Estreya nos traía sus hallazgos: dejaba caer huesos a nuestros pies y se sentaba moviendo la cola, orgulloso, como si nos estuviera entregando oro. Le acariciábamos la cabeza estremecidos, pensando que nuestros propios esqueletos podían correr la misma suerte, nos abrazábamos, nos queríamos aún más en el hedor a muerte de las cercanías del fortín, el amor se nos consolidaba ante la percepción de la precariedad que somos, nos deseábamos en nuestras fragilidades, nos empezamos a dormir todos juntos alrededor de la fogata en el intento de hacer guardias permanentes que se volvían más difíciles en la medida en que pasaba el tiempo: las noches eran cada vez más largas, como las sombras durante el día. Tenía títulos Liz que certificaban la propiedad de la tierra a la que iba, cartas selladas del Lord que la mandaba, una escritura porteña que las refrendaba pero how could you be sure si esos salvajes del ejército argentino sabrían leer, se preguntaba, and even if they know, tampoco podíamos estar seguros de que no le robaran los títulos y nos mataran. Estreya empezó a aullar una madrugada. Nos despertamos con miedo, Rosa y yo fuimos a ver lo que el perrito nos mostraba. Eran seis cuerpos de indios recién muertos y unos seis mil chimangos picoteándolos y picoteándose en el afán de conseguir mejor bocado. Como fuera, los cuatro hombres, la mujer y el niño ya casi no eran más que restos de carroña de ave.
No nos detuvimos mucho en la contemplación. Liz empezó a mandar con fuerza: que no nos podían sorprender, que además de ser hay que parecer, que éramos una delegación inglesa y tendríamos que respetar sus protocolos. Nos mandó a cambiarnos: Liz de señora, yo de varón inglés, Rosa de siervo con librea, hasta eso había en la carreta, uniformes para cada estamento de la estancia según los habían imaginado el Lord y sus mayordomos, Liz y Oscar. Éramos un conjunto vistoso, creo yo, ahí avanzando en ese comedero de chimangos yo con mi levita, Liz con su vestido, Rosa con su uniforme, mucho más lujoso que cualquiera de los que veríamos luego.