengo prohibido entrar. No puedo asomarme ni siquiera cuando él está trabajando. Exagera. Dice que voy a echar a perder sus rollos, pero estoy segura que lo dice solo por asustarme. Ha de guardar ahí alguna cosa que no quiere que vea. Como si no supiera yo que se la pasa fotografiando mujeres desnudas. Y bueno fuera que solo les sacara fotos. Pero a mí ya no me importa, que haga las cochinadas que quiera mientras a mí me deje tranquila. A menos que oculte algo más. Apuesto que ahora que él no está podría entrar y ver lo que esconde. Ni cuenta se daría. Deja la llave colgada en el perchero junto a la puerta, como para provocarme, como si en parte quisiera que entrara a ver lo que esconde. Creo que ya nada de lo que pueda encontrarme ahí me sorprendería. Pero vivo con un hombre que me aterra y es por eso que necesito ver por mí misma, saber de lo que es capaz.